La vida de paula xv
LUNA DE MIEL XV La historia de una mujer casada, dominada por varios hombres en diferentes situaciones
Mira eso era algo que desconocía. También era una experta comiendo coños. Estaba segura que no sería el último que tendría que comerme.
Y ahora iba a seguir añadiendo pollas a mi colección para sin duda batir un record Guinness de la recién casada mas follada en su luna de miel.
Aquella parte ya me la conocía. Me apoyaron boca abajo en la mesa. Pronto note dos manos que cogían mis caderas, y una polla que se abría paso en mi vagina.
Otra polla, se acomodó en mi boca. Yo mamaba y recibía que era lo que parecía que mejor sabía hacer en este mundo.
No tardó nada en correrse él del coño. Note perfectamente el chorro de su leche dentro mío.
Esperé pacientemente la llegada de otra polla, cuando vi que el de la boca la sacaba con urgencia.
Se va a correré, pensé, pero no pensé mucho más. Una descarga eléctrica en mi coño, me hizo pegar un fuerte grito, a la vez que di un bote en la mesa.
Al momento sentí otra descarga en mi ano. La misma reacción. Risas de los presentes.
"mirad como salta la putita"
A es descarga la siguieron muchas más tetas, pezones clítoris....
Sin duda las más intensas eran las del coño. Intuí que tendría que ser porque al haber más humedad, flujo, sudor, semen… la electricidad de aquella especie de porra eléctrica, se transmita con mucha más facilidad.
Me fije en el hombre mayor, que debía de ser un jefecillo del lugar.
Al margen de tomar datos en una libreta, puntualmente hacia una señal de OK a alguna de las cámaras que había en la sala. Parecía como si estuviera haciendo señas a alguien que estuviera presenciando todo a través de las cámaras.
Llegué a preguntarme si sería mi marido que hubiera querido asistir a la “Firma del Contrato”, sin estar.
Por un momento, la porra entro en mi vagina, y la hicieron coincidir exactamente en mi meato. Noté con un gran calambrazo que me recorría desde el coño hasta la mitad de mi cuerpo. Mantuvieron la chispa sobre el meato, hasta que los músculos empezaron a dilatarse y empecé a mearme.
Yo no tenía consciencia de ello, pero si note el líquido caliente resbalando por mis muslos, y el gran jolgorio que aquello causo entre los asistentes. Solo esperaba que no hicieran lo mismo en mi ano.
Mi esperanza, fue en vano. De inmediato sentí como un escupitajo en mi ano, y un dedo que entraba en él, el tiempo suficiente para que la saliva entrara, y a continuación la descarga eléctrica directa sobre él.
La piel del ano es más dura que el resto, por el especial trabajo que realiza, por lo que les costó un poco más de tiempo que dilatara. Al poco empezaron a escaparse ventosidades por mi culo, lo que entendí que empezaba a abrirse sin remedio.
Realmente la situación era embarazosa para mí. Eran situaciones muy íntimas de una persona, que estaban allí siendo contempladas por todos los presentes, y los que estuvieran viendo las cámaras. Sabía que mi única opción era quedarme allí quieta y que pasara lo que tenía que pasar.
Cada vez sentía las descargas más dentro de mi recto. Sabía que una prologada exposición de un musculo a una corriente eléctrica, conlleva una pérdida de control de ese músculo, y que antes o después mis intestinos se vaciarían delante de todos aquellos, sin que pudiera hacer nada por evitarlo.
Así paso, con grandes risas, y algaradas de todos haciendo comentarios vejatorios sobre lo guarra que era, que me cagaba en público, etc, etc. También hubo comentarios sobre la peste, etc, etc.
Por un momento temí que el siguiente paso fuera hacerme interactuar de alguna forma con mis propios excrementos, pese a que en el contrato estaba especificado muy claro que nada de excrementos, besos negros o similares.
Cumplieron, lo cual en cierta me agrado. Yo estaba cumpliendo con lo que me ordenaba, era de esperar que ellos respetaran el contrato. Me dieron unas toallitas húmedas y me dijeron que me limpiara bien. Ventilaron un poco la sala y echaron ambientador. Realmente olía fatal, es como si la mierda hubiera salido más concentrada o que se yo.
Cuando la situación más o menos se restableció, empezaron otra vez a follarme. Las pollas fueron cambiándose en mi coño y mi boca, intercalando también algún coño para lamer. Puede comprobar que al igual que no hay dos pollas que sepan iguales, tampoco había dos coños que supieran igual.
Yo hacía mi trabajo, lo mejor posible. Quería que, si aquello era una especie de examen, sacara la mejor nota posible para contento de mi Amo. Quería que estuviera orgullosa de mí. Me había pasado con todo en la vida. Si me embarcaba en cualquier actividad siempre quería que la gente estuviera orgullosa al menos de mi trabajo y entrega.
Cuando intuí que todas las pollas habían pasado por mi coño, supuse que ahora le toca el turno a mi culo.
Y así fue, pero para mi sorpresa, la que se puso detrás de mí con un arnés que contenía un gran pollón, fue la vieja gorda. Esta cabrona quería agradecerme así la, según ella, tremenda corrida que la había proporcionado.
Mi ano, aún debía de estar flácido de las descargas de corriente, y la mujer la basto y fuerte empujón, para clavarme toda aquella polla de plástico en mi culo. Bombeó como si no hubiera un mañana, como si le fuera la vida en ello. De vez en cuando me la sacaba entera y me la volvía a empotrar de golpe. Mi pobre ano, estaba ya acostumbrado a esas batallas.
La vieja estuvo dándome hasta que el roce del arnés en su coño, la hizo correrse de nuevo. Luego ya si dejo paso a los hombres. Me cambiaron de postura, tumbándome en la mesa boca arriba, y fallándome así el culo. La ventaja que tenía es que como acababa de evacuar, esta vez no habría pollas sucias. Fueron pasando también uno tras otro por mi culo. Era increíble el furor que tenían todos los tíos aquellos y la cantidad de leche que acumulaban. Alguno llegó a correrse en boca coño y culo.
Cuando ya parece que todos se saciaron de darme polla, el hombre mayor hablo:
“Bien Fena, llega la hora de que firmes tu contrato. Durante la pequeña sesión que hemos tenido, hemos ido comprobando tus dotes y habilidades para la sumisión. Te diré que en líneas generales apuntas maneras para ser una buena sumisa. Tienes defectillos, que sin duda tu Amo deberá ir puliendo, pero nada muy importante. Por eso tu valoración, va a ser de 8,5 sobre diez “, todos aplaudieron al unísono.
Mira que bien, pensé yo, notable alto. Pero a mí me gustaban los sobresalientes, así es que ya le preguntaría a mi Amo, los errores cometidos para corregirlos.
Cuando ya creí que se había terminado la sesión, me hicieron pasar a una habitación. Había un decorado como de mazmorra fría de un viejo castillo. Era una foto, pero quedaba bien.
El hombre mayor me explico:
“Bien ahora te vamos a hacer unas fotografías para nuestro blog. En él están todas la sumisas que tenemos en la organización, para que todos los amos del mundo puedan conocerlas, y al que le interese la reclame. Lógicamente esto sucede, cuando se hace alguna quedada de Amos, que muchas veces se les invita en función a la sumisa que tengan. Lógicamente, figuran las medidas, también está el contrato, para que conozcan los límites de cada una, así como sus logros, es decir los servicios que ha realizado. También figuran los deseos del Amo en cuanto a las sesiones de la sumisa. En fin, es una información detallada de cada sumisa”
La verdad es que le agradecí al hombre la información. Mi marido no solía ser tan explícito.
Me hicieron fotos de todas formas y posturas. De pie, sentada, tumbada de espaldas, de frente, a cuatro patas, abierta mostrando bien mis agujeros, como decían ellos. la boca abierta, en fin, realmente sí, con esas fotos, podrían conocerme muy a fondo. También incorporaban elementos bdsm para dar más ambiente a las fotos.
Cuando se cansaron de hacerme fotos, me dijeron que ya era hora de volver al hotel.
El repartidor, que, por supuesto había participado en la sesión, me dijo:
“Fena, a cuatro patas”
Yo obedecí, cogió la correa y abandónanos la sala. Esta vez no tuve que usar las escaleras. Tenía que pegada a él. El con la polla fuera, con cogiéndola con mi boca, tenía que ir con mi cabeza girada hacia él por lo que no veía lo que había por delante, pero si podía oír los comentarios de la gente que se cruzaba con nosotros. Ni que decir tiene que los comentarios no tenían desperdicio.
Así, llegamos al garaje, donde recuperé mi ropa me vestí y volvimos al hotel.
Al llegar al hotel, mi marido estaba esperándome en el hall.
Me cogió del brazo y con cierta brusquedad me llevo hasta las calderas del hotel.
Era un sitio muy oscuro, con máquinas que debían ser del aire climatizado, que emitían un ruido constante, bastante desagradable. Además, el olor tampoco era mejor, una mezcla de humedad, con los olores que despedían las máquinas, hacían el ambiente muy hostil.
“Fena”, me dijo, “estoy muy descontento contigo. Me ha comunicado el instructor la nota de tu evaluación y me ha dicho que debo mejorarte cosas”
“Pero, ¿que he hecho mal?”, pregunté.
“Esa es la primera. Nunca hables sin autorización”, me dijo dándome un tortazo.
“También han llamado mi atención acerca de tu no implicación directa con las ordenes. Tu actitud en algunos casos denota no asumir bien las ordenes. Aunque luego termines obedeciendo.” Me dijo acompañando otro bofetón.
“No debes parpadear, ni inmutarte ante cualquier orden. Debes obedecer ciegamente, y además debes de dar la imagen desde un comienzo de que tú no te planteas ningún tipo de duda ante la orden. Me han llamado la atención por tu culpa”, otro bofetón.
Realmente más que dolerme físicamente, me dolía psicológicamente, que mi marido me estuviera pegando.
“Espero que no olvides lo que te he dicho, y que esas cosas no vuelvan a producirse. Y para asegurarme que vas a pensar detenidamente en todo lo que te he dicho esta noche te vas a quedar aquí. Quítate la ropa”, me ordenó.
Obedecí sin rechistar.
Me cogió del brazo y me llevo hasta una columna. Sacó unas esposas, me mandó sentarme en el suelo, y me esposo a la columna con las manos en la espalda.
“Mañana, en el transcurso del día, vendré a por ti. Espero no tener quejas de nadie del servicio que ente aquí.”
Agaché la cabeza humildemente. Mientras pensaba que, con aquellas palabras, iban a follarme todos los empleados del hotel.
Salió de la caldea, cerrando la puerta tras él. Sólo la tenue luz de los paneles de las máquinas, servían para no estar totalmente a oscuras.
El ruido de las máquinas, empezaba a dejarme sorda. Además, el aire parecía que se viciaba por momentos.
No iba a ser una estancia cómoda en esas calderas. Pero las cosas, siempre pueden ir a peor.
Al cabo de un rato empecé a oír unos ruidos mínimos, pero ruidos como pequeños chirridos.
Noté que algo se movía por el suelo a mi alrededor.
Joder, joder joder, no podía ser, eran ratas. Había visto una pasar por ente mis piernas.
Las cerré todo lo fuerte que pude, intentando salvar mis partes íntimas de los dientes de esos roedores. Pero la noche era muy larga, y más que lo iba a ser para mí.
CONTINUARA