La vida en el campo es mejor
Vivíamos en el campo alejados de la ciudad, a más de dos horas en vehículo, donde las diversiones no eran muchas, así que debíamos inventar juegos de los más inocentes a los más atrevidos y terminamos organizando nuestras deliciosas orgías familiares
La vida en el campo es mejor
Hace algunos años, quizás 8 o más, vivía en el campo, una vida pacífica y normal, alejados de todos los adelantos tecnológicos de la época, sin más distracciones que los juegos entre nosotros.
Todos los fines de semana nos reuníamos, mis padres, mi hermano, mis tíos, mis primos y amigos cercanos a nuestras casas. Los mayores conversaban bebiendo refrescos y cervezas, mientras nosotros hacíamos actividades deportivas, ir a nadar en el río, toda clase de juegos que significaban esfuerzo físico agotando nuestras energías.
Con el transcurrir del tiempo se hacían aburridos los mismos juegos, los mismos deportes. Es así que a los juegos normales les añadíamos castigos para hacerlos más interesantes. Por ejemplo, jugar vóleibol con equipos de 3 integrantes, formando cuatro equipos; el castigo lo imponían los ganadores y eran los perdedores quienes debían cumplirlo. En alguna ocasión los ganadores debían dar besos a los ganadores, sin importar si éramos familia o amigos, así era el castigo.
Acostumbrábamos ir a bañarnos al río, en realidad una afluente del mismo, por las tardes, las madres se bañaban con sus hijos por las mañanas, así que nosotros lo hacíamos por las tardes, había menos bañistas. Encontramos un refugio natural, que hicimos nuestro, un lugar de arena rodeado de piedras, en forma de letra “C”, de casi dos metros de altura, nadie podía ver lo que sucedía dentro de él, salvo que se acercara al lugar del río donde estábamos. Nosotros éramos como 15 personas, de las cuales 6 eran chicos y 4 del total eran amigos; las personas que bañaban por las tardes lo hacían por una hora o dos, mientras que nosotros, siempre en ropa interior, como no teníamos nada mejor que hacer lo hacíamos por horas, hasta terminar el atardecer.
En uno de esos días, bañándonos en el río, decidimos jugar un poco, formamos pequeños grupos y nos retamos, qué grupo o quién duraba más tiempo bajo el agua. Como siempre el grupo ganador asignó el castigo para el equipo perdedor y el castigo fue que los perdedores pusieran sus rodillas en el suelo junto con sus manos, en posición de perrito; después de bajarles el calzón a unas y los calzoncillos a otros, cada uno de nosotros le dio un azote en esas nalgas blancas y otras morenas. Un momento erótico que los chicos no tardaron en hacerlo visible, con el crecimiento de sus vergas dentro de sus calzoncillos.
El calor en el norte del Perú es fuerte, llegando hasta 42°C, bien podíamos bañarnos incluso toda la noche. Planeamos una fiesta en nuestro lugar secreto pero desistimos por lo pequeño del lugar, así que decidimos hacerla en mi casa. Era más íntimo pues éramos nosotros, los mismos de siempre, acompañados de nuestros tíos y padres; no era lo ideal pero ahí estábamos todos.
Un día de tantos, tiempo de regar nuestros pequeños terrenos de cultivo de poco más de dos hectáreas, mis primos fueron dados a esa responsabilidad y todo el grupo de amigos y demás primos, a propósito de la misma tarea, pues en grupo resultaba más una diversión que un trabajo. Llevamos juntos con los implementos de trabajo, un radio portátil, sintonizando música del momento, para organizar un pequeño baile en la casa de campo, donde se acostumbra a descansar.
El calor era intenso, el lugar era fresco por la vegetación, la distancia a casa era más de media hora caminando. Relativamente lejos de las miradas curiosas de nuestros padres y vecinos, organizamos un pequeño baile entre nosotros, bailando todos juntos, sin importar sexo, hombre con mujer, mujer con mujer, dado que las mujeres éramos más.
Llevábamos ropa ligera, short, pantaloncillos cortos, polo y zapatillas. Había bailes tan sexys que cuando los chicos nos abrazaban por detrás, sentíamos algo duro, era su verga que se les paraba, ellos no escondían su excitación, lo que generaba risas entre nosotras.
La casa era una casa de 20 metros por 20 metros, un solo cuadrado encerrado con dos puertas amplias de dos metros, una por delante y otra por detrás, sin ventanas, unos cuantos colchones en el suelo para descansar, los cuales juntamos en un mismo lado y bailábamos cerca de ellos.
Como era de esperarse, el baile nos cansó algo, nos echamos sobre los colchones, conversando de las cosas que podríamos hacer ahí solos, esta vez sólo éramos 11, dos amigos hombres, los demás éramos familia. Uno de los chicos, abrazó y besó a una de mis primas, mientras todos los demás veíamos la escena comenzando a excitarnos. Éramos seis mujeres, primas todas.
Había mucha confianza entre nosotros, porque hacíamos todas las cosas, juntos, desde hace varios años. Nos ubicamos por parejas en un colchón y un trío al final, del cual formaba parte. Empezamos a practicar los besos y caricias, excitándonos cada vez más. Como era de esperarse, fueron los hombres quienes se sacaron su verga parada y dura para emocionarnos o provocarnos quizás, ante nuestras miradas curiosas y risueñas. Ante tal invitación terminamos por desnudarnos todos en aquella casa, prima con primo, amigo con prima, no nos mezclamos hermanos. Eso no evitaba que pudiéramos mirarnos entre nosotros, mi hermano veía como tenía un primo con su verga entre mis nalgas y otra prima acariciándonos, yo veía como él trataba de penetrar a una de nuestras primas con su verga, ante nuestras miradas sonrientes; nuestros primos a sus hermanas y así todos los demás, pues aquello era una pequeña orgía casi familiar. Convertimos dicho lugar en nuestro centro de aventuras, al menos por los dos meses que durarían las actividades de riego.
En el siguiente fin de semana próximo, decidimos ir más emparejados, más temprano que de costumbre, cuatro primas y yo, tres primos, un amigo y mi hermano. Desde que llegamos nos ubicamos en los colchones por parejas, entre primos y amigos como la vez anterior. Ardientes y deliciosos besos entre nosotros con una suave penetración vaginal, mirándonos por momentos entre nosotros a fin de excitarnos más. Después de un buen rato, una prima y yo nos fuimos al baño, estábamos con unas ganas de orinar, el baño no era privado ni tenía puerta no seguridad, era para todos, también llegaron mis primos junto con mi hermano. Cuando mi prima hubo terminado salió del baño quedándome con dos de mis primos y mi hermano. Nunca faltan las preguntas subidas de tono, de si me había gustado la verga que me comí o si me gustaría comerme otra; solo me sonreía, afirmando que sí me había gustado. Mis primos después de orinar ahí frente a mí, se sacudieron su fláccida verga y salieron del baño. Me quedé sentada en la taza del baño observando a un metro de distancia la verga de mi hermano, orinar y sacudírsela, ante nuestras miradas sonrientes.
Ante esta situación, le pedí que se acercara a mí, preguntándole si le dolía su verga cuando lo hacía mientras frotaba con mis dedos sus testículos, sus bolas. Ante su nerviosa respuesta negativa iba notando que su verga iba creciendo; le dije que salga rápido porque la prima seguro lo estaba esperando con muchas ganas. Me contestó que ya no tenía ganas de cogérsela, que se le había parado porque se la estaba manoseando yo, al preguntarle en qué coño quería meterlo me dijo que en el mío, que me había visto que me movía bien. No bien terminamos de hablar seguía con mi mano y mis dedos acariciando sus bolas mientras yo me inclinaba y me metía parte de su verga en mi boca, él por su parte, acariciaba mis pechos. Lo hice echarse en el piso del baño, en la parte más cómoda posible, era campo así el piso no estaba con losetas ni más o menos, me subí encima de él, con mis piernas al lado de su cuerpo, cogí su verga con mi mano derecha y me la fui metiendo al coño despacio, cuando ya la tenía toda dentro de mí empecé a moverme de atrás hacia adelante, apoyada con mis manos en el piso del baño, mi hermano tenía sus manos en mis nalgas, moviéndome de adelante hacia atrás, deseando que dicho movimiento no terminase rápido.
Todos los demás chicos y chicas que querían hacer uso del baño, se emocionaban y excitaban al vernos, pasaban por nuestro lado, se ocupaban de orinar sin perder de vista lo que hacíamos. Mis primos decían excitarse y que les mirase su verga para comprobarlo, pero me lo decían tan cerca de mí, que pude darles una buena mamada, ellos querían seguir conmigo, pero es que mis primas los estaban esperando y solo se los hacía por un minutos más o menos. Mientras cogía con mi hermano me habré chupado unas tres vergas y un coño que dejé muy mojado para felicidad de uno de mis primos. Después de coger rico, salimos del baño, encontrando en la gran sala de la casa la misma escena que habíamos protagonizado mi hermano y yo.
Algo relajados, decidimos participar de aquella orgía familiar, mi hermano se encargó de lamer y morder los pezones de una de mis primas mientras yo era penetrada por otro primo. Por mi parte me eché en la cama, puse a una de mis primas sobre mí con su coño en mi boca, penetrándola con mi lengua, de vez en cuando buscaba su clítoris para masajearlo, mi primo por su parte le acariciaba su ano excitándola al máximo, penetrándola con sus dedos luego, despacio y sin prisa. Cuando mi primo vació toda su leche en mis pechos, me salí de ella y con mis dedos le empecé a frotar el coño, suave y despacio, hasta que se echó en la cama, de costado tratando de recuperar energías.
En un momento, propusimos que cada chica probara todas las vergas, sin importar si era hermano, primo o amigo y los chicos debían probar todos los coños. No había tiempo para ello, pero me lo tomé en serio, así que después de un descanso breve y ver que las vergas cobraban su buen tamaño, decidí hacerlo con tres, mi hermano y dos primos. Estaba de pie en medio del colchón, llamé a mi hermano y dos primos, con sus vergas paradas se me acercaron, me rodearon, me frotaron por todos lados, me ensuciaron con su líquido pre seminal todo el culo, el vientre y las piernas. Me puse de rodillas y se las chupé a los tres, luego me eché en la cama con las piernas abiertas, uno de los chicos metía su lengua en mi coño, lamiendo y mordiendo con sus labios, otro en mis pechos de uno al otro, mordiendo mis pezones con sus labios y con una de sus manos buscaba mi culo para penetrarme con uno de sus dedos, mi hermano solo se acercó a mí con su verga apuntando a mi boca para que se la chupara y ponérsela más dura.
Estaba luego mi primo echado en la cama, me puse sobre su verga y me fui sentando despacio metiéndome con mi mano su verga dentro de mi coño, cuando lo tenía dentro me incliné hacia adelante, poniendo mis pechos a la altura de la boca de mi primo que estaba sobre el colchón; no tardó mi hermano en lamer mi agujerito, provocando gemidos de placer intensos, luego pude sentir la punta de su verga en mi ano, sus manos tomando mis caderas, siendo penetrada suave y despacio como a mí me gusta, mi otro primo se inclinó un poco para tener su verga a la altura de mi boca; fueron momentos de interminable placer, empujada de un lado a otro, metiéndome más la verga de uno o el otro. Ante esto las miradas de los demás eran lujuriosas que no tardaron en imitar con los amigos una de ellas, mientras las otras chicas para calmar su calentura se hicieron un delicioso 69, lamiéndose los coños.
Desde ese momento nos hicimos cómplices en nuestras travesuras, y pues, la vida del campo es mucho mejor.
Durante muchos años, disfrutamos de estos momentos de placer entre nosotros, locuras prohibidas de amor. Con el tiempo, entre algunos solo queda recordar pues algunos amigos, cambiaron de lugar de residencia por situación de estudios o algo similar. Ya los grupos de juego eran más pequeños, pero pasándola igual de delicioso entre nosotros.
En nuestras casas, la seguridad en los cuartos u otras habitaciones no era muy rígida. El miedo a ser sorprendidos en casa cogiendo hacía más excitantes los momentos de lujuria y deseo. Es así que por motivos de compra de insumos para la actividad agrícola, mis padres viajaron a la ciudad cercana, distante unas dos horas; mi hermano y yo teníamos la casa sola, desde las 8 de la mañana hasta las 2 o 3 de la tarde más o menos; nos la pasamos en la cama cogiendo como locos, de todas formas posibles, empezando por un buen sexo oral, un 69. La dicha no duró tanto pues como las 11 de la mañana, tocaron la puerta de mi casa, como pudimos nos pusimos la ropa y salimos a ver quién era el inoportuno; era mi tío que llegaba con su hija, que llegaba a prestar unas herramientas para hacer hoyos en la tierra; pasando rápidamente hacia el lugar donde ellas estaban. El cuarto de herramientas está a más de 15 metros de mi cuarto y la verdad que los minutos que permanecía en casa se hacían eternos; dejamos a nuestro tía y nuestra prima a su libre búsqueda mientras nosotros, mi hermano y yo, permanecíamos en el cuarto con toda la tentación de estar juntos en la cama. Al notar que la demora era mucha, mi hermano con su verga dura que derramaba gotitas pre seminales por la excitación y yo con el coño bien mojado, a un lado de la cama, de espaldas a mi hermano, me subió la faldita bajó mi calzoncito, él se bajó sus calzoncillos y sus pantalones hasta las rodillas, me penetró el culo a medio perrito, mientras con mis dedos me masturbaba el coño, él de pie y yo también pero con el cuerpo inclinado, y sin sospechar nada y en silencio ante las palabras de mi tío regresamos la mirada hacia la puerta del cuarto, nuestro tío y prima nos estaban observando, lejos de molestarse más bien se mostró deseoso que terminemos de hacerlo. Después que mi hermano se vació dentro de mí, se acercó mi tío y me ayudó a subirme mi calzoncito, sin dejar de hacerme excitantes caricias. Éramos dos parejas y nuestras miradas y sonrisas cómplices lo dijeron todo en ese cuarto. Eso despertó mi curiosidad y toqué se verga por encima de su pantalón y la sentí dura y más grande que la de mi hermano. Mi hermano no perdió tiempo con la prima y rápidamente empezó a acariciarle las nalgas por encima de sus ropas. Nuestros gestos complacientes nos decían que íbamos a pasarla rico los cuatro, y en menos de cinco minutos estábamos desnudos en el mismo cuarto, dedicándome a masturbar a mi tío con una de mis manos viendo con deseo esa enorme verga, que sin duda mi prima ya había probado antes, mi hermano se deshacía en besos y caricias con nuestra prima. Mi tío y yo nos apropiamos de la cama, su lengua jugaba con la mía dentro de mi boca, sus manos apretaban mis nalgas y las mías frotaban su verga como si pretendiera que se vea más grande de lo que ya era, en un momento estaba en la cama echada con las piernas ligeramente abiertas y encima mi tío con su verga apuntando la entrada de mi coño, en unos segundos estaba dentro de mí, lo sentí muy dentro de mí, pensé que no me cabría tal instrumento, esto arrancó gemiditos mezclados de placer y dolor, ante la sonrisa de los demás. Por su parte, mi hermano tenía a mi prima recostada sobre la pared del cuarto y él a su lado penetrándola, teniendo sus piernas algo dobladas como para tomar impulso y penetrarla toda y con ganas. Después de coger rico y de un breve descanso, intercambio de parejas y pude ver como mi prima le chupaba la verga con ganas a mi tío, lamiendo sus bolas, provocando más placer en él, que manoseaba sus pechos, cogiéndola a lo perrito con la carita de mi prima apoyada en la cama, el culo bien empinado y mi tío metiéndosela por el coño. Momentos compartidos de sexo y deseo.
Los días y las noches en el campo, lejos de la ciudad, de miradas curiosas, de vecinos de doble moral pues no eran muy cercanos y por tanto era más excitante y mejor. Fueron años de intenso placer compartido que nos unió más como familia, hasta el día de hoy.