La vida en un soplo (Cap. IV - 4ª parte)
Cap. IV - Laura y la lenta recuperación,4ª parte de 5
Faltaban un par de semanas para la boda de Laura, junto a Lucía estábamos preparando el viaje cargando cosas en el barco que nos harían falta, como el vestido de ella, mi traje, comida, bebida, en fin cosas así. Me llamó José María con voz un poco rara para saber si podía pasar a verlos algún día antes del viaje.
Yo: ¿Pasa algo tío?
José María: No, no te preocupes, es que con Irene hemos tenido un par de discusiones y queríamos hablar contigo, ¿puedes venir este viernes que estaremos en casa sin niños?
Se lo confirmé, pensé que coño debía estar pasando con esos dos ahora, le dije a Lucía que el viernes cenaría con mis amigos para que no hiciera planes conmigo. Me presenté el día en cuestión, otra vez con dos botellas de vino y una de whisky en su casa, José María me abrió la puerta con no muy buena cara, entré y fui a la cocina a dejar las botellas, al saludar a Irene me dejó caer un beso en la boca mirando a su marido como diciéndole, ¡toma!
Yo: Pero qué coño pasa con vosotros, ¿Qué son esas caras?, venir ahora mismo los dos al salón, tenemos que hablar.
Se sentaron en un sofá y yo lo hice en otro delante de los dos.
Yo: ¿Qué pasa?, ¿ya no os cogéis de la mano como siempre?
Irene: Es un imbécil.
José María: Pero si yo no te he dicho nada.
Irene (enfadada): Nada, no me has dicho nada, ese es el problema capullo.
Yo: Como no me lo expliquéis un poco mejor me voy a volver gilipollas como vosotros.
Irene: Este tío es un capullo que no sabe cumplir con un juramento, el otro día quiso que habláramos sobre lo que paso en tu casa, y no se le ocurre otra estupidez que preguntarme si me lo pasaba mejor follando contigo que con él, le dije si se había vuelto loco, que llevamos muchos años disfrutando del sexo, por cierto que gracias a ti, y a que venía esa mierda, él muy capullo siguió insistiendo queriéndome sonsacar una respuesta, me cabreó tanto que le dije que las corridas contigo eran las mejores de mi vida, se calló la boca y lleva no sé cuantos días sin hablarme aunque me he disculpado mil veces, no lo entiende.
Yo: José María tío, después de tantos años te da un ataque de cuernos conmigo, no me jodas hombre.
José María: Es que las veces que la he visto follar contigo lo ha disfrutado tanto que cuando lo pienso me pongo celoso, la quiero tanto que me hace daño.
Irene lo miraba con una expresión entre quererlo matar o tirarse encima y abrazarlo por lo que había dicho.
Yo: José, mírame a los ojos.
Levantó la mirada medio avergonzado.
Yo: Jamás, jamás, me acostaría con Irene a tus espaldas, ha pasado las veces que ha pasado porque tú has querido, no puedes pedirle explicaciones a ella sobre lo que sintió o dejó de sentir, aquello se quedó allí y punto, preocúpate de lo que siente contigo y hazla feliz como se merece, levántate ahora mismo, dale un abrazo y un beso pidiéndole perdón o te arrepentirás toda tu puta vida de no haberlo hecho.
Se levantaron los dos con los ojos medio llorosos y se abrazaron dándose un beso tremendo.
Yo: Pues listo, ya está todo arreglado, quedaros en casa cenar y pegar un buen polvo que os hace falta.
Me dirigí a la puerta para irme, salieron los dos corriendo cogiéndome cada uno por un brazo dándome la vuelta volviendo para adentro.
José María: ¿Pero qué coño haces tío?, tú te quedas con nosotros esta noche que tenemos que cenar y pasar un buen rato juntos.
Irene: Te quedas y punto, que tenemos que seguir hablando.
Yo: Joder, hablar más no por favor que me dais mucho miedo.
Estuvieron todo el rato muy acaramelados, cenamos y nos sentamos en el mismo sitio de antes para tomar unas copas, después de un par cada uno estábamos un poco “chispaos”.
José María: Pero no me negareis que cuando folláis os lo pasáis bien, ¿No?
Yo: Otra vez tío, ¿es que tú no aprendes palurdo?
Irene: Eso, eso, confiésalo Luis, ¿cuándo follamos te lo pasas bien?
Yo: ¿Pero que os habéis “fumao”, qué coño os pasa?
Irene: Responde Luis, te gusta follarme o solo lo haces por pena.
José María: Venga valiente que todo lo sabe, contesta.
Yo: Cuando pasó la primera vez en la cabaña, me pasé mucho tiempo haciéndome pajas pensando en aquello.
Irene: Lo ves, lo sabía.
José María: Hostia, tenías razón cariño.
Yo: ¿Razón de qué?
Irene: Yo le dije que seguro que te había gustado, que follarías con nosotros siempre que quisiéramos. Luego con María teníamos claro que no lo harías, pero ahora que vuelves a estar en el mercado se lo recordé el otro día.
Yo: Claro, de ahí viene vuestra discusión, ¿no?, cabrones.
Los dos (bajando la cabeza): Sí.
Irene le dio un buen trago a su copa.
Irene: ¿Podemos contar contigo para follar cuando queramos?
Yo: Cariño me estás haciendo sentir como un muñeco inflable.
Se levantaron los dos y se sentaron uno a cada lado de mí cogiéndome por los brazos.
José María: No puedes fallarnos Luis, cuando te veo con ella me da algo de celos, pero lo cachondo que me pongo y las ganas que me cogen de follármela todos los días, no me pasa con nada más.
Irene: Y a mí me vuelve loca que me la metas Luisito, si no tienes ningún compromiso prométeme que seguirás haciéndolo.
Yo: Me estoy volviendo gilipollas, pero, ¿vosotros no habíais discutido precisamente por esto?
José María: No te enteras, discutimos porque nos cegamos en la actitud del uno con el otro, no por el tema en sí, que estamos de acuerdo.
Yo: La madre que os parió, me volvéis loco, de verdad.
Irene: Dime que te gusto y me follarías ahora mismo.
José María: Venga valiente se sincero.
Yo: Te comería en cualquier momento Irene.
Irene (con cara de satisfacción): Sigue.
Yo: Te levantaría esa bata que llevas puesta, me metería en medio de tus piernas, te bajaría las bragas y te comería el coño hasta hacerte correr.
José María: Hazlo ahora mismo.
Irene (levantándose): Ya puedes empezar.
Los miré a los dos, no sabía si enviarlos a la mierda o meterme debajo de la falda de Irene, tomé una decisión.
Me arrodillé delante, me metí por debajo de la bata besándole la parte interna de los muslos, noté su mano encima de mi cabeza jugando con mi pelo, le besé el chichi por encima de las bragas, escuché un primer gemido, se las agarré estirando para bajarlas metiéndole la lengua directamente encima del clítoris haciéndole gritar, se lo chupé apretando la lengua por todas partes, acabando de nuevo en el clítoris dando vueltas, hasta conseguir que se corriera con aquella voz tan sexi.
Me senté en la alfombra, me bajé los pantalones y los calzoncillos para que ella se arrodillara y comenzara a chupármela, miré a mi amigo y le dije que se la follara, él se levantó rápido, se quitó la ropa en un momento, le levantó la bata por encima del culo y se la metió de un golpe seco, dando ella un grito animando a su marido que no parara y que follara fuerte, José María aguantó todas las embestidas hasta hacerla correr de nuevo con unos gritos tremendo.
Irene se giró levantando a su marido metiéndose la polla totalmente empalmada en la boca, yo me puse detrás de ella dirigiendo con la mano mi polla a su agujero del chichi, metiéndola de un golpe, provocando un movimiento de su cuerpo, que se metió la de su marido hasta la garganta sacándola toda llena de saliva, la metía y sacaba con movimientos duros y secos, dejando tiempo entre una y otra embestida, acompasando las entradas y salidas de la polla de su marido en la boca, en poco tiempo empezó a aumentar el volumen de los gritos en cada penetrada, gritando, gritando más, todavía más, a todo lo que le daban los pulmones, corriéndose como una loca, mientras remataba a su marido con una paja que acabó cayéndole encima de la cara, el pelo y la bata, yo me corría dentro saliendo chorros de semen por los lados que me mojaban los huevos goteando en el suelo, se sentaron en la alfombra los dos juntos abrazados mirándome.
Irene: Es lo más excitante que existe, que buen polvo, que suerte de tener a dos hombres como vosotros.
José María: Tiene toda la razón del mundo, esto es diferente y nos mantiene más unidos.
Yo: Pues ya podéis limpiar esta alfombra que la hemos dejado hecha una mierda.
José María: Mañana la cambio por otra que tenemos y esta la llevo a limpiar, no te preocupes.
Irene: Y esta noche dormimos los tres juntos.
José María: Desde luego, tú no te vas.
Yo: Si “bwanas” lo que ustedes quieran.
Dormimos los tres desnudos con Irene en medio, durante la noche pasaba el brazo por encima del cuerpo de su marido, se giraba y lo pasaba por encima del mío. Me desperté por la mañana con la polla tiesa, miré a José María y estaba igual que yo, me hice el dormido para no ser el primero en levantarme y molestarlos, en un rato noté que Irene se movía y se despertaba, miraba a uno, miraba al otro, viendo como se levantaba la sábana encima del cipote, la vi sonreír, meter las manos por debajo y buscar nuestras pollas para agarrarlas y empezar a pajearlas despacio, mi amigo se despertó abriendo los ojos de golpe, mirando por debajo de la sábana, descubriendo las manos de su mujer con una polla en cada una pajeándolas a la vez, dio un suspiro profundo, apartó de un tirón la sábana hacía abajo, yo hice como que me despertaba en ese momento, José María puso la mano encima de una pierna de Irene y la subió hasta el potorro masturbándola, yo le acariciaba las tetas con suavidad para excitarla, ella metía la lengua en la boca de su marido unos segundos se giraba y la metía en la mía, nos fuimos animando, las pajas se aceleraban y los gemidos se repartían entre los tres.
José María se esforzaba en tocar a su mujer para que se corriera en ese momento, yo quité la mano de la teta mojándome un dedo con saliva, lo pasé por debajo del muslo de Irene y la mano de su marido, buscándole el ojete del culo, jugando con el lubricándolo y metiéndole la punta muy despacio haciendo el movimiento de entrar – salir, ella empezó a gritar, a mover las manos descontroladamente, apretando con fuerza consiguiendo que nos corriéramos los tres a la vez, con una sinfonía de gemidos, gritos y chorros de esperma para arriba como fuegos artificiales para redondearlo todo. Nos duchamos, vestimos y fuimos a desayunar.
Yo: La compañía es muy grata pero creo que es hora de que me largue y no os moleste más.
José María: De eso nada, vienes a comprar con nosotros hacemos una barbacoa para comer y te vas por la tarde si quieres, esta noche vamos a buscar a los niños para pasar mañana el día juntos, si quieres quedarte no hay problema.
Yo: No sé.
Irene: Tú no pienses tanto, José ha tenido muy buena idea, nos vestimos y nos vamos.
Salimos los tres en el cuatro por cuatro de ellos, después de quitar la alfombra sucia y cargarla en el coche para llevarla a limpiar, Irene llevaba una falda de tela fina por encima de las rodillas y una camiseta de tirantes, conducía ella con su marido al lado y yo en el asiento de atrás, hablábamos distendidamente, observé como mi amigo le ponía una mano encima de la pierna a su mujer, ella sonreía en complicidad mirándome por el retrovisor, yo no entendía que pasaba, hasta que mi amigo subió despacio la mano arrastrando la falda dejando ver las bragas de Irene, le metió la mano en medio del coño, moviéndola lenta pero fuertemente por encima de las bragas, ella cambió la cara para disimular la excitación que le producía la mano y los dedos de José María, la mantuvo así hasta llegar y aparcar en el parking interior del centro comercial. Bajamos del coche colocándose bien la falda Irene, entramos a comprar dejando antes la alfombra en la tintorería, él y yo llevábamos el carrito cargándolo con bebidas, ella iba y venía dejando productos, giramos un pasillo y nos encontramos a Irene agachada mirando un producto de la estantería más baja, cuando nos vio se giró abriendo las piernas enseñándonos las bragas, a mí se me abrieron los ojos de golpe por la sorpresa, pero es que al chico que pasó a nuestro lado en ese momento se le salían de las orbitas mirando la entrepierna de Irene, José María reía divertido. Cuando caminábamos con el carrito a buscar el coche.
Yo: ¿Esto qué ha pasado es normal en vosotros?
Irene: Al vicioso de tú amigo le encanta, a mí me divierte ver las caras de los chicos cuando lo hago.
José María: Nos gusta buscar algo de morbo para motivarnos.
Cargamos todo en el maletero del cuatro por cuatro y nos subimos al coche, cuando estábamos los tres sentados.
José María: Irene, dame las bragas.
Yo empecé a reír, no me podía creer que fueran tan calenturientos esos dos, Irene se metió las manos por dentro de la falda, estirando se las bajó, se las sacó por las zapatillas para dárselas a su marido, José María las colocó bien en la mano y se las puso en la nariz como si fuera una mascarilla oliendo profundamente. Irene sacaba el coche del aparcamiento, conducía por la carretera cuando mi amigo se giró y me las tiró a la cara, yo las cogí y vi los ojos divertidos de ella mirándome por el retrovisor, me las puse en la nariz, aspire fuerte sintiendo el olor del chichi de Irene que me entraba en el cerebro, el coche se desvió por un camino de tierra, pasando por varias zonas que de no ser un cuatro por cuatro no hubiera podido pasar, adentrándose en una zona boscosa, parando detrás de unos árboles que lo tapaban discretamente, ellos bajaron rápido del coche.
Irene: Luis ven con nosotros.
Salí y al llegar atrás, José María había abierto el portón del maletero sentando a Irene en él, se estaba bajando los pantalones y calzoncillos, subiéndole las piernas sujetándolas con los brazos por debajo de las rodillas dejando los pies colgando, se agarró la picha y se la metió de golpe a su mujer que estaba excitadísima, comenzando a gritar sin parar pidiéndole que no parara y que lo hiciera fuerte, yo me bajé todo hasta los tobillos y me hacía una paja mirándolos, mi amigo se apartó haciéndome señales que siguiera yo, mojé con un poco de saliva la punta de la polla, puse los brazos en la misma posición que él y se la metí seguido y rápido, manteniendo el ritmo que Irene marcaba, nos turnábamos cada poco tiempo y ella nos miraba excitadísima en cada cambio.
Irene: Como me pone que os valláis cambiando, me pone cachonda estar con los dos a la vez, me vais a hacer que me corra en un momento cabrones.
José María la levantó apoyándole los pies en el suelo, girándola empujándola suavemente por la espalda, para dejar caer su cuerpo encima de un paquete de costillas de cordero de la compra, se la metió en el coño de nuevo, manteniendo un ritmo infernal haciendo gritar a Irene como si estuviera en un orgasmo continuo, se apartó de golpe y entré yo sin dejar tiempo a nada, siguiendo hasta tenerla a punto de correrse momento que la saqué, la giré, la levanté por las piernas para que rodeara con ellas mi cintura sentándome en el maletero, dejándola caer penetrándola de golpe sacándole un grito terrible, a la vez le hacía una señal a José María para que se acercara y se la metiera por el culo, la metió despacio y no profundizó mucho pero Irene dejó ir otro grito bestial, corriéndose durante un buen rato sin parar de moverse para corrernos nosotros con ella. Nos limpiamos con unos pañuelos de papel.
Irene: ¿Y mis bragas?, ¿Qué habéis hecho con ellas guarros?
Yo: Las tengo en el bolsillo y no te las voy a devolver, estas son para mí, para recordar tu chumino.
Irene: Pedazo de guarro que estas hecho chaval.
Comimos juntos una barbacoa, después de la siesta me despedía de ellos con un abrazo y un beso en los labios de Irene. Conducía de vuelta a casa un deportivo que estrené no hacía mucho tiempo, históricamente son de color rojo, me desvié por una carretera de curvas para conducir rápido, relajarme y reflexionar lo que había pasado en casa de mis amigos, llegando a la conclusión que ellos me habían incorporado a su matrimonio como revulsivo sexual, si algún día decidían sacarme tampoco tendríamos ningún problema, si ellos eran felices yo era feliz.
Casi llegando a casa me llamó Lucía para saber si podríamos cenar juntos, quedamos en un restaurante del puerto que nos gustaba mucho a los dos, llegué a mi casa y cambié de coche para ir a la cena, sin tiempo de ducharme o cambiarme de ropa. Cuando llegué ella paseaba esperándome, aparqué delante del barco y fui a encontrarme con ella que me esperaba con una sonrisa, me abrazó, me dio un besito en los labios y tirando de algo de mi bolsillo lo sacó del golpe, eran las bragas de Irene.
Lucía (riendo): ¿Y esto?, ¿un regalo para mí?
Yo: No, son las bragas de Irene que me las he quedado de recuerdo.
Se las acercó a la nariz oliendo.
Lucía: Sí, son de Irene.
Yo: No jodas que sabes que son de ella por el olor.
Lucía (descojonándose): No, pero me he quedado contigo, te lo has pasado bien con ellos cabroncete, pues esta noche te lo vas a pasar bien conmigo, lo digo por si tienes que recuperar fuerzas en la cena escojas bien que comer.
Me las volvió a meter en el bolsillo sin que sobresalieran, aprovechando para pasarme un dedo por encima de la polla mirándome a los ojos con lujuria, pensé que con el día que llevaba sería mejor cenar algo afrodisiaco para rematarlo a lo grande. Cenamos y fuimos al barco a tomar una copa, estábamos sentados en la mesa al aire libre, me cogió de una mano besándome delicadamente en los labios, nos levantamos y entramos cerrando todas las cortinas para tener intimidad, al cerrar la última y girarme, ella ya estaba en bragas y sujetador blanco, con el color oscuro de la piel le resaltaba muchísimo dejándole una bonita figura, me acerqué, nos besamos de nuevo y ella me desnudó con tranquilidad quitándome la camisa despacio, desabrochándome los pantalones dejándolos caer al suelo, yo me quité las zapatillas apoyándome en los talones quedándome totalmente desnudo delante de ella, me miraba todo el cuerpo como queriendo descubrir alguna tara en el chasis, pasándome el dedo por encima suavemente, su dedo llegó a la cara y la fue acariciando mirándome a los ojos, pasándolo por encima de la boca recibiendo un beso de mis labios.
Me cogió la barbilla con tres dedos, acercó sus labios rozándolos con los míos, después los abrió un poco apresando en medio mi labio superior, yo apoyé mis manos en su cintura justo encima de las bragas, jugando un poco con mis dedos con la goma, ella cambiaba del labio superior al inferior mordiéndolo con cariño pasándome los brazos por detrás del cuello, levanté una mano de la cintura hasta la altura de su sujetador desabrochándolo dejándolo caer, me giró y me llevó hasta sentarme en el sofá apoyándome la espalda en el respaldo, se sentó encima de mí, rozó su chichi todavía dentro de las bragas con mi ciruelo que poco a poco cobraba vida y crecía, los besos fueron creciendo en intensidad y profundidad. Le metí dos dedos por las bragas levantando ella un poco el culo y las piernas para poder quitárselas, volviéndose a sentar encima de mí mojándose el coño por momentos, yo le acariciaba las tetas poniéndole los pezones de punta, ella levantaba un poco el culo de nuevo para agarrarme la polla, colocarla bien y metérsela lentamente mientras se dejaba caer, iniciando un vaivén con las caderas lento pero profundo mirando el techo de placer, yo le acompañaba el ritmo sujetándola por el culo, acariciándolo suavemente con una mano, la otra la apoyaba en el ombligo subiéndola despacio pasando por encima del pecho derecho, llegando al cuello sujetándola por la nuca, acariciándole la cara con el dedo pulgar metiéndoselo en la boca, a la vez se corría de forma muy controlada y profunda, con jadeos y gemidos suaves cayendo su cuerpo encima de mí abrazándome hablándome al oído.
Lucía (hablando con susurros): Si alguna vez me quisiera comprometer con alguien para una relación, querría hacerlo con alguien como tú sin dudarlo.
Yo: No sé si lo estas buscando pero yo ahora mismo no te lo puedo dar, tengo que ser sincero contigo Lucía.
Lucía: Lo sé, y me encanta que seas tan sincero siempre.
Nos besamos de nuevo un buen rato.
Lucía: ¿Quieres seguir para correrte tú o nos vamos a dormir?
Me levanté del sofá con ella en brazos y la llevé camino del camarote.
Lucía (riendo): Te has puesto ciego a sexo con tus colegas y ya no puedes con tu alma cabr…
Le tapé su boca con la mía besándola hasta dejarla encima de la cama, tapándola con la sábana me puse a su lado para dormir plácidamente hasta el día siguiente.
Cuando me desperté, Lucia estaba de lado mirándome con una mano aguantándose la cabeza apoyando el codo en la cama.
Lucía: Me gusta verte dormir, haces una carita de paz y tranquilidad contigo mismo que me impresiona.
Yo: No siempre ha sido así Lucía, no hace tanto tiempo no podía dormir si no estaba totalmente borracho, a mí, me impresionó mucho cuando me dijiste el primer día que salimos que me habías notado en la cara un sufrimiento pasado…
Lucía: No tienes ninguna obligación de contármelo si tú no quieres, pero si quieres hacerlo te escucharé con gusto, si te puedo ayudar lo haré encantada.
Yo: Muchas gracias, hay veces que cuando conoces a alguien se dispara algo dentro de ti que no entiendes, todo el mundo me decía que me había enamorado como un tonto, y era cierto, pero lo que yo sentía era algo muy especial, el enamoramiento ya sabemos todos que normalmente es algo temporal, estás un tiempo que pierdes los papeles por aquella persona y poco a poco el agua vuelve a su cauce, quedando el amor y el respeto. Cuando conoces a “la persona” es como saber que aquella es tu medía naranja, mira que con María empezamos que peor no se podía hacer, pero algo dentro de mí me decía que tenía que luchar por ella, que ella era lo que necesitaba, no pasó demasiado tiempo que nos entregamos totalmente uno al otro, sin reservas y sin pedir nada a cambio, con eso quiero decir totalmente en cuerpo y alma. Es como que te vas uniendo a aquella persona de una manera que no sabría bien cómo explicarte, es cómo si se fuera fundiendo la media naranja con la otra medía, convirtiéndose en una nueva sin fisuras, se fusionan los cuerpos y las almas en una sola, acabas sabiendo lo que piensa la otra persona sin que te lo diga, sabes lo que va a decir antes de que lo diga, sientes una unión tan fuerte que va mas allá del amor, del sexo, de la propia vida, vives la suya como si fuera tuya y sientes como ella también vive por ti. Es como estar con el enamoramiento y la pasión de los primeros días de novios toda la vida, te sientes tan unido y fuerte que no piensas en que te puedas separar de aquella persona jamás. La vida muchas veces es injusta y te pone pruebas muy duras de superar que no te esperas, jamás pensé que aquella increíble relación acabaría como acabó, no lo supe administrar emocionalmente, mi vida no tenía ningún sentido si no la compartía con ella, me faltaba una parte de mí, me habían amputado parte de mi ser, de mi alma, de mi corazón, no me quedaban ganas de seguir viviendo con aquel dolor, nadie de mi entorno podía hacer nada por ayudarme, mira que lo intentaban de todas las formas posibles, pero si tenía que salir del pozo solo podía hacerlo yo. Cuando creía que ya no tendría ninguna salida y estaba a punto de autodestruirme, un comentario de José María en su casa me cambió un interruptor en la cabeza, me hizo pensar en las palabras de María pocos días antes de morir, ella me dijo que tenía de seguir con mi vida, que todavía podía hacer muchas cosas, que fuera fuerte por ella porque no quería verme sufrir, que merecía seguir disfrutando de la vida que es maravillosa para vivirla. Con aquella apariencia de fragilidad y ternura, María era mucho más fuerte que yo, ella había entendido la vida mucho mejor que yo, me estaba dando la solución para el futuro y yo no supe entenderlo, hasta aquel comentario que no tenía nada que ver, de hecho él me hablaba de barcos y de mis sueños, me hizo despertar volviendo a sentir en mi cabeza las palabras de María, yo sé que a ella no le hubiera gustado verme de aquella manera, lo superé gracias a ella sin estar conmigo, sé que tengo un ángel de la guarda que no me dejará nunca, que una parte de ella estará siempre conmigo.
Lucía me pasaba un dedo por las mejillas para secar las lágrimas que me caían sin darme cuenta, al mirarla ella también lloraba emocionada.
Yo: Lo siento, no quería hacer ningún drama.
Lucía (emocionada): Es tan bonito lo que me has explicado, tan sincero, te ha salido de tan adentro que me has emocionado, como me gustaría poder vivir algo tan fuerte como lo tuyo alguna vez.
Yo: Si encuentras a esa “persona”, te aseguro que lo sabrás al instante, es algo muy especial que lo sientes muy diferente, espero que lo encuentres porque vale la pena vivirlo.
Nos levantamos, ella se puso una camiseta mía, al llegar al salón se puso las bragas, yo con un bañador ya estaba cómodo, estábamos preparando el desayuno y ella se agachaba para buscar algunas cosas en algún cajón bajo subiéndole la camiseta, dejándome ver las bragas marcándole ese culo maravilloso que tanto me atraía. Me acerqué y le puse la mano en la parte de atrás del muslo, se dio cuenta del plan y se colocó mejor provocándome subiéndose un poco más la camiseta, subí las manos a la altura de las bragas agarrándolas, estiré fuerte arrancándoselas de un tirón, provocando que girara la cabeza sonriendo sabiendo lo que venía a continuación, me bajé el bañador de golpe empujándolo con el pie lanzándolo por los aires, quedando colgado del grifo del fregadero, me arrodillé y le besé el cachete del culo pasando luego al otro, con la lengua fui bajando despacio, ella levantó el culo para que pudiera llegarle al chichi, lamérselo despacio pero intensamente hasta dejarlo mojado, me levanté con la polla a punto de reventar, se la metí de golpe sacándole un grito, se levantó para apoyar su cuerpo encima de los fogones, que por suerte estaban apagados, empecé con un ritmo suave que fui aumentando poco a poco siguiendo los gemidos de Lucía, hasta hacer que nos corriéramos fuertemente notando la humedad como resbalaba por mis muslos.
Se levantó, se giró y nos abrazamos para ducharnos juntos, volvimos a desayunar mucho más tranquilos y relajados. Ultimamos los detalles de la salida el siguiente fin de semana para ir a la boda de Laura.