La vida de otro

Relato por capítulos (96) que cuenta los cambios que se producen en la vida de un chico "heterosexual" con bastantes dudas a cerca de su sexualidad. En este caso es la vida de Juan, pero podría ser la de cualquier otro.

  1. MI HERMANO

Aún no sé cómo y cuándo empezó todo esto. Hasta no hace mucho tenía claro como era mi vida y cómo quería vivirla, pero a veces, de nada sirve tener las cosas tan planeadas.

Me llamo Juan, tengo 22 años, estudio Derecho, tengo novia desde hace casi dos años, vivo aún con mis padres en uno de esos típicos adosados con parking y piscina comunitarios, tengo un hermano, Carlos, de 26 años, y unos padres que se encargan de recordarme que debería haber pasado una guerra para valorar todo lo que tengo.

En definitiva, una vida tan convencional, con una familia tan convencional que sólo nos falta tener un monovolumen para parecer una familia media de teleserie española.

Conocí a mi novia a mitad de carrera, cuando empezamos a coincidir en alguna optativa. Es de esas mujeres con unas curvas de impresión, alejada de tanta anoréxica, con unas buenas tetas, una melena rubia por obra y gracia del señor L’Oreal, una cara preciosa con carnosos labios, por los que desborda palabras, con las que no hace más que reflejar que es la más lista de la clase.

Ella fue la que me conquistó, ella la que me hizo hincar los codos, ella la que me convenció para apuntarme en un gimnasio y lograr que del típico tirillas pasase a ser mucho más atractivo. Sin pasarme con la musculación, ahora sí estoy más definido, marco abdominales, y como nunca he pecado de modesto, cada día me gusto más, con esa carita de niño malo que he tenido siempre.

En definitiva ella lo ha sido todo en estos dos últimos años, hasta ahora. Las últimas veces que hemos follado en mi coche, el A3 que mis padres me regalaron al sacarme el carné, que ellos mismos pagaron, no han sido igual. Ya no se me pone igual de dura cuando veo sus tetas saltar al quitarse el sujetador, ni se me hace tan apetecible comerme su sexo húmedo, y lo peor de todo es que creo que ella lo está notando. Y no es que me esté volviendo asexual, me sigue gustando el sexo y las mujeres, y mucho, pero tengo la cabeza llena de dudas.

Nunca he mirado a otro hombre con deseo sexual, aunque quizás sí he ido enterrando ese punto de curiosidad que otros tíos han despertado en mi. Aún recuerdo las salidas en bicicleta con los amigos del colegio por los alrededores de la urbanización.

En una tarde de esas, algunos del grupo saltaron la valla de unos chalets en construcción para husmear en su interior, mientras un compañero y yo montábamos guardia en la puerta. Javi era el típico tío bueno (para su edad), con un cuerpo trabajado en multitud de partidos de fútbol sala. Como pasaban coches por la calle, él se sacó su polla para hacer ver que meaba, y la verdad es que esa imagen, aquella polla dormida apoyada en dos huevos cubiertos por una fina capa de vello, no se me ha borrado nunca de la mente.

Desde aquellos días de niño curioso me han ido pasando cosillas que han avivado en mí aquel recuerdo, pero siempre he intentado eliminar cualquier duda al respeto. Pero lo que produjo un verdadero punto de inflexión en mi vida fue lo que me sucedió hace pocos días.

Mi hermano además de ser un brillante informático es un excelente nadador, y tiene uno de esos cuerpos tan bien moldeados y lampiños de nadador. Unas piernas fuertes y torneadas que se intuyen en sus ajustados vaqueros, con un culo que, según todas las chicas que conozco, es insuperable, y por delante, un paquete del que siempre se ha sentido sobradamente orgulloso. Unos brazos anchos coronados por una espalda robusta y amplia, un pectoral definido pero sin exageraciones, un abdomen marcado y una carita de no haber roto nunca un plato. No hace falta ser gay para valorarlo.

El día del que hablo, mi hermano había llegado del entreno, y como las duchas de la piscina del club de la urbanización estaban sin agua por un corte de suministro, vino a ducharse a casa. Mientras estaba en la ducha entré en su habitación para coger un Cd. La puerta del baño estaba entreabierta y alcancé a ver a mi hermano despaldas con el agua cayéndole por todo el cuerpo, enjabonándose con una extraña sensualidad, y digo extraña porque nunca antes había despertado ese tipo de interés en mí. Al oír ruido, mi hermano tiró de la cortina de la ducha y se giró para descubrir quién era el intruso:

  • ¡Eh, tío que haces en mi cuarto!- me dijo mientras asomaba por el lateral de la cortina de la ducha.

  • Nada, sólo he venido a buscar un Cd de Lenny Cravitz.

  • Vale tío, pero me lo devuelves y cierra la puerta al salir, que esto parece el metro en hora punta con tanto paseo por mi habitación.

Cerré completamente la puerta del baño y me giré para salir de la habitación, pero encima de la cama vi su bolsa de ropa sucia, una extraña curiosidad me invadió y metí las manos en ella buscando entre su ropa, y allí encontré los boxers que llevaba puestos esa mañana. No se porque coño lo hice, pero los cogí y salí corriendo hacia mi cuarto. Me encerré en mi habitación y con la imagen del culo y la espalda de mi hermano grabadas en mi cabeza y el penetrante aroma de sus boxers, empecé una de las pajas más salvajes que me he hecho en mi vida.

Continuará...