La vida de paula xxix

Dia a dia 11

Cuando las dos nos corrimos, nuestros dueños, no llevaron dentro de la carpa, a lo que era en sí el recinto de la Feria.

Allí, fueron colocando a todas las mascotas, en distintos recintos como pequeños corrales, con el suelo lleno de paja, comederos y bebederos. Cada uno tenía capacidad para 5 mascotas.

Había uno en el centro que estaba reservada por las 5 mascotas primeras, y allí fui yo.

Tenía la misma dotación que el resto, pero estaba ligeramente más alto que los demás. Cuando estuvimos todas ubicadas permitieron la entrada a los visitantes. Bueno a todos aquellos que no eran estrictamente dueños de las mascotas.

Una visita obligada era el corral de las ganadoras. Se acercaban, te llamaban, te acariciaban…

Generalmente las caricias iban destinadas a tetas, culo, coño, etc.

También nos pedían que les lamiéramos las manos, incluso nos daban o nos tiraban alguna chuchería, en forma de pan duro, o galletas, etcétera.

En un momento dado anunciaron por megafonía que aquellos dueños que quisieran subastar a sus mascotas, apuntaran en un pizarrón que había el número de dorsal de la mascota, así como el precio de salida. La subasta se realizaría antes de la comida.

Cuatro dueños apuntaron los números en el pizarrón. Los precios que las pusieron a las mascotas, iba desde los 300 euros hasta los 5000. Cada uno explico las características de su mascota, por qué pedía el dinero que pedía, y porque se desprendía de ella y la subastaba.

Una de las que iba a ser subastada, era la mayor. Su dueño, dijo que la subastaba porque quería comprar una mascota más joven, y que no podía mantener a las dos. La puso un precio de salida de 500 euros.

Otros dos de los apuntados eran perros, y la otra una chica que había terminado de las últimas en el concurso.

Yo ahí estaba tranquila. Aquella familia no eran mis dueños y por lo tanto no podían subastarme.

Efectivamente, poco antes de la comida, se realizó la subasta. Las cuatro mascotas fueron vendidas, aunque en precios a la baja. Por ejemplo, la que salía en 5000 euros, se vendió por 3000. Cuando terminó la subasta, dijeron que ya podía pasar a la carpa comedor conjunta. Llevaba toda la mañana oliendo muy bien a brasas y asado.

Para mi sorpresa, en nuestros comederos, también echaron carne de la asada. Seguramente despojos, pero nos supieron igual de buenos que si hubieran sido los mejores trozos. Y encima en el bebedero. Nos echaron agua. Todo un lujo. Tardaron bastante en volver. Nos dio incluso tiempo a echarnos una siesta. Bueno al menos a mí.

A otra guarra, la dio tiempo a cagarse en el corral, con lo que el olor que nos dejó fue tremendo. Aunque he de reconocer que yo me mee, no podía más.

Cuando terminaron de comer, y de la sobremesa, fueron entrando vagamente en nuestro recinto. Se fueron acercando a nosotras, y ya no se cortaban, abrían la puerta del corral, se metían dentro, se sacaban la polla y a mamar.

Nos hicieron quitarnos los rabos entre nosotras, con la boca, limpiarlo bien en la boca y luego lamer el ano, para que quedara bien limpio. Luego a meterla por donde les apetecía. Sobre todo, a nosotras, las ganadoras, yo creo que nos follaron todos los que había allí., por todos los agujeros. También tuvimos que lamer coños, dejar coños para lamer, en fin, una orgía que se prolongó hasta altas horas de la noche.

Lo curioso era que los perros, eran requeridos también por mucha gente, tanto hombres como mujeres. En definitiva, no hacían ascos a nada.

Hubo un par de ellos que me preguntaron por mis dueños, para ver si podían comprarme. Aquello era bastante humillante, pero menos mal que no podían venderme. Si no, iría como la falsa moneda, que de mano en mano va, y ninguno se la queda.

A veces después de estas sesiones, me daba por pensar en la cantidad en centilitros de semen, que había entrado en mi cuerpo, por boca, vagina y ano. Era difícil de calcular. Cuando los pillas de nuevas, te echaban un buen chorro. Luego los calostros, jaja. Pero todo contaba.

Llegó la hora de las despedidas. Las cinco perras nos abrazamos y besuqueamos deseándonos una feliz vida canina. Los dueños, también se despidieron entre ellos, y de alguna de las perras. De mí también, diciendo que esperaban volver a follarme pronto.

Cosa rara. No me había follado ni el patrón ni ninguno de sus hijos. Estarían saturados.

Fuimos hacia los coches. Ya era noche cerrada. Me subieron a la caja del todo terreno y me sujetaron.

Se iban a subir los patronos al todo terreno, cuando se les acercaron dos tipos con bastante mala pinta y estuvieron hablando con ellos.

No alcanzaba a ori lo que decían, pero me miraban mucho y eso me inquieto.

Al rato, vi como sacaban un sobre y se lo daban al patrón. Este lo abrió y lo contó. Eran billetes. Dinero.

Vinieron hacia la caja, y el patrón me desato.

“Vamos, Fena,” me dijo, “Estos señores te han alquilado 24 horas. Te vas a ir con ellos.”

Yo, no podía rechistar.

Baje de la caja, uno de los hombres me cogió del pelo, me quitó las coletas, y las cintas, el rabo y me llevaron hasta su coche.

Allí, abrieron el maletero.

“Sube perra”, me dijo el tipo.

Me metí en el maletero, y lo cerraron.

Estuve un buen rato metido en él. Lógicamente ni idea de donde me llevaron. Les oía hablar. Joder, aquellos tíos eran gitanos. No tenía nada en especial contra ellos, simplemente no me gustaba su estilo de vida, su forma de proceder. Pero no me quedaba otra que confiar en la buena cabeza del patrón.

Cuando paró el coche, abrieron de nuevo el maletero. Sal perra, me dijeron.

Salí del maletero, me cogieron nuevamente del pelo y me llevaron hacia el poblado. No era el típico poblado de chabolas pestilentes, era algo más refinado, con pequeñas construcciones sólidas, incluso de tres pisos. Hacia una de esas nos dirigimos.

Pese a las horas, mi llegada había creado ya expectación, sobre todo entre las gitanas. Me decían de todo, pero en caló, con lo cual no me enteraba de nada.

Entramos en la casa, y subimos por las escaleras hasta la tercera planta. Allí en una de las habitaciones, había un tipejo mayor, sentado en un sillón con su gorro puesto y un bastón en la mano.

El que me llevaba me tiró contra el suelo, y me dijo,

“Mucho respeto al patriarca”

Entendí que debía de quedarme así hasta que me dijeran lo contrario.

El patriarca, empezó a hablar por supuesto en caló, con lo que seguí sin enterarme de nada. El tío detrás de mí me iba diciendo.

“Te hemos alquilado paya, para que inicias a varios jóvenes del poblado, así como satisfacer a varios ancianos.

Elegimos payas para esto, porque las hembras gitanas, tienen que ser fieles a sus maridos y mantenerse vírgenes para su marido cuando se casen”

Así es que follaras sin descanso jóvenes y ancianos hasta mañana por la noche.

Pues mira que bien, pensé yo. Esperaba que no hubiera muchos jóvenes y muchos ancianos.

El patriarca me dijo que empezaría él.

Así es que los dos tipos que me habían traído se retiraron, y el patriarca me hizo una señal de que me acercara. Lo hice a cuatro patas. Cuando estuve a su alcance, me echo la mano a la cara. Era una mano, gorda, áspera, sin duda forjada con rudo trabajo.

Me dijo medio en caló medio en cristiano,

“Eres guapa, perra, y joven. Hace mucho que no doy polla a una paya guapa y joven. Sácamela”

Pues ahí estaba la buena de Paula, abriéndole el pantalón al patriarca de una aldea, sacándole la polla que vete a saber el tiempo que hace que no se lava, y llevándosela a la boca.

Empecé a mamársela con calma, consciente de que cuanto más tardara con cada uno menos tendría que hacer. El patriarca agradecía mi delicadeza, pero él prefería follarme la boca. Me cogió la cabeza con ambas manos y me la metía y sacaba como si no hubiera un mañana. NO la tenía especialmente gorda ni larga, pero entre el tufo que desprendía, y vete a saber las células blancas muertas de debajo de la piel de su glande me daban ciertas arcadas, que al hombrecito le entretenían.

Cuando se cansó de follarme la boca, me llevó a su cama. Me tumbó y sin mediar palabra me la metió.

Me estuvo follando un buen rato el coño, hasta que se cansó y me la metió en el culo. En el casi nada más meterla, empezó a bramar, y note el chorro caliente contra las paredes de mi recto.

Al rato la sacó y me dijo que se la limpiara.

Lo hice. Pegó un grito, y aparecieron de nuevo los dos hombres.

Me cogieron nuevamente del pelo y me sacaron de la habitación, mientras el patriarca les decía algo.

“Me dice el patriarca que eres muy buena follando y que antes de que te vayas mañana quiere follarte otra vez.”

Me llevaron a la segunda planta. De camino me dijeron que, en la segunda planta, vivían tres de los ancianos que tenía que satisfacer. Que por la noche solo haría ancianos, y por el día a los jóvenes.

Aquello de dormir, no iba conmigo por lo visto.