La vida de paula xxv

Dia a dia 7

También pensé que era curioso, pero pese a llevar ya 4 días en la granja, en cueros todo el rato, al aire libre y con un tiempo bastante fresco, no tenía el menor síntoma de un constipado, cuando en mi vida normal, a la más mínima ya estaba estornudando como una loca y con mocos. Científicamente, no había ningún principio que explicara por qué la vida en el campo era más saludable. Quizás para los que están acostumbrados a ella, les curta de alguna forma, pero no era mi caso.

Inmersa, en tan profundos pensamientos, llego el patrón.

“A ver, fena, toma un colchón seco y una manta seca, dame esas que las pongo a secar.”, me dijo

Se las di.

“Además aquí tienes tu comida”, me dijo echándome en el comedero, más engrudo de aquél que no sé cómo cocinaría la patrona, porque cuando quería cocinaba bien.

“Y supongo que también querrás beber, dijo yendo al bebedero, y meando dentro de él.”

Esta gente estaba muy loca, un día me invitaban a comer a su mesa, y al día siguiente ese engrudo para comer y orina para beber.

“Ah, se me olvidaba, he prolongado tu alquiler cinco días más, así es que aún nos quedan días de diversión, ¡mula!”, me dijo ya yéndose.

Pues mira que bien, pensé yo. La verdad es que, pese a todo, prefería la vida al aire libre, que con el tío que se supone me había alquilado que todo era oscuridad. Seguía preguntándome, quien sería aquel hombre que tanto interés ponía en que no le viera la cara.

Comí el engrudo, ya no se me hacía raro su sabor en la boca, y bebí la orina del patrón. Tenía sed, y no había otra cosa. Ya hacía tiempo que los ascos, habían desaparecido de mi cabeza.

Cuando terminé la comida, extendí el colchón, y me tumbé, tapándome con la manta. Me quedé dormida en nada. Estuve durmiendo un buen rato, que la verdad me vino muy bien.

El patrón me despertó,

“¡Venga mula, que te pasas la vida durmiendo!”, me dijo, “nosotros tenemos que salir, estaremos toda la tarde fuera, pero te he buscado entretenimiento para que no te aburras”

Me sacó de los pelos de la jaula, y me llevó hasta un lado de la granja. Allí había un antiguo molino de trigo de los que movían los bueyes girando sin parar, Iba a tener que accionarlo yo, pero para que no me fuera demasiado fácil mover las aspas me puso una cadena en la cintura, que llegaba hasta el suelo. A la cadena, la puso una cesta con dos grandes piedras dentro y para rematar la jugada, me puso un separador de tobillos con lo que, al andar, sería materialmente un pato mareado. Y también me sujeto la cadena de las muñecas al aspa. Así se aseguraba que no me iba del molino.

“No hay nada que moler, pero si tiene un contador de giro. Ahora vas a dar un giro, y voy a controlar el tiempo que tardas. ¡Empieza!”, me dijo

Costaba un mundo moverse así y encima arrastrando las piedras. Hice el giro completo.

“1 minutos, 20 segundos” me dijo el patrón.

“Estaremos fuera seis horas, que son 360 minutos. En vez de un minuto veinte segundos te tomare un minuto treinta segundos con lo que cuando vuelva el contador, tiene que estar en un mínimo de 240 vueltas. Pobre de ti mula, como marque menos.

Joder, pensé mientras la vi alejarse. También podía haberse olvidado de mí esta tarde y haberme dejado durmiendo. Luego cuando vuelvan seguro que tienen también ganas de folleteo.

Pensé tener controladas las vueltas que daba, y para ello, se me ocurrió hacer una marca con el pie en el punto que estaba ahora mismo para poder llevar la cuenta. Aun así, no tenía ni idea del tempo pasado, iría a ciegas, pero por lo menos podría ver si estaba muy lejos de la meta.

Empecé a dar vueltas, y a marcarlas en el suelo, cuando llevaba 6 lotes de cinco, 30 vueltas, no podía más. Mis muslos me dolían como nunca, mi estómago tenía que estar casi pegado a la espalda de tirar de la cadena y de las piedras, los pies desollados ya que a veces los arrastraba en vez de andar, y me faltaban más de 200 vueltas con el puto molino.

Tuve muy claro que no lo iba a conseguir. Pero me había comprometido a que mi marido no recibiera quejas sobre mi comportamiento, y tenía que intentar, al menos hacer el mayor número posible de vueltas.

Al poco tiempo, deje de marcarlas, aquello aún me torturaba más, y me limite a andar y arrastrar todo aquello de la mejor manera posible. Hubo momentos en que iba literalmente tumbada sobre el aspa del molino. Solo las piernas me impulsaban lo que podían. Tuve que orinar un par de veces, con lo cual encharque el sitio donde lo hice, con lo cual me ponía aún más complicado el andar por ahí.

Ya estaba anocheciendo. No sé qué instinto, me hacía seguir de pie, empujando aquello. No tenía ni idea de las vueltas que llevaba, pero estaba dejando un surco en el suelo entre mis pies, y la cesta con las piedras, que denotaban la continua reiteración del paso sobre esos mismos sitios.

Estaba segura que no iba a tener rozaduras en los muslos o en el propio chichi, del continuo roce. Mis piernas estaban abiertas casi en un ángulo de 60 grados. Seguí cada vez más lentamente y con más dificultad haciendo girar el molino.

Estaba ya a punto de derrumbarme, cuando oí el ruido de unos motores de coche. Volvían. Eso me dio fuerzas para intentar si estaba cerca de las 240 vueltas dar alguna más, aunque literalmente no pudiera.

Al rato apareció el patrón,

“Hola, mula. Uhmm, por el surco que has dejado, se ve que has dado unas cuantas vueltas. Buena mula”, me decía mientras me iba quitando las cadenas, el distanciador, etc.

“Estas hecha un asquito”, pero hoy no te lavaras. Hemos estado en un velatorio en la capital, un familiar lejano. La gente viene con ganas de juerga, así es que ahora cenaremos algo y luego tendremos la juerga. Por cierto, no había cuenta vueltas, sabía que el decírtelo sería una carga emocional para ti que te haría esforzarte más en conseguirlo. Pero bien ha estado bien.”

Creí morirme, aunque era lógico que aquel molino viejo no tuviera contador de vueltas, ¿para qué? Pero claro eso lo pensaba ahora que ya sabía que no lo tenía.

El patrón me cogió de la cadena de las manos, y me hizo seguirle hasta la casa. La cadena de la cintura, había dejado una buena rozadora en mi tripa. Los pies los tenía ensangrentados, no podía ni andar.

“Pasa al baño, y lávate las heridas de los pies, y cúratelos, ahí tienes betadine, y vendas si te hacen falta.” Me dijo el patrón.

Fui al baño. Me miré en el espejo. Efectivamente tenía un aspecto lamentable. Totalmente sudada, y llena de polvo del que levantaba yo al andar y arrastrar la cesta con las piedras. Me miré los pies más detenidamente. Si tenía algo de sangre, pero era de algún arañazo en concreto más profundo que los otros, pero básicamente eran todos laceraciones superficiales, que no irían a más, pero me impedirían caminar con soltura unos días.

Aproveche también para mear y cagar como una persona en la taza del wc. Nadie me había prohibido usarlo.

Cuando salí me puse a cuatro patas, y fui hacia el comedor. Ya habían ocupado todos sus sitios en la mesa, y como es lógico no había sitio para mí. Habían comprado comida preparada en la capital, y eso es lo que cenarían.

La sádica me hizo una seña de que me fuera hacia donde estaba ella.

“Tú, perra, al lado de mami, que soy la única que sabe tratarte.” Me dijo mientras me acariciaba la cabeza y apoyaba mi cabeza en su muslo.

“Oh, estas sudando. Estas asquerosa,” me dijo dándome un manotazo y apartándome.

Me quedé como en las noches anteriores, a un lado de la mesa, cogiendo lo que me querían tirar de la mesa. Estaba empezando a coger algo de destreza en coger las cosas al vuelo. Bueno al menos ponía la boca en la dirección, aunque al final terminaban en el suelo. Yo lamía bien todo el suelo de la grasa, antes de que la patrona, me lo ordenara.

Cuando terminaron de cenar, juntaron todas las sobras en un plato y me las pusieron en el suelo para que las comiera. Alguno tuvo la delicadeza de echar un escupitajo antes de remover bien toda la comida, pero yo tenía hambre, y todo servía.

La sádico le dijo a los demás,

“Chicos, la perra está hecha una mierda. Creo que lo ideal es que juguemos con su culo asi no se notara tanto si se caga”

Todos reían la gracia, que, por cierto, yo no se la veía.

“A ver cada uno, va a coger tres cosas para poder meter en su culo. Deben de ser de tres grosores distintos y se puntuará, el grosor y la longitud que se le meta en el culo. El ganador, podrá elegir pareja para dormir durante una semana.” Siguió diciendo. “traer vuestras cosas elegidas tapadas, que la perra no pueda ver lo que lavamos a meter por el culo.”

Todos mostraron su conformidad, relamiéndose ante el premio que se les ofrecía.

Se fueron todos, y fueron volviendo con sus cosas tapadas con trapos.

Cuando ya estaban todos, la sádica dijo,

“A ver votación, ¿lubricamos el ano? O sin lubricar.

Hubo mayoría absoluta que sin lubricar. Aunque matizaron que en algunos casos me lo darían a chupara para que lo lubricara un poco con la saliva.

Esto no pintaba bien, sobre todo para mi culo.

Para su mayor comodidad me tumbaron en una alfombra boca arriba, y me llevaron los hasta la cabeza. Me sujetaron la cadena por detrás de mi cabeza. Así, mi ano les quedaba más a mano.

Sortearon el orden.

Hijo pequeño, patrona, sádica, hijo mayor, la otra chica, patrón, el segundo hijo, y el tercero.

El hijo pequeño, demostró su inocencia, y trajo un lápiz, y boli y un rotulador

Este no ganaba, seguro. Me metió los tres objetos como si nada.

La patrona ya fue algo más atrevida, trajo un cucharon de madera, un mazo para triturar las especias, y el rodillo de amasar.

Me dio la cuchara a lamer, por la parte gorda, la de la cuchara y por esa parte me la metió. Le costó un poco entrar, pero el ano se abrió con relativa facilidad permitiéndola jugar con la cuchara dentro de mi recto. La metió prácticamente entera. Solo dejo fuera algo del mango para poder sacarla, y a la vez, me metió también el mazo de también por la parte ancha. Finalmente, me sacó todo y me metió el rodillo de amasar. El mango entre muy fácil, más complicado estuvo la parte gorda. Cuando empujo para abrir mi ano, y meterlo pensé que me había roto el culo, como suele decirse. Una vez el ano abierto a la anchura del rodillo, solo era cuestión de empujar y fue entrando todo el rodillo. Yo sentía el recto y parte de mis intestinos, violentados por aquel rodillo, sin poder evitarlo. Cuando empujo para que entrara del todo, sentí dolor dentro como si el extremo que estaba dentro, estuviera empujando mis intestinos para poder entrar más. Lo metió entero. Y espero lo suficiente, para que mi ano, relajase y cerrase con el rodillo dentro. Cuando esto ocurrió, que daba fe de que el rodillo estaba totalmente metido hubo aplausos para la mami.

” Ahora perra, cágalo”, me dijo la patrona.

Aquello no era tarea fácil. Apreté con todas mis fuerzas, hasta que note como mi ano, volvía a abrirse y el mango asomaba por el momento en que aprovecho la patrona, para cogerlo y tirar de él y sacármelo.

Pusieron el rodillo en la mesa baja, como que hasta ahora era lo más gordo y largo que habían metido en mi culo. No pude ver como salió, aunque antes de la cena, había vaciado, pero aun así no estaba segura de que no sacara regalito.

Ahora le tocaba a la sádica.

A esta la tenía más miedo.

Dijo que solo tenía un objeto

Pero que la sobraba para ganarlos a todos.

Desenvolvió un consolador de latex, multicolor.

“Chicos, tiene 70 centímetros de longitud y 8 de grosor, y va  a entrar enterito en el culo de la perra.”

“Que cabrona>”, dijo el que era su pareja, marido o lo que fuera, “eso es lo que ha ido a comprar al sex-shop que no ha querido que fuera con ella. Ya lo tenía pensado todo esto.”

La sádica, ser sonrió sádicamente.

Se dirigió a mi culo, y puso la punta en mi ano..

CONTINUARA