La vida de otro (7: El cine)

Juan y Toni tienen un encontronazo en un cine que acabará en algo más.

  1. EL CINE

Después de hacerlo con Ana, parecía que todo se había resuelto. Después de follármela con desesperación sentí que volvía a ser yo mismo. Mis ideas se habían aclarado. En casa, el viaje de mi padre a Madrid sirvió para reducir tensiones. Me disculpé con mi madre y ella misma, aunque a regañadientes, se comprometió a ir a la aseguradora y al taller para solucionar lo de mi "pequeño" percance.

El viernes por la tarde mi madre llegó con Carlos y Sara del taller donde estaba mi coche. Ana y yo estábamos estudiando en el comedor, disfrutando de una recién reconstruida relación.

  • Hermanito la has cagado bien cagada. No hay arreglo. Bueno, no merece la pena arreglarlo. –Dijo el bocazas de mi hermano nada más cruzar la puerta de entrada.

  • ¿No hay arreglo para qué? –Preguntó Ana extrañada.

Sobra decir que había mentido a Ana sobre mi coche diciéndole que lo usaba mi madre, con al intención de no tener que dar explicaciones a cerca de las circunstancias del accidente.

  • ¡Ah! ¿no lo sabías? Pues que este novio tuyo ha destrozado su coche de la forma más tonta posible... –Añadió Sara con esa ignorancia e ingenuidad propias de la rubia guapa y tonta de una peli de miedo americana.

  • Sí, cierto... algo me había dicho. –Respondió asombrosamente Ana, supongo que lo hizo para evitar la embarazosa situación de sentirse engañada por su novio. Yo giré la cabeza hacia otro lado temiendo cruzarme con su mirada.

  • Pues sí, el mecánico dice que costará más el collar que el perro, y que no quedaría bien del todo. Suerte tuviste de que no te sucediera nada. La aseguradora lo da como siniestro total. –Dijo mi madre.

Dicho esto Ana empezó a recoger las cosas y mirando a mi familia dijo:

  • Lo siento, tengo que irme ya, debo que acompañar a mi... a mi madre... al médico. –En su voz se reflejó la duda del que está improvisando una excusa.

  • ¡Pero Ana! si habíamos quedado para ir al cine con los del grupo. Te lo he dicho esta mañana. –Añadí yo sorprendido.

  • Bueno chicos, os dejamos con vuestras cosas, dale recuerdos a tus padres, Ana. -Dijo mi madre mientras se iba a la cocina con mi hermano y mi cuñada.

Al quedarnos solos, Ana me lanzó una mirada fulminante.

  • Veo que volvemos a las andadas Juan. Tú sabrás porque me mentiste. Pero no quiero explicaciones, ahora soy yo la que necesita tiempo para pensar en que nos está pasando.

  • Te juró Ana que lo hice para que no te preocupases. –Mentí yo- Y si lo que estás pensando es que hay otra chica en mi vida, te equivocas. –Y aquí si que no mentí, no había ninguna tía más en mi vida, ninguna mujer.

  • ¡Que te jodan Juan! –Y salió de mi casa.

En mi defensa hay que decir que Ana tiene la habilidad de enfadarse por todo. Sus celos la corrompen, la agobian de tal forma que prefiere romper antes que sentirse engañada. Si a eso añadimos que tiene una capacidad extraordinaria para detectar que sucede algo anormal, tenemos como resultado una chica tan intuitiva como desconfiada.

Pero yo no me sentía mal, sabía que la quería, que sólo le había dicho una mentira piadosa. Así que no renuncié a una buena peli y me fui al cine.

Al dejar el coche en el parking del centro comercial donde estaban los multicines me di cuenta de que me había dejado el teléfono móvil. Pero como recordaba que habíamos quedado delante de las taquillas, no le di mayor importancia.

Subí corriendo por la rampa mecánica. Volvía a llegar tarde. Suponía que mis amigos estarían en la puerta esperándome. Pero cuando llegué a las taquillas, un muro invisible construido en mi interior durante días de autocontrol se derrumbó. Toni, y únicamente Toni estaba en la puerta del multicine.

  • ¿Qué haces tú aquí?¿y los demás? –Interrogué con rapidez.

  • Tranquilo tío, estoy aquí porque la cita se ha suspendido. A Pedro y a Raquel les ha surgido un imprevisto. Emma está de fin de semana con Jesús y su novia Ruth. De los demás no sé nada.

  • Joder ¿y porque no me han llamado? –Pregunté yo oliéndome que todo aquello era una trampa de Toni.

  • Te hemos llamado al móvil y no lo cogías. Luego a casa, y Carlos nos ha dicho que habías salido ya. Después he llamado a Ana, que con un tono muy borde, tu sabrás que le has hecho –y esa frase la dijo con una pícara sonrisa-, me ha dicho que no sabía dónde coño estabas y que la dejase en paz. Así que, en contra de mi voluntad, Pedro me ha pedido que viniese para darte el mensaje.

En ese momento pensé que ni habiéndolo preparado le hubiese salido un plan tan redondo a Toni para pasar un rato a solas conmigo.

  • Pues gracias por avisar. –Y dicho esto me di la vuelta para marcharme.

  • ¡Juan! –volví a detenerme- ya que estamos aquí, ¿por qué no entramos?

Toni me estaba mirando con ojos de súplica, una media sonrisa iluminaba su cara. Literalmente me derrumbé. En aquel mismo instante sentí claramente, por primera vez en mi vida, que un hombre me ataría físicamente. Toni me gustaba, lo encontraba guapo. Y no lo noté simplemente porque mi polla estuviese tan dura que me molestase dentro de los pantalones, si no porque mi cabeza por una vez le dio la razón. Toni me gustaba.

  • Muy bien... –balbuceé yo.

Compramos entradas para la peli que Toni escogió, ni si quiera me fijé en qué había elegido. Al entrar la película había empezado, pero por el público presente en la sala no daba esa impresión. El acomodador nos llevó a las butacas que escogimos, y al sentarnos Toni me susurró:

  • Vaya, parece que estaremos muy tranquilos.

Al oír esto un escalofrío recorrió mi espalda. Miré disimuladamente a mi alrededor y tan sólo alcancé a ver una pareja mayor sentada varias filas por delante nuestro.

  • Eso parece. –Contesté yo, como invitándole a seguir con el juego.

  • Por cierto, siento lo de la otra noche. Sinceramente yo disfruté mucho, pero supongo que para ti fue difícil asumir lo que había pasado.

  • Yo no tengo nada que asumir, Toni. -Contesté ofendido.

  • Ya, ya... perdona. No era mi intención recriminarte nada.

Y entonces me sentí fatal. Toni se comportaba como un perro apaleado por su amo, disculpándose por algo de lo que no era culpable. Pidiendo perdón cuando el enfadado tenía que ser él por mi comportamiento. En ese momento sentí vergüenza por portarme como me había portado, vergüenza por ver a Toni rebajándose de esa manera. ¿Se estaría enamorando de mí? Y entonces sentí al necesidad de hacerlo:

  • Lo siento Toni, me porté mal contigo. Fui muy brusco.

Toni me miró sonriendo, y tomándose aquella frase más como una invitación que como una disculpa, posó su mano sobre mi pierna y empezó a acariciarme. Inmóvil en el asiento, arrastrado por el placer que volvía a sentir, no fui capaz de negarme.

Me levantó la camiseta y empezó a acariciarme el pecho, pasando sus manos por mis pectorales, mi abdomen. Bajando furtivamente para apretar mi paquete. Agachó su cabeza y empezó a recorrer mi torso con su lengua. Lamió mis pezones, el contorno de mis axilas, bajó hasta el ombligo... para entonces mis gemidos eran ligeramente audibles en la sala.

Con un deseo incapaz de ser contenido, Toni me desabrochó los pantalones, empezó a darme suaves bocaditos en el paquete por encima de la tela de los boxers D&G, y sin previo aviso me sacó la polla fuera, que ya estaba dura y mojada por la excitación, y se la empezó a comer desesperadamente.

Mis gemidos se habían vuelto incontenibles, y pude observar como la pareja que teníamos unas filas por delante nos miraba de reojo. Asustado por que nos pudieran pillar, por morbosa que fuera la situación no quería que nos expulsaran del cine, saqué fuerzas de flaqueza y susurré.

  • Toni, quiero hacerlo bien. Quiero follarte, pero aquí no podemos seguir.

A Toni se le iluminó la mirada, las palabras que durante meses había esperado oír, por fin salían de mi boca.

  • Esta bien, vamos a mi casa. –Dijo con una sonrisa.

  • ¿Y tus padres? –Pregunté yo dubitativo.

  • Tranquilo, han salido a cenar, y los viernes siempre que salen vuelven tarde.

Continuará...