La vida en un soplo (Cap. II - 5ª parte)
Cap. II - La universidad, 5ª parte de 11
Cuando llegué a casa de vuelta, mis padres estaban interesados en saber que chica había conseguido que yo liara todo lo que lie para pasar un fin de año a solas con ella, la respuesta fue que era una chica extraordinaria que por desgracia no les podía presentar, primero porque vivía lejos, segundo porque ya teníamos acordado que nuestra relación era totalmente liberal, que no tenía más futuro que al acabar aquel curso, mi madre que es más larga que la madre que la parió me preguntó si estaba enamorado, yo respondí con cara de circunstancia que no me lo podía permitir con aquella situación, mi padre se quedó pensativo, poco después nos quedamos solos, mi padre me preguntó.
Mi padre: ¿Con eso de “liberal”, quieres decir que folláis todo lo que os da la gana sin ningún compromiso?
Yo: Papá, lo has explicado perfectamente.
Mi padre: Joder que suerte tenéis los jóvenes de hoy en día, a tu madre no le cuentes estas cosas eh.
A finales de enero un domingo que estaba en casa solo, mis padres se fueron por la mañana de viaje por negocios, decidí volver a la universidad pronto porque en casa me aburría, a mitad de camino se me ocurrió parar en una gasolinera y llamar a Sara a ver sí tenía suerte y estaba en su apartamento.
Yo: Hola Sara, no pensaba encontrarte en casa.
Sara: ¿A no?, entonces por qué coño me llamas.
Yo: Mujer, por confirmar que no estabas, la sorpresa ha sido que cogieras el teléfono, ¿te va bien si paso a verte?, es que ya estoy de camino y llegaré pronto, ¿si no te va mal claro?
Se hizo un corto silencio.
Sara: Vale, te dejaré entrar si me traes una rosa roja.
Yo: No me jodas, que es domingo por la tarde, donde coño voy a encontrar una rosa a estas horas.
Sara: Pues te espabilas como puedas, si quieres tener una de tus mejores tardes, tú mismo, el que algo quiere algo le cuesta.
Y colgó la hija de puta vengativa, que puedo hacer pensé, dándole vueltas a la cabeza me acordé de que los padres de Irene en su negocio trabajaban con jardineros, sin pensarlo más llamé a casa de Irene y descolgó su padre.
Yo: Hola José soy Luis.
José: Irene no está, está pasando el día en casa de José María.
Yo: No, no, quería hablar contigo, mira tengo un compromiso y me gustaría encontrar rosas, pero sé que no es el tiempo, tú sabes adonde podría encontrar.
José: Hombre un domingo por la tarde no creo que las encuentres.
Yo: Ya lo sé, me refiero para comprarlas mañana, (le dije disimulando), ahora estoy en la gasolinera que hay en la carretera de “tal” después del pueblo “cual”.
José: Mira, mañana si estás por la zona unos dos kilómetros más adelante de esa gasolinera hay un desvío a la derecha hacía el pueblo “tal”, tres kilómetros después encontrarás a la izquierda unos invernaderos bastante grandes, allí tienen tienda de jardinería y las mejores rosas de invernadero que podrás encontrar por la zona.
Yo: Muchas gracias José, saludos a la familia.
De puta madre, ya sabía mi destino, recorrí el trayecto en coche sin ningún problema, me desvié por un camino de tierra estrecho junto a la valla del invernadero, paré cerca de lo que parecía la tienda que José se refería, como había visto muchas películas policiacas, me puse unos guantes de piel que siempre llevaba en invierno para no dejar huellas, salí del coche y observé que al otro lado de la valla habían unos maceteros apilados, pensé que para saltarla al volver me vendrían bien, el problema es que no sabía cómo saltarla desde fuera, acabé sacando la maleta del coche y subiéndome encima de canto pude llegar arriba de la valla para con un poco de fuerza poder saltarla.
Una vez dentro me acerqué cautelosamente hasta la entrada de una caseta grande de madera, delante de la ventana había un carro que aparté un poco para mirar dentro, había una especie de recepción, justo encima, dentro de un recipiente tipo jarrón pequeño, se veía una rosa roja muy bien envuelta en papel de regalo, que puta suerte tengo pensé, la ventana de madera era muy fina y de un golpecito la ventana cedió y la pude abrir, metí la cabeza y con las manos me fui empujando para llegar a apoyarlas en el suelo y dejarme caer, cogí la rosa con jarrón y todo.
Cuando me disponía a salir me pareció oír un gruñido, me giré y en la oscuridad pude ver claramente los dientes de un perro enorme “cabreao”, salí de un salto por la ventana pegándome un hostión en el suelo, a la vez veía como el perro volaba por encima de mí, caía encima del carro que un momento antes había apartado, provocando que él carro saliera hacia delante hasta encontrar una piedra, desequilibrase y salir el perro dando tumbos a un lado, cosa que aproveché para salir cagando hostias, creo que conseguí algún record de velocidad, cuando estaba a punto de llegar a la valla lancé por encima el jarrón con la rosa, de un salto apoyándome en los maceteros la salté pegándome un talegazo de puta madre, al aterrizar me destrocé la chaqueta y los vaqueros haciéndome una pequeña herida en la rodilla, me levanté rápido porque el cabrón del perrazo estaba ladrando como una bestia, a un metro de mí detrás de la valla, y al ir a recoger la rosa, sorpresa, el jarrón fue a parar justo en el parabrisas del coche, abriendo una raja que llegaba de la mitad hasta abajo junto a los limpias, el jarroncito quedó destrozado pero la rosa estaba intacta que era lo más importante.
Metí la maleta de nuevo al maletero, tiré marcha atrás estando a punto de salirme un par de veces del camino, por los nervios hasta volver a coger la carretera, voy a matar a Sara por esto pensé, mientras deshacía los kilómetros para volver al cruce asustado, más sorpresas, al llegar al cruce me paró un control de la guardia civil, abrí la ventanilla y se acercó un agente.
Agente: Buenas noches caballero.
Yo: Buenas noches agente.
Agente: Supongo que ha visto que lleva este cristal bastante mal, es peligroso circular de esta manera.
Yo: Si señor, hace un momento me cruce con un camión y creo que una piedra me resquebrajo el parabrisas, ahora voy a la universidad “tal”, pero le juro que mañana lo llevo a arreglar sin falta.
Agente: Bueno hombre tranquilo, es que lleva usted una cara de susto tremenda.
Yo: Si bueno, es que me he asustado con lo del cristal.
Agente: Circule despacio y llegará sin problemas a la universidad, y sobre todo arréglelo antes de que se rompa del todo.
Yo: Buen servicio agente y gracias.
Me saludó con la mano en la frente, yo salí despacio de allí, pensando que sí ese hombre supiera el motivo de mi cara de susto me habría metido en el cuartelillo fijo. Por fin llegué a la entrada del apartamento de Sara, llamé al timbre, me abrió la puerta de abajo subí en el ascensor y otra vez llamé porque la puerta estaba cerrada, ya podía esperar con la puerta abierta pensé, vi como la mirilla se abría y me escondí la rosa detrás.
Sara: ¿Traes la rosa roja?
Yo: Es que es domingo y está todo cerrado no podrías hacer una excep….
Sara: Buenas noches, hasta mañana si la consigues.
Que cabrona que es esta tía y como me pone de cachondo pensé, llamé de nuevo al timbre, cuando se abrió la mirilla me puse delante de la cara la rosa, Sara abrió la puerta con un sonrisa de oreja a oreja y me cogió la rosa de la mano.
Sara: Ya sabía yo que te buscarías la vida.
Entonces me miró con más detalle.
Sara: Pero, ¿qué coño has hecho para acabar así?, si parece que vienes de una guerra.
Entré a su apartamento con una manga del abrigo casi descolgada, un agujero en los pantalones y una herida sangrando un poco en la rodilla.
Sara: Anda quítate la chaqueta y siéntate, voy a buscar el botiquín para curarte.
Me quité la chaqueta y los pantalones para sentarme en el sofá, Sara llegó y de forma muy profesional me limpió y desinfectó la herida, colocada delante de mí vestida con una camiseta larga a medio muslo, al acabar dejó el algodón encima de una mesita, me miró a los ojos con cara de picara, separó las piernas dándome un besito encima de la herida dejándome a la vista unas bonitas bragas blancas, estiró de mis calzoncillos para quitármelos, se levantó y se arrodilló junto a mí, se subió la camiseta hasta la cintura para que pudiera seguir viéndole las bragas, colocó una rodilla entre medio de mis piernas separadas, se sentó encima de mi muslo derecho atacando mis labios con los suyos liándonos con un beso eterno, mientras nos acariciábamos todo el cuerpo, cuando separamos los labios ella se mojó la mano con saliva, me agarró la polla empezando una paja lenta y profunda desde mis huevos hasta la punta, como se le secaba la mano de un cajón sacó un tubo de vaselina lubricándosela, volvía a recorrer toda la polla con sus caricias a dos manos, yo mientras tanto le metía la mano por dentro de las bragas por el culo, ella se levantó un poco y pude llegar a su coño que ya estaba completamente mojado, frotándolo un poco con dos dedos desde el clítoris hasta el culo lubricándolo todo, empezamos a jadear a dúo cuando le metí un poco el dedo dentro del chocho.
Bajó una mano cogiéndome y apretándome con suavidad los huevos, mientras con la otra seguía con aquella paja que me estaba volviendo loco, bajó un poco más la mano que acariciaban mis huevos buscando con un dedo el agujero de mi culo, metió la punta a la vez que yo, desplazaba el dedo pulgar de la mano que ya tenía un dedo en el coño para metérselo un poco por su culo, ella lo entraba un poco más y yo le seguía metiendo el mío, llegó un momento de excitación máxima en que ella me hacía una paja a un ritmo bestial, mientras movía el dedo totalmente dentro de mi culo y yo la pajeaba-follaba a ella, con dos dedos dentro del coño y otro hasta el fondo de su culo, como siempre nos miramos a los ojos, supimos que era el momento de dejarse ir aumentando los gritos, llegamos a una corrida conjunta bestial que hizo que mi semen saliera disparado para arriba, como todo lo que sube baja acabó por caer encima de los dos mojándonos por todas partes, me quedó un chorro encima de los labios, Sara se prestó rápidamente a limpiarme con los suyos dándonos un morreo de semen y saliva, mientras yo le acariciaba el pelo encontrándome con trozos pegajosos enganchados, finalmente fuimos a ducharnos juntos y al volver al salón descubrimos en el techo una especié de moco blanco que parecía una estalactita.
Sara: No me jodas que has llegado hasta el techo.
Yo: Si tú supieras a donde he llegado a correrme no te extrañaría.
Se descojonaba de risa y yo recordaba la vez que me corrí a distancia sobre la mesa del despacho del padre de la primera novieta que tuve, Sara intentó limpiarlo pero quedó una mancha en él techo. Cenamos, dormimos y el día siguiente lo empezamos con una corrida de puta madre a primera hora de la mañana, para no romper la tradición cuando pasábamos la noche juntos.
Me marché de casa de Sara temprano vestido con la ropa rota y sucia, fui a la mía a cambiarme antes de ir a clase, al llegar salieron mis vecinos, al verme de aquella guisa alucinaron.
Jon: Joder, joder, joder.
Pepito: La madre de Dios Luis, como no dejes de ver a esa loba en cuatro días te lleva al cementerio tío.
Yo: No os preocupéis que no es culpa de Sara, por lo menos directamente, ya os contaré la historia esta tarde con pelos y señales.
Jon: Es que como sigas así no sé si vas a llegar a esta tarde macho.
Yo: Por cierto al salir si veis algo raro en el parabrisas de mi coche tampoco extrañaros.
Los dos a la vez: Tío estás fatal.
Por la tarde después de clase fuimos los tres a dejar el coche para que lo arreglaran, fuimos a tomar algo a una cafetería, nos sentamos en una mesa y mientras Jon pedía unos cafés en la barra en la mesa de atrás se sentaron dos chicos.
Chico 1: Sabes que ayer entraron a robar en la jardinería de mis padres.
Chico 2: ¿Que dices tío, se llevaron muchas cosas?
Chico 1: Pues eso es lo raro, hace un rato he hablado con ellos y me han dicho que lo único que les falta es una rosa, mi padre se la regaló a mi madre el sábado por su aniversario.
Chico 2: Eso es muy raro no.
Chico 1: Y tanto, han puesto la denuncia por el tema del seguro, la policía les ha dicho que puede que fuera alguien conocido porque por lo visto el perro no hizo nada, total que por una rosa no vale la pena mover mucho la cosa.
Al volver Jon con los cafés.
Pepito: Pues explícanos lo de anoche porque debió ser la hostia.
Yo: Mejor os lo explico después en casa con unas cervezas, ¿qué os parece?
Pepito: Tío, cada día te comportas de manera más extraña, estas fatal.
Jon: Si hay cerveza a mí me está de puta madre hablarlo después.
Cuando se lo expliqué todo, incluida la conversación del bar de aquellos dos chicos, las risas de descojone se pudieron sentir en todo el campus.