La vida de paula xvii

LUNA DE MIEL XVII La historia de una mujer casada, dominada por varios hombres en diferentes situaciones

"oye, me gustaría hablar de mi maravillosa noche", Le dije

"Bien, pero haremos una cosa, cuando hablemos de fena, lo haremos en tercera persona. Así no mezclaremos las cosas", me dijo.

"Bien, hablaremos en la persona que tú quieras, pero fena ha sufrido una parálisis muscular, mientras no sé cuántas ratas se paseaban por su cuerpo, incluso alguna se metía en su vagina a sacar alimentos podridos que un botones previamente le había metido. Yo entiendo que para su Amo el que le llamen la atención porque su sumisa ha cometido unos errores, tiene que ser humillante, "mi marido asentía con la cabeza, "pero también tengo entendido que la principal obligación de un Amo, es velar por la seguridad e integridad de su sumisa, y ahí abajo, fena ha estado de todo menos segura, porque no creo que su Amo controlará el comportamiento y la reacción de las ratas"

"Sí, es cierto. El Amo de fena quería que pasara la noche en las calderas, desnuda, es posada a la columna, y que fuera follada a demanda por los empleados del hotel. Lo que no podía prever el Amo de fena, es que habría un follador conocedor de la existencia de las ratas en la Caldera y que fuera lo suficientemente sádico como para cebar el cuerpo de fena, para que fuera comida de las ratas. De hecho en cuanto el Amo tuvo conocimiento de la situación, mando otro follador para que restableciera el orden ", me aclaró.

" Claro porque el Amo no podía ir en persona, porque se estaba follando a dos jovencitas", le dije en un ataque de celos.

"Ja, ja, si dos máquinas la guarrillas, según me comentó él, que por cierto quiere que fena las conozca. Son dos verdaderas expertas en el arte de comer coños, y es una experiencia que le puede venir muy bien a fena", dijo sonriendo.

"Sí, seguro que a fena le encanta conocer a esas pelanduscas, pero no sé yo si tiene que comerlas el coño, sino de lo comerá de verdad a bocados", Le dije en plan esposa cornada. "pero volviendo a la noche de fena, yo pensé que un Amo justo sería equitativo en el castigo, con la falta cometida, y no creo yo que el hablar una vez y dudar ante una orden, en una sumisa nueva en periodo de adiestramiento, sea merecedora de tal castigo"

"Puede, pero dime una cosa, tú crees que fena olvidará la lección?", me preguntó.

"No, estoy segura que no", contesté.

"Pues de eso se trataba", me dijo él.

"Por cierto, que significa fena?, no lo había oído nunca. Le pregunté.

" Puta, en varios idiomas", me contestó.

"Ah, muy propio", Le dije.

El día transcurrió sin más incidencias.

Por la noche después de cenar mi marido me dijo:

"Voy al bar, las pelanduscas deben de estar espetando".

“Y ahora, entra en escena fena, ¿no?”, pregunté.

“Sí, así es. Sube a la habitación, desnúdate, abre el primer cajón de la cómoda. Allí veras tu collar. Te lo pones, y esperas delante de la puerta. La posición de espera que quiero que adoptes, es de rodillas, sentada sobre los talones con las manos a la altura de las tetas con los puños cerrados, y la cabeza y mirada baja. Así quiero verte cuando subamos.”

El caso es que no me iba a dejar descansar. Subí a la habitación. Entendí que le llevaría un rato el encontrarse con las chicas, hablar, tomar algo y subir, así es que me lo tomé con calma. Efectivamente me desnudé, y cogí el collar. Vaya, ahora había una inscripción en la placa “fena”. Era previsible, una vez con un nombre asignado, lo normal es que el collar llevara mi nombre.

Hice un pis, bebí agua y me puse el collar.

Iba camino de la puerta cuando escuche, risas por el pasillo. Ya están ahí pensé, así es que adopté la posición indicada por mi Amo.

A momento, se abrió la puerta, y entró él con dos chicas.

“¡Uhy! que perrita más mona”, dijo una al verme. “Muerde?”

“Solo si yo se lo ordeno”, contestó mi marido.

“Ven con nosotras, perrita”, dijo la otra cogiéndome de la anilla del collar y tirando de mí.

“Espera”, dijo mi marido, adelantándose y sacando del mismo cajón la correa. Volvió me la puso, y dijo “ahora si por la correa.”

A las chicas les hacía mucha gracia eso de llevarme detrás de ellas como si realmente de una perrita se tratara.

“¿Podemos sacarla a la calle a pasear?”, peguntó la primera.

“Ja, ja no creo que sea buena idea. Es aún pronto y habrá mucha gente en la calle”, contestó mi marido.

“Venga profi, la llevamos al campo este de atrás. Seguro que la pobre quiere hacer pis y caca, y estirar un poco las piernas, después de todo el día aquí metida”, insistió aquella

“Venga chicas podéis entreteneros aquí con ella”, dijo mi marido

“Porfi, porfi, porfi, no seas malito, venga déjanos solo un ratito”, insistieron

“Valeeeee, está bien, pero la echaremos algo por encima para salir, aunque salga por el garaje, no quiero líos.

“Biennnnn”, saltaron las dos como dos niñatas.

Me echaron una toalla por encima que difícil mente tapaba mis vergüenzas, la primera me llevo al salir, quedando con la otra que ella me traería. Cogimos el ascensor, y bajamos al garaje. Mientras bajábamos por el espejo pude ver como mi marido, morreaba con la otra y le metía mano. No hacía falta esforzarse mucho para eso, la falda apenas le tapaba el culo, y debajo llevaba un micro tanga.

Por allí salimos a la calle sin demasiados problemas. Nos cruzamos con un par de clientes, que miraron divertidos la escena, y luego el guarda del garaje, que ese ya le conocía yo de la noche anterior.

Me llevaron hasta un campillo que había muy cerca del hotel. Allí me quitaron la correa y la sabana.

“Vamos perrita, corre”, me dijo una dándome un azote en el culo. Tuve que salir correteando, por el campo aquel. Lógicamente el suelo era arenoso y con piedras, que se me clavaban en mis rodillas y palmas de las manos. Desde lejos, las oía.

“Tienes que ponerle un rabito a la perrita, así no está mona”, le decían a mi marido.

“Chicas no os quejéis, mirar cuantas plantas hay. Arrancar unas cuantas que sean largas, y ya tenéis rabo para la perrita” las contestó.

“Y se las podemos meter por el culito”, preguntaron.

“Ya me diréis sino como las sujetáis.”

Ambas se pusieron manos a la obra. Arrancaron varias flores con tallos largos. Pelaron lo que pudieron los tallos

“Perrita ven”, me llamaron.

De vuelta me fijé en sus caras, a duras penas tenían los 18 años, y disfrutaban como niñas, que es lo que eran.

Habían sujetado los tallos de las plantas con una hoja cortada, haciéndola un par de nudos. No aguantaría más que el meterla en mi ano, si es que lo aguantaban.

“A ver ese culito”; me dijeron pidiéndome que me diera la vuelta de culo a ellas.

Me giré ofreciéndolas mi culo. Rápido note una lengua que me daba un par de lametazos en el ano, y acto seguido unos dedos que se abrían paso por él. Los abría dentro para dilatar el ano.

“Vamos, lo tiene bien abierto la perrita, ya puedes meterle su rabo”, le decía una a la otra.

Y así lo hizo, note como me metían las ramas, con bastante mala puntería y que iban dando por todas las paredes del recto, pinchándome.

Metieron unos cms. lo suficiente para que a su juicio no se cayeran al caminar.

Una cogió una piedra, me la dio a oler, y la tiro

“Trámela perrita”, me dijo

Y ahí me tienes a mí, corriendo como loca por el campo aquel, con mi rabo recién estrenado, que no se si sería por la sabia o que, pero escocía bastante.

Corretee hasta donde había caído más o menos la piedra. La recogí con mis dientes, y se la llevé a las chicas.

“Uhy, que mona, como obedece”, dijeron.

La madre que las pario, pensé yo un par de ostias es lo que os merecéis y ya no sería tan mona.

Repitieron el juego de tirarme piedras y palos hasta 10 veces. Yo ya apenas corría, porque mis rodillas empezaban a acusar la erosión producida por el suelo del campo.

Mi marido las paró el juego.

“Venga chicas, volvamos a la habitación”

Así lo hicimos, otra vez con la toalla por encima, y con mi rabo aún puesto.

Esta vez me llevaba la otra chica y le encantaba tirar de mí.

“Vamos, perrita, vamos”, me decía.

Llegamos a la habitación.

Me dijeron que me quitara el rabo y me lavara el culo.

Así lo hice cuando volví a salir del baño, estaban todos desnudos ya y retozando en la cama.

La verdad es que las chicas tenían un cuerpo precioso. Una se la chupaba a mi marido, y la otra me llamó.

“A ver perrita, enséñame que sabes hacer.”

Me acerqué a ella mientras pensaba en las ganas que tenía de tirarme al cuello de la que se la chupaba a mi marido y mordérselo, pero me fui a por la otra chica. Estaba tumbada en la cama boca arriba, y abría los brazos en plan de querer abrazarme. Me tumbé encima de ella. Directamente me cogió la cabeza y empezó a morrearme.

La verdad es que lo hacía muy bien. Empezó jugando con los labios en los míos, lentamente, y luego fue incrementando la intensidad, hasta dar un verdadero morreo. Habíamos también acoplado las tetas, y los pubis. Cada movimiento repercutía en ellos.

Me giró par aponerme a mi boca arriba y ella a cuatro patas encima de mía. Empezó a besuquearme por la cara, frotando su coño en mi pubis. Luego fue bajando con su boca por entre mis pechos, entreteniéndose en los pezones un momento. Siguió por el estómago, bajo al pubis, me separó las piernas….

“Tu amo nos ha dicho que quiere que aprendas a comerte bien un coño así es que vamos a ver si te valen unos consejitos. Antes de nada y no por evidente, menos importante, te tengo que decir que un coño, no es una polla. Se come de una forma totalmente diferente. Ahora que no nos oye, tu amo, no tiene ni idea de comerse un coño, pero bueno para eso estas tu para aprender y enseñarle, si quieres.

Una vez hecho el jueguecito que hemos hecho nosotras, llega la hora de acercarse al coño. Ha de hacerse sin prisas, sin pretender que la tía se corra nada más tocárselo. Debes acercar tu boca, lentamente, pasándola por sus muslos, sus ingles, sus labios, hacer y escuchar. Ese debe ser tu lema.

La chica, debe ir reaccionado y tú debes escucharlo. Sus jadeos, sus gemidos, y reaccionar según estos. Tu lengua aumentara su presión en los labios. Lámelos como quien lame un helado con toda la lengua puesta sobre ellos, de arriba abajo y de abajo a arriba. Aun no tienes que entrar en su cueva, pero seguramente veras su flujo escurrir por sus labios, no te envalentones, y quieras hacerlo ya. Fíjate en su respiración, en sus ruidos. Cuando oigas que esos ruidos, son más intensos y más continuos, dirígete al clítoris. La mayoría de las veces el clítoris es el detonante, de un fracaso en tu comida o de su éxito. Debes estar atenta a su reacción al primer impacto de tu lengua sobre él. A unas mujeres un movimiento rápido y brusco de su clítoris, las molesta enormemente y a otras las vuelve locas. Tienes que aprender a diferenciarlos. Yo, por ejemplo, estoy viendo que tu reaccionas bien al movimiento rápido de mi lengua sobre él.”

Ya hacía tiempo que había dejado de escucharla. Estaba concentrada en su comida de coño.

“Los jadeos y gemidos de la chica, deben ir en aumento. Cuando esto ocurra y no antes, dirígete a su cueva. Ahora sí. Métele dos o tres dedos con la palma de la mano hacia arriba. No más de medio dedo. Busca por detrás más o menos de su clítoris algo que se parezca a un bultito como un garbanzo. Mira tú lo tienes aquí y ahora sí, ahora machácala

No pares con la lengua en su clítoris y con la presión en el bultito este, se correrá como una cerda, como lo estás haciendo tú.

La corrida había sido salvaje. Y lo más curioso había como eyaculado proyectando mi flujo con fuerza. Una pasada.

CONTINUARA