La vida en un soplo (Cap. II - 4ª parte)

Cap. II - La universidad, 4ª parte de 11

Ella para mí sí que era la chica con la que mejor me había compenetrado en el sexo, y solo haciéndolo una vez hasta ese momento, me recordaba muchísimo a Sonia salvando la diferencia de edad, sabían cómo y cuándo moverse para ayudarte, para excitarse ellas o para ponerte a ti como el tubo de escape de una moto de carreras.

Yo: Donde hemos aprendido creo que es una conversación que tenemos pendiente para tenerla con tranquilidad, lo que no entiendo es cómo una chica como tú le cuesta ligar, eres muy guapa, educada, divertida y encima follas como los ángeles, no lo entiendo.

Sara: Porque soy muy selectiva con mis parejas, demasiado seguramente, no me sirve cualquiera, desde que llegué a esta universidad, la mayoría no pasaron de la primera prueba y otros se quedaron en él primer beso, desde que estoy aquí hoy me he corrido por primera vez que no sea con una paja, por cierto, me he dado cuenta de que tú no te has corrido, ¿es qué no te pongo lo suficiente cabroncete?

Yo: Nada de eso, me pones muchísimo y me lo he pasado genial, es que a mí a veces no me hace falta correrme para disfrutar del sexo, aparte que tengo el control de mi polla y me corro cuando me da la gana.

Sara: Y una mierda, ahora el reto lo tengo yo, te voy a hacer correr como nunca lo has hecho chavalín.

Se incorporó y me quitó el condón pajeándome lentamente desde la base hasta la punta, abrió el cajón de la mesita y sacó un tubo de vaselina, echó sobre la punta de mi polla para que su mano resbalara suavemente mirándome a los ojos, como retándome a aguantar. Después de un rato ya me tenía en el Olimpo del placer, pero teniendo perfectamente controlado el recipiente de las emociones, yo estaba incorporado con la espalda en el cabecero de la cama, me mantenía equilibrado suspirando, disfrutando de sus caricias y besos larguísimos, ella sentada en mi muslo derecho con los zapatos todavía puestos, estirada de lado sobre mi pecho pasaba el brazo izquierdo por detrás de mi cuello acariciándome el pelo mientras con la mano derecha seguía pajeándome a buen ritmo, no podía estar más sexi, supongo que se dio cuenta de que así no conseguiría su reto, después de uno de los besos bajó la cabeza para acercar su boca a la punta de mi polla, de un tirón se la metió hasta la garganta con aparente facilidad, subiendo y bajando a la vez que chupaba y succionaba, con una fuerza que pensé que me dejaría el “pajarito” morado la muy bestia, pero lo cierto es que consiguió subir el nivel del recipiente de las emociones, mi ritmo de respiración y jadeos, viendo aquella imagen tan espectacular de cómo bajaba la saliva entre sus dedos y llegaba hasta los huevos, levantó la vista para mirarme a los ojos excitadísima, se incorporó para pasar una pierna a cada lado de mi cuerpo, provocando que yo alargara la mano para coger otro condón de encima de la mesita.

Sara: Déjalo, no hace ninguna falta el condón.

Subió sus piernas encima de mis muslos y sus zapatos de mis rodillas para colocarse encima del cipote, en esos momentos estaba al cien por cien de tamaño y grosor, lo agarró con la mano derecha mientras con la izquierda se apoyaba en mis abdominales para mantener el equilibrio, se lo restregó por su chochete para expandir bien la lubricación, después de apuntar se dejó caer para meter el capullo, seguidamente de un golpe seco se la metió todo lo que pudo de golpe, dejando escapar un fuerte grito de placer que yo le segundé, le cambió la cara de excitada a la de salida perdida, manteniendo un ritmo de follada impresionante que le hizo acercarse rápidamente al momento.

Sara (excitadísima): Conmigo cariño, conmigo, quiero que llegues conmigo.

Yo (también excitadísimo): Dale, dale que vas bien, más fuerte.

En realidad se lo pedía para que ella llegara al orgasmo lo más fuerte que pudiera, después de acelerar el ritmo todo lo que pudo, empezó un grito enorme de corrida que se juntó con el mío, dando un recital a dúo tremendo, mientras bajaban por mi polla flujo y semen juntos parándose en la cama tras resbalar por mis huevos, se acabó y Sara se dejó caer sobre mi pecho respirando aceleradamente.

Yo: Ves cariño, ahora el portero se ha enterado de que follamos los dos.

Sara: Que cachondo eres, es que no te puedes tomar nada en serio tío.

Yo: Si, a partir de ahora te tomaré en serio a ti.

Tras recuperarnos Sara me explicó que ella tenía muy claro su futuro, que aquel sería su último curso porque los demás los estudiaría en Estados Unidos en una buena universidad, por lo que antes de empezar nada quería dejar claras las cosas, una relación seria no le interesaba, pero vernos los días que hicieran falta no tenía problemas, siempre que a mí me pareciera bien, que yo podía hacer lo que quisiera sin ningún compromiso, siempre que siguiera siendo tan buen amante con ella, si no, mejor dejarlo estar para no hacernos daño, creo que fue muy sensata y sincera, a mí la verdad me estaba de puta madre tener cierta libertad sabiendo cómo estaba siendo mi vida últimamente.

Después de cenar algo y tomar otra copa, volvimos a la habitación atacando el resto de la noche sin dejar de follar, se hicieron las siete de la mañana, hora de levantarse y no habíamos pegado ojo, pero con el chichi y la picha escaldados, nos duchamos, vestimos, desayunamos y sobre las ocho pasábamos por delante del portero de la finca.

Portero: Señorita Sara, ayer le llegó un paquete, pero al subírselo en la puerta escuche ruidos y pensé que estaba usted muy ocupada, que mejor se lo entregaba esta mañana.

Sara (un poco abochornada y cortada): Muchas gracias, ¿podrá usted abrir con su llave el apartamento y dejarlo en la entrada?

Cuando ya salimos a la calle.

Yo: Ves como tenía razón, ¡él portero se ha enterado de todo!

Sara (dándome un golpe en el hombro): ¿Nos vemos pasado mañana?

Yo: Por supuesto, nos hemos quedado a medias, ¿no?

Sara (mirándome con cariño): Que “jodio”, mejor descansamos y pasado mañana ya veremos, y por cierto, no hace falta que me escondas esa mierda de coche que tienes que ya lo sé, mi padre quiso hacer lo mismo conmigo, pero le dije que se lo metiera por donde le cupiera al gilipollas, me compró el que a mí me gustaba para que no le tocara más los cojones.

Yo: Hostia, tú sí que tienes poder de persuasión nena.

Pasé el día arrastrándome por las clases del sueño que llevaba encima, después de comer llegué al apartamento, al hacer ruido al poner la llave en la cerradura salieron Jon y Pepito sin parar de hacer preguntas.

¿Te ha pasado algo?

¿Has pasado la noche fuera?

¿Estás bien?

Les corté de golpe,

YO: Sí, estoy bien solo he pasado la noche con Sara.

Pepito: Lo ves grandullón, te lo dije, que este estaba mojando el churro.

En ese momento les di la espalda, me quité el jersey y la camisa quedando desnudo de cintura para arriba, con la idea de desnudarme y meterme en la cama.

Jon (con acento vasco): ¡Ahí va la hostia!, ¿pero que tienes en la espalda?

Pepito: ¿Pero tú te has “tirao” una chica o un gato montés?

Me miré la espalda en el espejo, la salvaje de Sara me la había dejado marcada de arañazos y parte del culo también.

Pepito: Joder con la que no ligaba, ahora lo entiendo, los tíos debían salir cagando leches al primer arañazo, solo lo has aguantado tú pedazo de animal, que cojones tienes tío, espero que la siguiente vez no te descuartice como una psicópata.

Yo: Estoy reventado, me voy a dormir hasta mañana, por cierto de psicópata nada de nada, es la tía que mejor folla de toda la universidad sin duda.

Jon y Pepito se miraron con cara de sorpresa mayúscula, se giraron diciendo a la vez, “anda y descansa que te va hacer falta colega”.

Después de las clases, de entrenar carrera a pie y natación, llamé a Sara para confirmar vernos al día siguiente, quedamos directamente en su apartamento para cenar y seguir conociéndonos según ella, compré dos botellas de un buen vino y de camino a su casa paré en una pastelería para llevar el postre, me abrió la puerta de abajo el portero saludándome muy amablemente, como si me conociera de toda la vida, más o menos ya era así, me había oído correrme y eso debe dar confianza creo yo, me preguntó si necesitaba ayuda porque llevaba una bolsa en cada mano, después de decirle que no hacía falta, él muy servicial abrió la puerta del ascensor y apretó el botón del piso de Sara despidiéndose educadamente.

Cenando, Sara me explicó que desde jovencita pasaba casi todos los veranos en Ibiza, en casa de unos familiares muy liberales, que sobre todo la mujer le había explicado con pelos y señales todo lo que debía saber sobre el sexo, que con el tiempo ya no podía estar con cualquiera y por eso era tan exigente con sus amantes, ¿no os suena esta historia?, era casi como la mía, solo, que yo no era tan exigente evidentemente, nos habíamos conocido en esa universidad de puta casualidad.

Después de cenar, el vino y los postres, nos tomamos unas copitas hablando y hablando, para acabar tarde en la cama con buen sexo y dormir juntos hasta el día siguiente. Ya siempre fue así, cuando quedábamos dormíamos juntos, si me despertaba yo primero, me encantaba meterme dentro de las sabanas y buscar su culo, ella dormía de lado o boca abajo, empezaba por la cintura, pasaba por el culo y llegaba hasta el coño lamiendo todo lo que encontraba por el camino, acabando en penetración cuando todo estaba bien mojado. O al revés, cuando se despertaba ella, que agradable es despertarse sintiendo una mamada húmeda y lenta, no hay nada como comenzar el día con una buena corrida, nos veíamos como mínimo dos veces a la semana y como máximo cada día, muchos días íbamos a correr seis o siete kilómetros y después al gimnasio, luego seguíamos sudando en su casa de otra manera, era buena deportista y se le notaba en su cuerpo fuerte y fibroso. Llegaron las vacaciones de navidad y nos separamos un par de semana cada uno con su familia.

El primer día por la tarde, pasé a saludar a Sonia que se interesó como iba mi relación con Sara, ella lo sabía todo por supuesto desde el primer día.

Sonia: ¿Todo sigue igual con Sara o ya sois un poco más novios?

Yo: Que no Sonia, que ya me dejó muy claro lo que ella deseaba de esta relación, y a mí me parece perfecto.

Sonia: Ya veremos, si yo fuera ella no te dejaba escapar.

Yo: Pues creo que esa chica tiene las ideas muy claras y un par de cojones también.

Sonia: Porque no la traes algún fin de semana por aquí, me gustaría conocerla.

Yo (riendo): Si hombre, para que os la folléis Gonzalo y tú solo aparecer por la puerta, que os conozco degenerados.

Sonia (riendo más): Pero qué dices cabronazo, hace cuatro días que no sabias ni tocarnos el chichi y ¿ahora vas de experto?, mira, no me cabrees que te vuelvo a cambiar el nombre pipiolo de mierda.

Yo: Bueno, déjame hablarlo con ella y ya veremos.

Esos días por casa fueron intensos, algunas tardes por el pueblo hablando con amigos poniéndolos al día de cómo marchaban las cosas, cena en casa con mis padres y mis socios, al parecer y según mi padre aprendían muy rápido, en poco tiempo empezarían a trabajar en nuestra empresa tres días a la semana para ir decidiendo su futuro, en fin, por casa todo marchaba viento en popa y yo era feliz. Una tarde me llamó Sonia para que pasara por su casa el día siguiente, evidentemente así lo hice, entré por la terraza y Sonia estaba en el sofá sentada con un café y otro al lado.

Yo: Hola, ¿qué tienes visita? Si quieres vengo más tarde.

Sonia: No tonto si por eso te dije que pasaras.

Le dio un trago al café y apareció por el pasillo Silvia la amiga de la playa, me saludó efusivamente con un abrazo y un beso en “to” los morros.

Sonia: Hazte un café y ven aquí con nosotras a charlar un rato Luis.

Yo: ¿Cómo es que estas por aquí Silvia?

Silvia: Porque me he discutido con el capullo de mi marido por culpa de las fiestas de navidad, yo quería que nos fuéramos de vacaciones todas las fiestas para no aguantar a nadie, y el que las quiere pasar en familia como cada año, no aguanto a nadie de su familia, así que llamé a Sonia para pasar unos días con ella, para calmarme y coger fuerza para aguantar toda esa tribu de gilipollas.

Yo: Pues vale, a mí me parece bien que estés aquí.

Sonia: Y tanto, es lo mejor que podías haber hecho, además me ha traído un regalito, ¿quieres verlo Luis?

Claro que sí contesté, aunque la voz de picarona de Sonia y la sonrisa de niña mala de Silvia me alertaron de que no sería un regalo nada normal, se levantaron, me cogieron una por cada mano y me llevaron a la habitación de Sonia sentándome en el sillón, a ver la que lían estas dos aquí, pensé, Silvia se desnudó en un momento, se estiró en la cama mientras Sonia con un poco más de tranquilidad se quedaba en bragas transparentes, abriendo el armario sacaba una caja de madera colocándola encima de la mesita de noche.

Sonia: A ver Luisito si te gusta el regalo que me ha traído Silvia.

Abrió la caja y sacó una polla enorme de goma, más grande que la mía, estaba sujeta por unas correas que Sonia se puso alrededor de la cintura y por debajo del chumino, quedando una mujer que estaba buenísima con una polla de puta madre, Silvia se masturbaba mirando el pollón de goma a la vez que Sonia sacaba del cajón un bote de vaselina, se arrodilló en la cama y le acercó el pollón a la boca de su amiga, sin pensárselo se lo metió y empezó a chupar, yo me desnudé y sentado de nuevo empecé a hacerme una paja que el momento lo valía.

Sonia en esos momentos ya le estaba comiendo el coño a Silvia, esta gemía sin parar, paró, metió los dedos en el tarro de vaselina, la esparció bien por toda la polla que le colgaba, mientras su amiga se lo miraba con cara de tener ganas de que se la metiera cuanto antes, cogió las piernas de Silvia y las levantó sobre sus hombros, agarró el pollón, apuntó al agujero del chichi, de un golpe le metió cuatro dedos dentro escuchándose un grito de la hostia, apretó más fuerte y le acabó de meter toda la goma que pudo. Desde atrás que es donde estaba yo no podía ser más erótica la imagen, me levanté y acercándome a la cama fui a ofrecerle mi polla a Silvia, antes que llegara estiró el brazo y me la agarró, se la llevó a la boca chupando con fuerza entre gritos de placer, tras un rato de follada y de gritos ahogados por mi polla en la boca, me levanté y me coloqué detrás de Sonia que se estaba follando a su amiga arrodillada, apoyada en las manos a cada lado del cuerpo de ella, le aparté las bragas y el cinturón de la polla de goma mojándome la mano con saliva, se la pasé por el coño comprobando que ya estaba suficiente lubricado, me agarré el cipote con la mano y desde abajo se lo metí poco a poco pero sin parar hasta el tope a Sonia, conseguí que los gritos ahora fueran a dúo, al poco rato me percaté que Silvia estaba a punto de correrse, le aumenté el ritmo al chocho de Sonia, con mis impulsos se lo aumentó también a Silvia, acabaron corriéndose las dos a la vez, yo la saqué para entre gemidos dejarlas a las dos llenas de semen. Me miraron satisfechas.

Sonia: ¡Hostia puta! Ha sido genial sentir como me follaba a alguien a la vez que me follaban a mí.

Silvia: Me habéis puesto muy cachonda los dos enganchados.

Me arrodillé en la cama con la polla dura captando las miradas de las chicas, Sonia lo entendió rápido, se la metió en la boca, mientras Silvia metía la mano por debajo y me acariciaba los huevos, se fueron turnando las bocas para más tarde turnarse los cuerpos, cabalgándome hasta corrernos de nuevo los tres a la vez, Silvia follándome, Sonia por mi boca que le chupaba el coño. Nos duchamos porque acabamos todos perdidos, me fui a casa dejándolas comiéndose una a la otra en la ducha, no tenían bastante nunca ese par.

Pasó noche buena y navidad con normalidad, estábamos montando un fin de año con mis amigos en casa de uno de ellos, el día treinta me llamó Sara muy tarde, me explicó que sus padres pasaban el fin de año en una fiesta llena de vejestorios, que a ella no le hacía puta gracia ir, yo le aconsejé que buscara algunas amigas, que seguro que no tendría problemas para encontrar alguna fiesta a su gusto, pero se quedó en silencio.

Yo: ¿Te pasa algo Sara?

Sara: Yo, bueno, no sé…

Yo: ¿Quieres pasarlo conmigo?

Sara: Me encantaría Luis, pero si a ti no te importa, me daba cosa pedírtelo porque pensaba que seguro que ya tenías plan, alguna chica del pueblo debería estar al acecho para pillarte por banda.

Yo: No hay problema, ven y lo pasaremos con mis amigos, no viene de una más, te quedas a dormir en casa y te marchas cuando quieras.

Sara: Es que yo…, había pensado…, en pasarlo a solas contigo.

Yo: ¿Quieres pasar una fiesta de fin de año los dos solos?

Sara: Se me hace el chumino agua de pensarlo.

Yo: Joder con tú poder de persuasión cariño, vale, quedamos mañana a las cinco de la tarde en la plaza del pueblo “tal” que mis padres tienen un apartamento de vacaciones, tu traes la bebida, vino, champan y tónica, ginebra y hielo seguro que hay, yo me encargo de la cena, de las uvas y lo que se me ocurra, ¿te va bien así?

Sara: Me va perfecto, eres un encanto, nos vemos mañana.

Y colgó el teléfono sin más la cabrona, al día siguiente temprano hablé con Rosa haber que me sugería para hacer de cena, ella se ofreció a cocinarla si le compraba los ingredientes, quedamos en unos canapés y de segundo carne de ternera con patatas, salí cagando hostias al supermercado para comprarlo todo y algo de postres, Rosa lo preparó todo metiéndolo en unos recipientes para poder transportarlo, le pedí la llave del apartamento a mis padres y un esmoquin de mi padre, más o menos hacíamos la misma talla, mi madre refunfuñó un poco y a mi padre le pareció genial, disfruta lo que puedas que ya llegará alguna que te atará y se acabará la buena vida, dijo, llevándose una buena hostia de mi madre en la espalda y algún insulto de postre también, lo bueno es que pude salir con tiempo y encontrarme con Sara en el sitio acordado.

Se estaba tomando un café en una de las terrazas, aparecí en medio de la plaza con mi esmoquin, parecía James Bond paseando por él pueblo, con un ramo de flores en la mano atrayendo miradas, la saludé con un besito en los labios y le entregué su ramo sacándole una sonrisa de complicidad.

Sara: Siempre consigues sorprenderme tío.

Yo: Has llegado pronto.

Sara: ¿Tú sabes dónde está este pueblo?

Yo (con sorna): Claro, vengo aquí cada verano un montón de veces.

Sara: Está a tomar por culo de donde yo vivo, más de cuatro horas conduciendo.

Yo: El que algo quiere algo le cuesta, ¿no te parece?

Sara: Calla ya refranero, vámonos donde me tengas que llevar que estoy hasta el coño de conducir.

Yo (muy serio): Pues nos quedan un par de horas más de coche antes de llegar al apartamento.

Sara: Vete a tomar por culo graciosillo.

Llegamos al apartamento y descargamos todo lo que llevaba en él coche.

Sara: Pero qué coño has traído en estas cajas tan grandes, que te mudas de casa o ¿qué?

Yo: Calla, calla que ya verás.

Puse la calefacción para calentar que hacía frio, guardamos la comida en la nevera y ella sacó dos botellas de vino de Rivera del Duero, dos de champan francés carísimas que le había robado a su padre de la bodega, unos bombones y dos botellas grandes de tónica. Cuando todo estaba guardado y enfriándose se puso delante de mí, se quitó el abrigo y debajo llevaba un vestido con transparencias negro que se me cayeron los cojones al suelo, me dejé caer en el sofá para mirarla bien mientras ella se quitaba el vestido muy sensualmente, debajo llevaba una combinación roja también transparente y para rematarlo unas medias sujetas con liguero que hicieron que mi polla despertara de golpe, se acercó, se arrodilló delante de mí y me desabrochó los pantalones bajándomelos, sacándomela y metiéndosela en la boca mirándome a los ojos, yo cerré los míos y dejé caer la cabeza para atrás disfrutando de la situación, como me gustaba todo lo que me hacía aquella chica, mientras me quitaba la chaqueta como podía pensé que siempre sabía qué hacer para tenerme en alerta y caliente, tras un ratito se levantó y con los ojos clavados en los míos se bajó las bragas, se mojó los dedos con la boca y se los paso por el chirri para mojarlo, todo con una sensualidad que me mantenía con los ojos como platos.

Lentamente se sentó encima de mi pajarito metiéndoselo poco a poco pero sin pausa, haciendo que yo volviera a jadear y soltara un, “qué bueno Dios mío”, le puse las manos en las cadera y el culo, acompañando acompasado sus movimientos que lentamente se aceleraban, mientras nos besábamos y nos mirábamos a los ojos esperando el momento de estallar, en un orgasmo a dúo que suerte que en el edificio no habitaban muchos vecinos en aquellas fechas, alguno sí que habitaba porque un poco más tarde pudimos oír lejanamente otra corrida a grito “pelao”, nos limpiamos en el baño, que yo había hecho el camino caminando como un pingüino con los pantalones por los tobillos, las bragas de Sara en la mano para que se las pusiera cuando se levantara del bidet y vestirnos de nuevo.

Preparé la mesa con un mantel rojo con dibujitos de papa Noel y ciervos de navidad muy bonito, lo encontré por casa con sus servilletas a juego junto a unos platos y copas que estuvieran a la altura, un centro de mesa con dos velas incorporadas y para rematar música ambiente. Metí la carne en el horno el tiempo que Rosa me indicó para que se acabara de hacer, mientras nos sentábamos a comer los canapés de primer plato, con una botella de vino que el precio que tenía en las cartas de los restaurantes tiraba “pa” tras, gracias a la desinteresada “contribución” del padre de Sara, seguimos con el segundo plato y al acabar la cena nos habíamos “plimplao” las dos botellas de vino, con los dulces de los postres abrimos una de champan para hacer tiempo que llegaran las doce, escuchamos las campanadas en la tv acabando con las uvas de puro milagro, por el descojone de vernos uno al otro metiendo uvas en la boca sin parar, nos felicitamos el año con un beso largo y cariñoso abrazados en medio del comedor, saqué dos bolsas de cotillón para iniciar el nuevo año y dejamos en la tv un canal con una fiesta con música, bailamos música disco, bailamos baladas agarrados, muy agarrados, hablamos y reímos mucho acabando la noche a las tantas con dos botellas de vino, dos de champan y casi media botella de ginebra entre pecho y espalda. Acabamos rendidos en la cama los dos en pelotas hasta el día siguiente pasado de largo el medio día, después de comer algo de lo que sobró en la cena Sara quería marcharse, la convencí para que descansara ese día y marchara el siguiente con más tranquilidad, de paso poder dar la “bienvenida” en la cama al nuevo año como Dios manda.

Sara: Pero hombre si no he traído ni bragas de recambio.

Yo: Pues te vas sin bragas, además, estas me las quedo yo de recuerdo.

Sara me miró con cara de, “prepárate cuando te pille que te voy hacer un hombre”, aceptó mí idea sin tener que insistir mucho.