La vida de paula xiv

LUNA DE MIEL XIV La historia de una mujer casada, dominada por varios hombres en diferentes situaciones

Me puse una camiseta con el bikini debajo, y me bajé a desayunar.

Estando desayunando, entró un botones. Preguntando por mí.

Me identifique, y me entregó un sobre.

Lo abrí. Arriba tenia las siglas EDC y el texto European dominant club.

Era un contrato de sumisión, a mi nombre y al de mi marido. Yo como sumisa y él como Amo. No había perdido tiempo mi marido.

Lo leí detenidamente mientras desayunaba. El contrato reflejaba que su duración sería de un año, con ampliación indefinida automática al termino de ese año, salvo que alguna de las partes manifestara no querer mantenerlo. Pero había alguno de los puntos de los deberes de la sumisa, que había que redactarlos de otra forma. Parece que era un contrato estándar, y no se habían tomado tiempo en adaptarlo a mí.

Subrayé aquellos puntos con los que no estaba de acuerdo, por ejemplo, la sumisa siempre se dirigirá a su Amo de Usted y como Amo o señor. O que nunca usaría ropa interior, cosas que genéricamente podrían valer, pero que en mi caso no eran aceptables.

Cuando terminé de revisarlo detenidamente, al margen de empezar a calentarme, terminé mi desayuno y me subía a dejarlo en la habitación., ya lo discutiría luego con él.

Me bajé a la playa. No estaba muy concurrida por lo que me animé a hacer topless quitándome el sujetador del bikini. Me cuidé de que la braga del bikini no dejara a la vista la marca del latigazo. Era una zona de playa vigilada por el hotel por lo que no eran frecuentes los “moscones”.

Al cabo de un rato, sentí que alguien se acercaba. Se arrodillaba a mi lado, diciéndome:

“Las heridas de guerra, hay que lucirlas, cariño”, era mi marido que lo decía mientras recogía la braga hacia la raja del culo dejando al aire todas las nalgas.

“Hombre, estas aquí. He leído el contrato, pero hay muchas cosas que cambiar, además no tengo muy claro querer firmar un contrato de Sumisión.” Le contesté intentando volver a cubrir mis nalgas, cosa que no me dejó.

“Tranquila querida, lo repasaremos juntos punto a punto. En cuanto a la necesidad de firmarlo, es porque como te dije ayer, y has leído en el contrato, la cesión de la sumisa es una práctica habitual, y un contrato es la mejor manera de que no hay lugar a errores o malos entendidos”, me contesto con su templanza habitual.

Estuvimos el resto de la mañana tonteando en la playa. A la hora de la comida, comimos en el restaurante del hotel, y luego nos subimos a la habitación, yo pensé que con la idea de hacer un minucioso estudio del contrato. Yo me veía sentados en la mesita, bolis en ristre, quitando párrafos y frases como locos.

Pero, no, nos tumbamos en la cama, el cogió el contrato y empezó a leerlo en voz alta, diciéndome,

“Cuando no estés de acuerdo con algo me lo dices.

En plenas facultades mentales y con el deseo de expresar mi amor y devoción al hombre que amo y adoro, me ofrezco en sumisión a mi Amo por un periodo que comienza el día de la firma del presente contrato y termine en el plazo de 12 meses. La prolongación de este contrato, dependerá del consentimiento de ambas partes. Este estado de sumisión quedará limitado al tiempo en que el amo decida someter a la sumisa, manteniendo el resto del tiempo un comportamiento totalmente normal.

Mi primera gran pega que era la duración, y la limitación a las sesiones, estaba solucionada.

Los siguientes puntos del contrato eran de reglas generales de los derechos y deberes tanto de la sumisa como del amo.

Se hizo hincapié en que la sumisa podía ser entregada a otros amos o grupo de amos, para uso y disfrute de estos, siempre con el límite de no producir marcas permanentes en la sumisa. Esto, según me aclaró “Mi Amo”, incluía cualquier tipo de corte o amputación. Solo faltaba eso, pensé para mi.

También indicaba un apartado a indicar que la vida de la sumisa, sería totalmente normal, salvo que oyera la ya conocida frase de Hay que calentarse, pronto llegara el frío, o cualquier otra que su Amo decidiera e hiciera conocer previamente a la sumisa. En ese momento la sumisa adoptaría su estado de esclava sexual, perdiendo toda voluntad o deseo.

Una vez leído el contrato con las rectificaciones mil veces, mi marido llamó un mensajero para que fuera a entregarlo a un sitio, donde le darían validez.

No tardó mucho en llegar. Cuando avisaron de recepción de que estaba allí, mi marido les dijo que subiera.

“Ahora cuando llame el mensajero, le das el contrato”

Al momento llamó a la puerta,

“Buenos tardes”, dijo

“Buenas tardes”, le contesté, “Aquí tiene el sobre”

Él lo cogió, me echo una mirada de arriba abajo, yo estaba solo con el bikini, y me dijo:

“Hay que calentarse, pronto llegara el frío”

Para mí ya había llegado el frio. Me quede helada, y sin saber qué es lo que tenía que hacer.

“A sus pies mi señor”, le dije

“Ponte una camiseta. Vas tu a entregar el sobre conmigo, perra.” Me contestó él.

Intuí que no tenía que rechistar, ni siquiera echar una mirada a mi marido en ningún sentido. Me limité a coger la camiseta y ponérmela.

Salimos del hotel, y subí en su coche. Esta vez no salimos de la ciudad. Más bien fuimos al centro. A un edificio de oficinas. Tenía cuatro plantas. Entramos en el garaje, y nada más salir del coche, me dijo:

“Desnúdate, puta y deja la ropa en el maletero del coche.” Me dijo abriéndomelo

“Toda Señor”, le pregunté.

Bofetón

“No hables sin autorización. Limítate a cumplir mi orden.”

Entendí que tenia que se todo, incluso las sandalias.

Sino, ya supuse que otro bofetón me haría ver mi error.

Pero no lo hubo o sea que sí debía ser así.

Saco un collar y una correa de perra, y me lo puso en el cuello.

“A cuatro patas perra”

Le obedecía al instante. Me puso el sobre del contrato en la boca.

“No se te ocurra, llenarlo de babas, perra. Controla tus fluidos.

Y así como quien pasea a su perra por la calle, aquel tipo me hizo subir las escaleras que daban al vestíbulo del edificio y desde allí, tramo de escalera tras tramo de escalera, hasta la planta tercera que es donde teníamos que ir. Ni que decir tiene que yo subí las escaleras el subió en ascensor, además diciéndome:

Las escaleras tienen cámaras. Recuerda que las perras suben a cuatro patas. Me desagradaría enormemente que me hicieras esperar en la tercera planta que es donde vamos. Así es que ya puedes mover el culo, perra.” Me dijo dándome una patada en el culo.

Lo primeo tenía que buscar las escaleras, y como no estaban al final de vestíbulo.  Así es que tuve que correr todo lo que pude, porque él se dirigía a los ascensores. Ni que decir tiene que me crucé con gente, que se reían al verme y me dirigían toda clase de improperios. Llegué a las escaleras, encima tenían dos tramos entre planta y planta. Sabía que nunca lo conseguiría. Miré y efectivamente había cámaras. No pude más que reventarme nuevamente las rodillas, y subir lo más rápido posible.

Cuando llegué a la tercera planta totalmente exhausta, él me estaba esperando delante del ascensor.

“Qué torpe eres, puta, me has hecho esperar tres minutos “, me dijo ”recibirás tu merecido por ello”

Iba a haber hablado, pero sabía que lo único que hubiera conseguido era otro bofetón. Así es que me coloque al lado de su pierna.

Cogió la correa y emprendimos camino por el pasillo hasta la puerta del final del mismo.

Al entrar, se dirigió a la gente que había en la sala, y dijo:

“Perra nueva para fichar. Tu perra, entrega el sobre a esa dama”, me dijo señalándome a una señora de avanzada edad y kilos que estaba detrás de una mesa.

“Huy!, que mona y jovencita la perra. A ver, acércate, me dijo indicándome que fuera hacia su silla.

Recogió el sobre, me echo una mirada de arriba abajo y con sus dos manos cogió mis pezones, tirando de ellos para arriba.

“A ver perra, vamos a subirte a la mesa, para que todos puedan verte bien”, me dijo subiéndose ella a la silla, tirando de mis pezones para que me subiera yo a la mesa.

“ponte nuevamente a cuatro patas, querida, pero esta vez, abre bien las piernas”, me dijo sin dejar de guiarme por los pezones.

Se fueron acercando los allí presentes, y fueron examinándome. Literalmente. Hasta la dentadura me miraron. Yo sabía que aquello suponía una prueba a ver si era digna de pertenecer a su club, secta logia, lo que cño fuera aquello. Y me dejé hacer.

El sobre pasó arias manos, hasta que llegó a un tío ya mayor, que lo abrió, leyó los cambios se los paso a una de las chicas más jóvenes que había en las mesas, y la dijo que lo corrigiera. Entendí que aquella era una especie de secretaria.

Mientras lo corregía mi cuerpo fue escudriñado al milímetro por manos y dedos tanto de hombres como de mujeres.

Cuando estuvo listo el hombre mayor me lo trajo.

Se sacó la polla y me dijo:

“¡Perra, léelo y fírmalo, y no dejes de chupar!”

Tuvo la cortesía de dame el corregido a boli y el de ordenador para que fuera comprobando los cambios, y sin duda para que estuviera más tiempo chupándosela.

Lo primeo que vi es que el documento ya tenía sellos de la entidad aquella, y que junto a mi nombre se acompañaba “en el futuro fena”

Vaya perece que es iba a ser mi nombre de puta. Y le acompañaba unos números Una inicial J, que coincidía con la inicial de mi marido y luego 35. Joder, pensé seria ese un número aleatorio, sería uno correlativo sin más o sería las sumisas que tenía mi marido.

Bueno yo tenía ahora que chupar ya intentaría luego aclarar todo eso. No tardó mucho el hombre en vaciarse en mi boca. Quede unos momentos observando a ver que hacía con su leche. Cuando me la trague abrí la boca para que comprobara que estaba vacía.

“Buena perra, me dijo sonriendo, haciéndome una especie de caricia en la cabeza. “Mamas bien y tragas todo. Buena perra”

Apenas dijo eso la mujer de la mesa, se levantó, se subió el vestido, y dijo

“A ver como comes coño, Fena.”

Joder era la primea vez que escuchaba mi nuevo nombre, y la verdad es que impresionó un poco.

La mujer se puso también sobre la mesa, termino de quitarse las bragas, y se abrió bien de piernas.

“Perrita, fena, aquí tienes tu manjar, vamos lame”

No tenía ni puñetera idea de lamer un coño de una mujer, pero supuse que les gustaría que la hicieran lo que me gustaba que me hicieran a mí.

Arrimé lentamente mi boca a su coño, exhalando aliento por la boca, para que el calor le llegara al coño. No tardó en soltar el primer “Uhmmmm”

La verdad es que aquello no olía demasiado bien, pero sabía que eran cosas con las que tendría que enfrentarme, y estaba claro que allí tenía que quedar bien, porque si mi marido se enteraba de todo, de lo que pasara allí mucho más.

Deje que mi lengua recorriera su vulva sin adentrarme en nada más. Poco a poco fui con la punta de mi lengua entrando entre sus labios. Estaba claro que solo tenía que escuchar sus reacciones, donde más gimiera más gusto la daría.

En pocos minutos su coño estaba abierto y muy mojado. Cogí flujo con mi lengua y los repartí por el resto del coño, con especial énfasis en el clítoris. Empezó a jadear con intensidad.

Repetí la secuencia varia ocasiones cada vez entreteniéndome más en su clítoris. Su mano en mi cabeza, cada vez me apretaba más hacia su coño, por lo que supe que estaba en el buen camino. Intente follarle la vagina con la lengua, a la vez que, con la punta de la nariz, le restregaba el clítoris. No tardó mucho en empezar a tener espasmos. Tuvo un considerable aumento de emisión de flujo mientras me apretaba mas fuerte la cabeza contra él y aullaba.

Cuando se recuperó me dijo casi entre dientes….

“Hija de puta, nunca me habían comido el coño así, eres buena, perra, muy buena.

Y siguió jadeando.

Uno me acerco una toallita para que me limpiara el flujo de mi cara.

“Bueno ahora vamos a ver si con tu coño y tu culo eres tan buena como con la boca” dijo el hombre mayor.

CONTINUARA

(Por problemas de salud de cierta gravedad he estado unos dias sin enviar parte de Paula. Pero en la medida que la salud me lo permita, seguimos adelante. Gracias a todos/as)