La vida de paula xxiii

Dia a dia 5

"Vamos, mula. Te queda aún mucha faena", me dijo

"Lo siento patrón, no puedo más, estoy agotada"

"Pues vas a terminar tu trabajo, aunque te lleve toda la noche, así es que espabila."

" Patrón, disculpe mi atrevimiento. ¿No podría terminar mi trabajo mañana? En serio, no puedo más."

" No, tiene que darse terminado hoy, pero ya me avisó tu dueño de tu escasa resistencia. Me dijo que había que estimularte, y me dejo esto," me dijo bajándose del tractor y enseñándome un estuchito negro.

En el estuchito, había una jeringa y 6 ampollas que contenían un líquido blanquecino.

Me coloco la tira de goma en el brazo apretándola bien para que mis venas se vieran con facilidad.

" Sólo he hecho esto antes con una mula que era heroinóma,y había que ponerle su dosis para que aguantara. Pero esto según me dijo tu dueño, es coca con una pequeña cantidad de ketamina. Te irá bien", me dijo pinchando me la vena e inyectándome el líquido.

Yo sabía que la ketamina era un anestésico usado en medicina y veterinaria. En grandes cantidades podía tener efectos letales.

En esas ampollas entre el diluyente y la coca, no podía contener mucho anestésico, lo cual me tranquilizó.

" Bueno te dejo aquí el remolque. Me voy yo a tomar unas cervecitas, vendré a las nueve que esta noche tenemos invitados, vienen mis otros hijos con las mujeres, y llegan a las diez, así es espabila", me dijo subiéndose en el tractor y marchándose.

El inyectable, me estaba produciendo un calor por todo el cuerpo. Probé a moverme. Funcionaba.

Terminé en poco tiempo de juntar los fardos. Ahora tocaba subirlos al remolque. La trampilla estaba subida. Así me costaría más. Aunque también podía intentar bajarla.

Tenía una especie de cerrojos a cada lado, que era lo que sujetaba la trampilla. Intenté correrla con la mano. Imposible.

Piensa Paula, piensa. Busqué una piedra grandecita, y golpeé con ella uno de los cerrojos.

¡Bien, cedía¡ Lo golpee hasta que abrió.

Repetí la operación en el otro cerrojo. Costó algo más seguramente porque ahora todo el peso de la trampilla estaba sujetándolo él.

Cuando cedió del todo, tuve que dar un salto hacia atrás, porque la trampilla bajo de golpe, y si me pilla me hubiera hecho una buena avería.

Efectivamente, así me fue más fácil cargar todo aquello en el remolque, aunque lo fui haciendo con orden para que me entrara todo y bien apilado.

Al cabo de las tres horas, cuando volvió el patrón, ya estaba todo listo, incluso había vuelto a cerrar la trampilla.

“Bien, buena mula. Veo que has terminado. Engancho el remolque y nos vamos. Ves derecha al establo y espérame ahí tengo que darte hoy bien con la manguera. Estas que das asco.”

No, no me invitó a subir al tractor para agilizar un poco. No. Tuve que volver como había ido. Andando.

Al final, llegué y me quedé en el establo. Al poco apareció el patrón, y me repitió la limpieza del día anterior. Hoy un poco más a fondo, ya que el sudor se había fundido con el polvo y la tierra.

Cuando creyó que ya estaba bien limpia, me dijo.

“Toma, sécate con esta toalla. Hoy no tienes tiempo de descansar, porque ya están aquí mis hijos y sus mujeres.”

Me sequé y para no volver a mancharme me dijo que no me pusiera a cuatro patas hasta llegar a la casa. Y así lo hice.

Nada más entrar, me puse a cuatro patas, y el patrón me puso la correa en el collar. Llevándome como a una buena perra, entramos en el salón.

Me di cuenta que, en aquella familia, los tabúes sexuales no existían. Al entrar me encontré a una de las mujeres de los hijos mayores, en sujetador y tanga delante de los hermanos pequeños que tenían ambos la polla al aire, mamándoselas alternativamente.

“A ver familia, os presento a la perra fena”, las dos chicas que miraron distraídamente, pero los hijos mayores, se acercaron enseguida y empezaron a inspeccionarme.

“Esta buenorra esta perra, papi. Lo has bordado, dijo uno de ellos.

“Ya ves, “, dijo el otro, “mira que culo y que tetas, esta para estar toda la noche fallándola.”

Pensé que las mujeres pensarían que, si ellos se iban a follar a la perra, ellas se fallarían a los yogurines, aunque era evidente, que aquello no era la primera vez que lo hacían.

Los dos mayores, se entretuvieron conmigo mientras terminaban sus cervezas. Me tocaron y estiraron de los pezones me dieron azotes en el culo, me metieron dedos, incluso los dos me dieron polla a mamar.

La patrona tuvo que intervenir.

“Chicos dejar a la perra para luego, que ya está la cena, y tu”, dijo refiriéndose a la que mamaba a los chicos, “deja ya a los críos que me los vas a deshidratar”

Se sentaron los ocho a la mesa. Yo, igual que la noche anterior, en una de las esquinas de la mesa atenta a cualquier requerimiento que pudiera tener.  La mecánica fue la misma que la anoche anterior, la manera de tirarme comida, el ponerme luego mi comida vomitiva, con agua, y el tener luego que limpiar toda la cocina, suelo incluido.

Al ser mas no perdieron el tiempo en utilizarme de apoya pies ni similar.

Cuando ya regresé a la sala ladrando, el hijo mayor dijo

“Mi mujercita, que ya sabéis que tiene una mente muy retorcida, ha ideado un juego para la perra, que esperamos os guste a todos.

De una bolsa, sacó una cadenita fina, que me puso en la cintura. La mujer cogió una goma ancha, casi un centímetro que había cortado y me ato los extremos a las cadenas, de forma que la goma recorriera mis rajas, coño y culo.

Luego sacó un puñado de gomas normales de la bolsa las puso al lado mío, y les dijo:

“Ahora entre todos, vamos a llenar a la perra de gomas, desde las rodillas, hasta el cuello. Así, mirar. Cogió ella una goma, y me la puso por la cabeza pasando los hombros hasta los pechos. Allí me la puso encima justo de los dos pezones. Estos que ya estaba erosionados por el continuo roce de los fardos en ellos de todo el día, la gomita apretándolos a tope era lo que les faltaba.

Todos se pusieron manos a la obra, poniéndome gomas por todos lados. Apretaban en alguno lado más que otros. Sobre todo, las tetas al tener mayor volumen, las gomas apretaban más. No sabía exactamente en qué consistiría el juego, pero lo iba a descubrir muy pronto.

La chica de la idea me dijo,

“Tu, perra, ponte boca abajo”

Obedecí.

Note como 16 dedos tirando de alguna de las gomas que tenía por el cuerpo.

“3, 2, 1   FUEGO”, dijo la chica.

Todos soltaron a la vez.

El grito que solté, fue ensordecedor. El impacto de las 16 gomas a la vez sobre mi piel, había sido 100 veces el latigazo que me soltó el tío aquel donde los mendigos.

“3, 2, 1  FUEGO”, volvió a repetir la chica

Se volvió a repetir la situación. Aquello escocía como la madre que lo pario.

“FUEGO A DISCRECIÓN”, gritó la chica.

Pensé que moriría de dolor las gomas no paraban de estirarse e impactar con mi piel. Todos reían muy divertidos con el juego y mis gritos

“Boca arriba”, dijo la chica.

La obedecí.

Si de espaldas había sido horrible, no quería ni pensar lo que sería por delante.

Ella hizo los honores. Estiro a tope la goma que cubría mis pezones, y la soltó de golpe.

Nunca pensé que se pudiera causar tanto dolor con algo. Mis pezones, resentidos de los fardos, y ahora machacados por esa goma.

“Mira”, rió la chica. “Echan un poquito de sangre. Que sensibles.”

“Ah discreción chicos”, dijo

Yo tenía mucha razón. El dolor por delante, era aún mucho mayor, en todos lados, muslos, tripa tetas…

Las gomas de todo lo que estiraban, poco a poco se fueron rompiendo. Yo me mire. Mi cuerpo por delante, era un poema, todo lleno de rallas rojas, causadas por los impactos de las gomas.

Cuando ya no quedaban gomas de las que estirar, la chica me dijo,

“Puta, perra, ponte a cuatro patas”,

Obedecí.

Había traído un pequeño artilugio de fabricación casera. Lo puso en la mesita del salón. Tenía una especie de gancho, donde puso una goma elástica, más fina que las otras. En el otro extremo, otro gancho, con la diferencia que en vez de ser una S pura el lado de la S opuesto a donde cogía la goma, estaba retorcido saliendo la punta por arriba, que muy pronto iba a comprobar para que servía. Engancho a ese gancho preparado la goma que cubría mi coño.

La chica me dijo,

“mira tengo aquí una navaja con la que te voy a ir dando pinchazos en el culo, como no andes hacia adelante sin parar”

Joder, aquella tía era una puta sádica.

“Vamos anda, me grito”

Yo empecé a caminar a cuatro patas hacia adelante. Por la tensión de la cadena que tenía en mi cintura, notaba como la goma se iba estirando.

Cuando llevaba andado como dos metros, todos empezaron a gritar, gritos como que está a punto de suceder algo.

Y así fue, note un golpe seco cobre mi coño, y un pinchazo muy intenso en uno de mis labios. Me dolió una enormidad. Me quede parada tocándome con una mano el coño. Un leve pinchazo de la chica en mi culo con la navaja, me hizo despertar.

“Vamos recula”, me dijo.

Desande lo andado. Cuando llegue a donde estaban todos, se entretuvieron en ver los efectos de la goma y el gancho en mi coño.

“Mirar la marca roja que le ha dejado la goma. La pilla los dos labios”, decía uno”

“Sí, y este es el picotazo del gancho. Si le da un poco más fuerte, se lo clava, se lo ha marcado mucho” Dijo otro.

“Vamos perra, otro paseíto”, me dijo pinchándome el culo

Aquel paseíto, se repitieron muchas veces. En dos ocasiones, tuvieron que desclavarme el pincho de mis labios, porque se había clavado.

Cuando se cansaron de jugar con la puta goma en mi coño, empecé a ver pollas delante de mi boca. Empecé a chupar. Note como alguna de las chicas me abría los labios e intentaba meterme dedos en el coño. Me dolía enormemente, no por la penetración en sí sino porque debía de tenerlo en carne viva. Pero claro eso a ella no le importaba. Deduje que era la sádica, por el poco miramiento que tenía en meter dedos.

Yo solo notaba como mi vagina iba acogiendo sus dedos primero y su mano después.

“Que hija de puta,” dijo “se me ha comido toda la mano por el coño”

Mientras lo decía abría y cerraba su mano dentro de mi vagina intentando que sus uñas arañaran las paredes vaginales. Aquello llamó la atención del resto, que fueron a ver cómo era aquello.

Cuando la sádica sacó la mano, me follaron todos por todos lados, pero a ellas también, las dos mujeres y la madre. Ni que decir tiene que las comí el coño a las tres, y con bastante éxito porque se corrieron las tres como cerdas.

Llena de leche, follada por todos lados, y tremendamente dolorida me dejaron tirada en el suelo del salón. Y se fueron a dormir. No sé quién con quien, pero se fueron todos.

Yo me dormí en el mismo suelo.

Definitivamente en aquella casa, se dormía muy poco.

Casi nada más dormirme, o eso me pareció a mí, apareció otra vez el patrón.

“Vamos mula, hay que trabajar.” “Hoy limpiaras las cochiqueras. No están muy sucias. Pero a mí no me gusta entrar ahí y se lo dejo a mis mulas cuando las alquilo. Hay mucha mierda, muchos gérmenes, mucha suciedad, por eso son cochinos.”

O sea que el señorito no podía pringarse, y tenemos que hacerlo las mulas, como dice él y encima en cueros.

Le seguí, fuimos a la cochiquera.

Al llegar los cerdos empezaron a chillar. No sé si se pensarían que era la hora de comer, pero vinieron hacia nosotros.

Para el que no haya entrado nunca en una cochiquera, es un recinto realmente inmundo. Los cerdos con sus orines, forman en el suelo un barro, en el que luego se rebozan. Ese barro es un nido de gérmenes y bacterias.

Cuando terminara, tendría que lavarme a fondo.

“Ponte a cuatro patas, para limpiar, que los cerdos no te vean superior a ellos, cerda”, me dijo el patrón.

Me inquietó un poco que me mandara rebozarme en el suelo, aunque también pensé que seguro que querrían seguir usándome por lo que preservarían mis partes nobles. Cogí un cubo que me dio el patrón y un cepillo de raíces. Y empecé a limpiar. Afortunadamente no era muy grande había solo 5 cerdos. No me llevaría mucho tiempo.

Empecé a frotar. Aquello olía no mal, lo siguiente. Además, el agua del cubo debía de contener algún insecticida o no sé qué también olía muy fuerte. Hasta los cerdos se alejaban de mi, por el olor, supongo. Poco a poco fui dejando zonas limpias.

Los cerdos se mudaban a ellas. Iba llevando toda la suciedad hacia un extremo y allí, cuando acumulaba mucha la recogía con una pala y la echaba en la carretilla.

Ya casi lo tenía todo limpio. Llegó el patrón.

“Oye, cerda, muy bien. Lo has dejado muy limpio y rápido. Estoy pensado hablar con tu dueño, a ver si me prolonga tu alquiler unos días más. Mientras, quédate con los cerdos el resto de la mañana, les vendrá bien tener una cerda. Son todos machos. La cerda que tenían la sacrificamos el año pasado.”

Y se fue dejando la puerta de la cochiquera cerrada.

Pues nada, a ligar con los cerditos, pensé.

Mientras pensaba en su anuncio. Quería prolongar el alquiler. Bueno supongo que eso hablaba bien de mí, pero me iba a matar con tanto trabajo. Este ya era el tercer día. Y la verdad, aunque hoy había sido mucho más ligero que el día anterior, estaba agotada. Al margen del dolor, que tenía aún en determinadas zonas, por ejemplo, los pezones, de las gomas de la noche anterior.

En fin, yo estaba para lo que decidieran ellos. Por un momento, se me fue la cabeza. Pensé como tendrían la polla los cerdos. Nunca había visto ninguna. No sabía si sería pollita, pollón, o que. Sí había visto a caballos, y a perros, que algunos vaya tela, ¿pero un cerdo, como la tendría?

Ni siquiera sabía dónde mirar para ver si veía algo. Además, aquellos bichos estaban a su rollo y no se fijaban lo más mínimo en la cerda, como decía el patrón.

Como me aburría de lo lindo, no se me ocurrió otra idea que ponerme a imitar los movimientos y sonidos que hacían los cerdos.

Yo sola me reía de lo ridícula que estaba haciendo el “oink, oink” de los cerdos, y moviéndome como ellos, eso sí sin tumbarme en el suelo para no coger, nada. Me mantenía a cuatro pastas cambiando ligeramente de postura cuando me cansaba.

No sé si los movimientos, o el ruido imitándoles o el aburrimiento como el mío, terminaron por llamar la atención de un cerdo. Parecía el más mayor, el más grande. Que se fue acercando a mí.

En cuanto me tuvo a tiro el cochino, me metió el hocico entre las piernas. Yo pegue un respingo, intentando huir, pero tampoco tenía mucho sitio donde ir y el cerdo me siguió. Ja ja, pensaba para mí. Estoy huyendo de un cerdo, que me quiere comer el coño.

Pero el cerdo, iba más allá. En cuanto vio que me tenía acorralada en un rincón de la cochiquera, sin poder moverme, se montó sobre mi espalda. Las pezuñas de sus patas delanteras en mi espalda, me mataban, pero aquel bicho pesaría no se 100 kilos, ni idea y era imposible quitárselo de encima. Empecé a notar como un trozo de su cuerpo, se frotaba contra mi coño. Estaba un poco asustada no estaba el patrón que quizás tuviera alguna experiencia en esto y podría haberme aconsejado. Estaba a expensas de aquel bicho.

Empecé a notar como algo fino que entraba en mi vagina. Efectivamente era fino, pero tenía un movimiento peculiar, hacia como círculos al ir entrando. Más tarde comprobé que los cerdos tienen la polla muy fina y en forma de sacacorchos. Pero allí no había corcho que sacar, mi vagina estaba muy abierta y la metía con total facilidad. Pronto note un chorro dentro, sin duda el puerco acaba de correrse dentro de mí. Al bajarse me volví y aún pude ver como escondía la polla por lo que supe cómo era. Me quedé parada mientras de mi coño salí la leche del cerdo.

Al poquito apareció el patrón.

“Qué, has hecho buenas migas con el grandote, ¿eh? Mira le vendrá bien. Este será sacrificado este otoño, y le vendrá bien haber follado a una cerda como tú.

El tío lo había estado viendo todo. Me sentía totalmente ridícula, mucho más que trabajando en el campo o llevando a pasear a la patrona. Me había visto hacer de cerda hasta el punto que uno me follara.

Me abrió la puerta y me dijo que en l parte de atrás de la casa había una bañera vieja, que había llenado con agua

Que me metiera en ella y me lavara bien, que tenía champú y gel, para lavarme a fondo. Eso hice. Estuve un buen rato bañándome y quitándome de encima todo resto de porquería de los cerdos. También me espere en lavarme el coño no tenía ni idea de los efectos de la follada del porcino y prefería quitar cualquier rastro.

Cuando termine, tenía una toalla preparada y me seque también detenidamente el cuerpo y el pelo. La verdad es que solo aquel momento de limpieza e higiene me habían devuelto la vida.

Apenas terminé de secarme vino el patrón.

“Hoy vas a comer con nosotros. Sentada en la mesa. Como si fueras una persona. Espero que no desentones.”

Hasta me ilusionó el tema.

Pasé a la casa. La patrona, me llamo y me dijo, perra, ven a la cocina.

Allí estuve ayudándola a preparar la comida. Luego a poner la mesa, y a servir los platos. Preparamos para nueve comensales, lo cual quería decir que aún seguían allí los hijos con la sádica y la otra.

Al rato vinieron. Venían las dos parejas con los dos chicos, seguro que de dar una vuelta por el campo.

Al verme algún cachete, algún estirón de pezones, se alegraban de verme.

El patrón les dijo,

“hoy la cerda no solo ha limpiado muy bien toda la cochiquera, sino que encima ha servido para que el cerdo grande se desahogue. Se la ha follado.”

Todos rieron y aplaudieron.

“Pero tranquilos, se ha dado un buen baño, y esta como nueva.”

Más aplausos y vítores.

CONTINUARA