La vida en un soplo (Cap. III - 3ª parte)
Cap. III - El amor de mi vida, 3ª parte de 7
El lunes por la tarde, nos encontramos en la puerta del local habitual, la abracé muy fuerte sorprendiéndola.
Yo: Dime que a partir de ahora no vamos a dejar de vernos ningún día más.
María: ¿Pero qué te pasa?
Yo: Que te he echado de menos una barbaridad, necesito mi dosis de ti diaria.
A María se le escapó una risita de satisfacción, entramos y nos sentamos en el mismo sitio, pero esta vez con mi mano por encima de sus hombros, con su cabeza y mano en mi pecho, ella levantó la vista.
María: ¿De verdad quieres que nos veamos todos los días?
Yo: No sé si sobreviviría a otro día sin verte.
María: Que bien hablas, no me extraña que tengas la fama de “bajabragas”.
Yo: ¿”Bajabragas”?, joder, diciéndolo así, parece que voy por la calle bajándole las bragas a todas las señoras cuando van a comprar.
María: No te hagas el tonto que sabes de lo que te hablo.
Yo: Cariño de verdad, tampoco fueron tantas, pero ¿qué quieres?
María: Saberlo todo de ti.
Yo: ¿Quieres decir que es necesario que lo sepamos todo el uno del otro de tiempos pasados?
María: Para mí si es necesario, no quiero encontrarme con alguna sorpresa desagradable en algún momento.
Yo: Pues adelante, no tengo nada que ocultar, dispara.
María: Muy bien, ¿Con cuantas chicas te has enrollado?
Yo: No las cuento, no lo sé.
María (incorporándose y mirándome fijamente): ¿Las puedes contar con los dedos de una mano?
Yo: No
María: ¿Y con las dos manos?
Yo: No
María (un poco enfadada): ¿Y con todos los dedos de las manos y los pies?
Yo: No
María (ya con cara de cabreo): Lo ves como eres un cerdo “bajabragas”.
Yo: Te dije que te diría siempre la verdad por dura que fuese, pues esto es así, son cosas del pasado.
María: Si claro, son cosas del pasado y con eso ya tienes la excusa.
Yo: ¿Qué te pasa cariño?
María: Que estoy celosa coño, que estoy muy celosa, de que otras chicas hayan estado tocándote y disfrutando contigo, y tú a mí no me quieres ni bajar las bragas.
Yo: No seas manipuladora, yo nunca te he dicho que no te quiera bajar las bragas, es más, me encantaría hacerlo, pero quiero que lo hagas tú cuando estés preparada.
María: Pues a esperar, porque ayer me vino la regla.
Yo: Tenemos todo el tiempo del mundo, y no quiero que estés celosa, no voy a hacer nada para darte celos de nada ni de nadie.
María: Perdóname Luis, sé que seré capaz de darte muchas cosas y hacerte feliz si me das un poquito de tiempo, todavía tengo de acabar de organizar mi cabeza, ha sido todo tan rápido.
Yo: Yo no quiero muchas cosas, lo quiero todo de ti, quiero vivir nuestro amor al límite, el día que me confirmes que me lo estás dando todo, te arrancaré las bragas y te follaré como no te han follado nunca.
Joder, ya se me había calentado la boca otra vez, se me escapó alguna cosa que me podía haber callado, ella me miraba fijamente a los ojos.
María: Sé que puedo dártelo todo, pero eso de vivir al límite me asusta un poco.
Yo: No te preocupes, todo caerá por su propio peso, tú misma verás que lo estás haciendo sin verlo venir, esas cosas pasan y no lo podemos parar si amamos de verdad.
María: Ya, pero es que hace tan poco tiempo que te conozco.
Yo: Vale ya, bésame y dejemos de hablar un rato coño.
Acabamos la noche acompañándola al coche como siempre.
Yo: ¿El sábado que viene ya no tendrás la regla no?
María: ¿Qué coño se te está pasando por la cabeza?
Yo: Que vamos a ir a la playa a tomar el sol y bañarnos.
María: Qué obsesión la tuya con la playa chaval, ya lo hablaremos entre semana.
Nos despedimos con un buen beso en los labios. Pasó la semana confirmando el día de playa, el viernes cenando en otro restaurante muy bonito.
María: ¿Cómo quedamos mañana?, tendremos que ir en un coche y del tuyo no me fio mucho, que igual nos deja “tiraos” por ahí.
Yo: Eee, un respeto al “abollao”, que no me ha dejado tirado nunca, además te llevaré en mi coche pero no será ese.
María: ¿Qué no será ese, tienes más coches?
Yo: Exactamente, te dije que este coche me lo compró mi padre para ir a la universidad, lo que no te he dicho es que cuando acabé las carreras me regaló otro.
María (riendo): Pijo de mierda.
Yo: Ya te dije que salir con un pijo tiene sus ventajas también.
María: ¿Y se puede saber que coche es?, y, ¿porqué no lo conduces nunca?
Yo: Algunas veces lo saco a pasear, para que no se estropeé en el garaje, por aquí no lo conduzco nunca porque me da vergüenza.
María: Hay Dios mío, que será peor que el “abollao”, eres un poco friki tú.
Yo: Mañana conduces hasta la rotonda nueva que hay en la entrada de mi pueblo, yo te espero allí, vamos hasta mi casa, si no te gusta mi coche vamos con el tuyo y listo.
María: ¿Y tus padres?
Yo: ¿Qué pasa con mis padres?
María: Que me daría mucha vergüenza conocerlos tan pronto.
Yo: No te preocupes, esta tarde se han ido a un balneario, no vuelven hasta el domingo por la noche.
María (riendo): Jodidos pijos.
Al día siguiente bajé caminando a buscar a María y subimos en su coche hasta mi casa.
María (cachondeándose): Bonita casa y buen barrio.
Yo: Que bruja llegas a ser, ven, dame tu opinión si podemos ir con esto o vamos con el tuyo.
Nos acercamos a la puerta del garaje y la abrí de golpe.
María: La madre que te parió que “descansá” se quedó, ¿cómo coño tienes tú un coche cómo este y no vacilas de él?
Yo: Porque soy un pijo sencillo cariño.
María: Un caradura es lo que eres tú amor, va, saca esa maravilla del garaje que se hace tarde.
Metimos en el capó de delante las bolsas de la playa, disfrutamos del camino conduciendo, hasta llegar a la puerta del parking del apartamento de mis padres en la playa, apreté el mando para abrir la puerta.
María: ¿Y este parking cariño?
Yo: No, como veníamos con este coche y casualmente aquí mis padres tienen un apartamento, pensé en coger las llaves, para guardar el coche y que no me lo rallen en la calle o algo.
María: Ya, casualmente.
Yo: “Sip”, casualmente.
María: Nene, eres muy golfo.
Fuimos a la playa, estiramos las toallas en la arena, María se metió las manos por debajo de un vestidito de playa que llevaba de colores, se quitó las bragas escondiéndolas en la mano dejándolas dentro de su bolsa, sacó la braga de un bikini a conjunto del vestido poniéndosela, se quitó el vestido, apareciendo un bikini con un sujetador sin tirantes y una braga pequeñita que dejaba ver toda la buena figura que tenía, yo me quedé con la boca abierta cayéndome la baba, los ojos de todos los tíos que habían en la playa se clavaron en ella, a alguno su pareja le hizo dejar de mirar con un “calvotazo” en medio de la cabeza. Yo hasta ese día solo había visto a María vestida de calle, en bikini pude contemplar exactamente las curvas de su cuerpo, que si en su momento me parecieron preciosas, en vivo y en directo alucinaba con lo que veía, hombros bien formados del gimnasio, tetas ni muy grandes ni muy pequeñas, abdominales prietos, cintura estrecha con buenas caderas y unas piernas largas preciosas, me quedé sin aliento.
María: ¿Vas a dejar de mirarme así?, me estoy sintiendo rara.
Yo: Rara, lo que se dice rara, te juro que no lo eres, pero tienes un cuerpo que no puedo dejar de mirarlo, lo siento.
María me sonrió con cariño con aquellos bonitos labios, mirándome con los ojos tan verdes dentro de su carita de muñeca que me la hubiera comido allí mismo, estuvimos un rato tomando el sol y una nube lo tapó, luego llegó otra y el día se puso feo, la gente comenzó a irse de la playa, nosotros nos quedamos los dos juntos, sentados uno enfrente del otro en una toalla, tapados para protegernos un poco del aire con la otra, nos besábamos y yo le pasé la mano por la espalda, le desabroché el sujetador del bikini dejando sus tetas a mi vista, besándola de nuevo y acariciándoselas le puse los pezones duros, ella se apretó más a mí, estuvimos mucho rato enganchados en un caliente beso.
Yo: María empieza a llover, vamos al apartamento que estaremos mejor, nos duchamos y nos vamos a comer algo.
María: ¿A ese apartamento, que “casualmente”, has traído las llaves te refieres?
Yo: Claro cariño.
María: Pues ya tardamos.
Subimos y ella se ofreció a ducharse primero, entró en la habitación de mis padres, que es donde estaba la ducha más grande y cómoda, al poco rato me llamó, entré y me la encontré al lado de la cama, con solo las bragas que había escondido en su bolsa en la playa, le miré a los ojos, ella muy despacio se agarró las bragas por los lados bajándolas lentamente, se las quitó por los pies, me las ofreció sujetándolas en una mano estirando el brazo, me acerqué paso a paso sin prisas, le cogí las bragas de la mano dejándolas encima de una silla, sin dejarla de la mano la miré de arriba abajo, sus labios tenían una sonrisa un poco nerviosa, su cuerpo era escultural y su coño muy rubio, me acerqué, la besé tiernamente y acercando mis labios a su oído.
Yo: María, ¿estás segura que es el momento?
Ella acercó los suyos al mío.
María: Me dijiste que cuando estuviera preparada me las bajaría yo sola, pues ya lo has visto, perdóname si no estoy muy entrenada en esto, hace demasiado tiempo que no lo hago.
En ese momento empezó a llover más fuerte, me desnudé despacio delante suyo, dejé preparado un condón en la mesita de noche y la besé con toda la ternura que pude en ese momento, nos metimos en la cama tapándonos con la sabana porque hacía un poco de fresco, nos acariciamos y besamos durante cuarenta minutos por lo menos, acercando cada vez más nuestros cuerpos, por mis dedos pude comprobar que tenía el coño totalmente mojado, me incorporé un poco, ella abrió las piernas mirándome con unos ojos de enamorada que me volvían loco, me puse en medio con mucha delicadeza, después de ponerme el condón lentamente fui acercando la punta de mi polla a la entrada de su vagina, cuando noté el contacto apreté un poco metiéndole la punta con facilidad, ella suspiró mirándome excitada, la metí un poco más y dio un pequeño grito…
Yo: Te hago daño mi amor.
María: Me estoy excitando muchísimo y no me haces nada de daño, sigue.
Continué metiéndola despacio pero sin parar hasta tocar fondo, con la ayuda de un movimiento de caderas de ella que me encantó, follamos durante mucho rato muy lentamente, acompasando los movimientos de uno con los del otro, mientras, nos íbamos destapando de la sabana por el calor de nuestros cuerpos, oyendo como la lluvia chocaba contra los cristales de la ventana, ella gemía y gritaba suavemente con una voz que me ponía a cien, haciendo que le acompañara con mis respiraciones profundas, hasta llegar a un orgasmo conjunto lento y largo mirándonos directamente a los ojos. Al acabar nos besamos brevemente como felicitándonos por el polvo, me quité el condón haciéndole un nudito y lo aparté discretamente, me estiré a su lado, ella se movió para ponerse de lado y dejar caer su cabeza en mi pecho.
María: Que bueno a sido, ahora entiendo muchas cosas.
No quise preguntarle por lo que ahora “entendía” por si acaso, el tema del “bajabragas” y tal.
María: Y además hemos conseguido llegar juntos, que pasada para ser la primera vez que lo hacemos.
Yo: Eso nos va a pasar siempre que queramos, te lo aseguro.
María: ¿Y eso?
Yo: Porque soy capaz de correrme cuando me da la gana.
María: Pero eso, ¿técnicamente es posible?
Yo: No sé si técnicamente pero yo lo hago.
María: Quieres decir que te aguantas sin sentir nada hasta que quieres explotar.
Yo: A ver cómo te lo explico finamente, yo siento mucho gusto en la polla y el cerebro cuando follamos, alguna vez casi he tenido un orgasmo sin correrme, pero puedo controlar cuando suelto la leche de mis huevos, desde luego cuando más gusto tengo es cuando me corro, y más si lo hago con una chica de la que estoy enamorado perdido.
María: Menos mal que me lo ibas a explicar finamente, cerdito, que eres un cerdito, me has impresionado con tú coche, me has traído hasta aquí engañada para luego decirme que este era el apartamento de tus padres, seguro que te has puesto de acuerdo con el demonio para que lloviera y poderme traer hasta aquí, lo tenías todo preparado para follarme hoy.
Yo: Es que los pijos, estamos todo el día maquinando como aprovecharnos de chicas inocentes como tú, y perdona, follarnos, que nos hemos follado el uno al otro, por cierto, ¿tienes hambre, quieres ir a comer algo?
María: Pijo cerdito, yo de aquí no me muevo ni a la fuerza, las ganas que tenía de estar así contigo.
Yo: Pues entonces mejor solo cenamos y guardamos la línea, ¿te gustaría que nos quedáramos todo el fin de semana?
María: Ves como eres un cerdito, y me lo dices así como el que no quiere la cosa, tendría que avisar a mis padres para que no se preocupen.
Yo: Tenemos teléfono.
María: No me he traído ni unas bragas para poder cambiarme.
Yo: Si quieres esta tarde te pueden traer todas las bragas que quieras, y de cualquier color.
María: ¿Puedes conseguir que me traigan bragas esta tarde mismo?
Yo: Veraneo aquí desde pequeño, gente del mismo grupillo de amigos que nos juntábamos tienen negocios, las bragas te las puedo conseguir, la comida y el vino también, más ventajas de los pijos como yo, pero no te van a hacer falta ningunas bragas porque no voy a dejar que te las pongas.
María (mirándome mordiéndose el labio): ¿Me estas amenazando con no dejar de follarme para que no necesite bragas?
Yo: Lo has pillado a la primera, te voy a secuestrar toda la tarde en la cama y vas a recuperar el tiempo perdido por mis cojones.
María (bajando la mano y acariciándome los huevos): ¿Por estos gordos que estoy tocando?
Yo: Si, por estos.
María: Pues ahora voy a ser yo quien te folle cerdito.
Se levantó y se sentó encima de mis muslos, cogiéndome la polla y acariciándola para que creciera a buen tamaño.
María: ¿Dónde guardas los condones mi amor?
Yo: En ese cajón tienen que haber.
Sacó un condón y con mucho cuidado me lo puso, me miró con cara de niña mala, levantó el culo para sentarse encima de mi polla metiéndosela en el chocho sin esfuerzo, echó la cabeza para atrás mirando al techo con un gemido de la primera impresión, yo dejé ir un “qué bueno”, seguimos con un ritmo lento acompasado de sus caderas y las mías, levanté las manos y le acaricié las tetas suavemente para erizarle los pezones, mientras ella aceleraba los movimientos y los gemidos, pasando a gritos que a mí me sonaban a música celestial, más rápido de lo que pensé se empezó a correr gritando y moviendo la cabeza cayendo sobre mi pecho respirando fuerte.
No le dejé tiempo a nada, la levanté con mis manos saliéndome de debajo de ella colocándola a cuatro patas, mientras me miraba con ojos curiosos, me puse detrás agarrándola por las caderas, se la metí de golpe en el chichi mojado follándola a muy buen ritmo, volviendo los gritos, bajando la boca para apretarla contra las sabanas y amortiguar el volumen, poniéndome a mí cada vez más cachondo, cuando me pareció que estaba a punto de correrse de nuevo, me mojé el dedo gordo de la mano con la boca y le metí la punta en el culo, levantó la cabeza de golpe de la cama pegando unos gritos corriéndose descontrolada, con unos movimientos de caderas que me provocaron la segunda corrida de la tarde vaciándome por completo.
María se dejó caer en la cama boca abajo, después de quitarme de nuevo el condón y dejarlo junto al otro, me estiré a su lado acariciándole la espalda.
María: Eres mucho más cerdito de lo que me esperaba cabrón.
Yo: ¿No te ha gustado?, si me lo pides no te lo volveré a hacer.
María: Eres un pijo “bajabragas” muy bueno.
Yo: Así, ¿no te ha gustado?
María: Como dejes de hacerme estas guarradas no te hablo en tu puta vida más, me pones a cien cerdito, no sé qué me pasa, es como si nos conociéramos de toda la vida, contigo me dejo ir y no tengo vergüenza de nada.
Empecé a darle besitos por el cuello, bajé a la espalda recorriéndola centímetro a centímetro mientras ella se relajaba, bajé hasta el culo y se lo abrí con las dos manos metiendo la lengua por la parte de arriba, bajé lamiendo hasta el ojete dejándoselo lleno de saliva, tensó el cuerpo de nuevo viendo que llegaban cosas nuevas. Le metí muy despacio un poco el dedo índice, seguí lamiendo en dirección a su chichi, levantó el culo para facilitarme la labor metiéndose el dedo un poco más adentro, dejó ir un gemido, me metí de lleno en el chocho todavía mojado pasándole la lengua hasta donde llegaba, levantó más el culo para dejármelo todo a disposición, lamía arriba y abajo desde el clítoris hasta el agujero del coño metiéndole la lengua dentro, sin parar de follarle el culo con el dedo hasta que se corrió de nuevo, con unos gritos ahogados por un trozo de cabecera que se había metido en la boca.
María: La madre que te parió, como esto sea igual siempre te voy a durar cuatro días.
Yo: Te voy a cuidar como no te ha cuidado nunca nadie, me dejaré la vida en hacerte feliz para que no te arrepientas nunca de estar conmigo.
María: Cerdito no me digas estas cosas que me dejas desarmada, a si no hay manera de cabrearse contigo.
Yo: No quiero que nos enfademos nunca más, ya he tenido bastante, a partir de ahora solo quiero hacerte reír y que seamos felices, quiero ser tu cerdito para siempre.
Se incorporó y me abrazó con una fuerza que pensaba que me rompía el espinazo.
María: No puede ser que seas tan perfecto, algo me ocultas, no me lo puedo creer, nunca he tenido suerte, ¿por qué ahora?
Yo: Algún día tenía de cambiarte la suerte cariño, yo soy como soy, no soy perfecto seguro pero le pongo toda la buena voluntad que puedo, con el tiempo ya me iras conociendo mejor, es cierto que a veces se me escapan cosas por la boca que no tendría que decir, por culpa de eso casi no llegamos ni a salir.
María: Por culpa de eso te hubiera matado el primer día que salimos, como puedo pasar del odio al amor en un momento, a veces no me entiendo ni yo.
Apoyé la espalda en el cabecero de la cama, ella volvió a dejar caer su cabeza y una mano sobre mi pecho, mientras con la otra me rodeaba la cintura, yo le pasaba un brazo por la espalda apretándola contra mí.
María: Me encanta estar en esta posición, me das tanta seguridad y paz.
Se quedó dormida un rato, mientras pensaba en la suerte que tenía de haberla conocido, era el tipo de chica que siempre había soñado, guapísima, rubia con ojos verdes, un tipo descomunal, simpática y encima le encantaba follar, se le notaba que disfrutaba de cada momento sin tabús, pensaba erróneamente que este tipo de chicas tan guapas se fijaban más en ellas que en los demás, con ella no era así, la dulzura que desprendía como si no hubiera roto un plato en su vida, me daba una tranquilidad bestial. En la cama era todo lo contrario, me ponía las revoluciones por las nubes, tenía que controlarme para no perder la compostura, era seguramente la única mujer que podría conseguir que me corriera sin yo quererlo. Se despertó mirándome a los ojos.
María: ¿No has dormido mi amor?
Yo: Prefiero contemplarte, cuidar de tu sueño para que duermas tranquila y estar atento por si alguien nos ataca para defenderte.
María: Tú, estas frases te las estudias o es que lees muchos libros de amor, si no fuera por el recochineo como las dices saldría corriendo.
Reímos a carcajadas, ella empezó a mover la mano que tenía sobre mi pecho acariciándome los pectorales.
María: Me encanta esta parte de tu cuerpo, ¿vas mucho al gimnasio?
Yo: Desde que te conozco, me levanto a las cinco y media de la mañana para estar a las seis corriendo o en bicicleta, dos días a la semana me levanto más tarde para llegar al gimnasio a las siete, me hago unas rutinas que me enseñó Jon, un compañero vasco de la universidad que estaba como un cruasán, y esos días llego un poco más tarde a la fábrica pero como soy muy buen pijo puedo hacerlo.
María: Eres un pijo cerdito, yo como hago jornada intensiva voy cuando acabo a las dos y media, me encantan las clases dirigidas, una buena sudada y el relax de la ducha.
Su mano estaban en los abdominales apretando para comprobar si estaban fuertes, metió el dedo en el ombligo, al sacarlo hizo el ruido con la boca como si sacara el tapón de una botella a presión, volvimos a reír los dos a la vez, siguió bajando la mano hasta ponerla en medio de mis muslos apretándolos también, subió y me cogió los huevos con toda la mano, como pesándolos apretándolos suavemente, bajó un dedo y me acarició el agujero del culo dándole vueltas alrededor. Yo estaba respirando más aceleradamente.
María: ¿Te gustaría que te metiera el dedo en el culo cerdito?
Yo: Puedes hacer con mi cuerpo lo que te salga del mismísimo potorro cariño.
María: ¿Lo que quiera?
Yo: Confío plenamente en ti.
Me miró a los ojos y se metió el dedo en la boca sensualmente para mojárselo, el cipote reaccionó y empezó a crecer a marchas forzadas, llevó de nuevo el dedo al culo y me lo pasó varias veces por el ojete, pero no conseguía lubricarlo suficiente. Abrí el cajón de los condones, saqué un bote de vaselina que mi padre tenía siempre a mano, prefiero no pararme a pensar para qué, María lo miró sin saber muy bien que era, le cogí el dedo y lo metí en el bote sacándolo todo pringado, entonces entendió perfectamente que era volviendo a buscar el agujero, con mucha más suavidad esta vez sí consiguió meterlo un poco sin dejar de mirar mí cara, yo cambié el ritmo de respiración acelerándolo más, me cogió con la otra mano la polla, empezó a hacerme una paja lentamente, a la vez movía su dedo por mi culo como Pedro por su casa, me miró a los ojos y fue bajando la boca hasta tenerla cerca de la punta de mi picha.
María: Te vas a correr por mis ovarios cerdito.
Se metió la polla hasta la garganta, sacándola toda llena de saliva que le resbalaba entre los dedos de la mano, me miraba levantando la vista para ver mis reacciones, que no eran otras que abrir los ojos y sentir un tremendo placer, que me recorría la espalda y llegaba hasta mi cerebro intentando desequilibrar el recipiente de las emociones, volvió a metérsela y sacarla varias veces mientras me follaba lentamente el culo con el dedo, se entretuvo en la punta sacando la lengua lamiendo mientras me volvía a pajear, pasó la lengua por un lado, después por el otro, volvió a la punta, se la metió de nuevo succionando con fuerza haciendo que mi cuerpo reaccionara poniéndose tenso de los pies a la cabeza, fue aumentando el ritmo de la succión y de la paja poniendo los ojos en blanco, consiguiendo que yo me hartara del control, pegándole una patada al puto recipiente de las emociones que lo envié a tomar por culo, me corrí como un animal salvaje, mirando como ella se tragaba todo el semen que podía metiéndosela más profundamente, moviéndola arriba y abajo cayendo el semen sobrante por los lados de su boca, provocando que yo todavía me corriera más gritando sin parar. Al acabar me sacó el dedo del culo, levantó la cabeza con la boca toda mojada mirándome con signos de victoria en sus ojos, me incorporé cogiéndola por la cintura levantándola y colocándola encima de mí, nos morreamos con una pasión desenfrenada saboreando mi propio semen, sus labios y su lengua, ella estaba de nuevo excitadísima, la puse a mi lado le agarré una mano y se la puse encima del chichi.
Yo: Quiero ver cómo te haces una paja, como te corres pensando en mí, con mi semen en tu boca.
Me miró a los ojos dudando un momento.
María: Arrodíllate en la cama.
Me arrodillé a su lado y me cogió de nuevo la polla toda llena de semen, se la volvió a meter en la boca saboreándola a la vez que empezó a jugar con sus dedos en su coño, frotaba, daba círculos con los dedos, se apretaba el clítoris, cada vez jadeaba más fuerte, se metía más adentro mi polla, fue acelerando las acciones haciendo chasquear el chichi con la humedad, hasta llegar a otro orgasmo ahogado por mi ciruelo en su boca.
María: Cerdito, ahora sí que no puedo más, creo que hoy he hecho más guarradas juntas que en toda mi vida, necesito ducharme y comer algo.
Yo: Me parece un plan estupendo, prefieres que nos traigan algo, o te cocino yo, seguro que alguna pasta a la carbonara te puedo hacer, y mi padre siempre tiene alguna botella de buen vino por aquí.
María: ¡Hostia puta!, no me puedo creer que encima cocines, pero los buenos pijos, ¿no tienen en casa servicio que les hacen esas cosas?
Yo: Claro, en casa trabaja Rosa, se cuida durante la semana de cocinar, limpiar y tenerlo todo a punto, el fin de semana libra y cocina mi madre, yo aprendí en la universidad a hacer algunas cosillas, ¿qué prefieres hacer?
María: Cerdito, que me hagas tú una cena no me lo perdería por nada del mundo.
Nos duchamos enjabonándonos uno al otro sin dejar de besarnos, una vez secos le dejé a María una camiseta mía que tenía en mi armario, le servía de vestido de lo grande que le venía, se la puso sin bragas, yo me vestí con un bañador y fuimos los dos a la cocina, mientras yo hacía la cena ella puso la mesa, abrió el vino y sirvió un par de copas. Una vez sentados en la mesa María lió con el tenedor unos espaguetis, se los metió en la boca masticando y mirándome para dar el veredicto.
María: Joder que buenos están, ¿Y sabes hacer más cosas?
Yo: Si, se hacer unas cuantas cosas más, pero tendrás que descubrirlas poco a poco, si me dejas te quedarás sin probarlas, tú misma.
María: Tendría que estar gilipollas, para dejar un novio que me hace lo que me hace y encima me cocina, no tendrás esa suerte cerdito.
Yo: ¿Un novio?
María: Porque me sale del papo te acabo de nombrar oficialmente mi novio, si tu quieres claro, yo no te voy a forzar.
Yo: No sabes las ganas que tenía que dieras un paso adelante, me encantan las cosas que te salen del papo cariño.
María: Que cerdito eres mi amor, ¿seguro que serás capaz de comprometerte de una vez con alguien?, si no quieres, seguimos así y ya veremos donde llegamos.
Yo: Quiero comprometerme contigo toda la vida mi amor, no me interesa nadie más que no seas tú, si tú quieres te presento a mis padres mañana mismo.
María: Tampoco hace falta tener tanta prisa, ya iremos dando un paso detrás de otro con tranquilidad.
Yo: Me parece perfecto, vamos a disfrutar de la cena.
Levanté la copa de vino para brindar con ella, cenamos y tomamos un gin tonic antes de ir a dormir, al despertarme ella todavía dormía de lado mirando hacía mi, su cuerpo muy enganchado al mío y con su mano alrededor de mi cintura, estuve observando mucho rato su carita de ángel dormido. Hasta que levanté la sabana para verla desnuda, le recorrí el cuerpo con la mirada sin perderme detalle, de la cabeza a los pies, al volver a mirarle la cara ella me estaba mirando con los ojos medio cerrados por el sueño y las cejas levantadas.
María: Además de un pijo cerdo, ¿también eres un voyeur?
Yo no dije nada y desaparecí entre las sabanas para besarle los muslos, las ingles y comerle el coño hasta hacer que se corriera de buena mañana.
María: ¿De esta manera me vas a dar los buenos días cada vez que durmamos juntos?
Yo: Cada vez, y de esta otra también, buenos días amor.
Le besé cariñosamente los labios, ella rodeó mi cuello con sus brazos y estiró todo el cuerpo desperezándose.
María: ¿Qué quieres hacer hoy cariño?
Yo: Lo que a ti te apetezca.
María: ¿Lo que a mí me apetezca?, pues creo que lo tengo bastante claro.
Yo: Pues dímelo, preparo algo para desayunar y nos ponemos en marcha.
María: Como no tengo nada de ganas de ponerme las bragas, quiero que nos quedemos todo el día en la cama, ya sabes que tengo mucho que recuperar.
Preparé el desayuno y lo llevé en una bandeja a la habitación, desayunamos encima de la cama y pasamos el día sin ver el sol, estudiando y descubriendo nuestros cuerpos por todos los rincones.