La vida en un soplo (Cap. II - 7ª parte)

Cap. II - La universidad, 7ª parte de 11

A principios de junio lo cierto es que los dos éramos conscientes de que cada día quedaba menos tiempo para separarnos, estuvimos un tiempo que no nos vimos mucho por culpa de los exámenes, por suerte nos fueron muy bien y aprobamos todas las asignaturas. Más tarde, acabados los exámenes ya no teníamos mucho que hacer por la universidad, pero nosotros seguíamos viéndonos cada día como queriendo apurar hasta el último segundo para estar juntos, un día al llegar a su apartamento.

Sara: Oye, ¿tienes neopreno?

Yo: ¿Qué si tengo que?, ¿quieres que vayamos a bucear?

Sara: No, para nadar juntos en un lago con el agua muy fría.

Yo: Y ¿eso?

Sara: Pues, que le he pedido a un familiar poder ir a una cabaña que tienen en el extranjero, al lado de un lago para pasar contigo una semana y poder despedirnos.

A mí se me hizo un nudo en la garganta, porque me daba cuenta que aquella aventura estaba tocando su final.

Yo: Me parece una idea genial, ¿y como lo haremos?

Sara: La cabaña ya la tenemos, ahora convenceré a mi padre para que nos deje el todoterreno para viajar cómodos hasta allí.

Yo: ¿Y tu padre te va a dejar su coche?

Sara: Tiene más de uno, además tengo a mi madre de mi parte, creo que se enamoró de ti cuando te vio en pelotas.

Yo: Pues ya me dirás algo.

Total, que quedamos para salir el domingo desde su apartamento y volver el domingo siguiente, yo hablé con mis padres para explicarles el plan sin ningún problema por su parte, les expliqué a mis amigos Jon y Pepito que no me buscaran la siguiente semana para que no se preocuparan. Sara se fue a casa de sus padres el viernes, yo me quedé en el apartamento haciendo lavadoras para llevarme la ropa limpia para toda la semana, hacer la maleta y dejar todo preparado para el viaje, el sábado por la noche me llamó Sara.

Sara: ¿Ya lo tienes todo preparado?

Yo: Claro, ya estoy listo para cuando quieras.

Sara: Espero que esta noche descanses, no gastes energías tú solo o en compañía de alguna que te hayas buscado.

Yo: Sara, ¿qué me dices?

Sara: Que te vengas para el apartamento, que ya estoy aquí tonto, mañana saldremos pronto y mejor que pasemos la noche juntos.

No había colgado Sara el teléfono, que yo ya estaba llamando a su puerta con la maleta en la mano, cenamos y nos fuimos a dormir para levantarnos temprano el día siguiente, a las cuatro de la mañana ya estábamos bajando en el ascensor al parking, Sara se paró delante de un todo terreno enorme, sacó unas llaves del bolsillo y abrió el maletero para meter las maletas, después me tiró a mí las llaves.

Sara: Toma, conduce tú.

Yo: Pero esto es enorme, yo estoy acostumbrado a llevar una mierda de coche “abollao”, y además es automático.

Sara: No seas cagón, en unos cuantos kilómetros ya te habrás hecho con él, venga tira.

Salimos del parking sin destrozar ninguna columna, fuimos a buscar la autopista para pasar nuestra semana de vacaciones, Sara estaba en silencio abrazada a mi brazo derecho y con la cabeza apoyada en el hombro pensativa.

Yo: ¿Hacemos un trato?

Sara: Que tipo de trato.

Yo: Vamos a vivir cada segundo de este viaje como si fuera el último de nuestras vidas, con toda la intensidad que podamos, vamos a crear un mundo para nosotros, nuestro mundo durante esta semana de vacaciones sin dejar que entre nadie más, cuando se acabe la semana ya volveremos al mundo real.

Sara me escuchó atentamente.

Sara: Tienes razón Luis, vamos a hacer que sea algo especial que recordemos toda nuestra vida.

Rápidamente cambiamos la actitud y Sara me contó que la cabaña era de su tío, que no iba casi nunca, que se la pidió con la excusa de que era muy especial para ella aquella semana, por hacer que ella estuviera contenta no puso ningún reparo en dejársela, que el coche de su padre ya le costó más conseguirlo, fue gracias a su madre que sabiendo que íbamos a ir juntos, amenazó a su padre que si no se lo dejaba se marchaba de casa. Con dos cojones.

A las cuatro horas paramos en un área de servicio de la autopista a comer y beber algo, continuamos camino y Sara seguía cogida a mí brazo, como si no quisiera perder contacto con mi cuerpo en ningún momento. Noté algo en el muslo, al bajar la cabeza me encontré con la mano de Sara, iba subiendo en dirección a mi paquete, la miré y ella me contestó la mirada como diciendo, “es lo que hay”, sonreí y Sara llegó a su destino bajándome la cremallera, metió la mano dentro, buscó el hueco por encima de los calzoncillos y me agarró la polla con toda la mano sacándomela. La situación me estaba poniendo cachondo, empezó una paja lenta para que fuera creciendo, cuando le pareció que ya tenía un tamaño adecuado se desabrochó el cinturón de seguridad, se inclinó metiendo la cabeza por debajo de mi brazo derecho llegando hasta mi cipote, se lo metió en la boca y empezó una mamada, yo la tenía que me iba a estallar, entonces, un cartel en la autopista avisaba de que en tres kilómetros nos encontraríamos un área de descanso, reaccionando mi pie derecho apretando hasta el fondo el acelerador.

Sara (sacándosela un momento de la boca): ¿Por qué corres tanto?

Yo: No pares cariño, ahora lo verás.

Entre a toda hostia al área, no había nadie y busqué con la vista un lugar para aparcar lo más intimo posible, paré el coche, me desabroché el cinturón mientras Sara se incorporaba para ver donde estábamos, me lancé sobre sus labios para besarlos, para entrelazar las lenguas en un sinfín de vueltas, adelantamos los asientos todo lo que pudimos, levanté a Sara para que pasara a la parte de atrás, yo la seguí, la estiré en el asiento, le levanté una falda larga que llevaba puesta, metí la cabeza entre sus piernas besándole las piernas, por encima de unas medias de lana fina hasta medio muslo, llegué hasta sus bragas apartándoselas, le comí el chichi con decisión y alegría hasta oírla gemir de placer.

La incorporé apoyándole la espalda en el respaldo del asiento, le bajé las bragas dejándolas colgando de uno de sus tobillos, le apoyé una pierna en cada asiento delantero dejándola en una posición parecida a la de un paritorio, ella adelantó las caderas y abrió más las piernas para dejarme una posición de follada perfecta, me cogí la polla y se la metí hasta el fondo dando un grito los dos a la vez, me la follé con movimientos rápidos, violentos diría yo, todo era pura pasión por aquella mujer que me acompañaba, cada vez que se la metía ella hacía un movimiento de caderas erótico y sensual que me permitía una penetración muy profunda, en un momento llegamos a un fuerte orgasmo a gritos corriéndome dentro de ella, abrazados uno al otro mirándonos a los ojos nos besamos una vez más.

Nos limpiamos con unos pañuelos de papel que Sara llevaba en el bolso y reemprendimos el viaje, no sabía lo que me pasaba, cada vez que follaba con ella sentía más pasión, esa chica me tenía loco, me excitaba con solo mirarle a los ojos, con solo tocarle una mano o con ver su silueta mientras caminaba, gilipollas de mí, no sabía en aquellos momentos que lo que sentía era simplemente amor, estaba perdidamente enamorado de aquella mujer y yo no lo entendía, menudo capullo.

En unas pocas horas más llegamos a nuestro destino, paré el coche delante de una verja de hierro, Sara sacó un mando a distancia del bolso y apretó para que la puerta se abriera, seguimos conduciendo por un camino asfaltado que luego se convirtió en uno de tierra, estaba muy bien cuidado y al girar un recodo apareció un lago bastante grande con una…

Yo: Me cago en mi puta vida, a eso le llamáis vosotros una cabaña, joder, si he visto hoteles mucho más pequeños.

Sara (riendo): Ya, es que mi tío esta forrado, de hecho le pedí que les diera una semana de vacaciones al matrimonio que le cuidan la casa para poder estar solos.

Yo: Pues que suerte tienes de pertenecer a una familia así.

Sara: No creas, de hecho me quiero ir a Estados Unidos precisamente para no estar cerca de ellos.

Me pareció una confesión muy íntima y no le pregunté, si ella quería hablar de su familia ya lo haría en algún momento.

La semana en el lago pasaba nadando por la mañana, el resto del día dedicado a nuestro mundo íntimo, follábamos como desesperados a todas horas, en todos los lugares de la casa, en la ducha, en la cocina, delante del fuego, en la cama, en la bañera, en el comedor encima de una silla, en los sillones, en las escaleras, cualquier lugar era bueno para dejar ir nuestra pasión.

El viernes por la noche estaba en la habitación, iluminada por el fuego encendido en la chimenea esperando a Sara que saliera del cuarto de baño, miraba por un ventanal con vistas al lago que reflejaba la luna, que sitio más idílico y que buena semana habíamos pasado, salió Sara del cuarto de baño desnuda, se colocó delante del ventanal con las manos apoyadas en el cristal, yo me acerqué por detrás abrazándola por la cintura apoyando mi cabeza contra la suya besándole el cabello, ella llevó una mano hacía atrás y me acarició la polla pajeándola para que creciera, no decíamos nada ninguno de los dos, cuando ya la tenía preparada ella misma dirigió la punta directamente al agujero de su culo…

Yo: Cariño, ¿estás segura?, no me hace falta.

Sara: Ya sé que nunca me lo has pedido, pero quiero sentir tu cuerpo chocar contra el mío, quiero notar tu polla dentro de mí por todos lados.

Tiró hacia atrás su culo notando como lo tenía lubricado, supongo que en el cuarto de baño debió ponerse vaselina y algún dedo dentro para dilatarlo, ella apretó y se metió el capullo, se le escapó un gritito de dolor…

Yo: De verdad, si ves que te duele lo puedes dejar en cualquier momento.

Me miró a los ojos y lo que entendí fue, “Me la voy a meter por mis cojones y esto lo acabamos si o si”, respiró profundo, sacó el culo y se penetró un poco más, ella ya había sacado el culo todo lo que podía con sus caderas, ahora si había que hacerlo tendría que empujar yo, pasé una mano hacía delante, le toqué con dos dedos abiertos por los labios mayores del coño, pasando a los menores consiguiendo que se mojara arrancándole un gemido, aproveché para meterle un trozo más de nabo, ella gritó y lo acompañó con un, “más, más, la quiero toda”, ya sin dudar de un golpecito la acabé de meter chocando mi pubis contra su culo, ella gritó fuerte medio de dolor medio de placer, yo apretaba más contra su culo para sentirlo bien en mi piel, habló excitada, “fóllame cariño, fóllame cada vez más fuerte”, poco a poco fui saliendo y entrando, ella cada vez gritaba más, yo cada vez me ponía más cachondo, sacándola más afuera y metiéndola más adentro, hasta notar que la dilatación ya era total y que los gritos de Sara eran más de placer que de dolor, entonces empecé el ataque final golpeando cada vez mas fuerte contra su culo, la cara de excitación que le podía ver reflejada en el cristal era tremenda, llevó su mano hacía atrás apoyándola en mi cadera y me marcó un ritmo todavía más fuerte, adelanté un pie y atrasé otro para poder coger más inercia, acabé follándole el culo todo lo rápido que podía moverme, hasta corrernos a la vez dejándole todo el semen dentro, se la saqué despacio mientras ella tapaba el agujerito del culo para que no callera líquido al suelo, nos fuimos a duchar. Ya en la cama antes de dormir…

Yo: No hacía falta hacer esto.

Sara: Si, sí que me hacía falta a mí, necesitaba sentir tú cuerpo chocar contra el mío, necesitaba estar muy pegada a ti para sentirte más mío que nunca.

Nos besamos amorosamente y nos dimos las buenas noches.

El sábado pasó, por la noche en la cena las caras ya no eran las mismas, sabíamos que el día siguiente tendríamos de volver…

Sara: Y si llamo a mi tío par quedarnos algún día más, ¿Qué te parece?

Yo: ¿Crees que podríamos aprovechar algún día más?

Sara: Por lo menos dos, el martes si que tendría que estar de vuelta.

Llamó a su tío que le confirmó que no había problema, que él mismo se cuidaría de avisar al matrimonio para que no se presentara antes de tiempo, luego llamamos a nuestras casas para avisarlos y que no se preocuparan, cuando colgamos el teléfono nos volvió a cambiar la cara, teníamos dos días más para estar en nuestro mundo perfecto sin nadie en unos cuantos kilómetros alrededor. Pero en el fondo teníamos claro que se estaba acabando nuestra aventura juntos, era cuestión de horas.

El martes salíamos de vuelta a casa y todo empezaba a precipitarse, todo el camino Sara cogida a mi brazo pidiéndome que fuera más despacio, como intentando que no llegáramos nunca, los últimos kilómetros las caras ya eran un poema, llegamos a la calle del apartamento de Sara y aparqué detrás de mi coche, nos quitamos los cinturones y nos quedamos mirando para delante sin decir nada, yo me giré y la besé, estuvimos como media hora besándonos, saboreándonos las lenguas, notando nuestros alientos como queriendo que algo de uno se quedara en el otro para siempre.

Pero todo llega y no nos podíamos demorar más, saqué mi maleta del maletero del todo terreno y la metí en mi coche, le devolví las llaves a Sara que estaba a punto de arrancar a llorar, nos abrazamos un buen rato con los cuerpos muy juntos, al fin nos separamos y lentamente cada uno se dirigió a su coche dando por hecho que esto era el final, arranqué y salí de allí mirando por el retrovisor a Sara que se llevaba la mano a la boca tapándosela, provocando inmediatamente un torrente de lagrimas que me salían de los ojos que me ahogaban, lloraba por Sara, por no haber sido capaz de expresarle todo lo que sentía por ella en su cara, por la impotencia de no poder pedirle que renunciara a sus sueños por mí, si ella lo hubiera hecho yo me arrepentiría toda mi vida, no podía pedirle eso, y la impotencia de no poder defraudar a mis padres, ellos lo daban todo por mí y yo debía cumplir con mi compromiso de llevar la fábrica adelante, lloraba por un dolor inmenso que me salía de muy adentro, lloré y lloré mucho.