La vida de paula xxiv
Dia a dia 6
La comida, fue de lo mejorcito dela estancia allí. Eso sí desnuda como estaba, pero sentada en mi silla comiendo lo que todos. Y solo teniendo que aguantar de vez en cuando algún toqueteo por parte de alguno, pero sin ir a más.
Lógicamente, no sabía lo que me tendrían preparado, a raíz de los comentarios, de …!Come perra, coge fuerzas. Las vas a necesitar”, u “Vamos guarra que te van a reventar hoy todos los agujeros, etc”. Sin duda tenía pinta de ser algo gordo.
Pero los acontecimientos, en este caso meteorológicos, iban a condicionar la tarde.
El Patrón recibió una llamada casi al finalizar la comida. Su cara demostró una gran preocupación, y dijo:
“Me han llamado del ayuntamiento. Hay una alerta por fuertes lluvias y aire. Están avisando a todas las granjas para que se tomen las medidas oportunas. Y yo no tengo hecho los caballones, así es que toca currar.”
Todos nos levantamos de la mesa. Yo siguiendo lo que hacían. Fueron al hall, y de un armario, sacaron botas de agua y chubasqueros. Todos se los pusieron. Menos yo, claro. Yo seguí como estaba.
Salimos fuera, estaba empezando a chispear. Fuimos al cobertizo y el patrón fue repartiendo azadas y palas. Cuando me tocó el turno, me tocaba pala, pero me dijo,
“No, tu azada, y te vendrás conmigo.”
En mi vida había cogido una azada. Ya solo de tenerla en las manos, me pareció que aquello pesaba una tonelada.
Seguí al patrón.
“Nos encargaremos de las cochiqueras y de la sala de los pollos. Vamos”. Me dijo.
Cuando llegamos me dijo:
“Ves a la distancia que cavo yo?, pues tú haz lo mismo. Tienes que profundizar al menos la azada completa, venga empieza que no hay tiempo.”
Miré al patrón. Cada golpe suyo con la azada, levantaba una gran cantidad de tierra. Casi ya a la profundidad que me había dicho.
Yo lo intenté, pero apenas la clavé en el suelo. Vino hacia mí,
“A ver torpe, coge la azada así “me dijo, mientras me colocaba la azada en las manos y me las levantaba lo suficiente para poder mandar fuerza. Las cadenas no ayudaban mucho
Pero esta vez sí se clavó en la tierra, y arranque una pequeña cantidad,
“Así, venga que no hay tiempo de cursillos,” me dijo volviendo a lo suyo.
El hijo pequeño, se encargaba de quitar la tierra. Poco a poco le fui cogiendo el ritmo a la azada. Ya hacia la profundidad de tres golpes. Llovía fuerte. El agua escurría por mi cuerpo y sobre todo por mis manos, que no me dejaban agarrar la azada con firmeza. Mis pies también empezaban a resbalar con el barro que se estaba formando.
Yo seguía cavando lo mejor que podía y sabia. Ya casi podíamos decir que los cerdos estaban a salvo, el agua se iba metiendo en el surco, como estaba pensado.
Lo que no estaba pensado es la cantidad de agua que iba a caer. Pronto comprendió el patrón, que aquel surco no servía de nada. Tendremos que meter a los cerdos en casa, sino los arrastrara la corriente.
Nos pusimos manos a la obra.
Yo cogí al grande para eso ya habíamos intimado e intenté conducirlo a casa como veía hacer al patrón. Íbamos bien, pero sonó un trueno, y el bicho se asustó. Pegó un gruñido y salió corriendo.
“Cógelo”, me gritó el patrón
Como si fuera tan fácil, pensé yo saliendo corriendo detrás de él. Me resbalé y caí de bruces. Me llené todo el cuerpo de barro. Y el bicho seguía corriendo. La cadena de los tobillos, me hacían ser aún más torpe corriendo.
El cerdo se alejó bastante de la granja y yo corriendo todo lo que podía detrás. La ventaja de la lluvia es que cada vez que me caía y me llenaba de barro, me limpiaba el agua que azotaba mi cuerpo.
Al final el cerdo se paró. Otro trueno le hizo frenarse en seco. Conseguí llegar hasta él, y con las manos irle reconduciendo hacia la granja. Tenía los pies destrozados al ir corriendo no había controlado donde pisaba y debía de haber pisado de todo. Además, estaba cansada y agobiada, por fallar, tenía que conducir al puto bicho como fuera. Lo hice con las manos, como había visto hacer al patrón. El cerdo fue obedeciéndome de mala manera, pero iba hacia donde yo quería.
Al cabo de un buen rato, conseguí llegar a la granja y hacia la casa. El patrón me esperaba en la puerta. Metimos al cerdo junto con los otros en una especie de despensa vacía que había junto a la cocina.
Cuando salimos de la despensa todo el camino en la casa estaba lleno de las pisadas del cerdo y de las mías.
“Mira cómo has puesto todo. ¡Límpialo!, me dijo la patrona.
Cogí de la cocina un cubo con agua y la fregona, ahora si había fregona, y limpié todos mis pasos y los del cerdo, así como mis plantas de los pies.
La patrona me dijo que había en el fuego un poco de caldo, que me sirviera una taza. Que había cogido mucha agua.
Me serví un cuenco, la verdad es que estaba ardiendo, así es que tuve que dejar que se enfriara un poco.
Cuando vi que ya era tomable, empecé a tomármelo.
Entraba bien, estaba bueno. Y calentito.
Entró la sádica en ese momento.
“hombre si está aquí la perrita calentándose. ¿Pues sabes qué?, yo también quiero calentarme,” dijo levantándose la falda. y corriéndose el tanga.
Me arrodillé, y empecé a comerla el coño.
“Para, para,” me dijo. Así es incómodo.
Me cogió del pelo y me arrastro literalmente hasta un sillón del sillón.
“Quítame el tanga”, me ordenó.
Se lo saque y ella se sentó en el sillón.
“Ahora sí, come”, me dijo
Me puse a ello. Puse en práctica todo lo que había aprendido en la luna de miel. Buscando el punto G y encontrándoselo.
Estaba en pleno trabajo, cuando note como una polla se abría paso en mi culo. Era uno de los hijos mayores, que, al oír los gemidos de la sádica, había venido y al ver mi culo en pompa, no había perdido la ocasión. Me fallaba el culo con fuerza, lo cual me dificultaba el rematar la faena con la sádica.
“Joder,” decía la tía, “con el movimiento de tu enculamiento, aún me da más gusto, puta”
Notaba los huevos del tío golpeándome en la vulva. La tenía metida entera y daba con ganas.
La tía empezaba a gemir muy escandalosamente lo cual fue atrayendo a mas miembros de la familia.
Incluido el patrón que al vernos así dijo,
“Joder vaya dos zorras, no pierden ocasión. Voy a sacar a los cerdos para que las hagan compañías.”
“Para cerdos ya estamos nosotros” dijo el otro hermano mayor, que ya se sacaba la polla para meterla donde pudiera.
La sádica se corrió estruendosamente, echando una gran cantidad de flujo por su coño.
Aquello terminó de embravecer al resto de los machos, que todos se sacaron la ropa y se dispusieron a unirse a la follada.
Como en día anteriores, nos dieron las tantas follando. Ni que decir tiene que las 5 pollas de los machos, pasaron por todos nuestros agujeros, y varias veces. No se si es que se metían algo, o que la vida del campo es muy saludable sexualmente hablando, porque se corrían y al rato estaban otra vez dándonos.
La verdad es que las otras dos chicas, aguantaron tanto como yo, bueno algo menos, porque cuando descansaban los tíos, yo tenía que comerlas el coño a ellas. La patrona, en cambio, iba a un ritmo más lento, al margen que, por ser la madre, parece que la respetaban algo mas y la daban menos caña.
Sería una tontería intentar saber las veces que nos corrimos cada uno/a. A mí cada vez que veían que me corría me daban azotes y pellizcos en las tetas para que no lo hiciera, aunque ya lo había hecho.
Como ya era habitual, en aquella casa se dormía cuatro horas, al menos yo, porque cuando ya se fueron todos y me quedé dormida, al poco rato apareció de nuevo el patrón, diciéndome que hoy tocaba limpiar las cuadras. Me dijo que en la cocina tenía café y galletas, y que me esperaba en las cuadras.
Sabía que no era cuestión de hacerle esperar, así es que me tomé rápido el café con cuatro galletas mojadas, y me dirigí hacia las cuadras. Cuando entré el patrón me dijo:
“Limpia bien a todos los caballos, y a la yegua. Lo primero es limpiarle los cascos. Eso se hace con este cepillo. Límpiaselo a fondo y revisa también sus herradoras, si ves alguna piedra clavada en ella, se la retiras. Luego con este otro cepillo de cerdas blandas, le cepillas todo el cuerpo. La idea es eliminar pelos muertos y polvo. Si ves que tienen las crines muy enredadas, que no deberían porque se les ha montado poco, las desenredas con ese cepillo de púas metálicas. Su prepucio, que es donde esconde la polla, lávaselo con un poco de agua, pero sin pasarle cepillos ya que no le gustará y te pateará. Ten especial cuidado con el blanco. Es el semental, y no quiero que se le trate mal.
Cuando termines con todos, coges la yegua, que es la parda, y la acercas al vallado anexo al semental. Y esperas a que vuelva.”
Me llevó toda la mañana adecentar a los caballitos. Pero no parece que les disgustara como les había aseado. Incluso uno cuando le limpiaba el prepucio empezó a asomar su polla. Paré rápido no sabía si aquello era bueno o malo.
Cuando ya estaban todos limpios, cogí a la yegua y la llevé al vallado al lado del semental. Este pareció recibirla de buen grado, aunque con las vallas por delante, poco iba a poder hacer.
Me quede esperando al patrón, que no tardó mucho en venir.
Me sorprendió que no venía solo. Se trajo a toda la familia con él. Además, venían con sillas de madera plegables, se sentaron mirando hacia el vallado del semental. Alguno traía alguna cerveza en la mano, y la patrona, trajo también una mesita plegable donde pusieron unos boles con patatas fritas y frutos secos.
Parece que se avecinaba algún show, pero no tenía muy claro que yo estuviera invitada. El patrón entró en el vallado del semental, y comprobó su limpieza.
“Perfecto, mula has hecho un buen trabajo”
Sin mediar más palabra se fue hacia la yegua, se puso un guante de látex y le metió la mano en el coño. Literalmente. La movió un par de veces y la saco, escurriendo del guante lo que debía de ser el flujo de la yegua. Se lo acercó al hocico del semental, que, al olerlo, lanzó un relincho muy prolongado y empezó a moverse inquieto. Pude ver como entre sus patas traseras blancas, empezaba a aparecer su polla, era rosada con una punta plana y más ancha que el resto. Seguía saliendo. Aquello parecía no tener fin. En la parte más cercana al prepucio, era más oscura y más ancha que la parte rosada. A medida que iba creciendo el tono rosáceo se iba tornando más en un color anaranjado.
Cuando terminó de salir fue erectando, la polla ahora le llegaba hasta la tripa. La sádica comentó,
“Sera verdad eso de que se pueden masturbar frotando su pollon contra la tripa?”
Yo viendo como se le había puesto, supuse que si. El semental no paraba de mirar a la yegua, y por un momento pensé que saltaría la valla y se iría a por ella.
El patrón cogió una caja de patatas dada la vuelta, y la colocó pegada al vallado, en dirección a la yegua.
Volvió a repetir el meterle la mano en el coño a la yegua, y me dijo;
“Mula, ven aquí y súbete a la caja de culo al macho”
Obedecí y fui. Parecía que no solo estaba invitada al show, sino que además iba a ser una de las protagonistas. Me subí en la caja. El patrón restregó el guante por mi espalda mi culo y mi coño y volvió a acercárselo a oler al semental. Mirando hacia la yegua, vi que la altura de mi culo ahora debía de ser muy similar a la de la yegua, por lo que era evidente que el patrón quería que el semental me follara. ¿En serio?
No creía que pudiera metérmela, pero si lo hacía me reventaría, aquella polla era mucho mas larga que mi vagina, y a nada que empujara, me la sacaría por la boca.
El murmullo entre los espectadores fue creciendo a medida que vieron que el semental empezaba a caminar en mi dirección. Note como me olisqueaba.
El patrón me dijo:
“Gira el cuerpo un poco hacia ahí, sin mover el culo”
Me colocó él. Básicamente era porque el semental acababa de subirse y sus patas delanteras apoyaban en el vallado, en vez de en mi espalda, que seguramente me hubiera partido. El bicho bramaba, mientras su polla intentaba buscar donde entrar.
El patrón le facilitó el camino, cogiéndosela y enfilándosela directamente a mi vagina. Me la metió con una facilidad pasmosa. El patrón me bajaba la cadera con su mano, mientras los espectadores aplaudían. No pude menos que mirarlos. La sádica se estaba masturbando, sin quitar ojo a la escena. El semental seguía metiéndome su polla como queriendo comprobar la profundidad que había.
El patrón me dijo,
“Tienes que estar orgullosa, mula. El semen de este semental es muy cotizado, y ahora te lo va a echar todo en el coño. Recogeré todo lo que pueda para que cuando termine de montarte te lo bebas. No se puede desperdiciar nada”
Todos rieron.
Encima tenía que estar agradecida. No te jodes…
El semental reculaba un par de pasos con sus patas traseras, y las movía bruscamente hacia adelante pretendiendo empalarme entera.
Notaba como su polla chocaba dentro mío, seguramente con el cérvix, que suponía también se estaría contrayendo ante los empujones de la bestia.
Cada empujón, era vitoreado por los espectadores.
“Vamos, viento, taladra entera a esa puta”
“Sácasela por la boca, viento”
“destroza a esa puta”
Eran algunas de las arengas, que le hacían al semental, que por lo oído se llamaba viento.
Seguro que estaban deseando que en alguno de las marchas atrás que hacía sacara su polla con mi matriz colgando, señal de que me había reventado por dentro.
La verdad es que los empujones eran terribles, realmente es como si me taladrara en cada uno de ellos, pero duró poco.
En seguida noté un gran chorro que me inundaba por dentro con un relincho prolongado de viento.
Entendí que se había corrido, y al momento bajo sus patas delanteras de la valla, sacándome la polla. Sonó como un “chop” y de reojo vi al patrón con otro bol, recogiendo todo el semen que soltaba aun su polla, y que iba cayendo de i coño.
Aplausos, risas, tonterías de a ver si te quedas preñada y tenemos muchos sementalitos…..
Mientras la sádica, también se corría estrepitosamente como siempre.
“Bájate de la caja y abre las piernas bien”, me dijo el patrón.
“Haz fuerza, echa toda la leche”
Tampoco tenía yo mucho que hacer, seguro que con el chorro parte de la leche se había metido en mi útero, y de allí, iría saliendo a su ritmo, si es que salía y no lo absorbía el cuerpo y lo que hubiera por la vagina iba saliendo a su ritmo. Aún así intente apretar para que el patrón se quedara satisfecho.
SE llenó casi la mitad del bol.
Cuando se quedó contento el patrón con lo que había salid, me dijo,
“Ahora bébetelo, y recuerda es leche de dioses”
Pensé para mí, pues te lo podía beber tu si tanto te gusta, pero me llevé el bol a la boca y empecé a beberlo.
“Ves despacio, tranquila, no derrames ni una gota”
Intentaba tragarlo sin respirar para no tener que saborearlo, pero claro tenía que respirar y tuve que saborearlo.
Ostras, no estaba tan malo, tenía un sabor a batido de manzana bastante gelatinoso, pero no era tan malo como pudiera parecer, de hecho, el resto me lo tomé saboreándolo.
“Bien mula,” me dijo el patrón. “Vete a tu jaula”
Todos abandonaron también los establos y supongo que se irían a comer. Yo me metí en la jaula, que la verdad es que no había frecuentado mucho esos días. Entendí que el parón me mandó porque estaba aún el suelo húmedo de la lluvia de la noche pasada. Me iba a tumbar, pero comprobé que tanto la colchoneta como la manta estaban mojadas, así es que permanecí sentada.
Pensé que no estaba resultando tan negativa mi experiencia en la granja, había aprendido a acarrear fardos, a cavar zanjas a limpiar cochiqueras, a lavar caballos y, además, me había follado un cerdo y un semental. Yo me preguntaba si mi marido se enteraría de todo eso, o si él se limitaba a alquilarme y le importaba una mierda lo que yo pudiera hacer. Seguramente lo único importante para él es que mi valoración para el club fuera buena, para así poder seguir alquilándome o lo que se le plazca.
CONTINUARA