La vida en un soplo (Cap. V - 1ª parte)
Cap. V - El grab viaje,1ª parte de 4
CAPITULO V: “El gran viaje”
Llegamos a nuestro puerto el lunes a primera hora, de hecho todavía no había salido el sol.
Lucía: ¿Nos veremos esta noche?
Yo: Si tú quieres por mi perfecto, compraré alguna cosa y la cocinaré para cuando llegues.
Nos despedimos con un buen beso y un abrazo mirándonos a los ojos comprobando que la luz seguía allí, cuando se marchó me preparé una copa que me tomé tranquilamente en el salón antes de ir a dormir, pensé que seguramente los sentimientos de Lucía estaban cambiando y me preocupaba el camino que podía coger aquello. Yo la respetaba muchísimo como amiga, incluso estaba seguro que me había enamorado de ella, pero no de una manera totalmente entregada como para cambiar mi vida por ello, tal vez estaba acomodado a aquella manera de vivir, no debía jugar con sus sentimientos sabiendo que le podía hacer daño en un futuro si mis conjeturas eran correctas.
Al día siguiente por la mañana, me desplacé hasta un mercado cercano para comprar algo de pescado para hacer al horno y alguna cosa más de primer plato, calculé la hora para cocinarlo y esperé a que Lucía llegara, para ofrecerle algo para tomar mientras se acababa de hacer la cena.
Yo: Lucía, estoy algo preocupado por nosotros.
Lucía: Perdona, ¿me estás diciendo que quieres cortar toda relación conmigo?
Yo: Joder cariño, no, no te estoy diciendo eso, yo estoy muy bien contigo, pero tengo la sensación de que tú quieres algo más y yo no estoy muy seguro de poder estar a la altura.
Lucía: ¿Yo te he pedido algo?
Yo: No
Lucía: ¿Te estoy obligando a algo que tú no quieras?
Yo: No
Lucía: ¿Entonces?
Yo: Seguramente me he hecho mi película, pero ayer note algo en tu mirada diferente que me hizo pensar, tal vez tú estabas dispuesta a avanzar en nuestra relación y me preocupé por no poder estar a la altura.
Lucía: Ya te dije en su momento que yo soy una persona libre, y lo sigo siendo para sentir lo que quiero de quien quiero, es verdad que me has enamorado mucho, eres una persona muy especial pero jamás te obligaré a comportarte de una manera que tú no quieras, sé también que tienes tus líos mentales y no sé hasta dónde llegarás.
Yo: Sinceramente Lucía, ahora mismo sé que tal como estoy me siento cómodo y contento, de momento no pienso en ir más lejos, no tengo claro que más adelante quiera hacerlo, pero sobre todo si algo tengo muy claro es que no quiero hacerte daño de ninguna de las maneras.
Lucía: Tú no me vas a hacer ningún daño cariño, en todo caso me aras vivir una época de mi vida maravillosa que recordaré siempre. ¿Te quedas más tranquilo así?
Yo: Sí, totalmente.
Nos besamos y cenamos hablando de otras cosas, cuando acabamos de cenar.
Yo: No sé si este año o el siguiente tengo pensado atravesar el atlántico, es un viaje de varios meses, la salida sería sobre el mes de diciembre y la vuelta el mes de mayo, junio, me gustaría hacerlo contigo, pero no sé si te estoy pidiendo demasiado.
Lucía: Coño Luis, y me lo dices así de golpe como si nada, que huevos tienes, me tengo que organizar mucho para poder hacerlo, me vuelves loca con tus ideas de bombero.
Yo: ¿Pero vendrás?
Lucía (riendo): Tú lo que tienes es un morro que te lo pisas, vives como quieres, haces lo que te sale de los cojones, ¿te piensas que todos podemos hacer lo mismo?
Yo: No mujer, todos no, pero una mujer inteligente como tú pensé que tendría recursos mentales para conseguir algo si lo quería.
Lucía: ¿Recursos mentales?, hay días que te estrangularía.
Yo: Si lo haces que sea con tus bragas cariño, me hace ilusión.
Lucía: Vete a la mierda querido.
Yo: Bueno, de momento lo aplazo para el año que viene, así te doy un poco de tiempo.
Lucía: Hombre que amable, muchas gracias por darme un poco de margen para buscar en mis “recursos mentales” la solución.
Yo: De nada cariño.
Me abalancé sobre ella para besarla con toda la pasión que le pude poner en ese momento, después de estar enganchados por los labios un buen rato.
Lucía: Eres un cabronazo que sabes jugar conmigo como te da la gana, me pones nerviosa y después me desarmas besándome de esta manera.
Yo: ¿No te gusta?
Salió de la mesa, me cogió por la pechera, me levantó y me empujó tirándome encima del sofá, se tiró ella encima de mí metiéndome directamente mano en el paquete.
Lucía: Lo que no me gusta es que me hagas perder los papeles como me haces perderlos, cállate de una puta vez que te voy a follar vivo.
Y me folló.
Más tarde hablamos tranquilamente de la ilusión que me hacía que ella pudiera venir conmigo, siempre pensé en hacerlo en solitario, pero teniendo la oportunidad de hacerlo con ella me gustaba la idea. Me ofrecí para ayudarla en todo lo que pudiera, incluso económicamente si le hacía falta para organizarse en su trabajo pero lo rechazó, realmente era una mujer hecha a sí misma y con mucho carácter, por eso me gustaba.
Fue pasando el tiempo haciendo las cosas de siempre, entre semana estaba en casa algunos días para hacer ejercicio por la montaña, el viernes normalmente comía con mis padres y visitaba a mis socios, con Lucía nos veíamos siempre que queríamos uno o el otro sin días fijos, yo me encontraba muy bien y era feliz.
Un viernes después de comer con mis padres en su casa estaba a punto de estirarme un rato para descansar, me llamó José María que no vivía muy lejos.
José María: Hola Luis, ¿puedes venir a casa ahora mismo?
Yo: Hola José María, ¿Qué pasa algo?
José María: Nada grave, pero tenemos la policía en casa por un asunto y me gustaría que estuvieras con nosotros en estos momentos.
Yo: Ahora mismo voy, en quince minutos estoy aquí.
Salí de camino pensando qué coño habían liado esos dos para que la policía estuviera en su casa, llegué y me encontré la puerta medio abierta, entré y la cerré, me giré.
Irene: No se mueva y ponga las manos sobre la puerta.
José María: Quieto sin moverse que le vamos a cachear.
Estaba Irene disfrazada de policía con una gorra de cuero negro que tenía una chapa delante, una chupa de cuero negro abierta por debajo de las tetas sin sujetador, una porra en la mano, unas bragas de cuero muy pequeñas, para rematar unas medias y unos zapatos de tacón todo negro que le daban una imagen muy sexi, José María también vestía de cuero la gorra, chupa, calzoncillos y unas botas militares con otra porra.
Yo: ¿Pero qué coño?...
Irene (gritando): Compañero, dile al detenido que no tiene derecho a hablar, que apoye las manos en la puerta y separe las piernas o tendré que “hostiarlo” con la porra.
Tras el susto inicial ya me di cuenta de lo que iba la cosa, les seguí el juego apoyando las dos manos separadas en la puerta abriendo las piernas.
Yo: No, por favor, no me peguen ya les hago caso.
Irene: Muy bien, así me gusta, que sea usted obediente y no me cabreé más de la cuenta.
José María: ¿Le pongo las esposas compañera?
Irene: No, todavía no, primero quiero cachearlo por si lleva alguna cosa prohibida.
Yo (medio riendo): ¿Podría saber de que se me acusa agentes?
Irene: Usted cállese detenido, le han denunciado, por robar unas bragas a una señora decente y honrada que jamás las ha vuelto a ver, seguro que se está haciendo pajas en su casa sin parar de olerlas.
Se acercó y se enganchó literalmente, podía notar sus pezones clavándose en mi espalda, puso sus labios encima de mi oído derecho.
Irene: No me gusta usted nada, hace una pinta de degenerado terrible, si no fuera por lo guapo que es le pegaría una paliza ahora mismo.
Se me escapó un risilla y me golpeó con la porra en el culo, José María se tapaba la boca para no descojonarse.
Irene: Abra bien las piernas que le voy a cachear.
Me empezó a tocar por los hombros bajando por la espalda metiéndome mano en el culo, avanzó la mano y me agarró el paquete.
Irene: Creo que usted esconde algo aquí, bájese los pantalones ahora mismo.
Me quité las zapatillas, me bajé los pantalones quitándomelos dejándolos en el suelo volviendo a la posición inicial, Irene me cogió una mano y me la puso en la espalda, la otra también en la espalda.
Irene: Compañero, espose a este hombre que es muy peligroso.
José María se acercó sin poder aguantarse la risa el cabrón y me puso las esposas.
Yo: ¿Espero que no perdáis las llaves?
Irene me volvió a golpear con la porra en el culo un poco más fuerte.
Irene: Cállese coño o le muelo a palos ahora mismo, este tío no se calla ni debajo del agua.
Me empujó y me dejó contra a la puerta, volviendo a engancharse a mi espalda pasando la mano por delante tirando fuerte del calzoncillo bajándomelo hasta los muslos, me agarró la polla con fuerza.
Irene: Lo ves compañero, este individuo escondía aquí algo muy grande.
José María (no sabiendo como disimular la risa): Desde luego es grande.
Irene me cogió por los hombros y me dirigió hasta la alfombra estirándome boca abajo, se colocó delante, se arrodilló levantándome la cabeza agarrándome por el pelo, poniéndome la boca encima de las bragas de cuero a la altura del chichi.
Irene: Usted va a pagar aquí y ahora todas sus fechorías, le vamos a quitar las ganas de volver a robar las bragas de nadie, compañero ayúdeme a girar a este delincuente.
Entre los dos me giraron dejándome boca arriba.
Irene: Compañero, quíteme las bragas por favor.
José María puso cara de vicioso y le bajó las bragas a su mujer, Irene se puso en cuclillas colocándome el potorro en medio de la boca.
Irene: Detenido sin vergüenza, empiece usted a comerme el chumino y más vale que me guste.
Dejó la porra encima de la alfombra, entonces me pude dar cuenta que tenía forma de polla.
Irene: Como no me guste le voy a meter la porra por el culo vicioso de mierda.
A José María se le volvía a escapar la risa.
Irene: Compañero venga usted a mi lado.
Su marido se acercó, ella le bajó de un tirón los calzoncillos de cuero agarrándole la polla con la mano metiéndosela en la boca poniéndosela en un momento tiesa, yo me esmeraba en comérselo bien comido sacándole algunos gemidos, tras un rato.
Irene: Compañero este delincuente sabe comerse un chichi, es más peligroso de lo que pensábamos, saqué el bote de vaselina por favor.
En ese momento me puse un poco nervioso, no sabía lo que la loca de Irene tenía pensado hacer, José María le pasó el bote a Irene, esta le puso un condón a la punta de la porra untándola después de vaselina, cambió de posición sentándose encima, metiéndose mi polla en el coño hasta donde pudo llegar dejando ir un pequeño grito, llevó una mano por detrás con la porra y la metió lo suficiente para encarar la punta con mi ojete.
Irene: ¿Le gustaría a usted que se la metiera mientras le estoy follando?, tengo entendido que también le gusta follarse a mujeres por delante y por detrás con un amigo suyo de la infancia.
Miré a José María intentando pedirle auxilio.
José María: Irene cariño, ¿quieres decir que no te estás pasando un poco?
Irene: Usted cállese que aquí no pinta nada, venga aquí que se la quiero volver a chupar un rato.
José María me hizo un gesto como diciendo, “no hay nada que hacer, ella manda y se acabó”.
Irene aumentó sus movimientos de caderas profundizando más las penetraciones, gritando a la vez que chupaba y succionaba la polla de su marido, apretó un poco la porra y noté como la punta me abría un poco el agujero del culo, empezó a moverse mucho más rápido gimiendo y gritando a punto de correrse cuando su marido se le corrió en la boca, ella siguió gritando muchísimo tan excitada que apretó más fuerte la porra, metiéndomela un par de dedos dentro del culo haciéndome dar un grito de dolor, se dio cuenta y me la sacó rápidamente.
José María: No, si ya sabía yo que al final le ibas a desvirgar el culo a este tío.
Irene estaba con una mano tapándose la boca avergonzada. Mi amigo me quitó las esposas.
Irene: Lo siento Luis, ¿te he hecho daño cariño?, yo no quería.
Yo: ¿Que tú no querías?
La agarré de un brazo estirándola en la alfombra boca abajo estirándome encima para inmovilizarla.
Yo: Agente, usted se va a enterar de lo vicioso que puedo llegar a ser.
José María volvió a reír sentándose en un sofá para ver el espectáculo.
Irene: Compañero, ayúdeme que el detenido se está propasando conmigo.
José María: Creo compañera que usted se ha pasado en sus funciones y tiene que ser castigada.
Metí dos dedos dentro del bote de vaselina untándolos, se los pasé por el agujero del culo metiéndole un poco un dedo dentro.
Irene: Por favor Luis, con mucho cuidado, por favor.
Yo: ¿Qué le pasa a la señora agente?, ¿está acojonada?
Irene: Sí, tengo miedo de que me hagas mucho daño.
Yo: No te voy a hacer daño, pero te voy a follar el culo bien follado y tu compañero también.
José María se levantó al instante.
Irene: Cariño no le hagas caso a este tío.
José María: Agente tiene usted que ser castigada.
Apreté un poco y le metí el capullo dentro del culo, Irene dio un pequeño grito y respiro profundamente.
Irene: Sois unos cabrones viciosos los dos.
Se la metí un poco más haciendo que se callara y abriera los ojos, como noté que entraba sin dificultad la acabé de meter hasta el fondo, metiéndola y sacándola unas cuantas veces, me levanté y le indiqué a José María que siguiera él. Mi amigo se acercó y se la metió del golpe sacando otro grito de Irene, se empezó a mover con fuerza sin parar, pude ver como Irene se reía viendo como su marido disfrutaba de aquello, hasta que se corrió sacándola a tiempo para dejar escapar el semen encima de la alfombra, sin dejar tiempo a nada se la metí de nuevo apretando despacio pero sin parar hasta meterla toda, la saqué un poco y la volví a meter de nuevo con fuerza chocando con su culo sonando un golpe con el contacto, Irene dejo ir un suspiro fuerte, yo la saqué casi toda volviendo a meterla con fuerza provocando otro golpe con su culo, giró la cabeza para mirarme a los ojos, yo acerqué mi boca a su oído.
Yo: ¿Quieres que pare?, Si me lo pides paro ahora mismo.
Irene: Sigue, ¿no puedes hacerlo más fuerte delincuente de mierda?
Bajó una mano por debajo de su cuerpo y empezó a masturbarse gimiendo como una loca, su marido se levantó para verlo, yo cogí un ritmo muy alto de entradas y salidas golpeando mi cuerpo fuertemente contra su culo, hasta notar que ella se corría gritando muy alto dejándole mi semen dentro, se levantó tapándose el culo con la mano y camino para la habitación.
Irene: Me voy a duchar y esta me la vais a pagar, os voy a meter la porra en el culo hasta que os salga por la boca.
Escuchamos caer el agua, nos desnudamos y nos metimos los dos con ella en la ducha.
José María (preocupado): Cariño, ¿te hemos hecho daño?, yo no quiero hacerlo, pero esta vez me parece que se nos ha ido un poco de las manos.
Irene (seria): Tú prepárate que vas a ser el primero en disfrutar de la polla de goma en tu culo, esta vez la has metido bien hasta el fondo sabiendo que era la oportunidad que no te he dado nunca cabroncete.
Yo: Irene no te pases con él, ya sabes que primero he sido yo, el que ha abierto el camino.
Irene: Tú te callas que a ti también te voy a explicar cuatro cosas mamón.
La abrazamos los dos a la vez pidiéndole perdón.
Irene: Eso, hacerme mucho la pelota si no queréis que os reviente el culo cabrones.
José María se tiró champú en las manos y le lavó el pelo, yo cogí la esponja con jabón y se la pasé por todo el cuerpo dejándola bien limpia.
Irene: Muy bien, esto me ha gustado, hoy voy a ser yo vuestra ama, vais a hacer todo lo que os diga.
José María: Irene por favor, que te conozco y eres muy bruta, que solo era un juego.
Irene (riendo): Luis, dile a tu amigo que no sea un acojonado y acepte el castigo.
Yo: Ya la has oído colega, hoy nos toca pringar si la queremos tener contenta.
Irene: Muy bien, ducharos los dos que os quiero limpios, os espero fuera.
Salimos de la ducha y nos encontramos a Irene en la habitación con una combinación muy sexi, con un salto de cama totalmente trasparente que nos dejó a los dos con los ojos abiertos sin poder cerrarlos.
Irene: Mirarlo bien, porque vais a mirar pero no tocar, no os vistáis, os quiero en pelotas todo el día.
Nos miramos los dos preocupándonos de lo que se le debía de haber ocurrido para hacernos pagar.
Irene: Coger una toallas pequeñas para sentaros por ahí, no quiero que me dejéis la casa con olor a culo por todas partes, guarros que sois unos guarros. José María prepara unas copas para los tres y vamos a sentarnos en los sofás.
Nos sentamos, José María y yo en uno, ella delante de nosotros abriendo las piernas dejándonos ver las bragas sexis que llevaba puestas, Irene levantó la copa para brindar y bebimos el primer trago.
Irene: No me miréis el chocho, cada vez que os pille mirando vais a tener que hacer algo que a mí se me ocurra.
José María: Cariño eres muy cruel, sabes que no puedo evitar mirarte cuando te vistes así.
Irene: Claro, pero metérmela por el culo hasta el fondo como un loco aprovechando la ocasión tampoco lo has podido evitar cabronazo.
Levanté un dedo como pidiendo la palabra con cara de niño bueno.
Irene: Y tú, vicioso de mierda, ¿qué quieres?
Yo: Que conste en acta que te he pedido permiso para seguir y tú me lo has dado.
Irene: Que cabrón estás hecho, me has pedido permiso después de metérmela hasta el fondo y animar a tu amigo a que me follara hasta correrse, degenerado de mierda, todo es culpa tuya y lo pagarás caro chaval.
Los dos le dimos un buen trago a la copa, nos miramos y nos arrodillamos en el suelo con las manos juntas, como rezando.
Los dos a la vez (medio riendo): Perdónanos por favor, perdónanos, nos portaremos bien.
Irene (con una sonrisa burlona): Os perdonaré si os portáis bien esta tarde-noche. Eeh, te he pillado mirando José.
José María: ¿Qué?, no es verdad no he mirado.
Irene: Ya lo creo que lo estabas haciendo, dime la verdad ahora mismo, ¿mirabas o no mirabas?
José María: Pero muy poco casi de refilón.
Yo: ¿Pero tú eres tonto o que te pasa?, no ha dicho que no miremos, vas tú y a la primera se te va la vista.
José María: Claro, tú como eres un trozo de mármol frio te controlas siempre, pero yo soy de carne y hueso.
Yo: Yo no me controlo “atontao”, miro cuando ella no se da cuenta coño, que te lo tengo que explicar todo joder.
Irene: ¿Así que tú también has mirado amigo pervertido de mi marido?
Yo (bajando la cabeza haciéndome el avergonzado): “Sip”.
Irene: Beberos de un trago la copa, y preparar otra para vosotros.
Nos bebimos el whisky de golpe y José María se levantó rápido a traer la botella volviendo a rellenar los vasos.
Irene: Ahora vais a pagar por incumplir el reglamento.
José María: No te pases cariño que te conozco.
Irene: Cógesela a tu amigo y hazle una paja.
Nos levantamos los dos de golpe.
José María: A no, eso sí que no, ¿de qué vas?, tú te crees que le voy a tocar a este el cipote, de eso ni hablar.
Yo: Joder Irene, ¿no crees que te pasas un poco con el jueguecito?
Irene (con una sonrisa): Cobardes de mierda, bien que os gustó verme a mí con Lucía ¿no?
José María: Coño, fuiste tú la que querías tener una experiencia con otra chica, pero a mí no me hace ninguna gracia tenerla con un tío, y menos con este tan feo joder.
Irene (triste): ¿No lo haríais por mí?, me pondría muy cachonda, yo siempre me he prestado a todos los juegos que vosotros habéis querido, por una vez que os pido algo.
Yo: Una vez, una vez, creo que a mí me habéis pedido unas cuantas cosas.
José María: Es que te pasas un poco cariño.
Irene (haciendo una voz triste de niña mirándonos a los dos): Así, ¿no lo haréis por mí?
Yo me dejé caer de nuevo al sofá levantando las manos.
Yo: Joder, es que pidiéndolo así no se te puede decir que no coño.
José María: Luis, por favor no cedas, que ves a saber cómo acabaremos si le hacemos caso.
Yo: Por mí de acuerdo, no le puedo decir que no a Irene pidiéndomelo así.
Irene se levanto feliz y se sentó encima de mí abrazándome, dándome un beso mordiéndome el labio inferior estirándolo.
Irene: Este es mi chico, ¿y tú, vas a dejar que tú amigo me haga feliz y no vas a mover un dedo para intentarlo?, sabes que si lo haces te recompensaré con creces, ¿verdad?
José María se dejó caer también en el sofá.
José María: Ahora sale sobornándome, que cojones tiene la cosa.
Irene de un salto se puso encima de su marido besándolo agradeciéndole haber aceptado jugar.
Irene: No sabéis lo contenta que me habéis puesto hoy, venga que os voy a echar una mano para que no sea tan dramático.
Se colocó en medio de los dos, nos agarró las pollas comenzando una paja con cada mano hasta dejarlas bien alzadas, se levantó y acompañó la mano de su marido para que me la cogiera, y una mía para coger la de su marido, nos las cogíamos uno al otro mirando cada uno para un lado, con una cara de gilipollas palurdos que no me quiero ni imaginar, hasta que Irene se sentó en el sofá de delante, abrió las piernas consiguiendo que nuestros ojos se fijaran inmediatamente en su entrepierna.
Irene: Ya podéis empezar chicos, quiero verlo en primera fila, os voy a ayudar un poquito.
Se metió la mano por dentro de las bragas, empezó a masturbarse mirándonos para que nosotros nos pusiéramos en marcha, muy lentamente empecé a mover mi mano notando como José María hacía lo mismo, ella no perdía detalle mirándonos con los ojos muy abiertos, nos hizo estar un rato.
Irene: Muy bien chicos, ya podéis parar, ahora quiero que os deis un beso en los labios.
José María: Y una mierda, eso sí que me niego en redondo…
Estaba tan alterado diciéndole a su mujer que si estaba loca, que no se dio cuenta como le sujetaba la cara con mis dos manos, se la giraba, y le besaba en la boca con los labios cerrados, se quedó tan impactado que no movía ni un musculo.
Irene: Hostia cariño parece que te hayan metido una escoba por el culo.
Yo me separé y José María se giró mirando a su mujer con una cara de tonto espantosa.
José María: Amor, que este tío me ha besado en los morros.
Irene: Y no sabes cómo me lo he pasado, no seas estrecho que seguro que a ti también te ha gustado.
José María: Como coño me va a gustar que este tío me bese joder.
Irene (riéndose sin parar): Pues ahora nos vamos a la cama.
Nos levantamos pensando que ya se había acabado la prueba de Irene, que nos lo pasaríamos bien los tres, cuando vimos como recogía del suelo las dos porras con la punta en forma de polla, se congelaron las sonrisas en nuestras caras, nos miramos, José María no sabía cómo reaccionar.
Yo: Irene cariño, ¿quieres decir que te van hacer falta esas porras?
Irene: Claro.
José María: Claro, ¿qué quieres decir exactamente con eso?, porque estoy a punto de salir corriendo de esta casa y no parar en tres días.
Irene (riendo): Si amor, sal que estarías monísimo en pelotas corriendo por la calle, cobarde que eres un cobarde, vosotros me la habéis metido bien metida, yo voy a hacer lo mismo con vosotros, y antes que digáis nada os aviso que al primer comentario os la meto hasta el fondo y os reviento, venga, caminando a la cama y estiraros con el culo para arriba.
Nos miramos, no nos atrevimos a decir nada, caminamos como dos corderitos que llevan al matadero para estirarnos boca abajo en la cama, poniéndonos a la total disposición de lo que Irene nos quisiera hacer. Llegó ella con las pollas y el bote de vaselina, se puso en medio de los dos arrodillada y estirando el brazo sacó del cajón una caja de condones, nosotros nos mirábamos cada vez más acojonados, le puso un condón a cada porra y se untó con vaselina dos dedos de cada mano para buscarnos los ojetes y empezar a lubricarlos, primero por fuera, y poco a poco intentando meter un dedo.
Irene: José, como no te relajes esto te va hacer un poco de daño.
José María intentó contestarle algo pero ella le pegó un cogotazo en medio de la cabeza.
Irene: Os he dicho que ni un puto comentario cabrones.
Ya tenía metido medio dedo en mi culo moviéndolo para dilatarlo, le costaba meterlo en el de José María, parece que lo consiguió por el pequeño grito que salió de su boca, ella se descojonaba de risa mirando a su marido, después de un ratito noté como intentaba y conseguía meter un segundo dedo, José volvió a gritar y pensé que estaba en la misma situación que yo, en poco rato estaba Irene metiendo y sacando dos dedos de nuestros culos follándonos.
Irene (acercando su boca a nuestras cabezas): ¿Os gusta pervertidos?, Seguro que sí.
José María no paraba de resoplar, yo intentaba no pensar y relajarme. Por ellos era capaz de hacer cualquier cosa, si Irene quería aquel día jugar de esa manera no sería yo quien me negara hacerlo, debo confesar que en el fondo me estaba poniendo ver a Irene de aquella manera, se le notaba estar disfrutando de la situación. Sacó los dedos lentamente y cogió las porras untando la punta con abundante vaselina, apuntó primero al culo de su marido apoyando la polla de goma encima del agujero, a José se le escapó un, “hay Dios mío”, vi como Irene le metía un poco de polla en el culo pegando él un grito desgarrador, creo que más por el susto que por el daño que le hacía, pero tampoco estaba en su piel, después noté algo en mi ojete, de repente como algo un poco más gordo que los dos dedos de Irene se abría paso en mi agujero, era más la sensación que el dolor, creo que ella consiguió lubricarlo y dilatarlo bien no sintiendo ningún tipo de dolor pero sí una sensación extraña.
Irene movía con las dos manos arriba y abajo lentamente las porras, apretando de vez en cuando un poco más para meterlas más adentro, cuando ya nos metió un buen trozo a cada uno, consiguió meterlas y sacarlas con un ritmo lento pero continuado.
Irene (excitada): Ahora me vais a decir que os lo estáis pasando muy bien, que queréis que os siga follando el culo.
José María (muy nervioso con voz entrecortada): Ca, ca, ri, ño, me, me, lo estoy pa, san, do muy bi, bi, en, a, a, mor.
Irene: Mi amor no me has convencido nada.
Apretó la porra metiéndole como dos dedos más dentro del culo, pegando José otro grito acojonante.
Irene: A ver si así te gusta más cariño, que es más o menos lo que me has metido tú “desgracio”, y tú Luisito no dices nada, ¿estás igual de acojonado que este?
Yo: No Irene, a mí me está poniendo cachondo, cuando acabes te voy a follar haciéndote correr hasta que no puedas más.
Irene: Que depravado eres cabrón.
Me metió un trozo más de porra de un empujón seco, fingiendo yo un gemido, lo sacó y lo volvió a meter volviendo yo a gemir.
Irene: Hijo de puta me estas mojando las bragas, esto os va a salvar de momento, pero como no me dejéis totalmente satisfecha de sexo os juro que os la vuelvo a meter hasta el fondo.
Sacó de golpe las dos porras, dejando ir José María un suspiro de relajación quedándose totalmente quieto en la cama, yo me incorporé, cogí a Irene por los hombros que me miraba a los ojos mordiéndose el labio inferior y la estiré, le abrí las piernas, le agarré las bragas y de un tirón se las arranqué tirándolas por ahí, Irene soltó un gemido mirándome fijamente mientras acercaba mi polla a su agujero del coño, la metí un poco comprobando que estaba mojado y la acababa de meter hasta el fondo de un empujón, soltó un grito agarrándose con los brazos alrededor de mi cuello subiendo las piernas rodeando mi cintura, pegándome con los pies en el culo. Empecé a meter y sacar fuertemente, gritando ella con más fuerza a cada momento corriéndose bastante rápido mirándome a los ojos, la agarré por la espalda y me incorporé arrodillándome con ella encima en la misma posición, seguí subiendo y bajando su cuerpo sobre mi polla cada vez más violentamente con ella ya totalmente entregada, gritando sin parar, abrazándome con más fuerza se volvió a correr gritándome en el oído dejándome casi sordo, volví a dejarla sobre la cama todavía gimiendo por el último orgasmo.
Abrió los brazos dejándolos descansar uno a cada lado y apoyó los pies en la cama con las piernas semi-flexionadas, yo todavía no le había sacado la polla y seguí a buen ritmo no dejándole descansar, subió las caderas para que pudiera penetrarla con más fuerza mirándome de nuevo desafiándome a seguir, así continué intentando subir el ritmo con la intención de destrozarla a orgasmos. A las pocas embestidas Irene se empezó a tocar el pelo desordenándoselo todo, volviendo a gritar escandalosamente levantando tanto las caderas que me tuve que incorporar sobre mis rodillas para seguir penetrándola con fuerza, volviendo a correrse con gritos ya un poco más tenues y cansados, quedándose estirada bajando de golpe las caderas con una respiración acelerada intentando recuperarse, José María se lo miraba en la misma posición sin moverse del principio.
José María: Más Luis más, sigue y destrózala, tiene que pagar por lo que nos ha hecho.
Con los ánimos de José volví a estirarme encima de Irene sujetándome con mis manos apoyadas en la cama, ella me miró jadeando.
Irene: Por favor Luis, ya no puedo más, me vas a matar.
Yo: Sí, te voy a matar a orgasmos, voy a ser el primer condenado por acabar con la vida de una mujer a polvos.
Bajé la mano agarrándome la polla y se la metí de golpe de nuevo, ella bajó las piernas quedando totalmente estirada en la cama, José María le cogió una pierna abriéndosela para hacerme sitio, yo separé con una mano la otra dejándola totalmente abierta de piernas para seguir entrando y saliendo de ella con fuerza, cambió la cara mirándonos a los dos intentando fulminarnos, no tuvo tiempo porque volvió a enganchar un grito detrás de otro sin parar ya casi sin fuerzas con su mano apoyada en la frente, enloquecí y le subí las dos piernas a peso con mis brazos para follar con toda la fuerza y velocidad posible, haciendo que se corriera casi mareada, me corrí yo también gritando muy fuerte mientras salían los flujos cayendo sobre la sabana.
Yo: José María, ¿tú no vas a hacer nada?
José María: Creo que no voy a empalmarme en dos semanas después de esto.
Irene se quedó dormida, José y yo nos volvimos a duchar, nos vestimos y salimos a acabarnos las copas que se habían quedado en el salón.
José María: No sé si se me va a volver a levantar la polla Luis.
Yo: Venga hombre que tampoco es para tanto.
José María: ¿Es que a ti te la habían metido antes por el culo tío?
Yo: Hasta hoy como mucho un dedo.
José María: Coño eso también me lo han hecho a mí, pero lo de hoy ha sido diferente, ¿no te parece?
Yo: José María, qué diferencia hay entre un dedo o un dedo un poco más gordo.
Se quedó pensando.
José María: Hostia tío es que tienes respuestas para todo, a lo mejor tienes razón.
Yo: Coño claro que tengo razón, si te lo meten qué más da que sea pequeño o grande, te lo han metido y punto, no hay razón para traumatizarse zoquete, incluso a lo mejor te acaba gustando y todo, pídele a Irene que lo vuelva a probar de tanto en tanto.
José María: Cállate gilipollas.
Seguimos hablando de otros temas, José María se tranquilizó del todo quitándole importancia a lo que había pasado, se hacía tarde y empezamos a hacer la cena, José fue a ver como estaba Irene porque ya hacía rato que dormía, me dijo que ya estaba en la ducha y al poco rato salió con un vestidito por encima sonriendo, la mesa ya estaba puesta, yo remataba cocinando las últimos alimentos sacando los platos, José María abría una botella de vino, ella se acercó a los dos, sin decir nada nos abrazó a la vez pasando un brazo por detrás de nuestras espaldas, nos sentamos y mi amigo y yo nos mirábamos sin saber muy bien que decir.
Irene: Que cara de tontos que hacéis niños.
José María: Es que no sé qué decir cariño.
Irene: Tranquilo que no te la volveré a meter si tú no quieres.
Yo: ¿Te lo has pasado bien Irene?
Irene: He disfrutado como una loca, gracias a los dos.
Yo: Me alegro, creo que a José María le ha gustado la experiencia y te va a pedir que se la metas de tanto en tanto.
José María me pegó una patada por debajo de la mesa que casi me arranca la pierna, Irene se moría de risa.
Irene: Amor, ¿te he hecho daño?, es que te has quedado tan quieto que pensaba que no reaccionarias nunca más.
José María: No te preocupes cariño, ya está superado, es que me ha sorprendido todo esto.
Irene (riendo): Te ha gustado, te ha gustado, y por eso te has avergonzado tanto.
Yo me quedé mirando a mi amigo con los ojos abiertos sin saber que decir.
José María (avergonzado): Sí, me ha gustado y me ha sorprendido mucho.
Yo: Que cabrón.
Irene (riendo): No te preocupes cariño, me encanta que te guste, la próxima vez me follaras con una polla en el culo, veras como nos lo pasamos.
José María: Por favor no me digas eso que me pones a cien.
Yo: Si queréis yo me voy y os dejo follar como locos.
José María: Que “pesao” es este tío, que no te vas hasta que nos salga de los cojones a nosotros, ¿verdad cariño?
Irene: Desde luego, no entiendes que tú vienes aquí a pasar un día o dos como mínimo, para pegar un polvo no te vamos a hacer venir expresamente, mañana tenemos que seguir jugando amigo.
Yo: Cada vez me están dando más miedo vuestros juegos.
Acabamos de cenar, nos tomamos varias copas riendo de los detalles de aquella tarde tan especial, nos fuimos a dormir y yo me dirigía a la habitación de invitados.
José María: Macho hoy estás tonto, ¿donde coño vas?, quieres venir a dormir con nosotros como siempre tío.
Yo: Vale, pero quítales las porras pollas a Irene que no me quiero despertar con una sorpresa en el culo.
Irene: Un poco más tonto y no naces chaval.
Dormimos de un tirón.
Nos juntamos de nuevo la mañana siguiente desayunando.
Yo: Muy bien chicos, ¿qué plan tenemos para hoy?
José María: Pues de momento volver a coger la alfombra para limpiarla que ayer la lie encima.
Irene: Y volver al centro comercial para la compra de la semana, si queréis jugar avisarme para prepararme.
Nos miramos los dos riendo confirmando la idea de Irene.
José María: Que preguntas haces cariño, claro que queremos jugar.
Irene sonrió maliciosamente y se fue a cambiar, saliendo con un vestido cortito muy sexi que se le marcaban todas las curvas. Subimos la alfombra en el coche.
José María: Sube tú delante hoy Luis.
Yo: ¿Pero no quieres hacerlo tú para ir jugando?
Irene: Hoy te toca jugar a ti, ya lo hemos decidido.
Nos subimos al coche, al poco rato le acariciaba por los lados la teta que tenía más cercana, José María se lo miraba sonriendo desde atrás, pasé a tocarle el pezón con un dedo endureciéndoselo.
Irene: Que cabrón que eres Luis, me tienes mojada solo tocándome una teta.
Yo: Pues para un momento aquí al lado.
Paró el coche en un margen.
Yo: Dame las bragas ahora mismo.
Irene: Ya, primero deberíamos jugar dentro del supermercado.
Yo: Dame las bragas, jugaremos dentro igualmente pero hoy vas a enseñar algo más que las bragas.
Irene: Siempre nos acabas sorprendiendo hijo de puta.
José María reía tapándose la boca, se las quitó y me las metí directamente en la nariz expirando con fuerza pasándoselas a José María para que hiciera lo mismo.
Irene: ¿Y de estas bragas también me puedo ir despidiendo, colecciona bragas delincuente?
Yo: Me lo pensaré.
Llegamos al centro comercial, dejamos la alfombra para limpiar y les pedí las llaves del coche. Quería comprar algunas cosas, después nos juntaríamos en el supermercado, les compré un regalos a cada uno y los guardé en el maletero encontrándonos en el supermercado los tres de nuevo.
Irene (nerviosa): ¿Queréis hacer lo de siempre?, es que nunca le he enseñado el coño a nadie que no fuerais vosotros, bueno, y a Lucía en su momento, a José ya sabes que lo conocí en el instituto y fue el primero.
Yo: Si queréis vamos a una playa nudista y te lo van a ver un montón de gente.
Irene: Hostia,de eso ya hablaremos luego, pero ahora no sé qué hacer.
José María: Puedes hacer lo que quieras amor, sabes que nunca estas obligada a hacer nada que no quieras.
Yo: Por supuesto, si no quieres no pasa nada faltaría más.
Irene: Si los dos queréis que lo haga lo haré.
Los dos a la vez: Queremos.
Ella sonrió y fue buscando la estantería baja que le interesaba, esperó a ver a algún chico que le gustara para hacer la maniobra, nosotros nos quedábamos a una distancia prudencial esperando que ella nos hiciera una señal, pasó por nuestro lado un hombre de unos treinta años bien parecido, ella nos guiñó un ojo y nosotros nos pusimos en marcha al lado de la persona seleccionada por Irene, cuando estaba a unos cuatro metros o menos Irene se giró abriendo las piernas dejándonos ver el chocho con su pelo muy bien cuidado, al hombre se le fue la vista en el momento y se llevó una mano al paquete tocándoselo de manera ostensible, a Irene se le escapó la risa levantándose y el señor aceleró el paso poniéndose rojo, reímos un rato como tontos y acabamos la compra, ya de vuelta.
José María: Hoy mandas tú, ¿quieres que paremos en el bosque?
Yo: No, hoy vamos a casa directamente.
Irene: Este algo tiene en la cabeza, que lo conozco.
Llegamos a casa, descargamos las bolsas del maletero colocando las cosas en la cocina, me senté en el sofá con los paquetes de regalo al lado.
Yo: Irene, José María, ¿podéis venir por favor?
Irene: ¿Eso es un regalo para nosotros?
Yo: Si es para vosotros, para que os lo paséis bien.
José María: Que miedo Irene, que este no tiene una idea buena.
Le entregué un paquete a cada uno y lo abrieron, a él le regalé un vibrador realístico de buen tamaño y a ella un cinturón del que colgaba una polla de tamaño pequeño.
Irene (riendo): ¿Y esto?
Yo: Para que se la puedas meter a tu marido follando de verdad.
Se le puso cara de vicio mirando a José María.
José María: Pues mira lo que tengo yo cariño, me lo voy a pasar de cojones jugando contigo.
Ella la cogió mirándosela de cerca comprobando el tamaño, haciendo un gesto con la cabeza de aprobación.
Yo: ¿Qué, lo queréis probar antes de comer?
Se miraron entre los dos y dieron un sí con la cabeza desapareciendo en dirección a la habitación, les dejé solos para disfrutaran en la intimidad pero sacó la cabeza Irene por la puerta.
Irene: ¿Qué haces ahí?, ven a ver y disfruta que igual algo te cae a ti también.
Entre a la habitación y José María ya estaba en pelotas poniéndole las pilas al vibrador, Irene se quitó el vestido estirándose en la cama con las piernas abiertas, su marido le lamió los muslos subiendo mojándole bien el chichi para lubricarlo, sacaron el bote de vaselina y untaron el vibrador poniéndolo en marcha, José María se lo empezó a pasar sacándole un gemido a Irene, después de varias pasadas ella se lo quitó de las manos frotándolo por donde le interesaba, se lo metió poco a poco dándole una marcha más al vibrador, cuando lo metió y saco unas cuantas veces dejó que su marido siguiera con el juego, José María estaba totalmente excitado, se colocó arrodillado dejando que su mujer se metiera en la boca su polla chupándola con fuerza mientras él le metía y sacaba la polla de goma sin parar, Irene paró la mano de su marido, dándole un poco más de velocidad al aparato para metérselo con más fuerza dejando ir un grito, él mantuvo el ritmo fuerte entre gritos de Irene corriéndose.
José María: Coño, pues está bien esto.
Irene: Es que más tontos no podemos ser, lo teníamos aquí al lado y ha tenido que venir este cafre para espabilarnos, quiero probar lo mío cariño.
A José María se le puso una cara entre excitación y vergüenza, Irene se puso unas bragas y se sujetó el arnés alrededor de la cintura mojando la polla con vaselina, besó a su marido y le dio la vuelta dejándolo boca abajo, se puso encima, aguantándose con un brazo apoyado en la cama dirigió con la otra mano la polla apuntando el culo de su José, bajó un poco las caderas y se la metió un poco, el dejó ir un gemido pidiendo más, ella la metió por la mitad y antes que él dijera nada se dejó caer y se la metió entera, José María gritó y ella le preguntó si le había hecho daño, negándolo y animando a Irene a que siguiera, ella empezó a mover las caderas arriba y abajo.
Irene: Como me gusta esto por favor, siempre pensé como debía ser esta sensación que teníais los hombres al follar, como me gusta.
No paraba de meter y sacar, se levantó pidiéndole a José María que también se arrodillara en la cama, se la metió de nuevo pasando una mano hacía delante cogiéndole el ciruelo, comenzando a hacerle una paja tan bestia que al poco tiempo se estaba corriendo de forma escandalosa salpicando el cabecero.
Irene: La hostia como nos lo vamos a pasar con esto, y tú instigador de esto, ¿quieres hacer algo?
Yo: No, estoy bien, me ha gustado veros y el día es largo, mejor voy preparar la barbacoa mientras vosotros os limpiáis otra vez marranos.
Durante la comida.
Irene: Eso que has dicho en el supermercado de ir a una playa nudista, ¿lo decías en serio?
Yo: Cariño ya sabes que yo siempre hablo en serio.
José María: Ya está haciendo el capullo otra vez.
Irene: ¿Tú has ido alguna vez?
Yo: Por primera vez siendo muy joven, he vuelto de tanto en tanto, me gustan las sensaciones de tomar el sol y bañarme en bolas.
José María: Creo que a mí no me importaría, debe ser divertido hacer algo diferente.
Irene: No, si tú por ver carne eres capaz de lo que sea, ¿no sé como me puedo juntar con gente tan viciosa como vosotros?
José María: No te jode, ahora se va a hacer la víctima.
Irene: Vale, vale, que a mí también me gustaría probarlo.
Yo: Y ahora viene cuando me pedís para ir, ¿verdad?
José María: ¿Te crees que no lo podríamos hacer nosotros solos, tan inútiles nos ves?, ¿Tú querrás venir con nosotros o estarás demasiado ocupado?
Yo: Con vosotros voy donde sea cuando sea y lo sabes mamón, y por supuesto os llevaré yo, que todavía acabaríais en un convento de monjas en vez de una playa naturista.
Irene (riendo): Pues ya quedaremos un fin de semana que dejemos a los niños con sus abuelos.
Yo: Vale, ya me diréis algo.
Acabamos de comer y descansamos un poco, a media tarde vino Irene a buscarme para que la acompañara a la habitación, allí ya estaba José María, le pregunté de qué iba la cosa y no lo sabía.
Irene: Ahora que ya os tengo aquí os voy a explicar de qué tengo ganas, os vais a quedar ahí de pie y yo me voy a masturbar con el vibrador mirando como os hacéis una paja mirándome.
José María y yo nos bajamos los pantalones y calzoncillos, sin decir nada empezamos a tocarnos mirando como ella ponía en marcha el vibrador, se estiraba con las piernas abiertas sin quitarse el vestido y se acariciaba por encima de las bragas, sin dejar de mirarnos a nosotros, se bajó las bragas dejándolas en los talones separando las rodillas, jugaba con el aparatito por los labios del coño jadeando cada vez más fuerte, acabó metiéndoselo y sacándoselo bastante rápido, mientras se frotaba con dos dedos el clítoris corriéndose con el cuerpo incorporado mirándonos muy fijamente, viendo como nosotros disparábamos semen por todos sitios, nos estiramos uno a cada lado besándola.
Irene: Como me gusta poder hacer con vosotros todo lo que me apetece hacer sin que os quejéis lo más mínimo.
Yo: Bueno, José María ayer se quejó un poquito.
José María: Te quieres callar de una puta vez.
Yo: Coño es que en esta casa no se puede hablar hostia.
Irene reía sin parar, besó a su marido y a mí.
Irene: Y ahora quiero un trío como en mis fantasías, esto solo ha servido para ponerme más caliente.
Yo: ¿Cómo en tus fantasías?
José María: Por delante y por detrás Luis.
Yo: Buff, tú mandas Irene.
Irene sacó del cajón el bote de vaselina y los condones, se desnudó, seguidamente lo hicimos también nosotros, le cogió la polla a su marido meneándosela para dejarla bien tiesa, sentándose encima suyo cabalgándolo un buen rato, me pidió que me pusiera un condón y lo untara bien de vaselina, después que le lubricara el agujero del culo.
Yo: Irene, ¿quieres decir?, no sería mejor hacerlo al revés, que fuera él quien te la metiera por detrás.
Giró la cabeza y con voz excitada.
Irene: Ahora ya sé que cabe sin problema, empieza tú y después ya veremos.
Ella estaba a punto de llegar al orgasmo por los movimientos de su cuerpo, acompañé la punta de mi picha hasta el inicio del agujero apretando lo justo para meterle el capullo dentro, gritó de excitación, empujó para atrás metiéndose un buen trozo más de polla en el culo, acelerando todo lo que pudo los movimientos encima de su marido, y claro está, también sobre mi polla, corriéndose a gritos por segunda vez en la tarde.
Sin descanso se giró y nos pidió que cambiáramos de posición, me quité el condón y me estiré viendo como ella de un salto se sentaba encima, me cogía la polla y se la metía de golpe en el chichi, José María se daba prisa en ponerse el condón y metérsela, dando un grito Irene, se movió como una poseída durante un buen rato sin dejar de gritar hasta estar a punto, nos avisó para que nos corriéramos todos a la vez, como unas fichas de dominó empezó por detrás José María, le siguió Irene y acabé yo gritando los tres a la vez, sin sacársela se estiró su marido encima suyo haciendo un bocadillo con ella en medio.
Irene: Que bien se está en medio y llena de vosotros por los dos agujeros, Dios como me pone esto, si no estuviera tan cansada os volvía a follar a ahora mismo.
Yo: Descansamos un rato y volvemos a empezar, ningún problema.
Escuchamos un ronquido de José María, reímos y dormimos los tres en aquella posición, yo no tanto porque aguantaba el peso de los dos, pero valió la pena.
Al cabo de un rato se despertó Irene con la cabeza apoyada sobre mi pecho, levantó la vista para comprobar que estaba despierto regalándome una bonita sonrisa.
Irene: ¿Estás bien Luis?
Yo: Con vosotros siempre estoy bien, aunque últimamente estoy notando mucho el peso que tenéis en mi vida. (mirándolos a los dos encima de mí)
Irene se empezó a reír a carcajadas despertando a su marido que levantó la cabeza como no sabiendo ni donde estaba ni que pasaba.
José María: ¿Pero qué pasa?, me habéis despertado coño.
Irene (riendo): Que estamos chafando a Luis cariño.
José María: ¡Que se joda!
Volvió a bajar la cabeza haciéndose el dormido.
Irene se incorporó tirando a su marido encima de la cama, él seguía sin moverse.
Irene: Muchachos, ¿estáis recuperados?
Yo: Totalmente.
José María: Yo creo que no.
Irene: Pues me follaré solo a Luis, vete a la mierda gandul de los cojones.
José María se levantó de golpe levantando los brazos.
José María: Estoy como un chaval, una fiera, ¿qué toca ahora?
Irene se arrodilló en el borde de la cama a cuatro patas mirándonos dejándonos bastante claro que es lo que quería, José María pegó un salto, se puso de pie tocándose la polla y acariciándole el coño a su mujer para lubricarlo, mientras, ella me empezaba a acariciar el cipote haciéndolo crecer rápidamente, su marido se fue colocando para metérsela despacio hasta el fondo empezando Irene a gemir, yo me levanté de la cama, me puse al lado de José María mirando como la metía y la sacaba excitando cada vez más a su mujer, los gemidos pasaron a gritos y se acabaron corriendo los dos a la vez.
Él salió y yo entré sin perder tiempo, dando un chasquido importante al encontrarse mi polla con el semen y el flujo vaginal dentro del coño de Irene que se desparramó por los lados, ella dio un grito, empezó a mover las caderas de adelante a atrás como una loca hasta volverse a correr con unos gritos terribles, que hicieron que yo también explotara llenándola otra vez de semen, Irene se dejó caer en la cama recuperando la respiración diciéndonos una vez más como le gustaba aquella situación con los dos a la vez.
Fue una época que tuve mucho sexo con ellos, me llamaban bastante para quedar el fin de semana en su casa o en la mía acabando siempre igual. Con Lucía nos veíamos más entre semana, el lunes que normalmente tenía fiesta y un par de días más, a partir del viernes había mucho más trabajo en la tienda y se dedicaba a trabajar y descansar, o eso era por lo menos lo que ella me decía.