La vida en un soplo (Cap. VI - 2ª parte)

Cap. VI - Líos de casa y de muelas,2ª parte de 4

Empecé el traslado a mi nueva casa vaciando los trasteros, comprando cajas de buen vino para guardarlos en la pequeña bodega y en definitiva ponerla al día para entrar a vivir sin encontrar nada en falta. Fui a buscar un viernes a mis padres para invitarlos a comer en casa recuperando el primer coche en el garaje, yo me traje el deportivo que me guardaron en su casa durante este tiempo de transición, mi padre condujo mi todo terreno y mi madre el suyo para poder volver con mi padre después. Otro día quedé con mis socios, José María me vino a buscar para volver de nuevo conduciendo él otro deportivo, yo conduje mi preferido en aquellos momentos e Irene el suyo para volver después de comer. Otro día quedé con Gonzalo y Sonia para recuperar el utilitario que tenía en su casa.

Por fin tenía todas mis pertenencias más preciadas juntas, les envié una nota de agradecimiento a todos y una invitación para un sábado al medio día, para comer y hacer la inauguración oficial de la casa, pasamos un buen día todos juntos, en un momento que estábamos en la cocina.

Irene: Muy chula tú nueva casa, ahora tenemos de quedar para hacer unas cuantas guarrerías un fin de semana y estrenarla.

Yo le miré a los ojos y levanté una ceja poniendo cara de inocente, ella se tapó la boca para ahogar sus palabras.

Irene: Que hijo de puta, ya la has estrenado cabrón, pero con quien coño has podido…

Yo (bajando la cabeza): Con la decoradora.

Irene: Depravado de mierda, es que no piensas dejar una tía sin metérsela.

Yo: Las cosas vinieron rodadas y…

Irene: Rodando vas a ir tú con los huevazos que tienes colega, madre de Dios no hay nada que hacer contigo tío.

Quedamos para vernos con ellos el siguiente fin de semana, llegarían el viernes, no antes de dejar a los niños después del colegio en casa de sus abuelos, me llamaron cuando estaban en la calle abriéndoles el garaje bajando a recibirlos, un abrazo y un beso en la cara para mi amigo, otro abrazo con un piquito en los labios para Irene, que venía vestida guapísima como siempre, subimos en el ascensor para que dejaran las bolsas en la habitación y bajamos a tomar algo en la terraza del salón mirando al mar.

Irene: ¿Nos explicas lo de tu nueva relación campeón?

Yo: ¿Qué relación?, ahora mismo no tengo ninguna.

José María: Pero no le dijiste a Irene el otro día que te estabas tirando a la decoradora.

Yo: Yo le dije que la casa ya estaba estrenada, no que tuviera una relación con nadie coño.

José María: Entonces que fue un “aquí te pillo aquí te mato”.

Yo: Bueno, más bien fueron cinco o seis.

Irene: Cariño, tú amigo es incorregible, te despistas un poco y ya se la está metiendo a alguien, que desastre de hombre.

José María: Pues a él se le ve la mar de feliz, igual tendría que probarlo yo también.

Irene: A ti te la corto en rodajas como se te ocurra hacerlo sin mi permiso, ¡estamos!

Yo: Vale, vale, tengamos la noche en paz.

Irene: Vamos a hacer una sauna que me quiero des estresar.

Yo: Si queréis hacerla solos ya sabéis donde está.

José María: Irene, este tío sigue tan zoquete como siempre, que la hacemos todos juntos gilipollas.

Nos desnudamos y fuimos a mi cuarto de baño, abrí la bañera para que se llenara automáticamente de agua calentita mientras hacíamos la sauna, nos metimos los tres.

Irene: ¿No tienes intención de rehacer tu vida con una relación estable?, tal vez te vendría bien.

Yo: Cariño, en estos momentos no puedo ser más feliz, hago lo que me da la gana cuando quiero y como quiero, no encuentro a faltar el cariño por ningún lado, tengo a mis padres y os tengo a vosotros cuando necesito hablar de algo en confianza, que más quiero, ¿sabéis que las habitaciones son para vosotros?

José María: ¿Para nosotros?

Yo: Para qué coño quiero yo más habitaciones que la mía, las tengo preparadas para que paséis con los niños y conmigo unos días de vacaciones, me hace mucha ilusión.

Irene (hablando de mi): Si hombre, y tener de cuidar de otro crio.

Le eché una mirada que la atravesé.

Irene: Perdona, perdona, era una broma, claro que vamos a pasar unos días contigo, los que tú quieras, perdóname Luis.

José María: Nena que poco sensible eres a veces.

Yo: He sentido como si me apuñalaras en el corazón Irene.

Me abrazó y se le pusieron los ojos llorosos.

Irene: Perdóname por favor, ya sabes cuánto te queremos, no quiero nada malo para ti, por favor, todo lo contrario, ¿vas a hacer que llore ahora?

Yo: No sé, que hacemos José María, que llore o que no llore, nos lo jugamos a los chinos.

Irene se apartó de golpe levantándose secándose con el dedo las lágrimas que le caían por la mejilla, yo la seguí y la abracé por detrás.

Yo: Era una broma mujer, como quieres que me sienta mal por algo que me digáis vosotros, si no os hago ni puto caso en nada.

Irene (con risa nerviosa): Ahora mismo te mataría, mira que llegas a ser hijo puta cuando quieres.

Yo: Te creo, no sé porqué tengo esa facilidad en hacer que los demás me quieran matar en algún momento.

José María: Porque has sido un cabrón toda tu puta vida amigo.

Salimos de la sauna riendo con Irene todavía recuperándose del susto, nos duchamos con agua fría los tres a la vez cogiendo el chorro como podíamos y entramos en la bañera, Irene en medio y uno a cada lado, pasamos un rato hablando y riendo.

Irene: Si pensáis qué vais a hacer algo conmigo aquí dentro, ya os podéis dar por culo uno al otro porque a mí no me tocáis cabrones.

José María: Cariño que yo no he hecho nada para que te enfades conmigo, ha sido cosa de este cafre.

Irene: Aquí, o mojamos todos o no moja nadie, pero si vosotros queréis enrollaros yo me voy a tomar algo abajo, cuando estéis bien satisfechos ya vendréis.

Yo: Irene, no se te da nada bien mentir, se te nota por debajo de la nariz.

Irene: Pedazo de cabrones que estáis hechos.

Metió las manos en el agua cogiéndonos por los huevos a los dos, apretando un poco dejándonos cara de gilipollas, con la boca pequeña apretando los labios como si nos hubieran metido una escoba por él culo.

Irene (haciéndose la cabreada): ¿Y si los apretó con más fuerza par de gilipollas?, ¿vais a poner la cara más divertida?, venga que quiero ver cómo me hacéis una sonrisa y me decís lo importante que soy para vosotros.

Intentábamos sonreírle, ella apretaba un poco más para que no lo pudiéramos hacer descojonándose de risa.

Irene: Venga valientes, quiero ver una sonrisilla ahora mismo.

Le sonreímos como pudimos.

José María: Cariño ya sabes que eres lo más importante de mi vida, te quiero con locuuuura, hay que daño, no aprietes más coño que me descojonas.

Irene (mirándome): ¿Y tú?, cabrón del reino, no tienes nada que decir.

Apretándome los cojones un poco más.

Yo: Que me cago en la madre que te pa…

Volvió a apretarlos doblándome hacía delante poniéndome rojo.

Yo: Que te quiero mucho, que eres la mujer más extraordinaria que conozco, que te lo mereces todo, por favor afloja que me desgracias.

Aflojó y nos miró satisfecha.

Irene: Como os volváis a pasar os los arranco de cuajo mamones de mierda.

José María intentó decir algo, su mujer le puso una cara que se cayó de golpe.

Entonces pasó de apretarlos a acariciarlos suavemente, José María y yo nos relajamos estirándonos en la bañera un poco más.

Irene: Como oiga un solo comentario os las cargáis con todo el equipo.

José María hizo el gesto de abrir la boca para hablar, le di un hostión en medio de la cabeza pasando la mano por detrás de Irene, a ella se le escapó la risa y siguió con lo suyo. Cuando comprobó que nos había hecho crecer las pollas, las agarró pajeándolas a la vez mirándonos a uno y al otro ahora sí con cariño, estuvo un rato y le pidió a su marido que se levantara, se arrodilló en la bañera y se metió casi toda su picha en la boca, me tocó una pierna para que me moviera un poco y poder sentarse encima metiéndosela cabalgándome, en poco tiempo estábamos los tres jadeando y gimiendo sin parar, Irene aumentó la velocidad de sus succiones y de sus caderas corriéndonos los tres a la vez, nos dio un beso a cada uno y se metió en la ducha con aires de triunfadora,  nosotros la seguimos calladitos y obedientes hasta explotar los tres de risa.

Cenamos y tomamos unas copas durmiendo los tres con una cogorza importante. Al despertar noté un pequeño movimiento en la cama y como un gemido, abrí un ojo y vi a Irene mirándome con su marido follándosela de lado desde atrás, cerré el ojo para dejarlos tranquilos pero ella me había visto, empezó a tocarme la polla agarrándomela con toda la mano subiendo y bajando.

Irene (hablándome al oído): Te he visto mamón, empálmate rápido que quiero follarte.

Me puse boca arriba y ella se colocó encima de mí metiéndosela, José María se enganchó detrás de ella, le lubricó el culo con saliva para introducírsela poco a poco dejando ir Irene un grito que me despertó de golpe, al poco rato estábamos los tres enfrascados en movimientos, gemidos y gritos corriéndonos como locos.

Después de la ducha y quitar las sabanas de la cama bajamos a desayunar, Irene seguía intentando convencerme de que sentara la cabeza y José María defendiendo mi posición, empezaron a discutir de nuevo y tuve de poner paz entre ellos.

José María: Pero que manía de no dejar tranquilo a Luis cariño, si él está bien, ¿porqué complicarle la vida?

Irene: Que yo no le quiero complicar la vida a nadie coño, pero Luis necesita una mujer.

Yo: ¿Para qué necesito yo una mujer Irene?

José María: Eso, para que necesita “una”, si tiene las que le da la gana.

Irene: Tú te callas.

José María la miró y levantó las manos como en son de paz callándose un buen rato.

Irene: Y tú Luis, si no quieres, ya no te voy a dar más la lata con el asunto, pero sigo creyendo que te iría bien.

Yo: Pues acaba de desayunar y deja de darme la vara con el tema, después vamos a dar un paseo por la playa a ver si nos aireamos un poco.

Pasamos el fin de semana muy bien, pero a mí se me quedo la mosca detrás de la oreja, ¿qué coño debía estar tramando Irene?, porque muy normal no era la insistencia sobre el tema.

Poco tiempo más tarde me empezó a molestar una muela cuando masticaba, pero por no ir al dentista me aguantaba como podía. Un viernes en casa de mis padres les pregunté por el dentista de toda la vida, mi padre me dijo que hacía casi un año que se había jubilado, era un señor mayor que me había tratado desde pequeño y le tenía confianza, buscar otro ahora me daba no se qué. Más tarde pasé por casa de mis socios, a cenar y a hacer alguna cosilla juntos el sábado según ellos, estábamos cenando hablando tranquilamente y de golpe al masticar noté una punzada en la muela terrible.

José María: ¿Qué te pasa compañero?

Yo: Una puta muela que me tiene frito.

Irene: Debe ser una caries, ya estás pidiendo hora en el dentista.

Yo: De eso nada, de momento aguanto bien.

José María: No me digas que el gran Luis esta “cagao” por ir al dentista.

Yo: No, no, que va, lo que pasa es que el de toda la vida se ha jubilado y tengo que buscar otro.

Irene: Yo te cojo hora el lunes urgente con el nuestro, es muy bueno y te gustará.

José María: ¿Estás segura?, que se lo busque él a ver si le revientan la bocaza esa que tiene.

Yo: Hostia tío, con amigos como tú no necesito tener enemigos.

José María (riendo): Vaya llorón estás hecho mamón.

Irene: Quédate con nosotros y el lunes te confirmo la hora, come como puedas y vamos a seguir con lo nuestro.

Yo: Si no hace falta, que comer puedo con cuidado, ya me buscaré uno cerca de casa.

José María: Estas cagado de miedo, tú cagado de miedo de ir al dentista, manda huevos.

Irene: Que te quedas y punto, vas al dentista y ya verás cómo me lo agradecerás.

José María: ¿Estás segura cariño?

Irene: Totalmente.

Pero que conversación más extraña que tienen estos dos pensé, Irene insistió tanto que al final me quedé en su casa hasta el lunes, fuimos los tres por la mañana a la empresa y ella llamó al dentista a media mañana…

Irene: Luis has estado de suerte, te he encontrado una visita, a la una te espera en la consulta, apunta la dirección.

Yo (cagado de miedo): Que bien, que suerte tengo.

A la hora estaba entrando en la consulta, una enfermera muy amable me entregó unos formularios para rellenar, cuando se los entregué.

Enfermera: Muy bien, acompáñeme por favor.

Entramos en una habitación con un sillón que me hizo estirarme, me puso una especie de babero delante pequeñito y me dijo que esperara, al poco rato entró alguien, me incorporé un poco para mirar, parecía otra enfermera que estaba de espaldas con los papeles que había rellenado en la mano, los dejó encima de una mesa, manipuló varios instrumentos de dentista colocándolos en una bandeja pequeña, cogió una mascarilla, y con ella en la mano se dio la vuelta dirigiéndose hacia mí.

Ella: Buenos días, soy la doctora Maite.

Me extendió la mano, yo se la estreché y me quedé boquiabierto, era igualita a una estrella de cine australiana que se casó con un actor norteamericano que no para de hacer “misiones imposibles”, alta, rubia, ojos azules, guapísima y un tipazo de escándalo, mi debilidad si hablamos de mujeres.

Yo: Buenos días doctora, perdone si estoy un poco nervioso, es que los dentistas me dais mucho respeto.

Se puso la mascarilla y me examinó.

Maite: Tienes dos caries, una es muy profunda y tendremos que ver si hay que matar el nervio o no, hoy te puedo empastar la más sencilla, coges hora para otro día para que te vea mi compañero especialista en el nervio.

Yo (acojonado perdido): Vale.

Cogió algo de la bandeja y vi como acercaba una jeringuilla a mi boca, yo reaccioné cogiéndole la mano, ella me miró a los ojos, los tenía preciosos.

Maite: ¿Te pasa algo Luis?

Yo: No, es que así de golpe, yo pensaba que hoy me mirarías y otro día si eso ya me lo solucionarías.

Maite: ¿No me dirás que tienes miedo de los pinchazos?

Yo (avergonzado): Si señora, estoy “cagao”.

Vi que reía por debajo de la mascarilla, le solté la mano y ella la acercó más.

Maite: Ahora vas a notar un pinchazo en la encía, no te preocupes que no va ha ser muy doloroso, tengo que dormir la zona para poder trabajar.

Yo (acojonado a más no poder): Vale, vale.

Me pegó un pinchazo la hija de puta que me hizo ver las estrellas, levanté la mano y la apoyé en su cadera notando que solo llevaba la bata encima.

Maite: Luis, la mano.

Yo: Perdóneme, es que estoy muy nervioso.

Maite: Tranquilo que ya casi está, ahora notarás otro.

Me volvió a clavar aquella aguja de los cojones notando un dolor tremendo, empecé a sudar, levanté la mano pero no la toqué esta vez.

Maite: Muy bien, ves como tampoco es para tanto, uno más y ya estaremos.

Yo: No es para tanto porque soy yo el que está aquí estirado, si estuviera usted seguro que sería diferente.

Me miró con cara de mala hostia.

Maite: ¿Ahora me llamas de usted?

Yo: Es por los nervios y el dolor, sigue, sigue y acabemos con esto de una vez.

La muy cabrona me pegó un último pinchazo en la encía que me hizo volver a levantar la mano, apoyarla sobre su cintura y cerrar el puño del dolor, agarrando la bata y la goma de las bragas que llevaba debajo.

Maite: Suéltame coño.

Se apartó de mí para que la soltara separando mi puño con la bata y las bragas agarradas, al darme cuenta lo solté de golpe pudiendo oír el ruido de las bragas al chocar con la carne, ¡plas!. Se giró y mi mano acabó apoyada en su culo, la retiré rápidamente pero ella me miró como si quisiera apuñalarme en ese momento, se dio la vuelta y salió de la habitación quitándose la mascarilla, me quedé solo tocándome la boca que poco a poco notaba como se dormía. Entró la enfermera.

Enfermera: ¿Pero que le ha hecho?

Yo (con la boca dormida): Nafda. (“Nada”)

Enfermera: ¿Nada?, pues nunca había visto a la doctora tan enfadada, no se mueva que volverá a venir en unos momentos.

Yo: Gaafiiaasss. (“Gracias”)

Puñetera anestesia que no me dejaba hablar sin parecer gilipollas. La doctora volvió con la mascarilla puesta y un poco roja todavía del cabreo.

Yo: O fiento musso dozhora. (“Lo siento mucho doctora”, sin voz de gilipollas)

Maite: Como me vuelvas a tocar, cojo estas tenazas y te arranco todos los dientes de cuajo.

Yo: Fae, fueo, o fe efaeee (Vale, bueno, no se enfade)

Me empastó la muela en silencio y se fue sin despedirse, salí y la enfermera ya tenía preparado un papelito con la fecha y hora de la siguiente visita, era en dos días despidiéndose muy amablemente. Me fui para el barco que quería mirar unas cosas, la anestesia fue pasando y el malestar empezó a ser importante, por suerte ya podía hablar con normalidad, llamé a la floristería de confianza y le envié un ramo de flores bonito a la doctora por las molestias, al rato sonó el móvil.

Yo: Hola Irene.

Irene: ¿Pero qué coño has hecho animal?

Yo: ¿Yo?, nada, ¿Qué he hecho ahora?

Irene: Nada, nada, y le has metido mano a mi amiga la dentista.

Yo: Perdona pero no le he metido mano, que se inventa la doctora esta.

Irene: ¿No le has tocado el culo?, “desgraciao”.

Yo: Pero ha sido sin querer, ha sido culpa suya por hacerme daño con los putos pinchazos, ya le he enviado un ramo de flores para disculparme.

Irene: ¿Qué le has enviado flores?

Yo: Sí, para pedirle perdón, es un detalle ¿no?

Irene: Sí, si no fuera porque las odia.

Yo: Joder Irene es que comprarle un anillo de compromiso me ha parecido demasiado pronto todavía.

Irene: ¡Vete a la mierda!