La vida de paula 32

Día a día 14

Supongo que habría transcurrido toda la noche. Yo al menos había dormido, y un buen rato, pese a lo incómodo de la posición.

Tenía, como cuando llegué, consoladores en mis tres agujeros. Metidos toda la noche, y el de la boca, muy alto con lo que me hacía coger una posición muy forzada, pero al menos dada las dimensiones de la jaula, no se me caía la cabeza.

El potente foco, cegó de nuevo mis ojos. Se abrió la puerta, y oí entrar al hombre. Con algo que traía, supongo un trapo o pañuelo, me vendó los ojos.

Me sacó los consoladores de los tres agujeros, y bajo la jaula, sacándome de ella. Una vez fuera, me llevó de los pelos hasta el colchón, que habían usado el primer día para follarme. Me tiró en él. Pronto noté una polla en mi boca. Empecé a mamársela No oía voces ni ruidos por lo que debía de ser el propio hombre misterioso el que me estaba dando su polla a mamar. Me quedé con la colonia que usaba, olía muy bien. Era Loewe, como la que usaba mi marido. ¿Había dicho MI marido?.

Sí, pero no era él. Conocía perfectamente su polla y no era la que tenía en la boca, aunque también era casualidad que usaran la misma colonia.

Cuando se cansó de que le comiera la polla, se puso entre mis piernas, me separó las piernas, y empezó a follarme. También estuvo un buen tiempo dándome polla en el coño. Me daba con mucha fuerza. Le gustaba el ruido que hacía su cuerpo al chochar contra el mío, una mezcla de chapoteo y golpe seco. Luego le toco a mi culo. En la misma posición, me echo las piernas más para atrás, y me la metió en el culo. También se empleó a fondo con él. Aunque aquí le gustaba más sacármela de vez en cuando y metérmela de golpe. Mi ano se adaptaba ya a cualquier tipo de trato. Cuando se cansó de culo, volvió al coño. A follármelo otra vez con fuerza. Ahora alternaba coño y culo.

Me cambio de posición, poniéndome a cuatro patas, y así me daba igual indistintamente coño y culo. No mediaba palabra. Era evidente que tenía miedo de hablar por si le reconocía. Más que miedo, es que directamente no quería que le reconociera. Por eso no me daba pistas.

Empezó a jadear. Eran jadeos cortes y flojos, tampoco me sonaron de nadie que le hubiera oído antes jadear.

Cada vez fue incrementando el ritmo y el volumen de jadeo, hasta que note un chorro sobre mi espalda.

Estuvo un rato descansando. Cuando lo hizo, supongo que se vestiría y al cabo del rato le oí abandonar la estancia.

Yo me había quedado a cuatro patas en el colchón, de bruces, con la corría en mi espalda.

Desde fuera y con la voz visiblemente distorsionada, me habló. Reconocí la voz como la misma que me había hablado por el móvil, el primer día. Que por cierto no tenía ni idea de cuantos días habían pasado, creía que 8 había estado en la granja, uno aquí antes de ir a la granja o sea que ese debía ser el 10 día.

“Esclava, te he disfrutado bien. Ahora voy a encender la luz, te quitas la venda de los ojos. Te limpias mi corrida de tu espalda. Veras una zona al final, que tiene una especie de mini escenario. Te colocas en él, a cuatro patas, mirando hacia la pared y esperas.

Efectivamente lo hice. Me quité la venda, y caminé hacia la zona que me había dicho.

Efectivamente había como un altillo, una cruz de San Andrés, una grúa de suspensión y un panel lleno de instrumentos que no me gustaron nada, mordazas, cadenas, fustas, varas, látigos, ganchos, pesos…

Enfrente varias sillas cómodas, como si de un buen espectáculo se tratara. Conté 10, pero no sé si habría mas.

El tema se ponía feo.

No tardó mucho en abrirse el portón, por donde entraban los coches, y en entrar varios tipos.

De reojo, vi que varios tomaron asiento, y otro se dirigió hacia mí. Este me inspección con la vista rápidamente.

“Correcto”, dijo

Se dirigió a los hombres que estaban sentados. Cada uno sacó de la cartera un billete verde, sin duda de cien euros. Parecía que ese era el precio de asistir al show.

El que parecía llevar la voz cantante, me levanto de los pelos y me sujeto a la cruz, de espaldas, con piernas y brazos abiertos. También me puso un bozal de bola en la boca, supongo que para mitigar mis gritos.

“Bien, señores, como ven, la esclava ha sido inmovilizada en la cruz. Vamos a empezar con la sesión de azotes. Para empezar, utilizar el Látigo Púas. Es un Látigo de piel con tiras trenzadas que imitan alambre de púas, mide 75 cm de los cuales 22 son del mango, consta de 36 tiras de ante y 12 de púas de cuero. Empezaré con series de 25 azotes en espalda, 25 en nalgas, y 25 en muslos, por último, antes de cambiar de látigo le daré 15 azotes en la entrepierna. Dada la posición y la composición del látigo, sin duda estar será para ustedes la parte más amena. Comenzamos”

El primer latigazo se estrelló contra mi espalda. Apenas pude exhalar un suspiro profundo, fueron sucediéndose los latigazos uno tras otro, sin apenas tiempo de asimilar el anterior. Me ardía toda la espalda.

“Bien señores, vamos ahora a las nalgas”

La tanda de 25 azotes en las nalgas, fue más llevadera. Las nalgas por su función de posaderas, están más curtidas que la espalda y no los acusaba tanto.

“Ahora los muslos”

En los muslos picaban con locura. El tió daba con ganas y mi piel no estaba acostumbrada a los latigazos.

“Ahora la entrepierna”

Diosss, aquello no ardía quemaba, desde el pubis hasta el ano, Parecía que las 48 tiras que tenía el látigo se afanaban por impactar todas en mi coño.

Los latigazos, al igual que mis respingos al sentirlos, fueron jaleados por los asistentes.

“Más fuerte”, le decían.

Cuando acabó les dijo,

“Bien como ven es un látigo que no deja mucha marca. Solo se ve su piel colorada efecto de los latigazos pero que es un efecto que hubiéramos podido conseguir igual con la mano.

Con el siguiente látigo, la cosa cambia. Se trata de un flogger de cuero duro de 16 verdugones negros.

Proporciona un golpe fuerte, incisivo, y marca fácilmente la piel. Daré exactamente la misma cantidad de azotes de antes para que vean la diferencia.”

Pues que bien, pensé yo. Aunque no pude pensar mucho, porque el primer latigazo y había impactado en mi espalda.

Decir que aquello dolía, no le haría justicia. Aquello rasgaba la piel, sentía como si me estuvieran cortando con un cúter. A cada golpe, tensaba todo el cuerpo y emitía gritos casi imperceptibles.

Esta tanda si fue realmente dura. Los 15 del coño, pensé que no los aguantaría sin desmayarme, pero si, los aguante.

“Por último, señores, para terminar la sesión de azotes, voy a emplear un Flogger 023, está hecho a mano de cuero de forma totalmente artesanal. Las tiras son de cuero duro y dan un golpe profundo, además se le han añadido tres remaches de acero en cada punta para que el golpe sea aún más doloroso.

Dada la agresividad de Flogger, en esta ocasión bajare a 15 los latigazos en cada zona y a 10en la entrepierna.”

“No, no, “empezaron a decir los asistentes, “Los mismo que antes 25 y 15” Era un clamor popular.

“Está bien”, dijo el hombre, “Aunque debilitaré bastante a la esclava”

Como en las otras ocasiones, sus últimas palabras fueron acompañadas del primer latigazo.

Aquello no era que te cortaran con un cúter, era como si te clavara un cuchillo en cada tira que tocaba la piel y te la rasgaran totalmente.

Aún no había terminado los 25 de la espalda, y yo ya estaba inerte. No me sujetaban las piernas y yo empezaba a sentir un líquido caliente resbalando por mi espalda. Sin dudas sangre.

El resto del castigo, estuvo bien para los asistentes. Yo hacía rato que había dejado de estar presente.

Cuando me desató el hombre para darme la vuelta y continuar ahora el tratamiento de azotes por delante, caí desvanecida al suelo.

Me dio la vuelta, me colocó de frente a los asistentes, me sujetó igualmente a la cruz, y con algo supongo que sería amoniaco que me diera a oler, me reanimó, aunque si no hubiera estado firmemente atada, hubiera vuelto a caer al suelo.

Mientras los asistentes, se les veía cara de estar disfrutando a tope, y la mayoría tenían la polla fuera masturbándose.

Miré hacia el suelo, había manchas de sangre, seguramente de cuando me había caído. Tenía que tener la espalda echa un cristo.

“Bien, como ven no ha resistido la tanda de azotes con el flogger 023, así es que por delante y dada la sensibilidad de las zonas a azotar, solo utilizaré este último, pero con menos azotes.  Serán 10 en cada teta, 15 en el estómago y bajo vientre, 10 en el coño, y 15 en los muslos. Aunque se vuelva a desmayar, no pararé el tratamiento”

Todos los asistentes aplaudieron la decisión del tío.

Yo sabía que no duraría mucho. No estaba preparada para recibir un castigo así.

Empezó a azotarme la teta derecha.  Cada azote me desplazaba la teta de un lado a otro a la vez que la producía un surco que se ponía muy rojo al principio, y luego llegaba a abrir y sangrar, a base de reiterar los azotes en la misma zona.

En uno de los azotes, me pillo de lleno el pezón. Pensé que me lo había arrancado, que dolor dios mió De echo me lo rajo.

En la otra teta, fue más o menos lo mismo. Yo a duras penas, podía aguantarlo, y los espectadores, cuando veían mis caras de dolor tras el latigazo, se reían y masturbaban con más fuerza y ganas.

Los azotes del estómago y pubis, pese a doler muchísimo, pude soportarlos bien. Cambió el orden y en vez de azotar mi coño como había dicho en tercer lugar, fueron los muslos. Seguro que quería que llegara consciente a los azotes del coño. Los muslos también dolieron muchísimo. Sangraba por las tetas, la tripa y los muslos.

Ahora le tocaba al coño, y literalmente vi a los espectadores babeando esperando el primer latigazo.

Tenía una pequeña ventaja. Daba los latigazos de abajo arriba, entre las piernas. Al estar la cruz detrás, frenaba la parte que tenía los remaches de acero. Con lo cual, pese a hacer su efecto el resto del látigo, al menos no erosionaba la carne como cuando te daba con los remaches, y lo pude aguantar.

Cuando terminó, el hombre utilizo un trapo para limpiar mi cuerpo de la sangre que resbalaba por él.

“Bien señores, a continuación, vamos a someter a la esclava a una sesión de aspiración a tope, en sus pezones, tetas y coño. Esto será una preparación para lo que vendrá después.”

Me aplico unos succionadores pequeños en los pezones, y acciono la bomba manual para conseguir que mis pezones, parecieran los de una vaca. Luego aplico otros en forma de tubo de cristal sobre las tetas sin quitar los de los pezones también utilizó la bomba manual para aspirar a tope. Consiguió que el tubo de cristal absorbiera carne de mi torso, y las tetas se agrandaran bastante adoptando la forma cilíndrica del tubo.

Finalmente, en el coño también me puso otro, pero en esta ocasión utilizó una bomba de vacío eléctrica, la conocía porque las usábamos en el laboratorio para extraer de diversos materiales y tejidos, toda su humedad, fluidos, etc. Supuse que, a una presión alta y un uso prolongado, llegaría deshidratarme el coño.

Todos los aspiradores, estaban provistos de manómetro donde el hombre iba mirando la presión de absorción que ejercía.

Mientras que esperaba que los aspiradores realizaran su efecto, le vi que preparaba la grúa para suspensiones, y que, del gancho de la grúa, colgaba dos cadenas, cadena una terminada en una abrazadera metálica, como de 1 cm de ancho con muchos agujeros.

Cuando vio que la aspiración en mis tetas le era suficiente, me soltó las manos de la cruz, y me las ato a la espalda con una brida de plástico. Me puso otra brida a la altura de los codos, con lo que hacía que mis hombros se fueran hacia atrás, y por tanto mis tetas quedaran más prominentes.me inclinó hacia adelante, y descendió el gancho de la grúa, hasta que estuvo a la altura de poder sujetar las abrazaderas metálicas a mis tetas. Me quito los dos tubos de cristal, y me metió una abrazadera abrazando cada teta a la altura de su base.

Utilizó un atornillador a baterías para apretar las abrazaderas. Lo hizo hasta que ya no puedo más. Las bases de mis tetas se habían quedado reducidas a un trozo de carne de 4 o 5 cm. De ancho, y a dos globos muy hinchado por delante.

CONTINUARA