La vida de otro (66: Comprender para que te...)

Carlos finalmente rodea al tema Graham aunque todo parece indicar que la cosa no quedará ahí. De vuelta a casa, una cena con Rosa nos dará una visión algo distinta de Juan.

  1. COMPRENDER PARA QUE TE COMPRENDAN

-Bueno… nos conocemos desde hace bastante tiempo, Graham y yo fuimos juntos al instituto aquí en Barcelona, antes de que nos mudásemos a Sitges

-No sabía que mantuvieses el contacto con gente del insti de Barcelona

-No, a Graham le perdí la pista cuando nos mudamos. Le volví a ver el día que su agencia se hizo cargo de la publicidad de la empresa en la que trabajo.

-Vaya, todo un reencuentro de película

-Sí, me alegro de que nos hayamos reencontrado, guardaba muy buenos recuerdos de él.

-¿Ah sí? ¿y eso? –Pregunté yo dejándome llevar por la curiosidad.

-Pues no sé, pasamos mucho tiempo juntos cuando íbamos al instituto

-Claro… -dije yo sin poder ocultar que su respuesta no me satisfacía.

-¿Y esa cara?

-Pues no sé, me da la impresión que te reservas algo de tu historia con Graham… -Carlos me miró desconcertado, mi pregunta le había pillado desprevenido.

-Graham y yo fuimos muy buenos amigos, sólo eso

-¿Y ya sabías por aquella época que tu mejor amigo era gay?

-¿Gay? No sabía que Graham fuera gay… -respondió Carlos sorprendido.

-Bueno… es sólo la impresión que se llevó Ángel al verle –me justifiqué yo- y Ángel sabe bastante de esas cosas

-Puede ser… no he hablado con él de ese tema… -respondió Carlos fingiendo normalidad.

-Ya… ¿y nunca lo sospechaste?

-No –mi hermano había cambiado el tono de su voz, ahora estaba muy serio- nunca imaginé nada, y no sé en que se basa Ángel para decir que Graham es gay

-Tranquilo… -dije con una sonrisa traviesa-, sólo son suposiciones de Ángel, supongo que lo dedujo de las miradas de Graham, de su estilo o de su forma de actuar –me callé el pequeño detalle de que Graham llevaba puesta una canción de lo más petarda cuando salió del parking del bufete aquella mañana.

-Es posible –repitió Carlos-, en todo caso si tienes tanta curiosidad, puedes preguntárselo a él, seguro que tiene que volver a "Lafarge i Associats" –Carlos me había lanzado toda una indirecta con aquella frase.

-No, no… no me interesa –mentí yo-, era pura curiosidad

Carlos no volvió a hacer ningún comentario más acerca de Graham el resto de la tarde. Según él, no había más que una buena amistad y un puñado de recuerdos adolescentes entre ellos, pero Carlitos pareció ponerse nervioso ante mi amable interrogatorio acerca de la sexualidad de este reencontrado amigo. Seguiremos investigando.

Cuando caminábamos por Passeig de Gràcia mirando escaparates, nos cruzamos con una cara que me resultó muy familiar. Le pedí a Carlos que me esperase un segundo y volví sobre mis pasos para atraparle.

-Hola… -le dije mientras le sujetaba del hombro.

-¿Qué? –Murmuró él mientras se giraba- ¿Qué haces tu aquí?

-No sé… ir de compras y pasear un rato… -respondí-. ¿Y tú?

-Estoy con unos amigos –dijo Marc lanzando una mirada a tres chicos de su misma edad y apetecible aspecto de deportista adolescente que le esperaban a unos metros de distancia-. Vamos a tomar algo

-Vaya, muy bien

-Lo siento, tengo que irme… -dijo él visiblemente nervioso.

-¡Ey! Tranquilo, una cosa más antes de que te vayas… ¿has hablado con Natalia?

-Sí, hablé con ella ayer… ya me ha contado lo de vuestra

-Ruptura –añadí yo-. ¿Puedo preguntarte qué te pasa?

-Ya te lo he dicho… estoy con unos amigos, no quiero tener que dar explicaciones luego.

-Sólo te has encontrado a un conocido, no creo que debas dar muchas explicaciones por eso.

-Ya se habla demasiado de mí en clase como para empeorarlo con esto.

-¿Se habla de ti? ¿Damián habla de ti?

-Eso parece, y ahora sólo falta que Natalia siga extendiendo rumores. Lo siento Juan, debo irme –Marc parecía realmente angustiado.

-Natalia no sabe nada, y no deberías temer tanto por los rumores, haz lo que te apetezca hacer.

-Ya… pero no es tan fácil. Llámame, Juan, y hablamos con más calma.

-Lo haré –dije justo antes de que Marc se perdiese entre la gente.

-¿Es un amigo de Natalia, no? –Preguntó Carlos cuando volví a su lado.

-Exacto.

-Me sonaba su cara de la fiesta que dimos en el piso. Parecía nervioso ¿no?

-Sí, Natalia le llamó ayer y le contó lo de nuestra

-¿Ruptura?

-¿Cómo lo sabes?

-Ricardo me ha llamado este medido día, desde que se lo has contado no ha podido quitarse el tema de la cabeza

-Puede estar tranquilo, parece que me voy acostumbrando a las rupturas

-¿Seguro que estás bien?

-Seguro… -respondí. Le miré a los ojos y casi pude leer en ellos lo que estaba pensando-. Rompimos porque estaba cansado de esperar a que se decidiese a llegar más lejos conmigo

-Vaya… -dijo Carlos sin poder disimular su sorpresa-. Pensaba que Natalia y tú ya habíais

-No, nunca confió en mí

-¿Y no hay ninguna posibilidad de que lo intentéis de nuevo?

-Ninguna –dije yo con rotundidad-. Lo único que me queda por hacer es disculparme. Nuestra ruptura fue muy dura para Natalia, me porté mal con ella… supongo que no querrá ni hablar conmigo, pero intentaré disculparme con ella

-Bien, si crees que debes hacerlo

-Tengo que hacerlo, sí… aunque no sé cuándo lo haré.

Cargados como mulas con las bolsas de Carlos… y algunas mías, caminamos de vuelta a casa. Le acabé de contar muy por encima los detalles de mi ruptura con Natalia mientras Carlos escuchaba en silencio. Supongo que ese nuevo fracaso en mi vida sentimental hizo que sus suposiciones acerca de mi sexualidad siguiesen aumentando. Poco podía hacer yo para evitarlo, pero tampoco creo que hiciese mucha falta. No era el momento para entrar de nuevo en juicios, creo que los dos lo evitamos.

Cuando entrábamos en el portal, coincidimos con un chico de unos veinticinco años, bastante mono de cara y de cuerpo musculadito y apetecible. Vestía unas botas negras, unos vaqueros desteñidos muy ceñidos, una camisa negra con unas letras de tela bordadas en el pecho y una chaqueta larga de piel negra. Nos saludamos y entramos juntos en el ascensor.

-¿A qué piso vais?

-Al primero –respondimos Carlos y yo al unísono.

-¿También vais a casa de Víctor? -Preguntó él con una sonrisa tras pulsar el botón del ascensor.

-No, somos sus vecinos –respondió Carlos devolviéndole la sonrisa.

-Vaya… que suerte tiene Víctor de tener unos vecinos como vosotros… Si queréis, podéis uniros a la fiesta

-¿Fiesta? –Interrogó Carlos.

-Sí, ya me entiendes… una fiesta… privada

-No gracias, él es muy celoso –respondió Carlos señalándome. Las puertas del ascensor se abrieron.

-Bien, si os lo pensáis, estaremos en la puerta de al lado –dijo el ligue de Víctor.

Cuando cruzamos la puerta de casa y la cerramos tras de sí, Carlos y yo estallamos en una sonora carcajada. El último amiguito que había hecho Víctor por el chat, con toda seguridad, nos invitaba a unirnos a una orgía de sexo

-Menos mal que Sergio no ha presenciado la escena… jejeje –bromeé.

-Esta muy animado este edificio –respondió Carlos ente risas.

-Pues espérate a que se mude Toni mañana, cuando Víctor le vea seguro que se lanza con sus hambrientas fauces sobre él

-Posiblemente… jejeje. Aunque yo hace semanas que no me lo encuentro en la escalera

-Cierto, yo no le veo desde el día que estuve en su casa esperando a que llegaseis porque me había dejado las llaves

-No sabía que hubieses estado en su casa esperando

-Te lo conté –mentí yo.

-¿Y qué tal? ¿es simpático? ¿hospitalario?

-Sí, muy simpático… y muy hospitalario, bueno, seguro que lo es con todos los tíos buenos –dije yo con una mueca de burla.

-Entonces no debió ser muy amable contigo… jejeje –bromeó Carlos.

-Más de lo que lo hubiese sido contigo –respondí guiñándole un ojo. No dije ninguna mentira.

Cuando entré a cambiarme en la habitación, sonó el timbre del portero automático. Carlos contestó. Minutos después, sonó el timbre de la puerta. Mi hermano la abrió. Escuché una voz femenina de fondo… temí lo peor. A la última persona que deseaba ver aquella noche era a Valeria la calientamotores. Recé para que no fuera ella.

-¡Juan! Rosa ha venido a cenar –gritó Carlos desde el pasillo.

-Enseguida salgo –respondí aliviado.

Cuando salí a saludar a Rosa en mis labios se dibujaba una impecable sonrisa. Me había imaginado lo peor.

-Hola mamá –le dije justo antes de que Rosa me plantara dos sonoros besos en la mejilla.

-Hola hijo, he venido antes pero no estabais, así que me he ido hacer unas compras. Os he traído los postres

-Prefecto –dijo Carlos-, así cenarás con nosotros.

-Uy, no sé, no sé… no me gustaría molestar.

-Estás en tu casa, Rosa –insistí yo.

-Espero que sigáis tan amables cuando os cuente la noticia que os he venido a contar

-Creo que nos lo imaginamos –dije yo al ver su cara de niña descubierta por sus padres después de haber hecho algo mal.

Ayudé a Rosa a preparar pan con tomate y jamón serrano mientras Carlos ponía la mesa en el comedor. Rosa me estuvo contando lo bien que iban las cosas con Eduard. Me alegré por ella, estaba realmente entusiasmada con su… ¿novio? Además, la relación entre mi madre y el hijo de Eduard era ejemplar, se le iluminaba la cara cada ve que hablaba de Mario.

Cuando todo estuvo listo, nos sentamos a la mesa. Carlos apagó el televisor y la evocadora voz de Àngels Barceló en el Informativo de las 20:30 se desvaneció en el silencio. Lo que venía ahora era fácil de imaginar.

-Y bien ¿qué has venido a decirnos? –Preguntó Carlos en un tono de solemnidad casi protocolaria.

  • Supongo que ya os lo imagináis

-Has vendido la casa de Sitges… -dije yo.

-Eso es… pero antes de que empiece el ataque, os diré que me he comprado un piso precioso Ciutat Vella, hay que reformarlo todo pero es fabuloso y muy espacioso

-Bien, si es lo que quieres, perfecto, me alegro por ti –dijo Carlos con una sonrisa.

-Lo mismo digo, no seré yo el que discuta el encanto de Barcelona.

-¿No vais a quejaros? ¿A echarme algo en cara?

-Jejejeje… es tu casa, es tu decisión –respondió Carlos.

-Vaya, me alegro de que os lo hayáis tomado tan bien –la felicidad de Rosa se reflejaba en su rostro-. Que sepáis que todas las cosas que dejasteis en el adosado tendrán su lugar en mi nueva casa si no queréis traerlas aquí. Es más, que sepáis que en mi casa siempre tendréis una cama

-¡Ey! No te pongas nostálgica… nos alegramos mucho por ti –dije mientras apretaba su mano-. Esta también es tu casa.

-¿Vivirás con Eduard?

-No, no… de momento él seguirá en su piso en Sants. El tiempo dirá

-Muy bien –respondió Carlos con una sonrisa.

Terminamos de cenar mientras nos poníamos al día mutuamente de nuestras vidas. Rosa no se sorprendió de mi ruptura con Natalia porque ni siquiera sabía que había vuelto a salir con una chica después de Ana… es lo que tiene la falta de comunicación. Sobre Ana me contó algo muy interesante, al aparecer mi ex novia (y ex escarceo amoroso de Carlos) había encontrado nuevamente la felicidad con aquel Iván tan servicial que le dio su apoyo en nuestro fin de semana en Salou, Iván alias "buitre". Por difícil que parezca, la vida nunca deja de sorprenderte.

Cuando estaba en la cocina separando la basura para reciclarla (práctica obligada en nuestra casa) Rosa entró a dejar los platos en el lavavajillas.

-Esta noche me has sorprendido

-¿Por qué?

-El día de tu graduación, cuando comimos con Carlos en aquel restaurante, te dije que jamás serías capaz de comprender a los demás, de ponerte en su lugar

-Lo recuerdo –respondí.

-Me equivoqué… hoy me has dado una lección de madurez. Estoy orgullosa de ti.

-Quizás lo he hecho porque espero poder contar algún día con esa misma comprensión.

-La tendrás, al menos por mi parte la tendrás… sea para lo que sea.

Continuará