La vida de paula xxii

Dia a dia 4

Al rato, salió el patrón.

“Bien mula, mi señora está contenta. Te estas portando muy bien.”

Me llevó de vuelta al establo, donde dejamos el carro, y me quitó los arneses, rabo, orejas, etc.

Me puso en un rincón del establo y con una manguera me estuvo enchufando bien para que se me limpiara el cuerpo.

“Separa las piernas que te enchufo al coño. Tienes que estar bien limpita, que esta noche, tendrás que atendernos sexualmente a los cuatro., y no queremos follarnos a una guarra”. Me dijo.

Ya me había anticipado el plan para la noche. Me dijo que cenaría dentro, pero que mientras descansar en mi jaula. Así lo hice. Me metí dentro, me sequé como pude con la manta, y me tumbé a descansar un poco, la paliza con el carro había sido tremenda.

Volví a quedarme dormida. Volvieron a despertarme con golpes en la puerta de la jaula,

“Eh, tú, puta despierta”, me gritaban.

En esta ocasión era un chico joven. Sin duda uno de los hijos de los patrones.

Apenas había anochecido. Pensé que la cena estaba lista.

Me abrió la puerta y me saco a tirones de la jaula.

“Vamos puta, de prisa” me decía.

Me llevó al establo. Allí se bajó los pantalones se sacó la polla.

“Chupa guarra, a ver qué sabes hacer.”

Por el hecho de estar haciéndolo a escondidas, adiviné que era iniciativa del muchacho. Que los patrones, no lo sabían, pero yo fui a lo mío y chupé.

El chico me cogía la cabeza y me la movía con fuerza, queriendo follarme la boca con evidente torpeza.

En poco rato, me dijo,

“Vamos rápido ponte a cuatro te voy a follar. No me gusta luego meterla en sitios llenos de leche, aunque sean de tu padre y de tu hermano.”

Eso explicaba su clandestinidad y sus prisas.

Efectivamente me puse a cuatro y me la metió. Me folló lo mejor que supo y en poco tiempo se corrió.

“Vamos, rápido, me dijo tirando de mi por la cadena de las manos. Corre.”

Salimos otra vez fuera, Me metió de nuevo en la jaula, y cerró nuevamente la puerta.

El niño, ya había hecho su travesura.

Me tumbé nuevamente, y esperé a que volvieran a buscarme.

Esta vez vino el patrón. Me abrió la jaula y salí. Me ató una correa al collar del cuello.

“Ponte a cuatro patas. Ahora eres una perrita de compañía.” Me dijo.

Pensé para mí, cuantas tonterías, para al final follarme. Pero como el que pagaba era el, tenía que hacer lo que me mandaba. Subía a cuatro patas las escaleras de entrada en la casa, y me llevó hasta el comedor. La mujer y los dos chicos ya estaban en la mesa.

A mí me dijo que me pusiera en un lado de la mesa, sentada sobre mis patas traseras, esperando.

Desde mi posición, pude observar a toda la familia. No quedaban mal.

Al matrimonio ya lo conocía, y al hijo pequeño también. El otro, era algo mayor que este, quizás 19 años, era majete, y todos tenían la piel curtida típica de la gente de campo.

De vez en cuando un hueso o un gordo de algún filete volaba en mi dirección.

Yo sabía que tenía que seguir el juego. Hacia intención de cogerlo con la boca, que lógicamente no cogía ni uno, provocando las risas de los cuatro, y luego lo cogía con la boca del suelo. Masticaba y comía lo que podía. Los huesos los chupaba y sacaba los restos de carne que siempre algo quedaba.

También me tiraron algún trozo de pan.

De vez en cuando, la patrona me decía,

"Perra, mira como me estás poniendo el suelo se grasa. Lámelo bien que sino luego me toca limpiarlo a mí.

Yo creo que no se podía caer más bajo. Lamía el suelo sin parar.

Cuando la patrona trajo los postres, me trajo también un cuenco de madera, con más comida como la del mediodía.

Tuvieron la gentileza de ponerme también un cuenco con agua. Comí y bebí casi todo.

"Fena, ven aquí", me dijo el patrón indicándome que me metiera por debajo de la mesa.

Yo entré de cara a sus piernas porque entendí que ya tocaba mamar.

"No, no. Ya sé que tienes ganas de comerme la polla, pero aún no. Gírate", me dijo empujándome con sus pies para que me pusiera tal y como había entrado.

Cuando adopte la posición que quería, dijo,

"Querida, tienes un reposa pies por si quieres estar más cómoda."

La mujer lo utilizó poniendo sus pies sobre mi espalda. Él también lo hizo.

El hijo mayor se quitó la zapatilla, me llevó el pie a la boca.

"Lámeme el pie, perra. Dame un buen masaje con tu lengua."

Olía a pies que apestaba, pero se lo lamí.

Cuando se cansaron de usarme de apoya pies y de limpia pies, pasaron a la acción

"Vamos al saloncito?, “preguntó el patrón.

Todos se levantaron. La patrona me cogió de la cadena de las manos,

"Tú, ven conmigo"

Fuimos a la cocina.

"Nosotros vamos a tomar café. Tu recoge bien todo esto, lava los platos, las ollas, la cocina y luego el suelo. Lo quiero todo brillante", me dijo mientras cogía tazas y la cafetera y las llevaba al saloncito.

Bueno, eso no tenía secretos para mí. Además, se me daba bien. Lo hice rápido.

Lo peor fue el suelo, no vi fregona por ningún lado. En cambio, si había un cubo lleno de agua enjabonada, con un estropajo dentro y un par de bayetas colgando del cubo.

No me entraba en la cabeza que no tuvieran fregona, seguro que previendo esto la habían escondido y me habían dejado el cubo para que gregaria el suelo a mano.

En eso no tenía ninguna experiencia.

Me puse a ello. La cadena de las manos, limitaba mis movimientos, pero me apañe bien primero con el estropajo y luego aclarando con las bayetas.

Cuando terminé no sabía qué hacer, si quedarme allí esperando o ir también al saloncito y ladrar en señal de que había terminado.

Pero no me hizo falta pensar mucho. Escuché a la patrona,

"Perra, cuando termines gente. Luego iré a pasar revista."

Me dirigí allí. Cuando llegué, ladre.

"Uhy, qué mona", dijo ella. " Ladra y todo"

Todos rieron la gracia.

El patrón me hizo una señal que fuera hacia él.

Me apoyó la barbilla en su muslo, y estuvo un buen rato acariciándome el lomo.

" Buena perra", repitió varias veces.

Se soltó el cinturón del pantalón. Desabrochó el botón del vaquero.

" Perra, quítame los pantalones", me dijo.

Lo hice sin grandes esfuerzos. Él ayudó levantando el culo.

Se quedó en calzoncillos.

"Tócame el paquete, perra", me dijo.

Pensé que sería al más íntimo, privado con cada uno, pero parece que les gustaba compartir experiencias.

" Con la boca también, perra"

El paquete iba aumentando considerablemente de volumen.

Lo apretaba con los labios e incluso le pasaba los dientes por él.

Llegó un momento que no pudo más se quitó los calzoncillos y me dijo,

" Cómemela, perra"

Pensé vaya ejemplo para los hijos, y me puse a comérsela.

Estaba mucho más grande y dura que cuando lleno el bebedero de orina para que bebiera.

Estaba totalmente ajena, a lo que estaban haciendo el resto de la familia. Suponía que mirar atentamente.

En una de estas, de reojo, vi que los chicos también se habían desprendido de sus ropas. El que me había follado antes, se meneaba la polla, y el otro……Al otro se la estaba comiendo la patrona. Su madre.! También se había desnudado entera, y estaba de rodillas delante de su hijo, comiéndosela con ganas.

Siempre había oído las historias de los pastores con las ovejas en el monte, cuando pasaban mucho tiempo de pastoreo, y que caramba hasta podía parecer normal. También aquella gente, vivía separada de la civilización, como tal, pero los chicos seguramente irían a algún instituto. Allí conocerían a chicas.

Pero se ve que aquella gente no tenía problema ninguno, y lo hacían entre sí con naturalidad.

El patrón tomó la palabra,

“Que os parece si hacemos un juego de la gallinita ciega con la perrita?

La idea, fue bien acogida por el resto.

La patrona, fue a por un trapo, y con él me vendó los ojos.

“Ahora vas a mamar y lamer. Tienes que intentar adivinar a quien pertenece cada cosa. Ya sabes. Patrón, patrona, hijo mayor e hijo menor. Con la patrona lo tendrás muy fácil. Pero no nos estaremos quietos, iremos cambiando de sitio y tendrás que buscarnos. Cuando aciertes, no pasara nada, pero cuando falles, al que se la has mamado y no has identificado, te castigará como le plazca. Lógicamente has de ir a cuatro patas. Empezamos”

Pues eso, empezamos, fui por instinto buscando pies encontré unos, subí por sus muslos y con la boca busqué la polla, la encontré y empecé a mamarla. No me pareció la del patrón, tampoco la del joven que ya había mamando antes, así es que tenía claro que era la del hijo mayor.

“Hijo mayor”, dije

“Lastima error. Era el menor”, dijo el patrón.

“Castigo”, dijo el menor, “que le coma 3 minutos el coño a mama.”

Me llevaron hasta la patrona, que supuse se había sentado, y empecé a comerla el coño, hasta que me avisaron de que habían pasado los tres minutos. Estaba excitada, porque había mojado bastante.

“Venga a buscar otra”, dijo el patrón.

No soy capaz de calcular el tiempo que pasamos con el jueguecito de marras.  Excepto cuando encontraba a la patrona, que no había dudas, las demás no acerté ni una. O eso decían.

Como castigo, me dieron azotes, lamer el culo al que había fallado, frotarme el coño con el suelo….

Lo que se les ocurría para entretenerse.

Cuando ya se cansaron, me quitaron la venda, y empezaron a follar. Y allí todo el mundo follaba con todo el mundo a mí me follaron los tres y los tres también follaron a la patrona. Siempre nos estaba follando uno, que se iba cambiando y el otro, o bien el culo de una de las dos, o la boca.

También nos hicieron liarnos a la patrona y a mí, comiéndonos la boca, el coño, etc.

Después de mucho metérnosla, y de correrse cada uno las veces que pudo, y donde le pilló, no sería justo reconocer, que nosotras también nos corrimos varias veces, alguien dijo que eran las tres de la mañana y que había que madrugar, así es que todos a dormir.

“Tú, perra, duerme hoy dentro no me apetece vestirme y salir a meterte en tu jaula. Pero no te acostumbres.”

Me dijeron que podía dormir en uno de los sillones y me dieron una manta.

Dormí profundamente, hasta que el patrón, me despertó.

“Vamos mula, tenemos que ir a segar.”

Me levanté y le seguí

Fuimos a un cobertizo que había al lado de la casa. Allí había un tractor. Se subió y lo arrancó.

Salió del cobertizo y me dijo

“Tú, mula, sígueme”, ah bien me tocaba paseo matutino.

Me estaba meando, pero no podía parar así es que me apañe para hacerlo mientras andaba. Tenía que ir deprisa, ya que el tractor lógicamente iba más rápido que yo.

Cuando llegamos al campo a segar, bueno cuando llegué yo, el patrón me dijo que tenía que ir detrás del tractor, cogiendo todas las plantas cortadas y que con unas cuerdas que me dio tenía que atarlas haciendo fardos.

Ni puñetera idea de lo que me hablaba. Gracias a que había en otras hileras, fardos de esos hechos y me pude hacer una idea de lo que quería.

La verdad es que era un calvario, ir por aquel campo lleno de surcos del arado recogiendo aquello. Iba tan rápido como podía, pero el patrón terminó la faena mucho antes que yo.

Cuando el termino de segar, vino y me dijo:

“Sigue haciendo fardos hasta que termines. Cuando los tengas todos, los vas llevando al comienzo del campo, por donde hemos entrado, tanto los que has hecho tu como los que ya están hechos.

Al ritmo que vas, tienes tajo para toda la jornada, así es que volveré al caer el sol para que cargues todos los fardos en el remolque del tractor.” “Te dejo esta mochila, que tiene agua, unos bocadillos y un gorro. Adminístrate bien todo.”

Y se fue. A esto le llamaba yo mano de obra barata.

Me coloqué mi gorro de paja, y bebí un trago de agua.

Al poco rato de estar allí, me dolía todo el cuerpo. Los brazos, los pies, las piernas…

O aquel era un trabajo muy duro, o yo no estaba muy en forma. Me senté un rato sobre los terrones de uno de los surcos. Pensé como realizar el trabajo de la forma menos costosa posible.

Decidí los fardos que había y que había más cercanos a la entrada del campo, llevarlo ya para allá, así tenía adelantado algo de trabajo. En llevar todos los sacos que había cerca de la entrada, tarde media mañana. Las putas cadenas de los pies, me limitaban mucho los movimientos. Pero al final, estaba hecho. Me senté de nuevo. El sol ya calentaba más fuerte, y yo sudaba por todos los poros de mi piel. Bebí otro sorbo de agua, y comí la mitad de un bocadillo de panceta, era.

Durante la mañana vi otro par de tractores en campos colindantes, pero o no me vieron, o les importaba una mierda que estuviera allí.

Poco a poco fui terminando de hacer los fardos. Alternaba los trabajos para que no me resultara tan monótono, y no se cargaran en exceso los músculos que usaba para cada uno. Me quedé sin agua, y me comí la otra mitad del bocadillo de panceta.

Ya tenía gran parte de los fardos en la entrada del campo, cuando terminé de hacer los que había segado el patrón por la mañana.

Cuando los vi todos los fardos hechos, me apresuré a llevar los que quedaban a la entrada del campo. Los empecé a llevar de dos en dos apoyados contra mis tetas. Aunque en un principio no me di cuenta, este roce continuo de los fardos contra ellas, estaba erosionando mis pezones, sobre todo.

Cuando llegó el patrón, prácticamente tenía todos los fardos en su sitio.

CONTINUARA