La vida en un soplo (Cap. II - 11ª parte)
Cap. II - La universidad, 11ª parte de 11
Llegó septiembre y mis amigos lo tenían todo preparado para su boda, se casaban en una ermita cerca del mar y lo festejaban en un hotel de costa muy grande, el día anterior celebraban su despedida de solteros juntos con una cena en el mismo hotel para todos los amigos y amigas, como estaba lejos la mayoría reservamos habitación para pasar la noche.
Empezaron a llegar invitados, estábamos sentados varios en una mesa hablando, tomando algo esperando que llegaran todos los demás, apareció Irene guapísima acompañada de otra chica que estaba como un queso, me levanté a saludarlas.
Irene: Luis tío, ¿no me jodas que no la conoces?, es la madrina.
Yo: Hostia puta, tu prima Carmen, estas guapísima perdona por no conocerte.
Carmen me miraba y reía tapándose la boca.
Irene: La dejo contigo trátala bien y no te pases que te conozco.
Le pedí al camarero la bebida que ella quería y nos sentamos juntos.
Carmen: Ya me ha dicho Irene que te has espabilado mucho desde aquella vez.
Me sonrojé un poco.
Yo: Si claro, aquella vez era la primera con una chica, no sabes lo agradecido que te he estado siempre, y no sabes el miedo que tengo de lo que te puede haber explicado tu prima.
Carmen: Casi nada, en resumen que eres un golfo con fama de buen follador que no deja títere con cabeza.
Empezamos a cenar y seguimos hablando.
Yo: No creas, lo que pasa es que no he encontrado a mi media naranja, y sí que es verdad que ocasiones no me faltan.
Carmen: Ya, ya.
Yo: Como que ya, ya, ¿no me crees?
Carmen: Tú eres el típico pijo guaperas que vas picando de flor en flor.
Yo: ¿Eso te ha dicho tu prima?
Carmen: No, eso lo pienso yo por mi cuenta.
Yo: Siento que tengas esa opinión de mí.
Carmen: Estás más guapo y mas bueno todavía que cuando te conocí.
Yo: Claro, ahora quieres arreglarlo.
Carmen: Perdona no quería ofenderte, es qué Irene me habla siempre tan bien de ti que a veces me da rabia y todo.
Yo (riendo): Será porque quiere que tú y yo nos casemos como ellos.
Carmen (seria): Cuidado Luis, tengo novio y no quiero saber nada de otros tíos, si no ha venido es porque tiene un trabajo que viaja mucho, este fin de semana está en una feria en Alemania.
Yo: ¿Piensas que te estoy tirando los tejos?
Carmen (ruborizada): No, no, claro que no, estamos hablando tranquilamente.
Irene desde su mesa nos miraba y comentaba cosas con José María descojonándose los dos de risa, haciéndome señales con el dedo pulgar para arriba, menuda cabrona estaba hecha.
Acabamos de cenar, pasamos a una discoteca del hotel que abrieron solo para nosotros, bailamos y seguimos hablando con una copa en la mano.
Yo: Y, ¿cuánto tiempo hace que vas con tu novio?
Carmen: Un año y poco, ¿estás muy interesado en eso?
Yo: Mujer, te veo muy a la defensiva, solo quería saber cosas y seguir hablando contigo.
Carmen: Es que cada vez me das más miedo tío.
Yo: Joder tranquila, no te voy a violar ni nada de eso, si quieres te dejo tranquila y me voy.
Carmen: No, no, perdona otra vez, es que no estoy muy fina últimamente, no me hagas mucho caso.
Al poco rato empezó a sonar música lenta, Carmen me miró a los ojos y me pareció que tenía ganas de bailar.
Yo: ¿Quieres que bailemos?, no demasiado juntos, solo como amigos.
Ella me miró fijamente y aceptó, nos colocamos en un lado de la pista y le puse mis manos en su cintura, (mira como en la canción), ella me rodeó el cuello con sus brazos, empezamos a movernos lentamente evitando el contacto con el cuerpo, la segunda canción era una muy lenta y romántica, noté que su cuerpo se acercaba cada vez más al mío, yo intentaba no hacer ningún movimiento que la pudiera incomodar, pero ella cada vez estaba más cerca hasta el punto de engancharse totalmente a mí, podía notar su potorro a través de la fina tela del vestido, pasé mis manos a su espalda apretándola un poco más, ella respondió colocando una pierna entre las mías quedando totalmente enganchados uno con el otro, levanté la vista y me encontré con la cabrona de Irene con el pulgar otra vez levantado, bailamos varias canciones y Carmen fue al cuarto de baño, Irene se me acercó.
Yo: Que cachondeíto tú y tu novio ¿no?
Irene: Calla y fóllate a Carmen esta noche, a ver si se le quita de la cabeza el cabrón de tío con el que está saliendo, cada vez que se va de viaje se la pega con alguna guarra por ahí.
Yo: Hostia puta, no me puedes pedir eso, ella también tiene que estar de acuerdo ¿no?
Irene: Te aseguro que ella tiene más ganas que tú, lo que pasa que está nerviosa y no sabe como pedirlo.
Yo: Menuda cabrona estás tú hecha nena.
Volvió Carmen, Irene desapareció entre la gente y nos dejó solos, le pregunté si quería tomar algo, me contestó que estaba un poco mareada y mejor se iba a tomar el aire un rato, le pedí permiso para acompañarla y me miró a los ojos.
Carmen: Como tú quieras.
Salimos al jardín y nos sentamos en un banco con vistas al mar con la luna reflejada, hice un comentario de lo bonita que era la vista, noté la mano de ella encima de la mía, le miré a los ojos, tenía una mirada nerviosa entre mis ojos y mi boca entreabriendo la suya. Le agarré la barbilla con el dedo índice y pulgar, ella respiró profundamente apoyando la mano en mi brazo, no pude más y me lancé con mis labios en busca de los suyos en un beso con las lenguas entrelazadas con pasión, separamos los labios un momento.
Carmen: ¿En mi habitación o en la tuya?
Yo: La mía esta aquí mismo.
Carmen: Pues vamos que estoy que exploto de calentura.
Nos besamos en el ascensor tocándonos, salimos al pasillo sin separar los labios, acerté con la llave como pude en la cerradura y entramos en la habitación con más besos, me quité precipitadamente la americana dejándola caer al suelo, saqué del bolsillo un condón que ella miró, lo cogió, y lo tiró a tomar por culo, dándome a entender que no hacía puta falta para nada, me abrazó y dando pasos para atrás caímos los dos en la cama, le bajé y quité de un tirón las bragas que salieron volando, me acerqué a sus muslos con la cabeza, ella me agarró con las dos manos de los pelos, pegando un tirón para levantarme que casi me arranca el pelo de cuajo, me desabrochó el cinturón y los pantalones con velocidad y nervios, noté como me cogía de la punta de la polla metiéndosela de golpe en el coño entrando suave y lubricada, me gritó, “fuerte y duro, fuerte y duro, dale”, se la metí y saqué cinco o seis veces lo más fuerte y duro que pude, Carmen se corrió escandalosamente relajando todo su cuerpo mientras miraba al techo pensativa. Le besé los labios suavemente, ella reaccionó abrazándome apoyando su cabeza en mi pecho, estábamos los dos encima de la cama totalmente vestidos y sus bragas colgando de la lamparita de una mesa.
Yo: Y ¿esto?
Carmen: Me tenías cachonda desde el mismo momento que te he visto, he sido un poco borde contigo, perdóname, pero intentaba evitar lo que sabía que sería imparable, cuando hemos bailado tan enganchados sabía que no había vuelta atrás, estoy muy necesitada de buen sexo Luis.
Yo: Pero, ¿cómo puede ser?, me has dicho que tienes novio desde hace tiempo.
Carmen: Es un hijo de puta de cuidado, el viaja mucho, siempre va buscando azafatas de las ferias en las que está, o directamente putas si no encuentra nada, me la pega por todos lados el muy cabrón y a mí casi ni me toca.
Yo: Joder Carmen, ¿cómo coño estas con un tío así?, si podrías estar con quien te diera la gana.
Carmen: ¿Yo que sé?, creo que me he acomodado y se me hace una montaña cortar con él.
Yo: Tú estás muy mal cariño, ya tardas en enviarlo a tomar por culo coño.
Carmen: ¿Y ahora qué hacemos?, volvemos a la fiesta.
Yo: ¿Tú tienes prisa?
Carmen: ¿Yo?, ninguna.
Yo: Pues nos lo vamos a tomar con calma, nos vamos a follar uno al otro toda la noche.
Carmen sonrió de manera maliciosa mirándome a los ojos, confirmando estar de acuerdo con la idea, y como fue aquella noche, para enmarcarla y guardarla en el museo de la memoria.
A las nueve de la mañana dormimos un rato abrazados desnudos. El careto de cansados que llevábamos los dos al medio día en la boda era escandaloso, al llevarle el ramo a la novia y leerle un verso como buen padrino, Irene me apartó para hablar conmigo.
Irene: No sabes lo contenta que estoy.
Yo: Normal, es el día de tu boda por si no te acuerdas.
Irene: No idiota, lo digo por Carmen, que cuando te ha dejado y se ha ido a su habitación a vestirse, ha llamado al gilipollas de su novio y lo ha mandado a tomar por culo.
Yo: Hostia puta, ¿es que no se puede hacer nada sin que tú te enteres?, jodidas cotillas.
Irene: Cállate anda, ¿quién te crees que convenció a mi prima para que te follara?, yo sabía que si lo hacía se le quitaban las tonterías de golpe, y así ha sido, todo perfecto, aunque le has dejado escaldado el chichi de tanto follar pedazo de animal.
Yo: Jodida manipuladora que estás hecha, ¿y a ti que más te da si le he escaldado el coño o no?
Carmen: Me intereso por la salud de mi prima. Cállate y llévame a la iglesia que tu amigo debe estar hasta los cojones de esperarme.
La boda fue estupenda, Carmen no paró de reír en todo el día y se le veía feliz, no paramos de bailar y después con la música lenta se me enganchó al cuerpo como una lapa, acercó sus labios a mi oreja y…
Carmen: Ven conmigo que me quiero despedir de ti con educación y agradecimiento.
Nos metimos en los baños de chicos y entramos en un váter, nos besamos con pasión, ella me sentó en la taza levantándose el vestido y se bajó las bragas…
Carmen: Toma, un regalo para ti.
Las cogí y me las puse en la nariz respirando fuerte para sentir su olor.
Carmen: Eres un cabrón pervertido, te voy a follar una vez más como si fuera la última cosa que voy hacer en mi vida.
Me bajé los pantalones dejando mi polla libre mirando al techo, esperando que ella se sentara metiéndosela hasta el fondo de su vagina, se movió de forma espectacular y no parecía para nada que tuviera el chocho escocido, nos corrimos los dos a la vez con unos gritos de puta madre, al salir al baile me encontré con Irene…
Irene: ¿No piensas bailar con la novia cabroncete?, ¿O solo te interesa follarte a mi prima hoy?
Yo: Te juro que esta vez me ha follado ella a mí, además de manera espectacular.
Irene (bailando conmigo): Eres un degenerado Luis, y un encanto, algún día encontrarás la persona por la que perderás el culo.
Me despedí de Carmen con un abrazo y un beso en los labios, he seguido teniendo noticias por Irene, la parejita se fue de viaje de novios y todo iba sobre ruedas.
De vuelta a la universidad me matriculé del resto de asignaturas que me faltaban para acabar las dos carreras, otro año duro me esperaba, pero estaba decidido a que aquel año fuera el último fuera de casa.
Cuando estaba allí me acordaba mucho de Sara, estar en los mismos lugares que había estado con ella no me ayudaba demasiado a olvidarla, de hecho, no pude pasar por la calle en que ella vivía en todo el tiempo que estuve estudiando allí, ver la calle y el apartamento me producía todavía un dolorcillo que no quería sentir.
Pasó el último año sin pena ni gloria, algunas fiestas con Jon y Pepito, estudiando mucho y aprobando todo al final de curso, licenciándome en una fiesta que asistieron mis padres dejando ir alguna lagrimilla mi madre y con un padre orgulloso de su hijo. Me despedí de los vecinos invitándoles una noche de fiesta que acabamos borrachos como cubas, recogí lo poco que me interesaba del apartamento para no volver nunca más, o eso creía.
Al llegar a casa y descargar el coche, Rosa me dijo que me pasara por la empresa que mis padres me querían ver, les llamé primero para confirmarlo y al llegar, Fernando el jefe de almacén, me indicó donde encontrarlos, estaban delante de la misma puerta en la que descubrí mi primer coche, “el abollao” que era como yo le llamaba, me acerqué a ellos y me abrazaron…
Yo: ¿Pasa algo?, me tenéis intrigado.
Mi padre: Abre la persiana Luis.
Me los quedé mirando.
Yo: No me jodáis que puedo cambiar “el abollao”.
Mi madre: Sin palabrotas niño.
Levanté la persiana de golpe impaciente, me encontré con un deportivo de color negro de puta madre, de una marca alemana que tenía el poster en mi habitación desde pequeño.
Mi padre: Ahora ya puedes jubilar el viejo coche, ¿Qué te parece?
Yo: Me parece un sueño, pero creo que me voy a quedar con los dos, porque con este depende donde me va a dar vergüenza llevarlo.
Mi padre: Como quieras, ya te acostumbrarás.
A partir de ese momento me dediqué en cuerpo y alma al trabajo, al deporte y a mis amigos, que por cierto, Irene ya se había quedado embarazada de su primer hijo.
Unos dos años más tarde acabé una reunión de trabajo mucho antes de lo que esperaba, en la misma ciudad donde había ido a la universidad, se me ocurrió pasar con el coche a ver los lugares donde había estado con cierta nostalgia, pasé por debajo del apartamento, por el centro de la universidad y me vino una idea a la cabeza, ¿porqué no pasas por la calle donde vivía Sara a ver como esta todo?, no lo había podido hacer desde que nos despedimos aquel fatídico día, y me decidí hacerlo.
Aparqué justo debajo del bloque de apartamentos y en el balcón del ático había un letrero anunciando que estaba en venta, justo en una inmobiliaria que estaba muy cerca, no sé porque camine hasta allí y se lo comenté a un comercial, me interesé por el piso para poder verlo una vez más. Un chico muy atento me acompañó, abrió la puerta y un montón de recuerdos me vinieron a la cabeza, todo estaba igual, el comercial se apresuró a cerrar una puerta del armario del comedor vacio que se había quedado abierta, me enseñó todo el piso, le pregunté si podía quedarme solo un momento para mirarlo y pensármelo bien, accediendo sin problemas, no antes de avisarme de que cerrara la puerta al salir marchándose y dejándome solo, repasé cada habitación recordando momentos con Sara, me senté en el sofá y al mirar para arriba encontré todavía la mancha de semen en el techo de una de las corridas épicas que había tenido en aquel apartamento, me vino la risa y salí de allí cerrando la puerta detrás de mí.
Al llegar abajo me encontré con un portero joven al que le pregunté por el anterior, informándome de que se había retirado hacía un tiempo, salí a la calle y con una escusa bastante barata me deshice del comercial, miré por última vez el balcón del apartamento y me fui. Al cerrar aquella puerta, cerré también el circulo de lo que fue mi estupenda vida universitaria.