La vida en un soplo (Cap. V - 2ª parte)
Cap. V - El grab viaje,2ª parte de 4
Pasaba el tiempo, una tarde me llamó José María para saber si estaba en casa, quería verme, se lo confirmé y a las dos horas apareció junto a Irene.
Yo: ¿Qué coño hacéis aquí?, que ya me estoy acojonando.
José María: Cállate coño, escúchame, el sábado por la mañana me voy a una feria a Alemania por el negocio, estaré el sábado y vuelvo el domingo a última hora.
Yo: Vale, muy bien, ¿Yyy?
José María: Que me gustaría que cuidaras de Irene.
Miré a Irene y estaba con una sonrisa malévola.
Yo: ¿Qué pasa, no sabe cuidarse sola con la edad que tiene?
Irene: Quiero tener contigo una cita romántica, que me lleves a cenar y lo que salga después.
Yo: Alto, alto ahí, hasta ahora solo he estado contigo con tu marido delante y con su consentimiento, eso de vernos los dos solos es algo diferente, ¿o no José María?
José María: Qué más da si estoy delante o no, si la conoces por todos lados tanto como yo, a ver si a estas alturas vamos a hacer el gilipollas por un pequeño detalle.
Irene: Muy bien cariño, que bien hablas.
Yo: Entonces, ¿estás de acuerdo?, que vayamos a cenar y follemos después como locos.
Le dije esperando que se pusiera celoso y se lo repensara.
José María: Ya sabes que Irene consigue de mí lo que le da la gana, si ella quiere cenar contigo, pues oye, cenáis, hacéis lo que os dé la gana y cuando vuelva ya me lo contará.
Y lo soltó sin el más mínimo signo de celos, totalmente convencido, habían llegado a una relación con Irene tan sana y transparente, que estaban tan seguros de su amor y su vida juntos que podían soportar cualquier cosa.
Irene (con voz inocente): ¿No será la primera vez que me falles verdad Luis?
Yo: ¿Como coño conseguís convencerme siempre para cualquier animalada que os viene a la cabeza?
Los dos se abrazaron conmigo agradeciéndomelo.
Yo: Irene, el sábado te pasaré a buscar y quiero que te vistas de lujo, te llevaré a cenar a un lugar muy especial.
Irene: ¿De lujo?, ¿Cuánto lujo?
Yo: Todo el que puedas finamente.
Me puse el esmoquin y la pasé a buscar con el deportivo más espectacular que tenía en el garaje, llamé a la puerta de su casa, me abrió llevando un vestido palabra de honor de color granate oscuro, medias negras con taconazos del mismo color, el pelo recogido en una especie de moño por detrás, que le dejaban caer algunos mechones por los lados y unos pendientes espectaculares, a conjunto con la gargantilla, cuando la vi me quedé sin palabras, solo podía mirarle a los ojos mientras ella me sonreía disfrutando de mi reacción, adelanté la mano que tenía escondida en la espalda y le ofrecí una rosa roja que traía para ella.
Irene: ¿Es para mí?
Yo todavía no podía ni hablar subiendo y bajando la cabeza confirmándoselo, mientras ella la cogía y la olía mirándome a los ojos muy sensualmente.
Irene: ¿Piensas estar toda la noche sin decir nada?
Yo: Es que me he quedado sin habla al verte, estás preciosa Irene.
Irene: Esto ya está mejor, ¿nos vamos?
La llevé a un restaurante al borde del mar, al llegar, un chaval le abrió la puerta y cuando salió no sé si el chico miraba más al coche que tenía que aparcar o a Irene. Llamé unos días antes para conseguir un reservado con muy buenas vistas, al llegar a la mesa aparté la silla para que ella se acomodara, el camarero apartó la mía, pedimos algo para tomar mientras decidíamos que cenar, hablamos de todo un poco y se interesó por la relación que mantenía con Lucía.
Yo: Me siento muy cómodo con esa relación porque no me siento atado, con ella estoy bien y me gusta, pero sinceramente creo que no estoy preparado para darle todo lo que a ella le gustaría que le diera.
Irene: ¿Crees que ella te pide más de lo que le das?
Yo: A veces se le iluminan los ojos y estoy seguro que le gustaría avanzar, pero yo no puedo.
Irene: ¿Por qué no?
Yo: No sé, tal vez compare la relación con la de María y no tiene nada que ver, no me hace sentir lo mismo, y no me veo.
Irene: Es que no tiene nada que ver, lo que tuviste con María fue único, no puedes volver a vivirlo igual, tal vez con el tiempo encuentres a alguien con quien compartir tú vida, pero no puedes compararlo con nadie, será algo distinto, diferente.
Irene tenía toda la razón del mundo, yo todavía me encabezonaba esperando sentir algo parecido, cuando lo que tenía que hacer era sentir algo diferente, aquello pasó y no volvería a ser lo mismo. Cambiamos de conversación varias veces y acabamos de cenar.
Yo: ¿Quieres venir a casa a tomar una copa?
Irene: ¿Prefieres ir a tu casa que a la mía?
Yo: Me da igual, pero puestos a hacer algo diferente cambiemos de ambiente.
Irene me miró a los ojos ilusionada, como si fuera la primera cita de su vida.
Irene: Me parece bien.
En el coche conduciendo para casa.
Yo: ¿Por qué?
Irene: ¿Por qué, qué?
Yo: Has querido tener una cita conmigo, sexo lo tenemos cuando queremos, ¿por qué de esta manera?
Irene: Quería sentir lo que sienten las chicas con las que ligas y sales con ellas la primera vez.
Yo: Si quieres te dejo algunos teléfonos y les llamas.
Irene: Cállate tonto y llévame a tu casa.
Dejé el coche en el garaje y entramos en casa, preparé unas copas para los dos y nos sentamos delante del fuego para seguir hablando con las luces atenuadas.
Yo: Bueno, ¿qué opinas de nuestra cita hasta ahora?
Ella estaba a punto de hablar mirando hacía abajo separando los labios, yo le puse el dedo pulgar encima acariciándole la cara con el resto de la mano, levantó la mirada mirándome a los ojos, acerqué mis labios y se juntaron dulcemente con los suyos jugando un buen rato, sin separarlos nos levantamos pasándole mis brazos alrededor de la cintura, ella por el cuello acercándonos cada vez más, sintiendo nuestros cuerpos rozarse estando un buen rato en aquella situación.
Cuando separamos los labios me puse detrás besándole el cuello, doblando ella la cabeza hacía delante para dejarme espacio por donde besar, con los dedos aproveché para soltarle la gargantilla y dejarla encima de la mesa, junto a las copas que seguían casi llenas, le quité un pendiente y pasé la boca por la oreja lentamente, girando ella la cabeza de lado respirando profundamente, le quité el otro cambiando de oreja, los dejé al lado de la gargantilla.
Ella respiraba cada vez más acelerada, me quité la americana dejándola caer, cogí la cremallera del vestido, muy despacio la desplacé hacía abajo hasta llegar al final ayudándole a quitárselo, yo me quite la pajarita, la camisa, el fajín y la giré para besarla de nuevo, me miraba totalmente entregada, llevaba un sujetador sin tirantes negro, unas bragas muy sexis a conjunto con unas medias negras rematadas con un liguero, bajó sus manos para desabrocharme el cinturón, el pantalón y dejarlo caer, yo me quité los zapatos haciendo fuerza uno contra el otro y aparté suavemente el pantalón a un lado.
Me agaché y en un momento me quité los calcetines, que imagen más patética tenemos los hombres desnudos en calcetines por favor, me levanté, ella buscó mis labios besándonos un buen rato más jugando con nuestras lenguas, al separarlos me cogió los calzoncillos y estiró de ellos para quitármelos, le pasé las manos por la espalda abrazándola y besándola de nuevo, cruzando ella las suyas por mi cuello, la incliné un poco y la fui dejando caer en la mullida alfombra delante del fuego, separó un poco las piernas para que me colocara en medio, bajé una mano para desabrochar y quitarle el sujetador, acerqué mis labios muy despacio recorriéndole el cuello y el pecho para acabar acariciándole un pezón, mientras con la mano hacía lo mismo con el otro, dejándole los dos muy excitados, sin decir nada ninguno de los dos, solo sintiendo, seguí bajando pasando por el ombligo, llegando a la goma de sus bragas besándole el chirri por encima, bajando hasta casi el culo comprobando que estaba totalmente mojada.
Ella dejaba escapar un primer gemido, se las agarré con suavidad y estiré de ellas para quitárselas, volviendo a estirarme encima, juntando nuestros labios sintiendo su respiración excitada dentro de mi boca, moví un poco las caderas y acerté a meterle muy despacio el capullo dentro, separó sus labios de los míos mirándome con los ojos abiertos, dio un par de respiraciones fuertes y un gemido levantando un poco las caderas para que siguiera, se la acabé de meter hasta el fondo, levantó la cabeza para atrás soltando un pequeño grito agarrándose muy fuerte a mi cuello y espalda.
Muy poco a poco la fui sacando y entrando, acompañándome con sus caderas y sus gemidos que los oía al lado de mi oreja por estar totalmente abrazada a mí, poco a poco aceleraba y profundizaba con más decisión, ella cambiaba las manos entre mi espalda y mi culo, amasando cada vez más igual que sus gritos eran cada vez más fuertes. Después de un buen rato en esta situación, a ella se le notaba que estaba a punto de estallar de un momento a otro, yo seguía con el mismo ritmo para alargarle la excitación todo lo posible, hasta no poder más y empezar a tensar el cuerpo poniendo los ojos en blanco para correrse, con unos gemido y gritos muy íntimos y suaves a coro con los míos alargando el orgasmo todo lo que pudimos.
Nos dejamos caer en la alfombra, le quité el liguero, las medias y los zapatos que todavía llevaba puestos para que estuviera más cómoda, estiré la mano y cogí dos cojines del sofá, para colocarlos encima de la alfombra para poder apoyar la espalda, saqué una manta fina de un armario para taparnos. Le pasé su copa a Irene, brindamos y le dimos un sorbito, ella apoyó el codo sobre mi hombro y su cabeza sobre su codo, me miraba fijamente con una sonrisilla, después de un ratito empezaba a ser un poco incomodo el silencio y su carita risueña.
Yo: ¿Me vas a decir algo esta noche?, O la pasaremos en silencio.
Irene (con la risilla): Eres un sinvergüenza.
Yo: ¿Cómo?
Irene: ¿Como coño has llegado a saber comportarte con las chicas de esta manera?
Yo: Tú sabes muy bien que de pequeño era muy tímido sobre todo con las chicas…
Irene (descojonándose de risa): Calla, calla, todavía me acuerdo del día que te presenté a mi prima.
Yo: Sí, aquello me sirvió para soltarme un poco, pero comprendí que tenía que hacer algo más para hacerlo bien, es verdad que me ayudaron mucho otras personas en entender cosas que ni me había planteado hasta ese momento, pasó el tiempo y fui implementando más cosas para redondearlo.
Irene (mirándome fijamente): Explícate porque no me entero de nada.
Yo: Vamos a ver, cuando yo oía a las chicas hablar o leía cosas de ellas, normalmente soñaban con conocer a un príncipe azul que las hiciera reír, que fuera tierno, detallista, etc. A partir de ahí creé mi teoría, un príncipe azul es alguien con buena imagen, educado, limpio, por eso es importante vestir con cierto sentido y sobre todo limpio, está bien ponerse algo de perfume o colonia pero que no sea demasiado fuerte, porque puede apagar el perfume de ella y es importante que ella te huela pero también lo es que tu huelas el suyo, en algunos casos puede ser que a ella no le guste un olor demasiado penetrante, mejor algo con olor a fresco que no suele molestar a nadie. Si te presentas con una rosa por ejemplo, le das una imagen de detallista que os encanta aunque no les gusten las rosas, porque lo importante es el detalle, si te preocupas de abrirles la puertas para qué pasen primero, o la del coche, o simplemente ayudarles con la silla en un restaurante para sentarse, das una imagen de educación y de preocupación por ella, poniéndole un poco de ironía, o haciendo el tonto sin pasarte es fácil hacer reír a otra persona si está dispuesta a hacerlo, la ternura la pones en práctica en la segunda parte de la noche, si llegas a un momento íntimo creo que es importante no precipitarse y hacer las cosas sin prisas, pero con decisión, combinando besos con caricias dándole confianza, desnudarlas y desnudarte lentamente transmite seguridad, si le pones sentimiento mirando a los ojos con sinceridad, puedes crear un ambiente íntimo donde solo existimos los dos gozando del sexo con tranquilidad pero muy profundamente. Si la cosa funciona y quedas otras veces, ya llegaran momentos de pasión y descontrol que tan bien es importante.
Irene: Ves como eres un sinvergüenza, lo tienes todo estudiado, a mí me ha impresionado como me mirabas cuando has llegado a casa, me has confirmado que todo el tiempo que he perdido arreglándome había valido la pena, con la puta rosa lo has redondeado cabrón, el coche, el restaurante, los detalles…
Yo: El coche y el restaurante lo he hecho porque eras tú, pensaba que sorprenderte sería más difícil, en realidad no hace falta tanta parafernalia para caerle bien a una chica.
Irene: Cállate sinvergüenza, cuando me has puesto el dedo en los labios acariciándome la cara ya me tenías loca, me abría tirado encima, he preferido esperar a ver como llevabas tú la iniciativa, mientras me besabas quitándome la ropa clavándome tus ojos en los míos, has conseguido que me concentrara solo en sentir cada caricia hasta en el alma, me tenías toda mojada sin tocarme, eso, eres un sinvergüenza cabrón.
Yo: ¿Te ha gustado?
Irene: Lo haces todo muy bonito, claro que me ha gustado, pero supongo que sabrás que no has acabado todavía, yo necesito más querido.
Yo: Lo sé, tenemos toda la noche para nosotros.
Irene levantó la manta y tapándonos a los dos se sentó delante de mí, yo incorporé el cuerpo y quedamos sentados uno delante del otro pasando las piernas por los lados, nos besamos dulcemente otra vez acariciándonos para ponernos en acción, hasta que ella subió sus caderas buscando la penetración lenta y profunda, nos movíamos despacio sin dejar separarse los labios, empezaron los jadeos y gemidos cayendo la manta, bajé las manos agarrándola por el culo acompañando sus caderas, ella me rodeó el cuello con sus brazos acelerando los movimientos, a la vez que se aceleraban los gritos de placer acabando en otro orgasmo a dúo con la luz del fuego de fondo y sus brazos apretándome fuertemente contra ella.
Me recosté sobre el cojín con su cabeza encima de mi pecho, recuperando la respiración los dos como podíamos, después nos tomamos las copas hablando y riendo un rato más, hasta volver a ver un brillo en sus ojos de pasión que me hizo levantarme, llevarla en brazos a la cama para pasar la noche sin parar de follar, hasta los primeros rayos de sol de la mañana, quedamos exhaustos y dormidos hasta el medio día.
Después de comer la acompañé a su casa. Mientras conducía.
Yo: ¿Te puedo preguntar por qué me habéis metido a mí en medio de vuestro matrimonio Irene?
Irene: No, no te equivoques, no estás en medio, estás al lado nuestro cómo lo has estado siempre, solo que ahora también estas involucrado en el sexo. José María y yo hemos evolucionado mucho en nuestro matrimonio y en el sexo, nos queremos con locura y no nos cambiaríamos por otro de ninguna manera, pero hemos aceptado que el sexo es otra cosa y que podemos disfrutar de él de muchas maneras, eres tú porque no creo que pudiéramos hacerlo con otra persona, si no eres tú no habría nadie más, eres parte de nosotros aunque estés al lado, el día que tú no quieras seguir no vamos a tener ningún problema, seguiremos tan unidos como siempre o eso esperamos.
Yo: Pues no sabes lo tranquilo que me dejas, cariño.
Llegamos a su casa y esperamos que llegara José María, nos saludamos y antes de decir nada, mirando a su mujer.
José María: ¿Qué, que tal fue?, es tan bueno como pensamos.
Irene: No me extraña que las tías pierdan las bragas y la cabeza cuando están con él.
José María: Que pedazo de cabrón, me voy a duchar y me lo explicas todo con detalle.
Yo me despedí de ellos y me fui para casa, mejor dejarlos en la intimida, seguro que el vicioso de mi amigo se pondría como una moto cuando Irene le explicara lo del día anterior con pelos y señales.