La vida en un soplo (Cap. VII - 4ª parte)

Cap. VII - “Y volvió el amor”, 4ª parte de 7

El lunes por la mañana hice dos cosas, una, a primera hora ir a hablar con Irene a la empresa, estábamos con su marido en el despacho y me explicó que el problema que veía no estaba en mí, estaba en las personas del entorno de Maite, a su marido seguro que no le haría ninguna gracia que estuviera con otro hombre, a sus padres que estaban muy al lado de su marido tampoco, y sus hijos criados como estaban le extrañaría que lo aceptaran, eso con el tiempo os pude hacer daño, me dijo, salí de allí esperando que nuestro amor fuera más importante que todos esos “problemas”.

Lo segundo, pasar por una tienda de una marca muy importante de ropa interior femenina y comprar los diez modelos más sexis que tenían, después pasé por un importante centro comercial, le compré infinidad de bragas y tangas de todos los colores y formas que uno se pueda imaginar. Llegué a casa por la tarde, antes de que llegara ella y esparcí todas las prendas por el salón, para que cuando llegara se lo encontrara, no esperé mucho que pude oír la puerta del parking que se abría, entró, miró el salón como estaba y me miró a mí.

Maite: ¿Pero qué coño es este mercadillo de bragas?

Yo: Son todas tuyas, tú sabrás.

Abrió el bolso y sacó un paquete de seis bragas que se había comprado al medio día, lo tiró con todas las otras y nos reímos de la situación. Fue recogiendo y mirándoselas, empezó a ver que había algún conjunto muy sexi y fino.

Maite: Que loco estás, hay algunas cosas muy interesantes por aquí, que me estas insinuando algo, si no voy a saber ni donde guardarlas.

Yo: Son para momentos especiales, donde guardarlas no te preocupes, te las pienso romper antes de un mes.

Otro día llego por la tarde con la cara un poco rara.

Yo: ¿Te pasa algo cariño?

Maite: Sí, me ha venido la regla esta mañana.

Yo: ¿Y?

Maite: Que no me acordaba que me tenía que venir, y cuando la he visto he pensado que tendríamos que estar unos días sin hacer nada.

Yo: Bueno, nada, nada, no, se pueden hacer cosas.

Maite: Ya sé que eres un marrano, pero tampoco te pases.

Yo: ¿Llevas compresa o tampón?

Maite: Joder que guarro eres, ¿a ti que te importa?

La cogí de un brazo y la estiré en el sofá, me puse a su lado con una pierna por encima de las suyas y mirándola de muy cerca, la besé dulcemente.

Yo: ¿Compresa o tampón?, si no me lo dices te voy a meter mano y lo descubriré igualmente.

Maite (riendo): Que marranote que eres, tampón, llevo tampón.

Le puse una mano encima del cinturón y comencé a desabrocharlo, me agarró la mano.

Maite: ¿Qué haces, que buscas?

La miré a los ojos.

Yo: ¿Confías en mí?

Me dijo que si con la cabeza poniendo cara de estar preocupada, le acabé de desabrochar el cinturón, le bajé la cremallera y la besé despacio sacando un poco la lengua chupándole un labio, después el otro, me separé y le miré a los ojos, metiendo un poco la mano por dentro del pantalón y las bragas tocándole el inicio de la rajita dando vueltas.

Maite: Ay cariño, despacio por favor, que estos días está muy…

Yo: ¿Sensible?

Saqué el dedo y lo chupé para mojarlo, me miró con cara de asco, lo volví a meter bajando un poco más pasándoselo de abajo arriba dejándole el chichi bien mojado, suspiró fuerte, lo fui moviendo según sus reacciones dependiendo de por donde lo pasaba, pasó la cara de preocupación a la de excitación.

Yo: Dime que te gusta, dirígeme tú para darte placer cariño, quiero darte todo el placer del mundo.

Empezó a hablar diciéndome donde me tenía que parar, cuando tenía que apretar y cuando acelerar los roces hasta correrse de forma espectacular.

Maite: Pero como llegas a ser tan guarro hijo mío.

Yo (cara de pena): ¿No te ha gustado?

Maite (riendo): No tenía ni puta idea que se pudiera disfrutar tanto con la regla, ahora te vas a enterar.

Me empujó para dejarme boca arriba, se apresuró en desabrocharme el pantalón bajándolo con los calzoncillos, se la metió en la boca chupando muy poco a poco, cuando pensaba que sería algo lento y placentero, apretó la mano y me pegó una succionada tan fuerte que pensé que me había dejado la polla morada, siguió chupando y succionando con tanta fuerza que al poco tiempo me pude dejar ir corriéndome sin dejar ella de chupar, no dejó escapar nada tragándoselo todo mientras me temblaba todo el cuerpo. Levantó la cabeza con la boca mojada mirándome sonriendo, sin dejar de hacerme una paja con la mano, antes de acabar volvió a chupar profundamente y succionar de nuevo, sacándome hasta la última gota de mis huevos, me soltó la polla y me dio un beso húmedo.

Descansamos un poco y nos limpiamos poniéndonos algo cómodo para estar por casa, estábamos preparando la cena y me preguntó.

Maite: Dime cariño, ¿si hubiera llevado compresa como ahora que habrías hecho?

Yo: Lo mismo.

Maite: Calla, aagggg, que asqueroso eres, que asco por favor.

Yo: Mañana te vas a enterar.

Maite: No me digas eso que no aparezco por casa, guarro, más que guarro.

Cenamos sin ponerla más nerviosa y esperé el siguiente día, por la tarde llegó y me dio un beso.

Maite: Ni te levantes que te conozco, me voy a duchar y cambiarme antes que se te ocurra algo.

Desapareció por las escaleras, cuando pasó un poco de tiempo subí sin hacer ruido, la vi en braguitas con una compresa puesta secándose el pelo delante del espejo, me desnudé y la ataqué por la espalda pasándole los brazos por delante besándole el cuello, dio un pequeño grito del susto.

Maite: ¿Qué haces aquí desnudo?, por favor, no.

La giré, le cogí el secador apagándolo, y antes de que dijera nada más le tapé la boca con la mía besándola, ella no se movía como no queriendo excitarme, la cogí por la cintura, la levanté y caminé con ella en dirección a la cama, estaba tiesa como un palo de escoba.

Maite (nerviosa): No, por favor, déjame en el suelo.

En silencio la dejé caer sobre la cama estirándome encima, me miró a los ojos sujetándome la cabeza con las dos manos.

Maite (preocupada): Por favor, por favor, hoy no, por favor.

Yo: Por mucho que me supliques te voy a follar ahora y aquí mismo.

Apreté la polla contra la compresa y la bese con pasión, me miro no sabiendo que hacer, le mordí un poco los pezones, gimió. Yo pensé, ya te tengo, volví a subir la cabeza besándola de nuevo, mientras se la restregaba por encima de las bragas, viéndole una carita de placer con otra parte de vergüenza, bajé un mano apartándole un poco las braguitas, poniendo la punta del cipote en el agujerito moviendo las caderas para meterlo poco a poco, echó para atrás la cabeza gimiendo fuerte, cuando la metí entera me miraba excitadísima.

Yo (en su oído): ¿Quieres que la saqué y te deje tranquila secándote el pelo?

Maite: Eres un cabrón, como no me folles bien follada, te voy a clavar todas las agujas que encuentre en la clínica en la punta de la polla.

La saqué y la metí con fuerza pegando Maite un grito enorme, volví a repetirlo y otro grito de placer y excitación, lo hice varias veces seguidas llevándola casi al orgasmo, parando cuando notaba que estaba a punto.

Yo (al oído): Hoy la que vas a gritar, y mucho, vas a ser tú mi amor, y no de dolor precisamente.

Maite (entre excitada y cabreada): Cabrón, quieres hacerme correr de una p…

Se la volví a meter rápido y fuerte unas cuantas veces más, dando ella unos gritos terribles dejándola a punto parando otra vez.

Yo: ¿Que me decías cariño?, es que no te oído bien.

Maite: Que hoy te voy a matar, lo que me estás haciendo no tiene nomb…

No la dejé acabar, repetí la operación dejándola otra vez a punto, la miré y tenía una cara de tanta excitación, jadeaba sin parar, me miraba pero ya no podía decirme nada.

Entonces empecé la última serie con toda la fuerza y velocidad que pude, gritando ella más que nunca llegando a un orgasmo brutal, abrazándome fuerte con sus brazos alrededor de mi cuello y con las piernas rodeando mi cintura, me corrí con ella bajando poco a poco la intensidad de la follada para alargarle el orgasmo todo lo que pude, quedamos los dos quietos en la misma posición, ella jadeaba recuperándose con su boca al lado de mi oreja, yo respiraba fuerte, estuvimos un rato sin movernos y sin decir nada.

Yo (flojito): Si no te ha gustado, te prometo que nunca más te lo volveré a hacer.

Maite: Eres el cabrón más grande que he conocido en mi puta vida, y ahora ¿cómo coño salimos de la cama sin liarla?

Bajé una mano y la saqué despacio, poniéndole la compresa encima al sacarla del todo, me levanté cogiéndola de la mano ayudándole a salir de la cama, se giró y vio unas gotas de sangre sobre la sabana, me miró la polla llena de sangre.

Maite (con cara de asco): Que asco por favor, metete en la ducha que estás asqueroso tío.

Se giró para ir al cuarto de baño y le di una palmadita en el culo.

Yo: Anda que no te ha gustado tonta.

Maite (riendo): Te voy a matar.

Me estaba duchando, se abrió la puerta y apareció Maite desnuda, metiéndose conmigo abrazándome en silencio cayendo el agua sobre los dos, le pasé los brazos por la espalda apretándola.

Yo: Lo siento mucho mi amor, si no te gusta no pasa nada, no lo volveremos hacer.

Me miró con ojos dulces y enamorados volviendo a abrazarme.

Maite (casi llorando): Me ha gustado tanto que me hace llorar de felicidad.

La apreté contra mi cuerpo, estuvimos un buen rato sin decir nada, solo sintiendo el agua correr por nuestros cuerpos, después de enjabonarnos delicadamente uno al otro y secarnos, ella volvió con el secador y yo la esperé haciendo la cena. Apareció con una sonrisilla y me volvió a abrazar por la espalda en la cocina, me giré abrazándola de nuevo.

Yo: ¿Estás bien mi amor?

Maite: Estoy perfecta, encantada y con hambre.

Cenamos mirando al mar con una copita de vino.

Maite: Creo que ha sido el orgasmo más intenso que recuerdo jamás, tengo la sensación de que me has llevado tan al límite que no sabría ni describir mis sensaciones.

Yo: A sí, ¿Te gustaría repetirlo?

Bajó la cabeza avergonzada.

Maite: ¿Mañana mismo?

Yo: Mañana mismo.

Fueron unos días de una intensidad sexual tremenda, pero llegó el fin de semana, ella tenía que recoger a sus hijos el viernes al acabar de trabajar, no nos íbamos a ver hasta el lunes por la tarde. Me quedé en casa el viernes, el sábado fui al barco para sacarlo a navegar y pasar el día en el mar.

Allí flotando en medio de ninguna parte dejándome balancear por las olas pensaba en lo que había sido mi vida en pareja, lo que llegué a querer y quería a María aunque no estaba conmigo, como podía dividir mi corazón sintiendo tanto por Maite, como todas las mujeres importantes de mi vida se parecían tanto.

Sara fue un amor muy grande, muy raro por la forma que se desarrolló todo, pero yo sé que nos llegamos a amar con una intensidad y una pasión tremendas.

María fue el gran amor de mi vida sin duda, la felicidad completa que estaba seguro de no volver a vivir, la forma tan dramática de acabar lo hacía todavía más grande.

Con Maite, por casualidad o no, estaba viviendo algo muy parecido como lo viví con María, hasta me llamaba guarro o guarrete, María me llamaba cerdito, tal vez no sentía todavía aquella compenetración espiritual que teníamos María y yo, pero sentía por ella algo muy grande, era muy feliz a su lado.

Todas eran altas, rubias y de ojos claros, estaba claro mis gustos por las mujeres.

Me llamó José María para salir en barco el domingo con toda la familia, sabiendo que estaba solo, estoy seguro que lo hizo por eso, salimos todos uniformados pareciendo una tripulación seria, aunque en realidad era un grupo de amigos haciendo el pavo en un barco. Fondeados en una cala para comer, Irene me vino a ver al puesto de mando, mientras su marido jugaba con los chavales en proa.

Irene: ¿Todo bien con Maite?

Yo: Sí, estupendamente, ¿sabes alguna cosa?

Irene: Comimos el miércoles como siempre, intenté sonsacarle y me dijo que estaba muy contenta, que le gustaría pasar el resto de su vida contigo, me dijo que no dejaría que nada ni nadie se entrometiera entre vosotros, la verdad es que me tranquilizó bastante, creo que está creciendo mucho su carácter a tú lado, por eso quería hablar contigo en persona y le pedí a José que te llamara para salir hoy.

Le di un beso en la mejilla.

Yo: Gracias Irene, me dejas mucho más tranquilo, yo también estoy muy contento con ella. ¿Crees que es el momento de comprarle un bonito anillo para su dedo?

Irene: Que prisas tienes siempre, parece que la vida se te escape y quieras hacerlo todo rápido.

Yo: Exactamente es así cariño.

Irene: Seguro que ilusión le va hacer, pero no seas bruto y le pidas matrimonio que tu eres capaz.

Yo: No mujer, no soy tan bruto, lo haré por nuestro compromiso personal.

Irene (riendo): Eso está mejor, ahora mismo la llamo y te chafo la sorpresa, aun te debo una por la bromita de mi casa.

Yo: Por favor Irene, eso no, hazme lo que quieras tú o el zoquete de tú marido, pero eso no por favor.

Irene (riendo a carcajadas): ¿Te crees que todos somos tan cabrones como tú?

Yo: Eyyy, que yo no os he fallado nunca.

Irene (bajando las escaleras): Vete a la mierda “atontao”.

Justo antes de sentarnos a comer José María se me acercó.

José María: ¿Te ha explicado Irene lo de Maite?

Yo: Sí, todo correcto, y de postre me ha enviado a la mierda.

José María: Bueno, si te ha enviado ella, yo también lo hago, hasta luego.

Comimos y volvimos a puerto, nos despedimos y me fui a casa a pensar en un plan.