La vida de paula xxi
Dia a dia 3
Estaba preparado para mí llegada. Me quitó el collar del cuello, así como los grilletes de muñecas y tobillos.
En su lugar, me puso otros grilletes más anchos con una cadena uniéndolos. La cadena era gorda y de apenas un metro de longitud, algo más corta en los tobillos. Pesaba por sí misma. En el cuello, me puso un collar metálico mucho más ancho que el que llevaba, me impedía, literalmente, bajar la cabeza.
Recogió todo lo que llevaba yo en una bolsa de plástico, colgandola en una de las paredes de lo que iba a ser mi hogar durante mi estancia allí. La jaula de los perros. De momento no había perros.
Aquél nombre me hablo
"Bueno fena, a mi puedes llamarme, cuando sea necesario, patrón o señor.
Esto es mi granja, vivo aquí con mi mujer y dos de mis hijos, aunque seguramente en estos días conocerás también a los otros dos.
Te cuento cómo es la granja. La casa es eso, nuestra casa. Tienes prohibida la entrada en ella salvo que se te requiera expresamente. Aquello de la derecha es el granero y a la izquierda ves el establo. Tengo diferentes animales, caballos, cerdos, gallinas, vacas. Ya los irás conociendo. Y luego está el campo. Cultivos etc. La cochiquera, donde están los cerdos, gallineros.. en fín ya lo irás viendo.
Aquí hay mucho trabajo que hacer. No te faltará, lo cual agradecerás porque ya el tiempo es frío y no vas a llevar ropa.
Comerás, si te lo ganas, dos veces al día.
Al margen de tu trabajo aquí, podrás ser requerida por cualquier miembro de la familia, para satisfacer sus deseos sexuales. Recuerda que, durante estos días, eres nuestro juguete. Seguramente nos apetecerá hacerte de todo.
Bueno, no si se me olvida algo, lo iremos viendo.
Ponte esto en rodillas y en palmas de manos cuando sea necesario. Te las protegerá. Tu dueño me dijo literalmente, que cuidara a la mula.
Bueno vas a empezar por coger un rastrillo y limpiar todo el campo delante de la casa, granero y establo.
Amontona toda la mierda y luego la echas en la carretilla y la llevas detrás del granero. Allí verás otros montones, los echas allí.
El rastrillo y la carretilla están en el establo. Vamos, ponte a currar."
Pues ahí estaba yo. En aquella granja de vete a saber quién, desnuda, encadenada, y teniendo que realizar labores de campesina, que en mi vida me había planteado. Realmente, hacía frío. Aunque el sol lucía con fuerza, ya no calentaba como en verano. Por la posición del sol, entendí que aún no era mediodía. Estaba ligeramente inclinado hacia lo que debía de ser el este. Entré en el establo. Vi varios caballos, que relincharon al verme, había sillas de montar, carros más o menos grandes unos parecían de paseo, y otros de transporte de cosas. Muchos aperos, entendí de labranza.
Vi también la carretilla y el rastrillo al lado. Eché el rastrillo en la carretilla, y me dispuse a comenzar mi tarea. En mi vida me había visto en otra igual. Recuerdo que de pequeña había ido a una granja escuela. Allí vi algunos animales, y planté unas flores. Hasta ahí llegaban mis conocimientos del trabajo del campo.
Tenía que ser una odisea, verme con la carretilla. Apenas podía con ella, y el rastrillo se me caía cada dos por tres. Las cadenas de muñecas y tobillos, no ayudaban mucho en la tarea.
El patrón único miembro de la familia que hasta ahora conocía, era un hombre de mediana edad. Rondando los 55, diría yo. Se le veía fuerte, pero no gordo. Saludable. Siempre han dicho que la vida del campo es muy saludable. Pese a que no me había tocado más que pequeños roces para ponerme los grilletes y el collar y quitarme las lentillas, sus manos y sus dedos se veían grandes, gordos, toscos. Aún no podía juzgar su temperamento y carácter.
Empecé el barrido o rastrillado o como se dijera por la puerta del establo, ya que estaba allí. En el suelo había, sobre todo, hojas, pequeñas ramas y alguno que otro papel o desperdicios pequeño. Los juntaba todos y luego con las manos, los iba echando en la carretilla. La superficie a limpiar era grande. No tardé nada en llenar una carretilla, así es que me dispuse a llevarla a la parte trasera del granero, como me había indicado. Al no ser material pesado, la carretilla no pesaba mucho y se llevaba relativamente bien. La volqué donde entendí. Allí olía peor, los restos de otras barridas, debían de estar pudriéndose, y olían bastante mal.
Siempre me había preguntado en sitios así donde no llegan los camiones de basura, y los alcantarillados, que harían con los desechos. Eso podía ser una pequeña explicación, porque allí no había residuos orgánicos, y mucho menos restos fecales.
Volvía con la carretilla y repetí la operación. Al cabo de algunas horas, la superficie que me habían asignado estaba prácticamente limpia. Había hecho más de veinte viajes a la trasera del granero. Me dolían las piernas, las plantas de los pies, las manos, los riñones,… en fin, tenía casi que buscar algo de mi cuerpo que no me doliera. Pero eso sí, no tenía frio incluso sudaba. El sol ya estaba completamente sobre la granja, y calentaba algo más.
Cuando entendí que estaba todo bien limpio, devolví la carretilla y el rastrillo al establo, y me dirigí a la jaula de los podencos. Estaba cerrada, asi es que me quedé allí en espera de que el patrón viniera a darme nuevas órdenes.
Al poco apareció con una perola en la mano.
“bien mula, no tiene mala pinta. No has sido muy rápida, pero si lo has dejado bien limpio. Te has ganado la comida y un rato de descanso”
Me abrió la jaula para que entrara. Tenía que hacerlo a cuatro patas. Una vez dentro, volvió a cerrar la jaula con candado. Desde fuera, y por unos agujeros que había abrió la perola, y echo algo parecido a comida en los comederos de los perros.
“No uses las manos para comer, me dijo. Es de mala educación.”
Se quedó allí para ver como comía. A mi aquello me daba un asco de muerte, pero llevaba tiempo sin probar bocado, así es que acerqué mi boca al comedero, y empecé a comer. Después de varios bocados mire a mi alrededor, y a un recipiente que sin duda contendría el agua para los perros, pero estaba vacío.
Él se dió cuenta.
“Veo que quieres beber”, dijo
Asentí con la cabeza.
Se fue por la parte del bebedero, se sacó la polla y meo dentro. Llenó mas de medio bebedero.
“Ya puedes beber” me dijo
Hice un movimiento negativo con la cabeza.
“Vas a despreciar el líquido que te ofrezco?, me dijo
Supuse que no solo no debía, sino que no podía despreciar su meada.
Así es que me acerqué al bebedero, y bebí.
Al terminar la comida del bebedero, comía aquel potingue y bebía su orina con normalidad, como si lo hiciera todos los días.
“Bien, mula. Ahora nosotros haremos la siesta. Tu descansa que esta tarde tendrás también duro trabajo.”
En el suelo había doblada una manta. Me enrollé en ella, y me tumbé en el suelo. Estaba muy cansada. Me dormí enseguida.
Me interrumpió el sueño unos golpes en la puerta de la jaula.
“Vamos, mula, hora de trabajar”, era el patrón.
Me abrió la puerta de la jaula.
Una vez fuera, me dijo:
“La patrona quiere dar un paseo en carro para estrenar a la mula.”, me decía mientras me llevaba al establo.
Una vez allí, me colocó un arnés por los hombros, que tenían a la altura de las manos dos agujeros. Pensé que eran para inmovilizar ahí las manos. Cuando estuvo bien sujeto, me mando inclinarme hacia adelante.
Una vez así note como por el culo me metía algo. Note unos pelos por la parte trasera de los muslos.
“Bien, ya tienes el arnés y el rabo. Te faltan las orejas y las riendas”, dijo.
Me colocó en la cabeza una especie de casco abierto, realmente era una cinta de cuero que rodeaba por la frente mi cabeza, que tenía dos grandes orejas,
Luego cogió dos pequeños cinturones de cuero con unas anillas. Me puso uno en cada teta apretándolos bastante par que no se salieran. Las dos tetas quedaron como dos globos. No tenía mucho pecho, pero el patrón sabía lo que se había y quedaron bien fijos sin riesgo a que se salieran.
“Ya casi estas, me dijo. Solo falta enganchar el carro, y avisare a la señora.”
Me llevó hasta el carro pequeño. Era de una sola plaza. Me puso mirando hacia la puerta de salida, y engancho el carro a los agujeros que tenía el arnés.
“Anda mulaaa!”, me dijo.
Me costó un puñado poner aquel cacharro en movimiento, pero al final se movió.
Vi que lo difícil era arrancar, luego andaba bien.
De camino hacia la entrada de la casa, me dijo.
“A la señora no le gusta que cojan el carro. Pon las manos recogidas sobre tus tetas. Cuando te diga la señora que, de paseo, vas caminando, eso sí, levantando bien las rodillas en casa paso, Como los caballos de exhibición. Si te dice que, de prisa, pues vas deprisa, y si te dice que al galope pues eso pierdes el culo corriendo. Llevará un látigo en la mano para adiestrar a las mulas, y le gusta usarlo. No la des motivos.
Pasó las riendas por los anillos de los cinturones de mis tetas.
“Cariño, tu carruaje está listo”, dijo hacia la casa.
Se abrió la puerta, y salió una mujer poco más joven que el patrón. La veía de reojo.
“Linda mula”, dijo subiéndose al carro.
“En un rato vuelvo querido”, dijo mientras azotaba las riendas.
“Arre mula”, dijo
Costaba bastante más mover el carro con la mujer montada. De hecho, mis pies patinaban en el suelo, y no lo movía.
Un latigazo, cruzó mi espalda.
“Vamos, mula torpe, Anda”, volvió a decirme.
Pensé ahora si o si, tiré con todas mis fuerzas y las ruedas empezaron a rodar.
Tirándome de cada teta, me iba diciendo el camino que quería llevar.
“Despacio Mula, vamos de paseo”. Me dijo
Recordé como le gustaba ir a la patrona. Me escocía el latigazo de la espalda, y no quería recibir más. Nos alejamos bastante de la casa. Se bajó un par de veces del carro, una para coger flores y la otra para hablar con otro campesino.
Debían estar acostumbrados al tipo de mulas que tenían los patrones, ya que no le extraño lo mas mínimo, verme tirar del carro. Ya le estaba cogiendo el truco al puto carrito, echaba un poco para atrás, y las ruedas se movían. Así era más fácil que luego fueran hacia adelante.
Me dijo,
“Mula, ¿ves aquella loma allí delante? Quiero subirla desde allí las vistas son muy bonitas”
Tu puta madre, pensé. ¿Es que no sabes lo bueno que es andar?
“Te recomiendo que empieces ya a correr, así te será posible subir la loma, al paso, no la subirás”, me dijo
No me quedó otra. Empecé a correr.
Pego un fuerte tirón de mi teta derecha, haciéndome girar bruscamente.
“Has de coger más carrerilla mula yo te aviso”, me dijo.
Volvimos unos metros para atrás.
Otro tirón esta vez en la teta izquierda, me hizo volver a coger el rumbo inicial.
Empecé a correr como una loca, y llegué al comienzo de la loma. Según iba subiendo, mis piernas me pesaban como losas. Casi exhausta, llegué a la cima.
Un tirón de ambas tetas, me indicó que parara.
La patrona descendió del carro, y se puso a mirar el paisaje.
“¿Sabes, mula?, yo empecé mi noviazgo con mi marido aquí. Ya sabes los primeros picos, los primeros toqueteos. Qué bonito, ¿verdad?”
No esperaba respuesta mía y tampoco se la di. Al poco rato volvió a subir al carro, un tirón de la teta derecha me indicó para donde tenía que emprender la marcha. Bajamos la loma, aunque tenía que bajar controlando bastante para no perder el equilibrio.
Conseguí bajar sin mayores problemas.
“Uhy, casi anochece, corre mula, que tengo aun que preparar la cena, vamos me dijo dándome con la fusta en las nalgas”.
Emprendía una rápida carrera hacia la casa. Nos separaba un buen trecho. Mi corazón se me salía del pecho. Estaba literalmente revenada, pero no podía parar.
Más mal que bien, llegue hasta la casa.
“Bien mula no te has portado mal. Ahora vendrá el patrón, te quitará todo y te dará un baño. Hueles fatal.
A ver, si, iba sudando, pero tampoco podía oler tan mal. Allí esperé.