La vida de paula 35

Dia a dia 17

NOTA DEL AUTOR:

Capitulo repetido porque estaba mal el título, y para seguir el orden lo vuelvo a publicar.

Pero esto aún no había terminado el hombre le dijo,

"Bien señores ahora vamos a ocuparnos del culo de la esclava será un complemento más a su tortura".

Accionó unos botones de la camilla y se fué levantando por la parte de mi culo.

Así mí ano estaba mucho más accesible. Además, salieron dos especies de rodillos qué coloco en mis nalgas. Estos rodillos apretaban la carne a la altura del ano, consiguiendo que al desplazarlos un poco mi ano quedara totalmente al aire.

Una vez hecho esto comprobó con dos dedos la apertura de mi ano.

"Bien señores, la esclava, tiene el culo bastante abierto. Pero sin duda se le puede abrir más. Voy a abrirle el ano con un dilatador aproximadamente unos 10 o 12 cm una vez hecho esto quiero que todos ustedes buscan por aquí algún objeto para poder meterle dentro a la esclava. El que quiera, puede utilizar su agujero como canasta e intentar encestar lo que busque."

Aquello les hizo mucha gracia a todos que empezaron a buscar objetos al cual más gordo.

Mientras el hombre ya había introducido por mí ano las palas de un especulo. Y empezaba a abrirlo.

Hace apenas dos meses, nadie podría haberme dicho que ahora sería una esclava, y que estaría totalmente abierta ante 11 tíos, que disfrutaban torturándome.

El espéculo, hacía su trabajo, y mi ano iba abriéndose. Tenía una apertura brutal de la vagina, y ahora otra más o menos similar en mi coño. Aquello estaba durando demasiado tiempo, y mis músculos sin duda perderían la tensión, y quedaría ahí algo horroroso.

“Bien, señores hemos alcanzado los 12 centímetros. Ahora voy a introducir a la esclava este tubo hueco de plástico por el ano. Solo son 4 centímetros de altura, pero conseguiremos que su agujero este bien abierto y admita todo lo que quieran echarle por el, y les recuerdo que no echen nada con pinchos o cortante. El primer deber de un Amo, es cuidar por la seguridad de la esclava. Cuanto más se prolongue la vida útil de la esclava, más se podrá disfrutar con ella. Si le ruego, que en la media que les toque el turno, digan en voz alta lo que le van a echar a la esclava en el culo. Podemos empezar.”

Joder, joder, pensé yo. Mi culo de basurero.

El primero dijo que quería intentar encestar piedras que había cogido en unas macetas que había en la sala. La puntería del hombre era bastante mala, todas rebotaron en las nalgas o incluso ni eso una me dio en la cara. Para la última, se arrimó lo necesario para no fallar. Noté a la piedra entrar por mi recto y correr hacia abajo.

El segundo dijo que habían fumado mucho durante el café y que había que vaciar el cenicero. Que lo había revisado y solo había ceniza y colillas. Se acercó y vació el cenicero en mi culo.

El tercero dijo que quería mearse dentro del culo. Y así lo hizo, llenó el recto, y antes de que pudiera seguir hacia el intestino, ya estaba rebosando su orina por mi culo, mezclado con la ceniza del cenicero anterior.

El hombre bajó la camilla un poco para que mi culo echara la mayor cantidad posible de orina, para dejar el agujero libre para otras cosas. La orina salió mezclada con alguna que otra colilla y mucha ceniza.

El cuarto, había hecho unas bolas de papel, del tamaño más o menos de unas canicas y también se entretuvo en intentar encestarlas. Este tenía algo más de puntería. Encestó tres.

El quinto opto por meterme unas flores que cogió de las macetas.

Otra tierra, otro escupió varias veces, Como decía mi culo convertido en un basurero.

“Señores, hora de la comida”, dijo el hombre. “Entre todos vamos a quitar todo a la esclava y nos vamos a comer”

Todos se pusieron manos a la obra, y en un momento estaba sin nada. Con mi culo lleno de basura, mi meato y mi cérvix muy doloridas, pero sin dilatadores. Eso si bien abierta en la camilla, y atada como estaba. No obstante, no tardé nada quedarme dormida.

Me desperté cuando volví a oír a los hombres allí.

Comer no había comido pero el sueño me había alimentado más.

Los hombres fueron acercándose a ver como estaba. La pose que mantenía volviendo a nivelar la camilla, les invitaba a metérmela hasta el fondo.

Y eso se disponían a hacer. Ya me había extrañado que ninguno se hubiera corrido. Por turnos, fueron pasando por mi boca, mi coño y mi culo. Pese a tantas dilataciones, habían recuperado su tamaño más o menos normal. O eso parecía al menos porque los hombres repitieron varias veces. Al final, se fueron corriendo cada uno donde quiso, y aprovecharon para echarme en la boca abierta de todo, , semen, escupitajos, lo que les apetecía. Y por supuesto asegurándose de que lo tragaba todo.

Al final el follarme cada uno a su gusto y por todos mis tres agujeros les llevaría más de 3 horas. Nos habríamos plantado en las siete de la tarde.

Sin tener conciencia clara del tiempo y calculando que empezamos a las diez de la mañana yo llevo ya 9 horas siendo usada por aquellos 12 hombres.

Algunos se excusaron y dijeron que se iban por qué tenían obligaciones ineludibles. Pero otros siguieron allí, sin duda esperando ver cuál sería la próxima tortura.

El hombre les dijo,

"Señores ahora vamos a jugar con la esclava con fuego. Va a recibir en su cuerpo el contacto directo de llamas de velas y lo haremos de diferentes formas. Por ello, solicito un par de voluntarios para liberarla de la camilla."

Enseguida se levantaron 2 y entre los tres me quitaron todas las ataduras que me sujetaban a la camilla.

Hecho esto recogieron la camilla volviendo dejarla en el mismo sitio de dónde la sacaron detrás de la cruz.

Con la ayuda de uno de los hombres el maestro de ceremonias trajo una tabla con una cantidad que desconozco de velas tipo lamparilla plateado. Estas lamparillas tienen un diámetro de 3,8 centímetros y una altura de 2,5 centímetros. Una vez en el centro de la tarima,  abrieron dos patas que tenía la madera y fueron encendiendo todas las lamparillas.

Mientras, y siguiendo las instrucciones del maestro de ceremonia, el otro hombre me había atado con una brida las muñecas en la espalda.

"Bien señores, ahora le voy a pedir cortésmente a la esclava que vaya apagando las lamparillas,  una a una, con sus tetas. Tiene que ir alternando las tetas. Una lamparilla con la derecha y otra con la izquierda, y así hasta apagar todas"

Jodeerrr, pensé, ahora mis tetas de apaga velas. No tenía ni idea de si eso me quemaría o no, pero lo que, si tuve claro, es que la bajada de la teta a la vela tenía que ser muy rápida. Si bajaba lenta, seguro que me las achicharraba.

"Distinguida esclava puede empezar cuando quiera. Ya sabe, alternando las tetas y apagando todas las velas." Dijo el tipo con toda la sorna del mundo.

Allí iba. Me coloqué sobre la tabla. Apenas me separaban 20 centímetros de las velas. Notaba perfectamente su calor.

Bajé rápida con la teta izquierda sobre la primera vela.

Realmente la sensación de calor solo se notaba cuando se acercaba a la llama por qué al chocar con la vela la teta, la llama se apagaba de inmediato y lo único que sentía era el calor de la cera derretida que había en lamparilla.

La siguiente ve más dolorosa, porque al bajar con la teta derecha para pagarla la teta izquierda también se  quedaba expuesta a la llama de las otras lamparillas.

El maestro de ceremonias, sabía que una vez la teta llena de cera, si volvía a apagar con la misma zona, no sentiría absolutamente nada. Por eso se entretenía de vez en cuando en estrujarme los pezones para que se cayera toda la cera acumulada.

Fui alternando las tetas con las lamparillas, como me habían ordenado. Vi, que el hombre, volvía a encender las velas que ya había apagado. Aquello iba a ser largo.

Uno de los hombres que había actuado como voluntario le dijo al maestro de ceremonias, que le daba 100 euros si podía controlar la velocidad de bajada de las tetas para apagar las velas.

“Sí, esta bien”, le dijo extendiendo la mano y cogiendo y guardando el dinero, “pero solo una vez en cada teta”

El hombre asintió. Todos rieron y se acercaron. Se puso detrás mío y me sujeto por los hombros.

“Ahora, puta de mierda, vas a bajar como yo quiera, no como quieras tú que con lo que haces no te enteras del calor”

El maestro sonrió se mojó los dedos en saliva, y me los pasó por ambos pezones. Menos mal que no había sido en gasolina.

El hombre me fue bajando. Yo intentaba bajar rápido, pero él me frenaba. Notaba el calor de la llama cada vez más cerca de mi teta derecha. Cuando le apetecía me paraba y la llama empezaba a quemarme. Emití tres o cuatro ¡ayy!, que animaban más a los tíos.

“¡Despacio, despacio!, le gritaban “que saboree bien la llama”

El seguía bajando lentamente. La llama ya estaba a escasos 5 centímetros de mi teta. ¡Joder, me estaba quemando! Mis gritos ahora eran más continuos y fuertes.

El maestro de ceremonia, le hizo una señal, y el hombre me soltó para que pudiera apagarla de golpe. Pero mi teta había estado expuesta a la llama varios segundos.

Lo mismo se repitió en la teta izquierda, aunque en esta mantuvo más tiempo la teta sobre la llama.

Aquellos tíos estaban locos, si me quemaban, era una marca permanente, y en mi contrato figuraban que no marcas permanentes.

Terminaron con el suplicio de las tetas.

“Ahora, le pediremos cortésmente a la esclava, que vaya apagando de nuevo la velas, pero esta vez con el coño. Por favor, encienda de nuevo todas las velas”, dijo el maestro a los hombres.

Recogieron las patas de la tabla, y la dejaron en el suelo. Encendieron de nuevo todas las velas. A mi me colocaron en el principio de la tabla.

Para poder llegar a apagar las velas, no había otra forma que hacerlo en cuclillas, lo cual añadía un plus de incomodidad y dificultad a la tarea.

Pero bueno hice lo mismo que con las tetas, ponerme sobre la vela en cuestión, y bajar de golpe. Aquí lógicamente controlaba menos el sito del contacto, pero el efecto era más o menos el mismo notaba calor al llegar a la llama, pero poco más, quizás molestaba más porque aplastaba el cuerpo de la vela, que se me clavaba, pero vamos poca cosa.

Estaba esperando al iluminado de turno que ofreciera no sé cuántos euros por achicharrarme el coño.

Pero en esta ocasión el maestro de ceremonias, se adelantó,

“Señores, cuando la esclava termine con su tarea, tendrán todos lo que lo deseen la oportunidad de apagar una vela dentro de su coño, por el módico precio de 50 euros apagada.”

¿Apagar una vela dentro de mi coño? ¿Y eso como pensaba hacerlo?

Pronto salí de dudas, cuando se cansaron de encenderme velas y yo de apagarlas con el coño, me dijo el maestro..

“Túmbate boca arriba en el suelo”

Yo así lo hice.

El cogió un espéculo normal y me lo introdujo por la vagina. Lógicamente las palas iban por los costados con lo que la parte de superior e inferior de la vagina, quedaban totalmente expuestas.

Lo abrió a tope, y dijo,

“Ahora señores, pueden comprar velas por el precio dicho.”

Todos se levantaron, sacaron sus carteras, 50 euros de ellas y se los dieron al maestro a cambio de la vela.

Todos las encendieron. Quedaban monísimos, como niños que van a hacer la primera comunión, aunque los niños seguro que no las apagarían donde las iban a apagar estos.

“El mecanismo es sencillo. Simplemente introduzcan la vela por el agujero del espéculo, y la falta de oxígeno hará que se apague. Pero mientras qu esto ocurre, la llama estará encendida dentro del coño de la esclava. Pueden empezar.”

El primero acerco la vela al especulo. La cara de terror que tenía yo, les hacía carcajearse.

“Tranquila putita, el chocho a la parrilla, está muy suculento”, me dijo mientras note la llama entrar por mi vagina. Fue metiendo la vela lentamente recorriendo toda mi vagina, lo cual me abrasaba por dentro pero además abajo caí la cera derretida, con lo cual también me causaba mucho dolor. Gritaba, aunque no servía de nada.

Se apagó efectivamente por la falta de oxígeno, y por qué chocó con algo que no se si sería la cérvix, o que. Me ardía el coño por dentro, Y solo había sido el primero.

El segundo se entretuvo en aplicar la llama al especulo, con la intención de que se calentara, pero el acero del aparto es muy gordo, y pronto entendió que le haría falta mucho tiempo y muchas velas para que aquello se calentara lo suficiente como para que se notara, así es que imitó torpemente a su antecesor, metiéndome la vela y girándola dentro lo cual hizo que se apagara antes.

Los otros repitieron más o menos lo mismo. Afortunadamente para mí las llamas casi nunca coincidían en el mismo sito, por lo que no habría zonas muy quemadas.

Cuando todos terminaron el jueguecito de la vela, el hombre les dijo;

“Bien, señores, la sesión ha finalizado. Espero que hayan disfrutado con ella, y verles en próximas sesiones”

Aplausos, asentientos, y se fueron yendo.

El hombre, me desato las manos, me quitó el espéculo, me dio un par de bofetadas “cariñosas”

“Te has portado muy bien, esclava. No todas aguantan lo que tú. Vuelve ahora tu sitio, y espera órdenes”

CONTINUARA