La vida en un soplo (Cap. III - 6ª parte)
Cap. III - El amor de mi vida, 6ª parte de 7
Una semana más tarde salimos a cenar con Irene y José María para presentársela, fuimos a cenar al restaurante romántico que la llevé la primera vez, María se disculpó para ir al baño, aprovechando Irene para decirme lo dulce y cariñosa que era confirmándome lo buena pareja que hacíamos, mi amigo lo reafirmaba con la cabeza.
José María: No me extraña que pierdas la cabeza por esta chica, se le ve tan dulce y está tanto por ti, y encima no puede estar más buena.
Se ganó un cogotazo de Irene que le hizo sacar el vino por la nariz, llegó en ese momento María.
María: ¿Qué le ha pasado a José María?
Irene: Nada cariño, es que es muy gracioso y a veces hay que ponerlo en su sitio.
María: Yo también conozco a otro graciosillo.
Mirándome a mí de reojo haciéndonos reír a todos, pasamos una velada divertida y después fuimos a tomar unas copas.
No pasó mucho tiempo que María al llegar al apartamento me pidió que me sentara a su lado.
Yo: ¿Pasa algo cariño?
María: No, nada grave, es que de aquí un mes y medio se casa mi hermana.
Yo: Muy bien, ¿y hay algún problema?
María: Que quiero que vengas conmigo a la boda.
Yo: Por supuesto que voy contigo, ¿Qué dudabas si te acompañaría?
María: No, claro que no, lo que pasa es que te tendré de presentar a mi familia antes, y la verdad es que estamos tan bien que me da un poco de miedo.
Yo: Coño, ¿que son de una tribu de caníbales y me van a comer solo entrar por la puerta?
María: No tonto, mi hermano pasa de todo, mi hermana pequeña es una cotilla y una boca chancla, la que se casa es buena gente, pero mi cuñado es un poco gilipollas, un enteradillo que sabe de todo y un poco “metemierda”, mis padres son gente sencilla que se han ganado lo poco que tienen trabajando y no hay problema.
Yo: Joder María, ¿es que me voy a casar yo con tu cuñado?
María (un poco enfadada): ¿Es que no puedes dejar de hacerte el gracioso siempre?, me preocupa, porque mi cuñado seguro que saldrá con alguna gilipollez de antes.
No la dejé acabar y la abracé.
Yo: Tranquila cariño, nuestra relación no la va a cambiar nadie por muchos comentarios que me hagan, además tengo la solución.
María (sonriendo): ¿Qué solución?
Yo: Me pongo unos tapones en las orejas, tú les dices que soy sordo de nacimiento y así no me entero de ninguna gilipollez que digan.
María: A ti no hay quien te arregle cariño, estas como una puta cabra.
Un domingo al medio día nos presentábamos en casa de sus padres, con toda la familia en estado de revista para conocer al tío raro que se atrevía a salir con María, por supuesto el “cuñao” en primera fila, nos saludamos estrechando la mano de su padre, su hermano y el cuñado, dándole dos besos a su madre, a su hermana que se casaba y a la hermana pequeña que tenía un cara de pilla terrible, me giré y escuché el primer comentario de la pequeña a la mayor, “anda que no está bueno ni nada el tío”, y un, “Sssss que te va oír”, como respuesta. María no me soltaba de la mano y me llevaba de un lado para otro nerviosa, nos sentamos todos en la mesa y María ayudó a servir los platos repartiéndolos, ya comiendo la pequeña no me quitaba la vista encima, el padre se interesaba de cómo nos conocimos.
María: Papá pero si el tío Fernando seguro que ya te lo ha explicado todo.
Su madre: Siempre te lo decía desde pequeña, pero llegar hasta aquí es curioso por lo menos.
La pequeña: ¿Cómo es que estás tan fuerte?, ¿vas al gimnasio?, ¿Por qué eres tan rubio y con ojos azules?, ¿Por qué….
Su padre: Niña quieres dejar tranquilo a Luis y no atosigarlo.
Su hermano: Esta niña es más tonta que cagar.
Su madre: Esa boca por favor.
María la estaba fundiendo con la mirada y el cuñado y su hermana reían.
La pequeña: ¿Qué pasa?, es que es muy guapo.
Me descojoné de risa y todos rieron para disimular, y por fin se lanzó el cuñado.
Cuñado: María, supongo que le habrás hablado de tu ex, espero que la trates bien y no la dejes hecha polvo.
Dijo mirándome, poniendo tensa a María fulminándolo con la mirada.
Yo: No te preocupes por María, la voy a cuidar toda la vida como se merece.
Cuñado: Claro, por dinero no será.
Sabía que en algún momento saldría el tema, todos lo miraron sorprendidos y su futura mujer le dio un codazo.
Yo: No creas, no es un asunto de dinero, es asunto de educación y respeto, igual que saber los comentarios que se pueden hacer y los que no delante de los demás.
Varios se taparon la boca para disimular la risa, María me dio un golpecito por debajo de la mesa de aprobación riendo y su hermana mayor.
Hermana: Tío, es que eres gilipollas, no sé ni cómo me caso contigo, cállate de una vez y no digas más tonterías anda.
El cuñado no dijo ni una palabra más y acabamos la comida tranquilamente riendo con algunas salidas de la hermana pequeña, una vez nos fuimos le pregunté como lo había visto.
María: Están todos encantados contigo, mi madre y mi hermana pequeña creo que se han enamorado de ti, mi cuñado no creo que esté muy contento pero ese no cuenta.
Quedamos con María que el domingo siguiente vendría ella a comer a casa para presentarla a los míos, a media semana le dije a mi madre.
Yo: Mamá el domingo que viene vendremos a comer con María.
Mi madre (nerviosa): ¿Pero qué dices?, ¿Qué me pongo?, ¿Qué voy a hacer de comer?, tengo que pedir hora en la peluquería el sábado, Dios que nervios.
Mi padre se lo tomó con total tranquilidad, reconociendo que hacía tiempo que tenía curiosidad en conocer a la chica que me había enamorado de aquella manera.
Fui a buscar a María a su casa el domingo por la mañana con el deportivo, más que nada para vacilarle al tonto del cuñado, lo aparqué delante de su casa y llamé al telefonillo para que bajara. Salieron medio tropezándose al balcón su hermana pequeña, la mayor y el tonto del cuñado, sus padres miraban desde atrás. María salió a la calle, yo le abrí educadamente la puerta del coche para que entrara y cerrarla cuando se acomodó dentro, el balcón estaba en el segundo piso y pude oír.
Hermana: Lo ves “atontao”, eso es un tío con clase.
Cuñado: Claro, con ese coche es fácil.
Llegamos a casa con mi madre esperándonos en la puerta nerviosa, le dio dos besos y un abrazo que María no se esperaba, mi padre salió después saludándola igual.
Mi padre: No sabes lo contento que estoy de conocer a la chica que se va a llevar a este de casa de una puñetera vez.
Mi madre: No le hagas caso cariño que esta chocho ya.
María: Ahora entiendo un poco más a tu hijo, es igual que su padre.
Mi madre: Pues vas apañada nena.
Mi padre: Hostia, como si nos hubiera ido tan mal.
Mi madre: Cállate ya, cállate ya.
María y yo reíamos de la situación, mi padre nos ofreció beber algo mientras mi madre se metía en la cocina para traer platos, María se ofreció y mi padre no la dejó levantar ayudando él, cuando estábamos todos sentados.
Yo: Cariño estas revolucionando esta casa, conseguirás que yo me largue y que mi padre ayude en algo en la comida, hoy es un día para recordar en el calendario.
Mi padre: Eeee, que yo en la mili aprendí a cocinar algunas cosas.
Mi madre: Tú no has frito un huevo en tu vida, ¿qué dices hombre?
María: Pues Luis sí que cocina y muy bien por cierto.
Mis padres me miraron los dos a la vez no entendiendo nada.
Mi padre: ¿Que este cocina?, esta sí que es buena, una tortilla también puedo atreverme a hacerla.
María: Tortilla, pasta a la carbonara, una paella, pollo al horno y unas cuantas cosas más.
Mi madre: ¡No me jodas!, perdón, perdón.
Mi padre: Ya ves nena quien es el educado en esta casa.
Mi madre le tiró la servilleta a la cara de mi padre sorprendiéndole.
Mi madre: Y tienes suerte de que no te tire el cuchillo de punta zoquete.
María se moría de risa.
María (en voz baja mirándome): Que bien me lo estoy pasando.
Mi padre: Te hace falta algo María.
Yo: No, que se lo está pasando bomba con el espectáculo de puta madre que le estáis haciendo.
Mi madre: Niño, esa boca coño.
Mi padre: Ya ha salido la bien hablada de la familia.
Mi madre: Vete a la mierda un rato anda.
María quedó encantada y pasamos la tarde riendo, cuando nos despedimos, mis padres le pidieron que no tardara mucho en volver que se lo habían pasado muy bien.
María: ¿En tu casa siempre estáis en ese plan?
Yo: Pues sí, más o menos.
María: Pues os lo pasáis muy bien los tres.
Yo: Si somos pocos pero bien avenidos, ya lo has visto, y vete preparando que cuando lleguemos al piso te voy a comer viva, ella reía con cara de niña mala.
Fuimos a la boda de su hermana sin que pasara nada a destacar.
Pasaron cinco meses que teníamos el apartamento para nosotros, al llegar una tarde.
María: He comprado cosas para cocinar esta noche una buena cena y celebrarlo.
Yo: Muy bien cariño, que gran idea has tenido, me encanta, pero, ¿Qué celebramos?
María (riendo): Que hace justo cinco meses que nos vemos aquí.
Yo: Aaa vale, es el aniversario del apartamento, perfecto, celebrémoslo.
María: Y otra cosa también vamos a celebrar.
Yo: ¿Otra cosa?, esto me huele a encerrona.
María: Bueno si tú quieres, si no, no pasa nada.
Yo: Me lo quieres decir ya, que me estás poniendo nervioso gata salvaje.
María: Le he dicho a mi familia que quería venir a vivir contigo, se acabó vernos solo por las tardes, quiero despertarme cada día contigo.
Me quedé con la boca abierta mirándola.
María: Si tú no quieres me mudare yo aquí y tú te vas a tu casa cada noche, dormiré sola con mis camisones y braguitas sexis.
Yo: Cariño, estás hecha una buena extorsionadora, yo no me separo de ti ni con agua caliente, te vas a enterar cada noche donde van a ir a parar los camisones y bragas sexis, te van a durar menos que un caramelo en la puerta de un colegio
.
Así empezamos nuestra vida juntos, cuando se lo comunicamos a mis padres en una cena al día siguiente se alegraron mucho, dejando ir alguna lagrimilla mi madre y algún chiste con poca gracia mi padre, pero también tuvo alguna idea brillante.
Mi padre: Pues ya que habéis dado este paso, cosa que si os soy sincero pensaba que nunca daríais, sobretodo mi hijo que no había manera de echarlo de casa, os voy a proponer algo.
Yo: A ver qué idea has tenido, qué te conozco.
Mi padre: Sabes que tengo unos terrenos en el pueblo de tu abuelo, creo que lo mejor es que te los dé y tú te gastes el dinero para haceros la casa que más ilusión os haga, que eres un tacaño de cojones, con el dinero que has ganado y no te gastas ni un duro tío.
María: Conmigo si se los gasta, no para de hacerme regalitos.
Mi padre: Tú no cuentas cariño, yo también me los gasto con mi mujer.
Mi madre: ¿Conmigo, viejo chocho?, mira no me hagas hablar.
Yo: Será mejor que os dejemos solos que estáis muy distraídos, por cierto la idea es la mejor que has tenido en mucho tiempo.
Fue tremenda la ilusión con la que buscamos un arquitecto y trabajamos con él para planificar la casa de nuestros sueños, el jardín, la piscina, las habitaciones de los niños, todo para seguir en perfectas condiciones nuestra vida juntos, en poco menos de un año estaba levantando a María en brazos y traspasando la puerta de la casa de nuestros sueños.
Tres meses más tarde, le pedí a María que al día siguiente se vistiera elegante para ir a cenar con unos clientes importantes, cosa que era bastante habitual en aquellos tiempos porque mi padre poco a poco me estaba pasando el mando de la empresa, me vestí con un traje gris marengo, una camisa blanca con una corbata azul que en su momento escogió María para mí, me senté viendo embelesado como se vestía ella con una bonita combinación de ropa interior, un vestido negro muy elegante y alguna joya discreta, estaba preciosa con la cara un poquito pintada, salí de la habitación y esperé en el salón a que saliera con un bolsito de mano a juego.
María: Listo, cuando quieras nos vamos.
Yo: Puedes venir un momento aquí por favor.
Ella me miró con una cara de no entender nada y se puso delante de mí, yo clavé una rodilla en el suelo, ella se sorprendió, saqué de un bolsillo una cajita pequeña que abrí enseñándole con las dos manos en alto un anillo.
Yo: María, ¿quieres hacerme el hombre más feliz del mundo casándote conmigo?
María se tapó la boca de la emoción y le empezaron a caer unos lagrimones tremendos, movió la cabeza de arriba abajo porque no podía ni articular palabra, se arrodilló conmigo abrazándome con mucha fuerza.
María (con voz entrecortada por la emoción): Sí, sí, sí, claro que me quiero casar contigo.
Nos levantamos y le coloqué el anillo en el dedo, se lo miraba como si fuera el primer anillo de la historia y ella la primera persona en ponerse uno.
Yo: ¿Quieres que salgamos a cenar para celebrarlo?
María: ¿De cena con clientes nada de nada?
Yo: Nada de nada, quería dar este paso estando vestidos para la ocasión.
María: ¿Y te hace mucha ilusión salir a cenar?
Yo: ¿Y a ti?
María: Yo prefiero quedarme y que me folles como te dé la gana, ¿Qué te hace más ilusión?
Me quité la americana de un tirón lanzándola por cualquier parte, María la seguía con la mirada riendo cuando volaba, me aflojé la corbata, me la saqué por la cabeza y siguió el camino de la americana, después la camisa, los zapatos, los pantalones, calcetines y al final los calzoncillos, dejando todo el salón con ropa por los suelos quedándome en pelotas delante de ella, que seguía quieta y mirándome todo el cuerpo con una sonrisa, me acerqué despacio besándola y abrazándola, bajándole la cremallera de la espalda del vestido quitándoselo, levantándola en brazos y llevándola a la habitación, la dejé encima con suavidad y le quité los zapatos, ella me ponía ojos de enamorada, me arrodillé a su lado y metí las manos por dentro de los pantis para desgarrarlos de arriba abajo arrancándoselos de las piernas, cambió los ojos a lujuria, le acaricié las tetas con suavidad y ella empezó a respirar profundamente, le agarré el sujetador con las manos y se lo partí en dos dejándolo caer al suelo, bajé las manos hasta las bragas levantando ella las caderas de la cama, se las agarré por los lados y estiré para reventárselas y tirarlas a lado del sujetador, la cogí por las caderas y le di la vuelta estirándome sobre su espalda apoyando la polla encima de su culo, la abracé dándole besos en la nuca, pasándole la lengua por detrás de las orejas.
Me miraba girando un poco la cabeza con aquellos ojos verdes que me volvían loco, seguí pasándole la lengua besándola por la espalda, bajando hasta el culo entreteniéndome en él, besándolo por toda su extensión siguiendo la forma de aquella maravilla, hasta llegar al centro de la raja metiéndole la lengua de arriba abajo, levantó el culo echándolo un poco atrás y me dejó todo el chichi en primer plano de mi cara, pasé la lengua por el ojete dándole un par de vueltas, gimió por primera vez, bajé lentamente hasta el agujero del coño pasándole la lengua por encima, lamiendo los labios llegando al clítoris, apretando un poco más con la lengua alrededor y directamente encima, acelerando ella los jadeos y gemidos, cuando conseguí tenerlo todo bien mojado, me incorporé llevando la punta de la polla al inicio de su vagina, apreté y se la metí poco a poco estirándome encima suyo, gimiéndole en el oído mientras ella movía las caderas acompañando a las mías, consiguiendo penetracionesprofundas, cada vez más aceleradas empezando a gritar tapándose la boca con la almohada, hasta llegar a una corrida enorme dejándome toda la polla blanca de flujo.
María: Voy a pedirle a mi jefe un aumento de sueldo en él trabajo, para comprarme ropa interior porque él pervertido de mi marido me la arranca cada dos por tres. Como me gusta cerdito.
Le di la vuelta y me estiré encima besándole la frente, la nariz, los labios, la barbilla y el cuello, bajando a sus tetas, para acariciarlas con la lengua y los labios lamiendo y besando los pezones endureciéndolos, ella me acariciaba la cabeza con fuerza, subí de nuevo a sus labios mientras la penetraba con decisión, clavando ella la mirada en mis ojos incitándome a seguir con sexo duro, tras unas cuantas embestidas fuertes empezaron de nuevo los gritos, acelerando más los empujones acabando rápidamente con otra corrida, esta vez los dos juntos.
María: Tenemos que hablar tranquilamente de la boda Luis.
Yo: Más tranquilos que aquí y ahora no creo que estemos en ningún sitio.
María: Tengo que reconocerte que lo había pensado algunas veces, yo sé que alguna de mis amigas sueñan con una boda a lo grande con muchos invitados, pero es que a mi…
Yo: Venga mujer suéltalo ya.
María: Pues que no me gustan las bodas, yo me caso contigo firmando en el juzgado y se “acabó”, lo siento si tú o tu familia esperabais algo más espectacular, pero es que no puedo ni imaginarme haciendo todo el paripé ese día.
Yo: Yo me caso contigo como quieras, a mí me sobra todo el mundo, contigo a donde sea, pero algo tenemos que pensar para celebrarlo.
María (cachondeándose): Si lo piensas tú ya me quedo más tranquila.
Dos meses más tarde, firmábamos nuestro matrimonio los dos solos con Irene y José María como testigos y padrinos, haciéndoles prometer que no dirían nada a nadie. Preparamos unas tarjetas personalizadas para enviárselas a quien nos interesó, invitándoles a una cena un viernes por la noche en una sala privada de un restaurante muy grande. Se presentaron nuestros padres, amigos y alguna familia sin saber muy bien qué coño hacían allí, solo los testigos de la boda estaban al corriente, cuando todo el mundo estuvo sentado, nos levantamos y cogimos el micrófono de la orquesta que iba a tocar aquella noche.
Yo: Buenas noches a todos, perdonarnos por traeros hasta aquí sin explicaciones, pero queríamos que fuera una sorpresa.
Pude escuchar a mi madre decirle a mi padre que seguro que le iba a pedir a María para casarnos.
María (cogiendo él micrófono): Buenas noches a todos ¿cómo estáis?, pues, que ya estamos casados.
Se hizo el silencio, menos alguna risilla que se les escapaba a Irene y José María, yo cogí la mano de María y sacándolo del bolsillo le puse el anillo en el dedo, ella me puso el mío.
Yo: Pues ala, ya estamos casados delante vuestro, ahora solo nos queda celebrarlo sin historias ni parafernalias.
Nos besamos acabando con la ceremonia, mis padres no sabían muy bien que cara poner, después de la cena con el vino bebido y estando de fiesta con la orquesta, hablé con mis padres.
Yo: Ya sé que seguramente no es lo que vosotros esperabais, pero nosotros lo hemos decidido así, celebrándolo con todas las personas importantes directamente sin tonterías.
Mi padre: Tengo que reconocer que habéis sido valientes, que par de cojones tenéis.
Mi madre (ya un poco chispilla por el vino): Pues a mí me está gustando esto.
La hermana pequeña no paraba de bailar conmigo, el hermano escuchaba música a su bola, la hermana mayor no paraba de discutir con su marido, por las tonterías que decía cuando se tomó un par de copas, y sus padres estaban encantados de que estuviéramos casados y no pusieron ningún pero. Se fueron despidiendo los invitados y al final nos quedamos con mis socios tomando la última copa, hablando de cómo se encaraba el futuro.