La vida de paula 38

Dia a dia 20

Las encargadas, del stand, estaban repartiendo entre el público fustas negras cortas, con un llamativo EDC impreso en plateado, en la pala de la fusta.

Invitaban al público a probarlas y como no, en nuestros culos.

La mayoría lo hacía. Algunos muy suave, casi como dándoles miedo que sintiéramos el fustazo, otros daban con el afán de probar la resistencia de la fusta, y los más avanzados nos daban en el coño.

Un fustazo por fuerte que sea, puede parecer poca cosa, pero cuando se acumulan decenas, por no decir cientos de fustazos, la cosa cambia. Las tres nos encogíamos y gritábamos a cada fustazo fuerte. Aquello animaba al público que formó una larga cola para probar las fustas.

Llegó un momento ante la gran afluencia de gente, que las organizadoras tuvieron que repartir las fustas, pero con el compromiso de que las pasaran a los de atrás, cuando las hubiera probado. Cada uno nos daba a las tres, y ya habíamos aprendido a diferenciar al curioso o principiante del Amo o dominante experto, que sabía cómo y dónde dar el fustazo. Mi padre y mi marido, sentados apurando sus copas, miraban divertidos.

Aquello fue un interminable castigo de nuestros culos y coños. Algunos incluso que no les apetecía darnos fustazo, hacían cola solo para llegar a nuestros culos, y tocárnoslo junto con el coño, incluso metiendo algún dedo, en vagina o ano.

Cuando te azotan así, llega un momento en que prácticamente no se notan los azotes. Bien es cierto que la superficie donde azotaban, era reducida, por lo que es más que normal, que después de tres horas que fue el tiempo que estuvimos recibiendo azotes, nuestras nalgas presentaran hematomas, y nuestro coño una incipiente hinchazón. Además, hay que tener en cuenta que una sesión, como la que yo había tenido el día anterior, que lógicamente no era comparable, al ser el mismo Amo el que aplicaba los latigazos, estos iban disminuyendo en intensidad por el propio cansancio de brazo del que lo impartía.

Aquí, en cambio cada uno era distinto, por lo que la fuerza y la intensidad se multiplicaba.

Cuando anunciaron por megafonía que el salón iba a cerrar sus puertas, yo al menos sentí un gran alivio. La gente fue lentamente abandonando el stand y con ello también fueron cesando los fustazos.

Entro de nuevo en escena, flora, así se llamaba, era la mujer mayor que había conocido en el club y reencontrado en el stand.

Nos quitó a las tres la cadena que unía nuestros bodys de cuero, diciéndonos,

“A ver cerdas, tenéis esto perdido de flujo, babas y semen de los Amos.”

No en mi caso, extrañamente no me había follado nadie.

Cuando nos quitó la cadena nos limpió con papel de cocina los coños a las tres, esmerándose en la boca de la vagina limpiando todo lo que podía también por dentro. Luego de un tubo que había traído que ponía Ungüento regenerador multiusos , nos empezó a dar friegas en las nalgas, mientras nos decía,

“Bueno vamos a dejar esto en condiciones para mañana. Tenemos aún muchas fustas que repartir.”

Como comprobamos más tarde, aquel ungüento era realmente bueno, y paró en sexo nuestros hematomas, disolviendo la sangre que podía haber bajo nuestra piel.

Ninguna hablábamos. Era evidente que teníamos bien aprendida la lección.

Finalmente volvió a colocar cadenas nuevas, o al menos limpias, en nuestro body.

“Seguirme a cuatro patas las tres”, nos dijo.

Las tres como si fuéramos una sola comenzamos a andar a cuatro patas detrás de flora, que nos llevó hasta uno de los despachos del stand.

“Posición de espera de perra, patas delanteras en el pecho, boca abierta y lengua fuera”, nos dijo, saliendo del despacho del stand y cerrando la puerta tras de sí.

Y así nos pusimos las tres, sentadas sobre nuestros talones con las piernas separadas y las patas delanteras recogidas en nuestro pecho. La boca abierta y la lengua fuera, nos daba realmente un aspecto de tres perras en celo. Pronto empezamos a babear, fruto de nuestra salivación.

Era previsible que esperábamos para ser usadas, lo que no sabíamos era como ni por quien.

No tardó mucho en despejarse las incógnitas. Se abrió la puerta, y entro mi padre.

La verdad es que yo no sabía dónde meterme, pero tampoco tenía muchas más alternativas que permanecer en la posición que estaba. Realmente el estar casi en Vis a Vis con tu padre, era algo insospechado.

Nos habló,

“Hola perras, espero que en los días que quedan de salón tengáis, al menos, el mismo nivel de hoy. Habéis estado bien ahí afuera, y habéis gustado al público. Eso debe seguir así.

Sois tres perras muy especiales para mí, fena, hole y cyka, cika, hole y fena. Para la que no me conoce, en este caso tu fena”, me dijo mirándome y señalándome con el dedo, “mi nombre es Master Melvin, pero si en alguna ocasión tenéis que dirigiros a mí con Amo o Señor, será suficiente”

Aquella mirada y aquel dedo señalándose me habían hecho sentir un escalofrío. No era fácil mostrarse así ante tu padre, y mucho menos que él te tratara como a una perra.

Master Melvin, pensé, se lo podía haber currado un poco más. El nombre me parecía un poco ridículo, aunque luego me entere que Melvin proviene de los celtas y significa Jefe.

“Estáis progresando las tres adecuadas. Estoy seguro de que haré de vosotras tres buenas perras.”

Mis dudas se agolparon en mi cabeza, ¿pero bueno ahora que pasa que mi Amo era mi padre? ¿Y que paso con el contrato con mi marido?

Parece que me leyó el pensamiento. Se sacó la polla y me la metió en la boca, empezando lentamente a follármela.

“Seguro, fena, que te preguntas, a quien perteneces realmente,” me decía follándome la boca.” En el club al que las tres pertenecéis, hay jerarquías que se adquieren por una serie de posesiones y de metas alcanzadas dentro del mundo del BDSM, según los estatutos del club. Nos regimos por unos organigramas, donde los Amos están siempre bajo el control de un superior, y yo soy el superior de tu Amo, por lo que tengo acceso de pleno derecho a todas sus posesiones. Aún hay Súper Masters que tienen control sobre mí, y un Gran Master, que tiene control sobre todos”

Cada vez me follaba la boca con más fuerza y ganas.

“Como ves esclava, Los Master, tenemos un gran conocimiento de todos los logros de nuestros Amos, y como no podía ser de otra forma, he seguido la trayectoria de tu Amo contigo.”

Hoy en día el pollón de mi padre, entraba con facilidad en mi garganta, cosa que antes de casarme hubiera sido imposible.

“He visto tu progreso en poco tiempo, aunque también he requerido de tu Amo, tratamientos más profundos para acelerar tu adiestramiento.”

Se le empezaba a entrecortar la voz.

Me dio tres o cuatro empujones bruscos, y note su leche en mi garganta.

Trague hasta la última gota, y le limpie la polla según la iba sacando. Tenía que mentalizarme lo antes posible, que, en aquellas circunstancias, aquel no era mi padre, sino un Amo o Master o como coño se llamara más. Aunque mi pregunta era, ¿habría otras circunstancias? O ya siempre yo sería una perra para él. Después de ver a mi madre y antes de tener una larga charla con ella, tampoco quería aventurar conjeturas.

Me dio un pellizco y un tirón de uno de los pezones.

“Ya te usare a fondo perra”, me dijo, y refiriéndose a las tres “Ahora vendrán a buscaros”, dijo abandonando el despacho.

Me pareció una mamada de polla productiva, me había enterado un poco más de cómo funcionaba el club, aunque aún me quedaban muchas cosas por averiguar.

Al momento entro otro tipo,

“Las tres perras a cuatro patas”, nos dijo cogiendo nuestras correas y tirando de nosotras.

Salimos de esta guisa, fuera del recinto donde se celebraba el salón. Al aparcamiento. Aún había muchos visitantes por allí que contemplaron divertidos la escena.

Había aparcado un todo terreno con un remolque detrás con un cartel en su trasera que ponía,

TRANSPORTE DE ANIMALES VIVOS.

Tenía tres compuertas que abrió para que cada una subiera a uno de los tres compartimentos que tenía el remolque. Aquel remolque, no tendría más de metro y medio de largo, por un metro de ancho, y a lo sumo 70 centímetros de alto. Al entrar entendí el dicho aquel de ir como sardinas en lata.

Cerro las trampillas. Aunque tenían rejillas para la ventilación, desde fuera no podía verse lo que había dentro, pero se me antojó un sistema de transporte poco seguro, en caso de un alcance por detrás.

Anduvo unos cuantos kilómetros hasta que se detuvo, y abrió de nuevo las trampillas del remolque.

“Vamos perras, afuera”, dijo

Esta vez no nos mandó ponernos a cuatro patas, fuimos de pie, eso sí siempre guiadas por nuestras correas. Aquello era un restaurante, con amplios aparcamientos y jardines. Un gran cartel colgando de uno de los mástiles en la entrada, daba la bienvenida a los participantes en el salón erótico.

Vi, otras esclavas como nosotras, más o menos vestidas de la misma forma, pero cada una con un sello distinto que identificaban a donde pertenecían, en alguna parte de su cuerpo.

A las esclavas, nos llevaron a todas a una zona del restaurante, ajena al restaurante grande donde iban a cenar todos los Amos, y organizadores del evento. Teníamos nuestras mesas, sillas cubiertos….

Estaban tirando la casa por la ventana.

Afortunadamente no estaban asignados los sitios, por lo que busque una esquina que pudiéramos sentarnos las tres y estar más tranquilas.

Hice ademan de acercarme a mi madre para darla un beso, como hacía siempre.

“No, no, Paula”, me dijo. “Mientras que estemos en sesión, tenemos que olvidarnos de los lazos familiares. Solo asumir lo que somos en el momento. Tu fena, y yo hole”.

“Hole de agujero, no”, la dije

“Si, es lo que somos para ellos. Tres agujeros”, me dijo mi madre.

“Ya, esa máxima ya la tengo aprendida. Pero dime ¿al menos podemos hablar?”, la pregunté

“Sin aspavientos, y sin que oigan de que hablamos, si”, me contestó.

“Ok., ¿cómo hemos llegado aquí? ¿Desde cuando eres tú esclava? ¿Desde cuándo es papa Master?, pegunté.

“No me hagas un “tercer grado”, hay preguntas que no puedo contestarte porque ni yo misma lo sé. Aparentemente tu padre pertenece a este club desde jovencito. Yo no entré hasta hace 15 años, tu hermano hace tres años, tu hace un par de meses, y la próxima será tu hermana”, me dijo

“Cómo?”, la pregunté “Carlos y Eva también están metidos?”

“Sí, aunque no debía decírtelo, Carlos es el que te está usando ahora.”

“¿Qué?, el que me ha puteado estos diez últimos días, me ha follado, me ha enculado, el que me ha traído hasta aquí, ¿ese es mi hermano Carlos?, la pregunté sin poder creérmelo.

“Sí Paula, él no tiene aún posesiones, por eso aún no es amo y ha tenido que alquilarte a tu Amo, para poder usarte. Por eso también intentara rentabilizarte al máximo, para poder pagar tu alquiler”, me contesto.

“Vale es cierto que alguna vez le he visto espiarme cuando vivía en casa, e incluso masturbarse viéndome en la ducha, pero de ahí a putearme como lo está haciendo, va un mundo”, la respondí.

“Si hija, pero esto funciona así. Yo empecé porque no sé si recuerdas que tu padre viajaba mucho. El siempre me decía que era por motivos de trabajo. Pero a mi había cosas que no me encajaban, por eso un día me planté y le dije que quería ir a los viajes con el. El solo me contestó, “por mí no hay problema, pero si lo haces atente a las consecuencias” . Aquella especie de amenaza no hizo más que incrementar mis sospechas, y dos semanas después me dijo que el fin de semana teníamos viaje. Que le preparara la maleta y que para mí metiera un par de vestidos y media docena de tangas y unos zapatos negros de tacón alto. Le dije que de que iba, que yendo a la costa, me metía ropa de playa y tal. Solo me dijo , “te dije que si querías venir conmigo te atuvieras a las consecuencias y la primera consecuencia es que yo pongo las reglas” . Y ahí empezó todo. Durante ese fin de semana fui la zorra de un grupo de Amos como él. El aún no tenía el título de master. Me hicieron de todo, me pegaron, me follaron, me exhibieron…. Volví sin un tanga, todos me los arrancaron, incluso tuve que comprar allí. No sé si te acuerda que yo tenía bello en el pubis. Pues allí primero me lo quemaron y luego me lo rasuraron con una navaja, avisándome de que como volvieran a encontrar pelos de puta en el coño me lo volverían a quitar con la navaja, pero asegurándose de que no volviera a salir. Aquello no me sonó nada bien, así es que en cuanto que creció un poco me hice la laser.

Después de eso, ya no tuve que preguntar más. Solo me decía cuando tenía que estar disponible para acompañarle. Y ya sabía que, en cada nuevo viaje, la sesión sería más dura, y bueno en este tiempo pues me han hecho de todo. No creo que tenga que darte detalles.”

“No, no, la dije y Eva, ¿qué pasa con ella?”, la pegunté

“Tu padre quería que primero estuvieras tu metida, y luego ir a por ella. Supongo que ahora que solo falta ella, cualquier reunión familiar servirá para iniciarla”

“Bueno, bueno”, la dije, “déjame un poco de tiempo para procesar toda esta información”

CONTINUARA