La vida en un soplo (Cap. VI - 4ª parte)

Cap. VI - Líos de casa y de muelas,4ª parte de 4

El día siguiente por la mañana me llamó Irene.

Irene: ¿Pero cómo eres tan cabrón y picha brava?

Yo: No sé de qué me hablas.

Irene: Me ha llamado esta mañana Maite y esta ilusionada como una cría, como le hagas daño te las vas a ver conmigo, trátala bien, espero que no sea una venganza.

Yo: Por favor Irene parece que no me conozcas, ¿crees que le haría daño por venganza?, ¿de verdad lo crees?

Irene: No, no lo creo, pero por si acaso te aviso, es una gran mujer, un poco inocente puede, pero muy buena chica, no se merece que le hagan sufrir por un capricho.

Yo: Joder, no hay quien te entienda, primero pierdes el culo para que nos conozcamos, y cuando lo hemos hecho y todo va bien, ¿te preocupas?, a veces no os entiendo a las mujeres.

Irene: Tú que vas a entendernos si no te entiendes contigo mismo “atontao”, cuídala por favor que se lo merece.

Yo: No te preocupes, voy a ser con ella lo más romántico y dulce que te puedas imaginar, le voy a dejar una sonrisa en la cara permanentemente.

Irene: Eres un gilipollas nene, avisado estas.

A la una la pasé a buscar con la joya de mi garaje, le abrí la puerta del coche, bueno en realidad la subí porque la puerta de ese coche se abre moviéndose para arriba, se sentó con una sonrisa, yo me acomodé en el lado del conductor entregándole una rosa roja, se la acercó a la nariz para olerla, me miró a los ojos con una mirada tan dulce que me recordó la mirada de María.

Maite: ¿Y este coche es tuyo?

Yo: No, lo acabo de robar para impresionarte.

Maite: Que bobo eres, ves como eres un playboy, vas por ahí en deportivos muy caros, te cuidas, te depilas, estás en forma, es que no lo puedes disimular.

Yo: Pues el próximo día te vengo a buscar en una mierda de coche destartalado, si así vas a estar más contenta.

Maite: Anda deja de hacer el tonto y llévame a tu casa que tengo hambre.

Se acomodó bien en el asiento y no dijo nada más, solo me miraba con una sonrisa de tanto en tanto.

Yo: ¿Has hablado con Irene esta mañana?

Maite: No me digas que te lo ha contado todo.

Yo: No me ha explicado nada, esperaba que me lo dijeras tú.

Maite: Solo le he dicho que, que…

Yo: Si no quieres no me lo expliques.

Maite: Que me gustas mucho y estoy muy ilusionada contigo.

Yo: Tú a mí también me gustas mucho Maite, espero y deseo que nos vayan bien las cosas.

Ella sonrió de nuevo poniendo cara de adolescente enamorada, desde luego aquella chica era muy inocente y transparente, me encantaba aquella naturalidad sin maldad, aunque alguna sí que tenía porque la encerrona de la visita con las agujas no se me olvidaba.

Yo: Escucha Maite.

Maite: Dime.

Yo: Con el comportamiento que tienes conmigo ahora de buena persona, ¿cómo se te ocurrió hacerme la putada en tu consulta?

Maite: Nadie me había tocado desde que me separé de mi ex, tú fuiste el primero en tocarme las bragas y el culo, en aquel momento me sentí ultrajada.

Yo: Vale, bueno, pero es que pensaste en la venganza fríamente.

Maite (seria): Sí, es verdad, así lo hice, te odiaba en aquel momento, pero cuando te vi tan indefenso, asustado y llorando por mi culpa, me arrepentí tanto de haberte hecho daño aprovechándome de la situación que solo pude limpiarte aquellas lagrimas con cuidado, no sabes cuánto me costó aguantarme y no llorar yo también mientras trabajaba en tu boca, cuando te dejé me fui a llorar como una tonta. Cuando recibí el cactus me hiciste reír y llamé a Irene para poder verte aunque solo fuera una vez más, necesitaba disculparme contigo, ahora mismo estoy a punto de llorar de volver a pensarlo, fui tan injusta contigo.

Tenía los ojos vidriosos, estiré la mano para tocarle la cara, ella me la apretó entre su cara y su hombro mirándome muy cariñosamente.

Yo: ¡Ostras!, ¿y lo de ayer, como se te ocurrió?

Maite (riendo): Fue totalmente sobre la marcha la noche de la cena, cuando les explicabas todo lo que te hice y ellos se reían tanto vi algo en tus ojos que me cautivó, al decir que no volverías a la consulta y la posibilidad de no verte más pensé en jugármelo todo a una carta, por eso aproveché el silencio para dar un giro a la conversación, y quedar contigo con la excusa de la limpieza y la cena, lo otro se me ocurrió ayer mismo por la tarde, como no sabía que pasaría pensé, date un homenaje de sexo primero y eso que tienes ganado, luego ya veremos.

Yo: Así que todo lo tenías pensado y premeditado, primero te aprovechas para abusar de mí en tu consulta, como no tienes bastante después me follas con nocturnidad y alevosía.

Maite (con una carcajada): Sobre todo con alevosía, compréndelo hacía demasiado tiempo que no estaba con un hombre, creí que si hablaba antes contigo no sabría manejarme, nunca he sabido ligar, así que lo hice de la forma más directa que pude.

Yo: Cariño, con ese cuerpo y esa carita que tienes no te hace puñetera falta saber ligar, te debes de quitar los moscardones a manotazos.

Maite: No creas, lo que pasa es que conocí a mi ex marido en el instituto y hasta ayer no había estado con nadie más, bueno antes de conocerle me enrollé con un chico en una fiesta pero no pasó de unos besos y poco más, tengo dos hijos que van al colegio con los de Irene, joder, todavía estoy extrañada de mi misma de comportarme como lo hice contigo ayer, jamás pensé que me tiraría encima de alguien como lo hice, creo que empiezo a tener un problema de autoestima o algo así, esta mañana pensaba si no  me había pasado y tú te quedaste con la idea de que soy una guarra.

Yo: Tranquila, no pasa nada, no voy a pensar nada malo de ti, te lo dije ayer, no nos conocemos suficiente para hacernos una idea de cómo somos realmente, vamos a darnos un poco de tiempo, ¿si tú quieres claro?

Me miró a los ojos girando la cabeza con una sonrisa.

Maite: Por cierto, ¿me has llamado cariño?

Yo: “Sip”.

Llegamos a casa, al bajar del coche.

Maite: ¿Estos coches son tuyos?

Yo: Sí, es una de mis debilidades.

Subimos a la terraza y le enseñé la casa de arriba abajo, cuando pasamos por mi habitación.

Yo: ¿Te gustaría más tarde hacer una sauna o un baño?

Maite: Ahora mismo haría contigo lo que tú quisieras.

Yo: ¿Lo que yo quiera?

Maite: Sí, lo que quieras, pero me parece que me vas a tener que enseñar algunas cosas, en esto del sexo estoy muy verde, mi ex es buena persona pero muy tradicional en todo.

Acabamos tomando algo en la terraza del salón mirando el mar.

Yo: He preparado una ensalada de pasta esta mañana, ¿te está bien o quieres salir a comer fuera?

Maite: Me está perfecto, me comería cualquier cosa con estas vistas.

Yo: ¿Cualquier cosa?

Se sonrojó poniéndose seria apartando la vista.

Yo: Perdóname, no quería molestarte, es que a veces hago alguna broma sin pensarlo.

Maite: No, no es por la broma, es qué me siento como una idiota contigo.

Yo: Hostia, no me digas eso.

Maite: Es que no sé hacerlo.

Yo: ¿El qué?

Maite: Eso.

Yo: Tampoco es motivo para sentirte mal ¿no?, tú eres como eres y te tienen que aceptar así, si hay cosas que no te gustan hay que respetarlas.

Maite: Si es que no sé si me gustan o no porque no las he probado nunca, ya te he dicho que mi pareja de toda la vida es muy tradicional, tanto que jamás hemos hecho nada diferente o probado cosas nuevas, creo que por eso no funcionó.

Yo: Vamos a comernos la ensalada y luego veremos que te comes de postre, ¿qué te parece?

Maite: Que eres un poco bruto, pero me pongo en tus manos.

Yo: Pues lo tienes claro nena.

Comimos tranquilamente hablando de las familias, de los amigos y algunas cosas para conocernos algo mejor.

Ella llevaba puesta una camisa con un collar largo que le llegaba al ombligo y una falda que le caía hasta los pies. Después de comer nos sentamos en el sofá escuchando música tranquila, yo sentado con los pies estirados encima de un puf, ella con la cabeza en mi pecho descalza con los pies encima del sofá y mi brazo pasándole por la espalda.

Maite: Luis.

Yo: Si.

Maite: ¿Me dejas hacer contigo lo que quiera?

Yo: No, que te subes encima de mí, sacas las agujas del bolso y me pinchas.

Maite: Me refiero al sexo, tonto.

Yo: Si es para eso si que puedes hacer lo que quieras.

Maite: ¿Lo que quiera?, no hay nada que no te guste, o te dé asco de hacer, ¿haces cualquier cosa?

Yo: Cariño, me estoy empezando a preocupar, ¿no serás una depravada sexual de las que me vas a atar y pegar latigazos con un traje de cuero?

Maite: ¿Pero qué dices?, por favor.

Noté como un dedo me acariciaba el pecho, bajaba poco a poco por el estomago hasta llegar a la altura del cinturón del pantalón, me miró como preguntando si podía seguir, yo le sonreí y estiré acomodando la cabeza para atrás, Maite se colocó mejor y noté como desabrochaba el cinturón despacio, el botón del pantalón, bajaba la cremallera y empujaba los pantalones levantando yo un poco el culo para ayudarla, moví las piernas para que cayeran solos hasta los pies y quitármelos.

Con el dedo seguía investigando alrededor de los calzoncillos, acabando subiéndolo encima y lentamente acercarse a mi polla que ya se estaba poniendo cachonda, puso el dedo por encima tocándola en medio del tronco, moviéndolo de un lado al otro mirándome como si estuviera haciendo algo malo, yo le sonreía más, ella abrió la mano y me la cogió suavemente levantándola, empujó los calzoncillos para liberarla, yo me los bajé un poco para quitármelos moviendo las piernas. Me tenía en pelotas de cintura para abajo y ella estirada de lado en el sofá apoyada sobre mi estomago, la cogió con toda la mano y empezó a pajearme.

Maite: ¿Te gusta así?

Yo: Sí, pero esta todo un poco seco, si lo lubricas te será más fácil y a mí no me molestará.

Me miró a los ojos sonriendo, bajó la cabeza abriendo un poco la boca, dudó un momento, se metió un poco la punta chupando probando el gusto que tenía, poco a poco se la fue metiendo más, hasta llegar casi a la garganta sacándosela de golpe tosiendo.

Yo: Poco a poco cariño, no tengas prisa, haz lo que quieras por donde quieras.

Se la volvió a meter subiendo y bajando la cabeza unas cuantas veces, luego se entretuvo saboreando la punta para bajar por un lado hasta los huevos, yo abrí las piernas y ella metió la cabeza en medio pasando la lengua por encima de uno, después del otro sin dejar de pajearme, se levantó, se puso de rodillas en la alfombra en medio de mis piernas, me agarró la polla con la mano derecha y me miró a los ojos.

Maite (excitada): Dime como quieres que te lo haga, quiero hacerte correr con mi boca.

Yo: Métela despacio hasta donde te sientas cómoda, sácala y métela despacio pero sin pausa mojándola todo lo que puedas y apretándola con tu boca, con la mano por la parte de abajo ves siguiendo el ritmo haciéndome una paja.

Al poco rato empezó a caer saliva entre los dedos, se la sacó.

Maite: Cansa un poco hacerlo sin parar.

Yo: Cuando quieras descansar paras un momento pero intensificas un poco la paja.

Aceleró los movimientos de la mano y yo dejé ir un suspiro para indicarle que iba por buen camino, se la volvió a meter y siguió chupando con más fuerza.

Yo: Cariño, ahora succiona suavemente cuando subas, bien, bien, ves haciéndolo cada vez con más fuerza, así, así, más rápida la mano, ya casi lo tienes.

Pegué un grito para avisarla de que venía, ella apartó la boca en el último segundo saliendo varios disparo de semen para arriba volviendo a caer sobre mis abdominales, polla y muslos, Maite me miraba con una sonrisa de satisfacción y curiosidad sin dejar de mover la mano.

Yo: Ya puedes dejar de pajearme, ya está.

Paró pero no me la soltó, seguía con ella agarrada.

Maite: ¿Te ha gustado?

Yo: Mucho.

Maite (mirándome con picardía): Y si ahora sigo, ¿pasa algo?

Yo: Que me vas a dar más placer y tú probarás el sabor de mi semen.

No se lo pensó ni un momento, se la volvió a meter en la boca saboreando despacio.

Maite: Que excitante que es, ¿lo he hecho bien?, ¿de verdad te ha gustado?

Yo: Me ha encantado, creo que tienes un don para el sexo.

Maite (riendo): Que cosas dices.

La cogí por los sobacos subiéndola encima de mí besándola con pasión.

Maite: Que guarrería más buena.

Yo: ¿Crees que son guarrerías?

Maite: No sé que son pero me excita muchísimo, ¿y ahora qué hacemos?

Yo: Nos vamos a duchar.

Maite: ¿Juntos?

Yo: No, tú en la casa del vecino, no te jode, claro que nos vamos a duchar juntos, si es qué me pones los chistes a huevo coño.

Ella reía sin parar, estaba preciosa con aquella risa en su boca y los ojos iluminados de descubrir cosas nuevas.

Me quité la camisa le cogí de la mano y subimos las escaleras a mi habitación, mientras subíamos se me ocurrió otra cosa, entramos y cerré la puerta detrás nuestro, la agarré por la cintura y la coloqué contra la puerta, le besé con mucha pasión.

Yo: Hoy se encuentra usted encerrada y desvalida como su víctima hace unos días.

La pobre no entendía nada.

Maite: ¿Qué?

Yo: Que usted encerró a una persona en su consulta y se aprovechó de ella, ¿es cierto o no?, si tiene algo que decir para defenderse, dígalo aquí ahora mismo o cállese para siempre, la volví a besar.

Ahora sí que sabía por dónde iban los tiros.

Maite: No es cierto, él me atacó primero sin avisarme.

Le subí la mano por el muslo hasta la cadera, le metí un dedo por encima de la falda entre las bragas estirando de ellas soltándolas para que le dieran en la piel.

Yo: ¿Le hizo esto su atacante?, le lamí los labios.

Maite (excitada): Sí, esto me hizo el desgraciado ese.

La separé de la puerta y mientras la volvía besar le metí mano en el culo agarrándolo fuerte, con la otra mano le subía la falda poniéndosela encima de las bragas rozándole con un dedo el ojete.

Yo: ¿Y después le hizo esto señora?

Me cogió la mano y la bajó un poco más, para que le pudiera tocar el culo y con los dedos el chochete.

Maite (más excitada): Más bien parecido a esto.

Yo: ¿Pero no es verdad que este señor luego le envió un ramo de flores muy bonito para disculparse?

Maite: Sí, es cierto.

Yo: ¿Y no es verdad que le gustó tanto el detalle que aunque odia las flores las olió y las guardó?

Maite: Sí, es verdad.

Yo: ¿Y no es verdad que usted aquella noche se masturbó pensando en él?

Maite (poniéndose roja): Eso no lo pienso contestar señoría.

Yo (se me escapaba la risa): Muy bien, ¿Y no es verdad que en la siguiente visita, premeditadamente usted le preparó una trampa para hacerle daño haciéndole llorar?

Maite (con cara de pena casi llorando): Sí.

Le quité por la cabeza la camisa y el collar sin desabrocharla, le bajé la cremallera por detrás de la falda y se la bajé dejándola en sujetador y bragas, le cogí de la mano y la acompañé hasta la cama estirándola boca arriba, me estiré encima suyo apoyándome con las manos en la cama mirándole a los ojos, la besé suavemente en los labios cogiendo entre los míos uno de ella pasándole la lengua suavemente, dejó ir un suspiro dejando caer una lagrima, deslicé una mano por su espalda, le desabroché el sujetador, levantándolo y pasándolo por delante de su vista lanzándolo al aire.

Yo: Ahora va ha ser castigada, sufriendo lo mismo que le hizo sufrir a su víctima el fatídico día, no se mueva de esta posición.

Le abrí los brazos en cruz, ella reía, le besé suavemente la frente, la nariz, los labios, el cuello, el pecho y me entretuve en las tetas dejándoselas bien duras, seguí bajando por los abdominales llegando a las bragas, se las agarré por los lados bajándoselas lentamente a la vez que seguía besándole las caderas, los muslos, rodillas, piernas y pies, cuando ya estaba totalmente desnuda subí de nuevo por los pies, rodillas, abriéndole las piernas para besarle por la parte interna de los muslos llegando al chichi. Ella hacía rato que soplaba y gemía despacio, le pasé la lengua por el medio de arriba abajo, agarró con las manos fuerte la sabana dando un pequeño grito moviendo todo el cuerpo, le abrí y le subí más las piernas para pasarle la lengua por el ojete del culo, dando un grito de sorpresa subiendo todo su cuerpo, volví a lamer todo el chirri hasta el clítoris, fui haciendo viajes con mi lengua de una punta a la otra, se retorcía sin dejar de gritar y apretar los puños cogiendo la sabana, cuando estaba a punto de correrse me incorporé encima suyo metiéndome en medio de sus piernas, me aguanté con las manos para dejar mi cara a cuatro dedos de la suya mirándole a los ojos, ella tenía una cara de excitada tremenda.

Yo: Su castigo será no dejar de correrse en toda la tarde, va a pagar caro aprovecharse de un buen hombre.

Sonrió excitada, se la fui metiendo poco a poco, se retorcía de nuevo sin dejar de gemir, llegué hasta el fondo sacándola un poco más rápido metiéndola de golpe dando un grito, aumenté las entradas y salidas con fuerza hasta hacer que se corriera gritando muy fuerte. Dejó caer la cabeza en la cama mirándome fijamente, no le dejé descansar y la puse de lado sacándole el culo para fuera con los brazos estirados encima de la cama en paralelo, Maite me miraba sin saber qué coño estaba haciendo con ella, me arrodillé al lado de su culo y se la metí en el chichi de golpe, apretó los puños de nuevo pegando un grito entre placer y sorpresa, empecé despacio subiendo los golpes de caderas a la vez que ella se excitaba más, haciendo que se corriera una segunda vez gritando más que la primera acariciándole las tetas. Cuando acabó se quedó quieta respirando fuerte mirándome de lado cansada, acerqué mis labios a su oído.

Yo: ¿Se piensa que ya está, que ya ha cumplido con su castigo?, pues no, todavía le queda algo de fuerza para uno más.

Maite (cara de pena): Por favor Luis, no puedo más, no estoy acostumbrada a esto.

Yo: Le he dicho que mientras dure su castigo ni se mueva ni hable.

Maite (implorando): Por favor.

Le agarré de las caderas levantándole el culo dejándola a cuatro patas.

Maite: Ay, ay.

Se la metí poco a poco al principio, cuando llevaba unos tres dedos la acabé de meter de golpe, pegó un grito enorme y levantó la cabeza mirando para delante con la vista perdida, follé lo más rápido y fuerte que pude, dejando que sus últimas fuerzas se les escaparan en gritos y espasmos corriéndonos juntos. Se dejó caer de lado cogiendo una almohada apoyando la cabeza quedándose dormida al momento, yo me estiré a su lado mirándola dormir con aquella carita de ángel satisfecho.

Me levanté a buscar una mantita para taparnos y no coger frio, me quedé a su lado estirado con la mano debajo de la cabeza mirándola, me acordé que los inicios con María fueron muy similares, discusiones, enfados, mala leche, para pasar al cariño y un amor inmenso, incluso esa escena esperando que se despertara también la viví con ella.

A Maite también se le notaba una dulzura y una buena fe extraordinarias, ahora tenía de descubrir si sería capaz de entregarle mi corazón sin reparos, sin exclusiones y si podría confiar totalmente en ella, tampoco estaba muy seguro de las emociones de Maite, solo habíamos salido dos días pero mis sentimientos estaban creciendo por momentos, ¿y si ella no lo sentía tan intensamente como yo?, total, que tenía la cabeza hecha un lio.

Me quedé sin moverme esperando que ella despertara, cuando vi que abría aquellos ojos tan claros y bonitos apoyé el codo en la cama para sujetarme la cabeza y verla mejor.

Maite (con voz de sueño): ¿Has dormido?

Yo: No.

Maite: ¿Y no te has movido de mi lado?

Yo: Solo para taparnos.

Acercó su cuerpo al mío apoyando la cabeza en mi pecho, rodeándome la cintura con un brazo.

Maite: ¡Oooiiiiiss!, me estoy enamorando como una idiota.

Yo: ¿Eso es una declaración de amor?

Maite: Hostia, ¿lo has oído?, estaba pensando en voz alta.

Yo: ¿Pero es cierto o no?

Maite: ¿Y tú?

Yo: Contestar una pregunta con otra es de mala educación, ¿lo sabes no?, pero te voy a contestar, me enamoré de ti en el momento que te vi por primera vez, cuando te giraste en la consulta y te vi la carita con esos ojos se me cayeron los cojones al suelo, lástima de los pinchazos que me pegaste después.

Silencio durante unos momentos.

Maite (preocupada): Me estoy enamorando tanto que me da miedo.

Yo: ¿Siempre has tenido una vida totalmente controlada, ahora que pierdes un poco la cabeza te sientes extraña?

Maite: Estoy perdiendo mucho la cabeza, ese es el problema, sabes que jamás había anulado una visita por mí, ¿y tú como sabes que mi vida ha sido siempre tan controlada?

Yo: Porque me recuerdas muchísimo a una persona muy importante en mi vida.

Maite: ¿Quieres hablar de eso?

Yo: ¿Pero te hiciste una paja o no el día que me conociste?

Maite (riendo): Puedes esperar sentado si te crees que te voy a contestar.

Yo: ¿Vamos a la ducha?

Maite: Sí, pero sin sexo que me has dejado el chumino con rozaduras pedazo de bruto.

Yo: Después de ducharnos te pondré una pomada que te irá muy bien.

Maite: ¿Me la vas a poner tú?

Yo: Claro, ¿que lo dudas?

Maite: Es que sirves para todo, eres casi como el “tampax” chaval.

Nos fuimos a duchar, la enjaboné con suavidad por todo el cuerpo y ella lo hizo conmigo, nos abrazamos sintiendo nuestros cuerpos mojados, nos besamos y nos miramos a los ojos detectando una cierta preocupación en los suyos, nos secamos, le puse la pomadita, nos vestimos y bajamos a tomar algo.

Yo: ¿Está todo bien Maite?

Maite: Me está cogiendo un miedo que no puedes ni imaginarte.

Yo: Joder, otra vez no.

Maite: Otra vez no, ¿qué? Luis.

Yo: Todo esto que nos está pasando lo viví en su momento con mi mujer María, ha sido la mujer que más he querido en mi vida, fuimos capaces de entregarnos el uno al otro totalmente, y con eso quiero decir sin reservas, a corazón abierto, aceptándonos como éramos, disfrutando de nosotros cada día como si fuera el último, nos está pasando lo mismo que pasó con ella en su momento, hasta nos conocimos de puta pena como nosotros, al principio ella tenía las mismas dudas y miedos que tú, estoy recordando aquellos momentos paso a paso.

Maite: Lo siento.

Yo: No es culpa tuya.

Maite: Nos vamos por favor.

En el viaje de vuelta hablamos muy poco, lo poco que hablamos fue de cosas totalmente intrascendentes, la dejé en la puerta del parking de la clínica, nos despedimos con un piquito mirándonos a los ojos y me fui al barco a distraerme, yo sabía que algo no iba bien, algo le rondaba la cabeza a Maite y no me lo quería decir, o ella tampoco sabía que le pasaba, yo que sé, mi cabeza cada vez estaba más liada.

Saqué el barco del puerto y me fui a navegar un rato sin destino fijo, solo dejándome llevar por el viento volviendo de madrugada.

Me desperté al día siguiente tarde y llamé a Irene.

Yo: Irene, ¿sabes si Maite tiene algún problema conmigo?

Irene: Creo que no, ¿pasa algo?

Yo: Es que noto que tiene muchas dudas, o a lo mejor es que hay algo en mí que no le gusta y no quiere decírmelo, no lo sé Irene, te llamo por si me puedes echar un cable.

Irene: ¿Te estás enamorando Luis?

Se hizo un silencio.

Yo: Totalmente.

Irene (riendo): Lo sabía, sabía que te gustaría.

Yo: Menos risas coño, ¿me podrás ayudar o no?

Irene (seguía riendo): Hoy después del gimnasio comemos juntas, ya te llamaré “capullín”.

Me fui a casa y esperé la llamada de Irene, a las cuatro de la tarde sonó el teléfono.

Irene: Me ha dicho que ayer no quisiste quedar con ella hoy.

Yo: Coño, es que ninguno de los dos lo propuso, yo pensé que ella no quería quedar conmigo.

Irene: Mira que llegáis los dos a ser zoquetes, el uno por el otro la casa sin barrer, que desastre de personas, estáis deseando de estar juntos y perdéis el tiempo como imbéciles.

Yo: ¿Pero ella tiene algo en contra de mí?

Irene: Que no capullo, solo tiene miedo porque no te conoce bien, es normal, eres la primera persona con quien sale a parte del carca de su marido, te aseguro que está muy contenta contigo, ya me imagino por qué.

Yo: ¿Cuando hablas con ella también la insultas como a mí?

Irene: No, solo te insulto a ti por capullo, y por confianza, te aguantas y té jodes, espabila y no hagas el imbécil.

Colgó dejándome con la palabra en la boca, menuda amiga de los cojones.

Fui a última hora a esperar a Maite cuando acabara en la clínica, cuando vi que estaba a punto de salir a través de los cristales salí del coche y me acerqué a la puerta, dio un paso en la acera y se encontró conmigo de cara mirándole a los ojos con una rosa en la mano, puso cara de sorpresa, después de alegría, y acabó llorando tirándose a mis brazos sorprendiéndome.

Yo: ¿Estás bien?

Maite: Ahora sí, es que pensaba que hoy no te vería y estaba triste.

Yo: ¿Entonces por qué lloras cariño?

Maite: De alegría tonto, de alegría de verte.

Yo: Creo que voy a tirar la toalla en intentar entenderos, cada día os entiendo menos, solo tenías que llamarme, o enviarme un mensaje, me hubieras tenido aquí como un clavo al momento.

Maite (sorprendida): ¿Lo habrías hecho?

Yo: Pues claro, ya te dije ayer que estoy enamorado de ti, me toco los cojones todo el día, perdona por hablar tan mal, solo estoy pendiente de ti y de muy pocas cosas más, y te aseguro que tú estás la primera de la lista.

Maite empezó a llorar de nuevo pasándose la mano por las mejillas para quitarse las lágrimas, yo abrí las manos como no entendiendo nada.

Maite: Perdona, es que estoy muy sensible, no me he sentido tan importante para ningún hombre, tengo la sensación de que tú solo vives para mí.

Yo: Vivir solo por ti puede que sea un poco exagerado, pero me gusta estar por ti todo lo que puedo, una de mis prioridades es hacerte feliz, ¿lo entiendes?

Maite (abrazándome): Sí, pero me cuesta creerlo, es todo como un cuento de hadas y me enseñaron que en los cuentos todo es mentira.

Yo: Confía un poco más en mí por favor, haz las cosas sencillas, si quieres algo pídemelo, si puedo te lo daré y si no puedo te lo diré con sinceridad, yo soy muy básico, bueno, todos los hombres lo somos pero creo que yo soy el más básico de todos, me gustan las cosas claras y a la cara por duras que sean.

Me beso en los labios sonriendo.

Maite: ¿Vamos a cenar?

Yo: Vale, pero hoy invito yo.

Maite: Perfecto, no sé qué coño hacer con  la rosa Luis.

Le cogí la rosa de la mano y la tiré a una papelera que había cerca.

Yo: Ya sé que no te gusta una mierda, pero es que siempre he hecho lo mismo cuando quiero quedar bien, me tendrías que dar alguna idea para regalarte, ¿vamos con mi coche y luego te dejo aquí?

Maite (riendo): El mejor regalo eres tú cariño, no hace falta que me compres nada, si vamos con tu coche.

Cenamos tranquilamente volviendo las cosas a normalizarse, al dejarla en la puerta de la clínica nos besamos.

Maite: Si quieres que te haga alguna cosa entramos, pero yo lo tengo todavía irritado de ayer.

Yo: ¿Lo harías por mí?

Maite: ¿Hacerte alguna “marranadilla”?, te lo haría aquí mismo.

Yo: Cómo me gustas, no, no hace falta, ya tendremos tiempo de hacer “marranadillas”, ¿quedamos mañana?

Maite: Claro cariño.

Yo: ¿Has dicho cariño?

Maite me abrazó otra vez y me dio un buen beso en los labios.

Maite: Sí, cariño, cariño, cariño.