La vida de paula xi
LUNA DE MIEL XI La historia de una mujer casada, dominada por varios hombres en diferentes situaciones
Pero no fue así. Mis “servicios” fueron requeridos en varias ocasiones durante la noche.
Además de los ronquidos por doquier, el “Mama, puta”, o “Móntame, zorra” fueron las frases más escuchadas en la noche. Y cuando no, un tirón de la cadena me hacía acudir dócil hasta el mendigo de turno.
Mientras no atendía pensaba.
¿Y esto ahora? ¿Iba a ser así siempre?, ¿mi marido me mandaría hacer determinadas cosas cuando a él se le pusiera y luego el resto del tiempo como si no hubiera pasado nada?
Lo que si me quedaba claro, es que Jacobo, era una especie de guardián. Por supuesto que me folló en cuanto que pudo, pero el hecho de que estuviera allí, conociéndolo mi marido, me daba una cierta tranquilidad. Aunque también me obligaba a cumplir más fielmente las ordenes, porque si no seguro que mi marido lo sabría.
Joder, pero ¿porqué tenía yo que hacer lo que mi marido quisiera?
Pensé que en esas situaciones super morbosas, no podría entrar yo sola por mucho que quisiera, pero tendríamos que hablarlo algún día, digo yo. O quizás él lo que pretendía era acostumbrarme a obedecerle sin rechistar…
Pensando en todo esto me quedé dormida.
No había amanecido aun cuando sentí como quitaban el candado de la cadena de mi cuello.
“Vamos levanta, ahora toca trabajar”, me dijo el barbudo
Joderrr, más pollas pensé yo. Podían descansar un rato. Pero no.
“Quien vive aquí tiene que colaborar trayendo dinero. Ahora sal a la calle y hasta que no traigas 300 euros, no vuelvas. Me da igual que mendigues, que los robes, que los ganes follando…. Pero tráelos. Ah, y alguien te vigilara por si quieres tangarnos.”, se fue a un rincón, y de una caja trajo un vestido menos roído y sucio que la camiseta que me rompieron la noche antes. Las alpargatas que había traído yo, completaban mi vestuario. Ah, y un bolsito que gentilmente me dieron, con toallitas húmedas, condones, y una lista de sitios donde ir.
Lógicamente mi primera idea, fue coger un taxi e irme al hotel, en recepcion pagarían la cuenta. Pero eso no era lo que quería mi marido, y…. Empezaba a preguntarme si realmente era lo que quería yo.
Me giré un par de veces, y comprobé que efectivamente uno de ellos me controlaba a cierta distancia. A mí, teniendo mi tarjeta de crédito, no tendría problema en conseguir en un plumazo el dinero que me habían pedido.
Pero así no tenía demasiada idea de cómo conseguirlo. Miré la lista, y tampoco me aportaba nada. Centros comerciales, zonas de mucho turista, el puerto,
Era evidente que pidiendo no iba a conseguir un euro. Una chica joven pidiendo en la calle lo más que podría conseguir seria repulsa por vaga.
Robar, pues no me veía yo en eso, además, tendría que vender lo que robara si no era dinero.
Y hacer la calle, pues ni eran horas, ni sabía cómo funcionaba, ni nada.
Así es que decidí improvisar. Pensé que quizás en el puerto, en la lonja, podría conseguir algo de dinero a cambio de trabajar unas horas. Me dirigí hacia allí.
Tardé un buen rato en llegar. Por el camino escuché de todo de los tíos que me cruzaba, pero nada interesante que me pudiera ayudar en mi objetivo.
Al final llegué al puerto. Aún era pronto y me fui hacia la lonja.
Al llegar me metí hacia la zona del almacén donde aún estaban descargando los últimos barcos que había y estaban llegando.
“Hola”, le dije al primero que vi con una caja de pescado en la mano, ¿“sabes dónde puedo encontrar al encargado?”
“Si lo que buscas es curro, habla con aquel gordo del puro”, me contestó.
Me dirigí hacia él.
“Hola, buenos días, quería saber si tenía usted algo de trabajo”, dije
“¿Trabajo para una señoritinga como tú?, esto es un trabajo duro, anda lárgate”, me contesto.
“De verdad, lo necesito, hare lo que haga falta”, le insistí
“Que, ¿estás con el mono?, me dijo el mirándome de arriba abajo.
“No, no señor. Yo no me drogo, miré mi nariz, mis brazos”, le dije mostrándoselos.
“Bueno, va, realmente son pocos, pago 6 euros la hora. Aunque quedan pocos barcos, luego siempre puedes quedarte para limpiar y otros trabajos auxiliares. Pero como te vea racanear, no te doy ni un duro. ¿Queda Claro?
“Sí, si señor. No tendrá queja de mí ya lo verá. Muchas gracias”, le dije, realmente agradecida
“Mira ves donde aquel tío del mandil azul, y dile que te envió yo que te de trabajo.”, me dijo
Me acerque al hombre que me dijo, que debía ser algo como un encargado.
“Hola, buenos días me envía el encargado para que me de trabajo”, le dije
“Madre mía dijo, ¿pero tú puedes con una caja de pescado?” me dijo en plan burlón
Realmente de uno de sus brazos, podían sacarse los dos míos, cuando no más.
“Mira ese barco, ves a él coge una de las cajas, y tráetela, la llevas a ese mostrador, y vuelves a por otra. Ponte esos guantes que hay ahí”, me dijo señalando una caja.
Cogí los guantes, me los puse, y me dirigí hacia el barco.
La verdad es que me miraban todos raro, no solo supongo por ser mujer y no tener pinta de hacer esos trabaos, sino por la ropa que llevaba, sin duda la menos apropiada para estas labores.
Cogí la caja y me encaminé al mostrador, pesaba algo, pero tampoco era nada exagerado.
Realmente a la quinta o sexta caja, mis movimientos ya se fueron haciendo más torpes. Me inclinaba más al dejar las cajas, y alguno que otro debía de tomar nota que debajo de mi vestido no había nada. Las risitas y los comentarios, fueron en aumento. A mí me importaba una mierda, tenía que ganarme mi dinero.
Cuando se acabaron los barcos, me metí en la lonja y me dijeron que fuera barriendo y fregando el suelo. Yo así lo hice, también fregué mostradores, limpié cajas, bueno todo lo que me mandaban.
A eso de las dos, vi que aquello empezaba a quedarse vacío.
Me dirigí al encargado,
“Hola, otra vez, bueno ya hay poco que hacer aquí. Espero que este contento con mi trabajo”, le dije
“Sí, me han dicho que lo has hecho bien. No creía yo que estuvieras a la altura.”, me contestó, echándose mano al bolsillo. “Han sido 6 horas, a 6 horas, 36 euros” Toma cuarenta.
“Oh muchas gracias, Ya solo me faltan 260 y tengo que conseguirlos esta tarde, pero muchas gracias. Me ha ayudado mucho,” le dije haciendo ademán de irme.
Me cogió del brazo y me dijo,
“Pero espera, quizás pueda ofrecerte algo más de dinero, y sin ánimo de ofenderte.”
“Diga, diga no me ofendo fácilmente”, le contesté.
“Bueno quizás, pueda darte los 260 euros, si te vienes conmigo a un hotel, y pasas la tarde conmigo”, me dijo con voz tímida. “No tengo muchas oportunidades de encontrar una chica así, y bueno me han dicho que no llevas ropa interior, por eso he pensado, que quizás…. Pero no, olvídalo”
“No, no”, le dije, “mire”, me levanté el vestido para que viera por sus propios ojos que realmente no llevaba nada. Tenía una gran barriga, y era calvo. Sabía que para él una mujer como yo tenía que ser algo inalcanzable.
Casi me infarta el pobre hombre.
“Tapate, chiquilla”, me dijo
“Mire, vamos a ese hotel, me pego una ducha, y toda suya eta tarde.” Le dije
“¿300 Euros?, me dijo
“Hecho”, le dije.
“Bien, pero no quiero que nos vean entrar juntos en el hotel. Esto es pequeño. Ves tu a el hotel ese que hay a la entrada del puerto, y coge la habitación 8. Diles que vas de parte de D. Ramiro. No te pondrán problemas. Yo iré en un rato, si quieres vete duchándote mientras llego.” Me dijo con la ilusión de un chiquillo de 15 años ante su primera cita.
Hice lo que me dijo. Fui al hotel, cogí la habitación, y me duché. No había albornoz, así es que me puse una toalla, para esperar al bueno de D. Ramiro.
No tardó en llegar.
Que fuerte, se había cambiado, seguro que también se había duchado y venía con un ramo de flores del campo.
“Son para ti”, me dijo dándomelas
Había un sobrecito. Lo abrí. Dentro estaban los 300 euros una tarjeta que decía gracias.
“Jaja, que galante. Muchas gracias.” Le dije dándole un beso en los labios.
Le senté en la cama y empecé a morrearle a fondo, a la vez que le quitaba la camisa que llevaba.
NO era especialmente agradable, pero me había encantado primero su generosidad al darme trabajo, y luego su timidez y sensibilidad al proponerme que pasara con él la tarde.
Él estaba como petrificado. Yo seguía morreándole y empecé a jugar con sus pezoncillos.. Note que disimuladamente se tocaba el paquete como queriendo dejar salir algo que había dentro.
Le desabroche el pantalón y le saque la polla, sí, estaba realmente dura. No era excesivamente grande, pero bueno daba buena impresión.
Me quité la toalla me separé un poco me puse con los brazos en jarras, me di un par de vueltas, y le pregunté
“Te gusta Ramiro?”
“Chiquilla, me vas a mata”, me contestó levantándose y quitándose los pantalones y los calzoncillos y dejaba ver que pese a su barrigón no tenía mal tipo.
Me acerque a él le bese nuevamente en los morros, y empecé a bajar por su barbilla, cuello, pecho, barrigón, hasta llegar a su polla que, dicho sea de paso, había aumentado considerablemente su volumen y dureza.
Un par de pasadas con la lengua a lo largo de su pene. Gemía como un poseso, pero nada comparable a como gemía cuando me la metí en la boca. No quería ser malvada, pero me divertía la sensación de llevar yo totalmente el control.
Seguí jugando con su polla en la boca, auto fallándome la boca, Se lo decía,
“Mira Ramiro, me la trago entera. ¿Te gusta?
Decía que sí con la cabeza, pero no le dio tiempo a más. Empezó a jadear, cada vez más fuerte, y note como un chorro de leche terminaba en mi boca. La retuve hasta que vi que se le pasó el jadeo.
“Mira, tengo tu leche en la boca. ¿Quieres que me la trague?, le dije
“Sí por favor. Siempre ha sido mi fantasía.”, me dijo medio emocionado.
Le sonreí y abrí la boca para que viera como desaparecía su leche por mi garganta.
Ramiro se desplomo en la cama.
Tenía una cara de satisfacción, como si hubiera alcanzado el cielo, las estrellas.
Le dejé así que disfrutara su corrida.
Mientras yo me dedique a asearme un poco.
Al rato me llamo
“Nena, ven”, me dijo
“Dime Ramiro”, acudí solicita
“¿Cómo puedes ser tan divina?”, me preguntó.
“Que adulador eres ramiro. Me encantas”, le dije acariciándole la barbilla.
“Dime ¿cuál es tu problema para necesitar ese dinero con tanta urgencia? ¿Alguna deuda de juego o algo así?”
“Ramiro, es complicado. Vamos a disfrutar el momento. No creo que lo entendieras. Pero si te puedo decir porque creo que te lo mereces, que estoy aquí de luna de miel”, le dije
“Cómo?, ¿de luna de miel? ¿Y tu marido?
“Ramiro, déjalo estar. Ya te digo que no lo entenderías”, le dije mientras empezaba a tocar nuevamente su polla.
Al poco rato, estaba nuevamente dura.
“Uhmm, le dije. Esta juguetona, se ha puesto otra vez dura. ¿Quieres probar alguno de mis agujeritos?”, le pregunté con cara y voz de puta en celo.
“Sí, pro Dios, quiero probar todo. Quero sentirte todo de ti. Eres increíble”
Me subí encima de él. Con mis rodillas rodeando sus muslos, empecé a restregarle el coño, sobre su polla.
“Uhmmm, como la noto. Esta otra vez muy gorda y muy dura. Yo creo que ya puede empezar a investigar… Le dije cogiéndosela y metiéndomela en el coño. Ahora ve despacio, tenemos que disfrutarlo bien.” Le estuve cabalgando un rato. Cuando intuí que no le quedaba mucho, le dije..
“Espera Ramiro, vas a probar mi culito”. Le dije sacándola de mi coño y metiéndomela en el culo. Le monte tres o cuatro minutos.
El solo jadeaba.
“Ramiro, ¿te gusta así?, o prefieres que me ponga como una perrita y me enculas tu”, le dije
“Si, por favor”, me contestó
Me puse a cuatro. Bien abierta. Arqueando las caderas. Seguro que mi ano, abierto porque acababa de salir de él la polla, era un objetivo inevitable para su polla.
La apuntó y la metió.
No creo que durara un minuto, cuando volvió a jadear como un poseso y se corrió en mi culo.
Cuando se medio recuperó me dijo….
“Chiquilla, no puedo más, no me había corrido dos veces seguidas en mi vida.”
“Vale Ramiro, descansamos lo que quieras.” Le dije sonriente.
CONTINUARA