La vida en un soplo (Cap. III - 4ª parte)

Cap. III - El amor de mi vida, 4ª parte de 7

El resto de la semana nos vimos cada día, tomábamos algo y cuando anochecía nos íbamos con el coche a un descampado a follar como locos, algunas veces después de acabar y salir de allí, nos mirábamos a los ojos dábamos la vuelta y volvíamos a follar, era un no parar, el miércoles por la noche estando descansando en el descampado dentro del coche.

María: ¿Este fin de semana podremos pasarlo juntos?

Yo: Si quieres, lo pasamos, ya sabes que tengo soluciones para casi todo.

María: Quiero.

El jueves por la mañana fui a ver a mi padre a su despacho.

Yo: Papá, ¿tienes algún plan con el barco este fin de semana?

Mi padre: Nada especial, salir un rato a navegar y volver a casa supongo.

Yo: Pues te acabo de joder el plan, este fin de semana el barco ni lo ves.

Mi padre: Hostia, ¿y eso?

Le expliqué mi relación con María, que me había enamorado como un tonto, y que quería pasar el fin de semana con ella en el barco.

Mi padre: Al final Fernando tendrá razón sobre vosotros.

Yo: No lo sabes bien papa.

El jueves por la tarde al vernos con María en el bar de siempre, ya sentados tomando el café.

Yo: Ya tengo solucionado el fin de semana.

María me miró con cara de curiosidad por saber que era.

Yo: ¿Has ido alguna vez en velero?

María: Si claro, cuando me da la gana, lo tengo aparcado en el jardín de mi palacio, ¿tú eres tonto o que te pasa?

Yo: Los veleros no se aparcan, se atracan.

María: Cuando te pones pijo te pegaría una hostia a ver si espabilas.

Yo: Pues espero que no te marees en el mar, este fin de semana lo pasamos juntos en un barco.

María: Un barco, ¿de quién?

Yo: De momento de mi padre, pero el día que se descuida me lo llevo yo, mañana viernes por la tarde zarpamos hasta el domingo por la noche, tráete bragas de sobras.

María: Jodido cerdito pijo, ¿vamos a estar en un barco los dos solos?

Yo: Exacto.

María (riendo): Entonces no me hacen falta bragas.

El viernes quedamos después del trabajo y comimos de camino al puerto, le expliqué el plan de llegar esa noche a una cala que conocía muy espectacular y resguardada, echar el ancla,  bañarnos, cenar, mirar las estrellas con una copa de vino, ella me escuchaba sin perder detalle.

María: ¿Y tú sabes llevar el barco?

Yo: No, nunca lo he hecho, igual nos estrellamos con las rocas del puerto antes de salir.

Ella me miró no sabiendo si le estaba tomando el pelo o se lo decía en serio.

Yo: Estoy navegando en ese barco toda mi vida, con trece años ya lo sacaba del puerto y navegaba donde fuese, hace tiempo que tengo todos los títulos pertinentes para gobernarlo, no te preocupes.

María (riendo): Ahora sale el pijo graciosillo, que paciencia contigo de verdad.

Llegamos a puerto, le enseñé el barco por dentro y por fuera, donde estaban todas las cosas en caso de emergencia, incluso a llamar por la radio, le hice hablar con capitanía para que supiesen el plan de navegación por si pasaba algo, habló muy nerviosa y nos echamos unas buenas risas con ello, una vez en medio del mar solo escuchábamos el viento y el ruido de las velas infladas, estábamos los dos sentados detrás del timón.

María: Esto es bestial, que tranquilidad, que silencio, como relaja, acojona un poco ver tanta agua alrededor pero se está muy bien.

Yo: María, ¿has llevado alguna vez un barco?

María: ¿Qué dices?

Yo: ¿Quieres llevarlo?

María: ¿Tú te has vuelto loco?

Yo: Ven ponte aquí conmigo.

La coloqué delante de mí con las manos apoyadas en el timón, yo iba corrigiendo el rumbo para mantener las velas llenas de viento mientras el barco subía y bajaba las pequeñas olas de aquella tarde, a ella se le iluminaba la cara de ilusión.

Yo: ¿Ves aquella punta de tierra que se ve allí delante?

María: Si.

Yo: Pues apunta con la proa hacía ella y no pierdas el rumbo.

Separé mis manos del timón, la dejé sola sentándome a su lado mirando como llevaba el barco.

María: ¿Pero qué coño haces?, ¿qué hostias es la proa?, ven ahora mismo aquí.

Yo: La proa es la punta del barco que ves hay delante, sujeta el timón y vamos directos, si te tuerces rectifica, venga grumetilla aprende a llevar el barco o te cuelgo por los pulgares del palo mayor.

María: De los huevos te colgaba a ti, pijo cerdito.

Cada minuto que pasaba su cara delataba lo bien que se lo estaba pasando, mientras yo la miraba cómo un tonto enamorado, al llegar cerca de tierra cogí el mando para hacer algunos bordos, (giros), para encarar la proa a la cala, entrar, arriar las velas y acabar de colocar el barco en la parte más tranquila a motor, le pedí que fuera a la proa, para que cuando le avisara utilizara una palanca para dejar caer el ancla hasta que yo le dijera basta. Ya anclados, María estaba muy emocionada de haber llevado el barco y ayudar a anclarlo.

María: ¿Que te ha parecido?, ¿Puedo ser ya tu marinera?

Yo: Tú vas a ser mi marinera preferida, te lo aseguro, ¿te ha gustado?

María: He disfrutado como una niña.

Yo: Pues al agua patos.

Era una cala solitaria, rodeada de grandes acantilados que solo se podía llegar por mar, si aquellas horas no había ningún barco más es que nos quedaríamos solos toda la noche. Me quité la camiseta, las zapatillas, el pantalón, los calzoncillos y me tiré al agua, al salir estaba María mirando alrededor por si había alguien.

Yo: Venga, no pierdas el tiempo y tírate al agua.

María: ¿Y si hay alguien mirando?

Yo: Pues le vas a alegrar la vista cariño, venga mujer que el agua esta buenísima.

Ella se desnudó despacio, mirando para los lados y se tiro de pie al agua.

María: La madre que te parió, buenísima, esta helada la cabrona.

La abracé dentro del agua y la besé, fuimos hasta la escalera para subir al barco, sujetándonos a ella le toqué el chumino, ella me miró de golpe como no entendiendo mucho lo que quería, me puse delante suyo, la senté en uno de los escalones que estaban dentro del agua subiéndole las piernas, estiré una mano para coger el pantalón que estaba en cubierta y sacar un condón, me apoyé en un escalón para sacar la polla del agua y poder ponérmelo, la volví a sumergir y le busqué la vagina, María estaba callada esperando a ver qué hacía yo, se la metí despacio hasta el fondo.

Yo (acercando mi boca a su oído): Además de gobernar el barco y ayudar a fondearlo, ahora vas a aprender lo que es un polvo acuático.

María: ¿Es que no se te acaba la imaginación cerdito pervertido?

Yo: Jamás.

Follamos dentro del agua, hasta que se corrió ahogando los gritos muy abrazada a mí. Una vez dentro, secos y vestidos de nuevo, cenamos algo ligero y tomamos una copa iluminados solo por la luz de la luna y las estrellas, ella miraba sin cesar hacía arriba y yo le indicaba donde estaban unas cuantas estrellas que conocía.

María: ¿Has hecho algún viaje largo con este barco?

Yo: Un verano me fui solo hasta las islas, pasé una noche y volví al día siguiente solo para navegar muchas horas en solitario, es lo mejor para poner los pensamientos en su sitio, estás solo con el mar y el viento, tengo el sueño de algún día con otro barco poder atravesar el atlántico, ojala pueda cumplirlo.

María: Yo me lanzaría a la aventura contigo sin pensármelo ni mirar atrás.

Yo: Ahora puede que sí, hace dos semanas el primer día que salimos, necesitaba un látigo para domarte en el coche cuando me senté a tu lado, y que cara de odio, no me olvidaré en la vida.

María: Tú un látigo, pero si llego a llevar un palo en el coche te lo hubiera estampado en medio de la cabeza, te odiaba a muerte en ese momento.

Yo: El comentario no fue para tanto, solo quería hacerte una broma por tu respuesta del día anterior, pero poniéndote así te reconozco que llamaste más mi atención.

María: Quedé varias veces con chicos para salir pero no me pasaban del primer día, me las ingeniaba para montarles un pollo y que ya no quisieran saber nada de mí, pero contigo fue diferente, te monté el pollo con la primera excusa que encontré sin llegar a salir, porque al mirarnos a los ojos solo conocernos me asusté de lo que sentí.

Yo: ¿Ahora estas bien?

María: Estoy perfecta, se que todavía puedo darte algo más de mí y te lo daré sin dudas con un poco más de tiempo.

Yo: Sabes que tienes todo el tiempo que quieras.

Entre en el barco y saqué de mi bolsa un paquete para María, subí de nuevo a cubierta y se lo entregué.

María: ¿Es un regalito para mí?

Yo: No, lo he traído para una sirena, pero como no me he encontrado con ninguna, solo contigo, pues para ti.

María abrió el paquete, se encontró con una combinación muy sexi y transparente de sujetador y bragas.

Yo: Cómo el otro día te faltaban bragas he pensado en regalarte, parece que vas un poco justa, ¿Puedes levantar el sujetador para ver si es de tu talla?

Riendo a carcajadas, María cogió el sujetador para probárselo por encima, al levantarlo de uno de los tirantes colgaba un anillo, se le cortó la risa de golpe, se lo miró aun colgando del sujetador sin tocarlo, como el que mira algo que no sabe bien, bien, que es.

María: ¿Y esto cerdito?

Yo: Esto es el compromiso de mi amor por ti gata salvaje, pero si no lo quieres lo puedo devolver sin ningún problema, no quiero que te sientas presionada por mí, cuando estés más enamorada volvemos a hablar si quieres.

María: Que capullo eres, no puedo estar más enamorada de ti gilipollas, no puedo imaginarme un día sin verte.

Yo: Pues deja de admirarlo como si fuera una especie en extinción.

Le quité el sujetador de las manos, saqué el anillo y mirándole a los ojos se lo puse en el dedo, mientras ella se reía nerviosa, se acercó a mí, me dio un beso en los labios un gran abrazo, se apoyó con su espalda en mi pecho levantando el dedo mirando su anillo con la luna de fondo, fui a buscar una botella de champan bien frio y dos copas para celebrarlo, nos metimos entre pecho y espalda la botella entera, en varias horas que pasamos tapados juntos con un edredón mirando las estrellas. Al día siguiente, con algo de resaca después de desayunar salimos a navegar siguiendo con las prácticas de María, estando ella al timón de nuevo en alta mar.

Yo: María, ¿has llevado alguna vez un barco?

María: Sí, ahora ya sí, ayer sin ir más lejos.

Yo: ¿Y has llevado un barco mientras te comen el chichi?

María: Hostia que vuelve el cerdito pervertido.

Me coloqué detrás bajándole y quitándole la braga del bikini, ella separó los pies y yo me giré boca arriba para meter mi cabeza entre sus piernas y lamer por los lados del coño, María se movía y comenzaba a gemir, seguí lamiendo dando vueltas con la lengua acercándome cada vez más al centro, hasta atrapar entre mis labios el clítoris, succioné despacio y le arranqué un grito, aflojaba un poco las piernas y movía el timón haciendo que el barco diera algún bandazo, le pasaba la lengua y succionaba por el centro del chocho hasta llegar a la vagina, pasar al culo y volver a empezar hasta notar que se corría por el temblor de sus piernas, los bandazos a los lados que daba el barco, y el grito enorme como si estuviera avisando que estaba divisando tierra.

Me levanté, me bajé el bañador, me puse un condón y tal como estaba apoyada en el timón le hice sacar el culo, se la metí de golpe en el coño y la follaba con una excitación tremenda, más al oírla chillar sin control sabiendo que nadie la oía, las manos le volvían a fallar, el timón iba de un lado para el otro, apoyé mis manos junto a las suyas y entre los dos poder sujetarlo, sin parar de mover mis caderas a un ritmo fuerte hasta ver como paraba de gritar, cogía aire y sacaba un orgasmo desde muy adentro, corriéndose moviendo sus caderas para seguir el ritmo y hacer que me corriera acompañándola en los gritos salvajes.

De vuelta a la calma, bajé las velas dejando el barco flotando en medio del mar, sin nada ni nadie a la vista, solo agua y sol, nos desnudamos y tomamos el sol uno junto al otro.

Pasamos un fin de semana genial.