La vida dura de profesor.

Ser profesor en la universidad es muy duro, a veces tengo que revisar exámenes y aguantar a niñas muy insistentes...

—Un 4,8 es un suspenso y punto— Dije con mi paciencia al límite.

—Pero… Es un 0,2, eso no es nada por favor— Me seguía rogando Marta al otro lado de la mesa con el examen en la mano.

—He dicho suspendo y punto. Yo estoy aquí para formar ingenieros de verdad, no para regalar títulos. ¿Tú te crees que a mí me han regalado mi puesto? No, me lo curre toda mi vida y nunca vine a llorar a nadie porque me había estado tocando los huevos durante el cuatrimestre—

—Eres un puto amargado de la vida— Dije Marta levantándose bruscamente y tirando el examen encima de la mesa.

Por fin se rendía y se iba… o no. Rodeó la mesa y se puso junto a mí, roté mi silla giratoria para ponerme frente a ella, apoyó sus manos sobre mis rodillas y se arrodillo ante mí.

Me considero una persona con unas arraigadas creencias éticas y morales basadas en la cultura del esfuerzo y trabajo personal. No accedo a chantajes ni manipulaciones que pretendan influir en mi comportamiento. También soy un gran fan de Groucho Marx y como el mismo dijo “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Y si una niña de 19 años se me arrodilla dispuesta a cualquier cosa por un aprobado, cojo mis principios, hago una bola con ellos, los tiro al wáter y tiro de la cadena.

Eran las ocho de la tarde, mi compañero con el que comparto despacho siempre se marcha sobre las cinco y la puerta del despacho solo se puede abrir manualmente desde dentro. Para entrar se necesita mi tarjeta personal de profesor o la de mi compañero con lo que el peligro de ser pillados era inexistente. Vía libre. Marta sin dudar me agarró del cinturón y me lo desabrochó con soltura. Me bajó la cremallera y tiró de mi pantalón junto a mis calzoncillos hacia abajo. Yo simplemente ahueque el culo para ayudarla sin decir ni una sola palabra.

Agarró mi polla aun flácida y directamente se la metió a la boca. Tiró de ella con la boca con fuerza y comenzó a masajeármela con la mano consiguiendo ponérmela dura rápidamente en el interior de su boca. Me miraba con sus ojos color mermelada y una sonrisa picarona sabiendo que iba a conseguir lo que deseaba.

—¿A que ahora se empieza a encontrar mejor, profesor?

—Mucho mejor… Incluso me entran ganas de subir las notas de los exámenes…— Dije acomodándome en el sillón.

—¿Tendré una buena nota entonces profesor?— Dijo pasando la lengua desde mi punto más bajo de la polla hasta el capullo con una cara de viciosa que no podía con ella.

—Te la estas ganando Martita.

Sonrió mientras volvía a tragársela. Escupió sobre mi capullo extendiendo la saliva con la mano y se la metió en la boca hasta la garganta. Se la sacó casi entre arcadas pero siempre sonriendo. Desde luego sería joven pero no era ni la primera ni la segunda ni la tercera polla que se tragaba. No tenía un solo centímetro de mi polla que no estaría mojada con su saliva. Allí donde no llegaba metiéndosela en la boca lamia con la lengua como si se comería un helado.

No se la veía con prisas de terminar sino que parecía estar disfrutando la mamada de verdad llevando un ritmo ni muy frenético ni muy tranquilo lo cual me hacía disfrutar a mí también enormemente.

—Martita, los huevos también suben nota.

Soltó una sonora carcajada al escucharme mientras tenía la polla en la garganta. La sacó y descendió por el tronco de mi polla dándome suaves besitos hasta llegar a los huevos los cuales primero lamió con la lengua para posteriormente engullir. Tiraba de ellos con la boca hasta que no daban más de sí y se le escapaban produciendo un sonido bastante cachondo. Por supuesto su mano no pareaba de pajearme.

—Creo que de momento… te puedo poner un 6.

—Jo, eres un profe muy exigente— dijo dándome un mordisquito suave en los huevos— Yo quiero una nota más alta.

—Bueno… Siéntate en la mesa que vamos a hacer una revisión más a fondo.

Mi querida Martita se sentó en la mesa frente a mí. Se quitó las zapatillas con los pies quedándose descalza. Sujetó mi polla con ambos pies y comenzó una paja con ellos. Y no, tampoco era la primera vez que lo hacía a juzgar por su habilidad.

—Quítate la camiseta niña— Pedí ordenando.

Llevaba la típica camiseta blanca de Hard Rock Café. Agarró ambas manos y se la saco por la cabeza. Tenía un cuerpo bonito, delgadito y moreno pero por encima de todo unas redondas y grandes tetas que llegaban a parecer incluso algo desproporcionadas para una chica tan delgada.

Con un leve movimiento de cejas entendió mi deseo de que se quitara el sujetador y eso hizo estirando sus manos hacia atrás. Sus tetas nos descendieron ni un milímetro.

—¿Te gustan profesor? Mira que firmes están las tetas de una chica de 19 años.

Sin articular palabra despegue mi espalda del sillón y arrime mi boca a aquellos pezones marrones que me pedían ser comidos a gritos. Bese y chupe uno lo justo para palmar su dureza. Bese y chupe el otro mientras acariciaba ambos pechos con las manos.

—Firmes y duros. Quítate los vaqueros.

Volví a acomodarme en el sillón mientras Marta se ponía de pie y se dejaba caer al suelo sus pantalones. Debajo unas braguitas lilas con una especie de flores en relieve. Volvió a sentarse en la mesa abierta de piernas y su olor a sexo me llegó hasta dentro. Arrimé el hocico a aquella entrepierna y note la humedad de sus braguitas.

—Pero si la niña esta mojadita…

—Jijiji ¿Y eso suma nota?

—Suma, suma. Pero estas bragas… tendré que quedármelas hasta que se sequen— Las agarre de los lados con intención de quitárselas. Marta dejó caer su espalda sobre la mesa y levantó las piernas para que yo pudiera sacárselas.

Cuando salieron permaneció tumbada cobre la mesa con las piernas abiertas y levantadas ya que yo las sujetaba de los tobillos observando un precioso y rasurado coño que me hacia la boca agua. Su cabeza con su larga melena castaña se salía de la mesa quedando en el aire.

Fue bajando la cabeza por una de sus piernas besando sus muslos hasta llegar a aquel tentador agujero.

—Vaya 19 tiernos añitos Martita.

Aspiré por última vez aquel olor y saque la lengua para darle un primer lametón llevándome conmigo todos sus deliciosos fluidos. Estaba recién depilado. Lamí un par de veces más aquel manjar de los dioses antes de dar mi veredicto.

—Este cuerpo es de por lo menos… un 7,5.

—Jo profe, yo quiero mi sobresaliente. ¿No crees que si me haces una revisión aún más a fondo, quizás clavándome algo, puedo llegar al 9?

—Vamos a comprobarlo.

Me puse de pies por primera vez en horas con mi polla apuntando al cielo y la enfoqué hacia la entrada de aquella jovencita que tumbada en mi mesa y abierta de patas se ofrecía a que la follara para subir la nota del examen que en ese mismo momento aplastaba con su espalda.

Mi capullo atravesó suavemente su entrada y finalmente clavé mi polla en su interior cual cuchillo en la mantequilla. Ambos soltamos un gemido con la primera penetración y a ese le siguieron varios más a medida que entraba y salía de ella.

La agarraba de las piernas para impulsar más fuerte mis embestidas que hacían bailar sus preciosos pechos. Ella se pellizcaba los pezones con una mano y con la otra se frotaba el clítoris incrementando su placer. Bolis, lápices y folios volaban de la mesa.

—Profe…—Jadeó— ¿Tengo mi 9 ya?

—Desde luego— Contesté moviéndome en su interior.

—Entonces ahora… solo fóllame, que lo haces… muy bien…

Incrementé la fuerza de mis embestidas. Su cabeza colgaba de la mesa y se tenía que agarrar a las esquinas de la mesa para no salir despedida. Levantó la cabeza para avisarme.

—Profe…me corro…

Llevé una mano a su clítoris y explotó en un orgasmo inundando mi polla y la mesa con sus fluidos. Metí los brazos bajo su espalda y con mi estaca clavada en ella la levanté por los aires y me deje caer hacia atrás sentándome de golpe en el sillón. Rebotó sobre mi polla soltando un grito perfectamente audible desde el exterior. Me lancé a morder sus tetas mientras la agarraba el culo haciéndola moverse sobre mí.

—Joder profe… Cómeme las tetas… Diosss

—¿Quieres una matrícula de honor?

—Si… La quiero…

Entendió a la primera cuál era su matrícula de honor. Se bajó de mí y se arrodilló. Me levanté y eche una mano sobre su nuca sujetándola la cabeza. Abrió la boca y saco la lengua esperando mi culminación. No hice más que posar mi polla sobre su lengua cuando automáticamente me corrí. Un chorro fue directamente a su paladar y antes de que llegara a salir el segundo envolvió mi capullo con su boca dispuesta a tragárselo todo. Me terminé de correr en su caliente boca llenándola de semen. Tanto que algunas gotas se le escapaban y caían por las comisuras de sus labios resbalando por su barbilla hasta caer goteando sobre sus pechos.

Siguió mamando hasta dejarme completamente limpia la polla con una sonrisa de oreja a oreja.

—Tienes un 10 como una casa Martita.

—Gracias, eres el mejor profesor del mundo— Concluyó dándome un último beso en el capullo.