La vida de otro (65: El secreto de Carlos)

Juan parece obviar lo sucedido con Natalia mientras se deja llevar por el ritmo de su propia vida. En una tarde de compras con su hermanito, Juan descubrirá que Carlos parece guardar un secreto.

  1. EL SECRETO DE CARLOS

Nos quejamos pero no hay duda de que la vida tiene demasiadas cosas buenas para darse por vencido. Esa fue la sensación que tuve después de la noche de la gran hecatombe, de la noche de mi ruptura con Natalia. Supongo que la nuestra ha sido una ruptura implícita, esta vez no ha hecho falta decir "hemos terminado" o algo por el estilo. Mi actitud esa noche, mi incapacidad de respetarla, han marcado el fin de una relación… un final más que anunciado.

Desde que conocí a Natalia en la fiesta que dio su hermano Rafa, justo después de que yo cortase con Ana, había tenido esperanzas en que las cosas con esa chica saliesen bien. Tenía esperanzas en que entre Natalia y yo surgiese algo firme, pero desgraciadamente siempre me hizo falta algo más… y ese algo más no llegó nunca. Mi último intento desesperado de llegar más lejos en el terreno sexual con mi novia acabó de la peor de las maneras. Me pasé, claro… pero es que el sexo con Natalia tenía un doble valor para mí: el de consolidar una relación y el de demostrarme que aún podía cumplir con una chica. Pero anteayer mis esperanzas se frustraron definitivamente.

Cuando me desperté por la mañana, no sabía que hacer. Debía hablar con ella, pero me resultaba imposible coger el teléfono y soltarle algo así como: "Siento haber intentado violarte, y te pediría que no me denunciases. Podemos ser amigos aún, ¿no?". Natalia me ha decepcionado, sabía que era una cría, que sería complicado entendernos, pero en determinados momentos de nuestra relación me dio auténticas pruebas de madurez, como nuestra conversación durante la cena en la que la invité a la fiesta de inauguración del piso. Espejismos. Natalia es una cría, y no lo digo como algo malo, si no al contrario… siento haberla perjudicado tanto durante estos meses. La he usado casi como la llave que podía abrir de nuevo la puerta del mundo heterosexual. La he usado, y lo peor de todo es que mientras, la he llegado a querer. Pero ahora nada importa. Sólo me queda una cosa que hacer en esta vida que la incluya a ella.

Camino del bufete la llamada de un número desconocido me sorprendió.

  • ¿Sí?

  • ¡Hola! No sabía si llamarte, porque igual no me recordabas… -su voz me resultó muy familiar.

  • ¡Ey! Eres la chica impacto, no hay duda. Nunca olvidaría una voz tan sensual como la tuya

  • Jejejeje… debe ser el mote más curioso que me han puesto en la vida

  • Me alegro de oírte de nuevo, Ariadna. ¿Cómo va todo?

  • Bien, liada con las prácticas de la carrera y esas cosas, pero bien. Me ha costado mucho decidirme a llamarte, pero al final he pensando que debía dar señales de vida..

  • Pues te lo agradezco, hacia días que buscaba la manera de encontrar tu número de teléfono, porque fui tan estúpido de no pedírtelo

  • Me alegro de haber llamado, pues. ¿Y qué tal te va todo a ti?

  • Ufff… -suspiré sintiendo que un aplastante mal rollo me invadía-. Supongo que podrían irme las cosas mejor, pero es lo que hay.

  • Vaya… -dijo ella cambiando su tono de voz-, te veo realmente desanimado… y eso no puede ser, para desanimada ya estoy yo

  • Jejejeje… vaya par –sonreí sin poder evitarlo al escuchar su voz-. Habrá que hacer algo para que se nos pasen las penas

  • No bebo, gracias… -bromeó ella.

  • Jejejeje… bueno, pero al menos aceptarás que nos tomemos un café juntos

  • Mejor un chocolate… caliente… jejeje, es que a mí el café

  • Perfecto, podemos ir al Xocoa. ¿Esta tarde te viene bien?

  • Ufff, esta tarde imposible. Tengo que reunirme con el grupo de prácticas para grabar los sonidos para un dramático de audio, ¿mañana podrías?

  • Perfecto, mañana pues –dije con una sonrisa, tenía ganas de volver a verla-. Que vaya muy bien esa práctica

  • Gracias, Juan. Cuídate y anímate.

La llamada de Ariadna me animó especialmente. Me hubiese gustado verla aquella misma tarde, pero no pudo ser. No sé que tiene de especial esa chica que cuando hablo con ella me contagio de un buen rollo muy especial, es como si pudiese ser totalmente yo mismo a su lado. ¿Cómo se entiende sino que le contase mi vida la primera noche que nos vimos? Tengo ganas de volver a verla.

Ya en el despacho me puse a repasar con Ángel la defensa de un caso de apropiación indebida que llevamos juntos. En eso estábamos cuando Roberto abrió airado la puerta de mi despacho.

  • ¿Podemos hablar a solas un momento?

  • Ahora no puedo, estamos trabajando –repliqué.

  • Tenemos que hablar… -insistió.

  • Tranquilo Juan, yo termino mientras de repasar este fundamento de derecho –añadió Ángel justo antes de que yo mandase a mi padre a la mierda.

  • Bien… -dije yo.

  • Vamos a mi despacho.

  • ¿Qué quieres? –Interrogué cabreado cuando Ricardo cerró la puerta tras de él.

  • ¿Es verdad que tu madre piensa vender el adosado de Sitges?

  • Algo nos comentó la última vez que cenamos con ella, sí

  • ¿¡Y te parece bien?!

  • Ni me parece, ni me deja de parecer… es su casa, ya no vivo allí.

  • Seguro que el muerto de hambre que se ha echado por novio la ha liado para que venda la casa. Tu madre se va a quedar sin nada –sus ojos estaban inyectados en sangre, y yo era incapaz de entender que coño le importaba a él la vida de Rosa.

  • Esa es tu opinión, no creo que sea por eso, además, nos dijo que iba a comprarse un piso en Barcelona si no recuerdo mal.

  • Tu madre se está equivocando

  • Quizás pero yo ya tengo demasiados problemas como para ocuparme de los de los demás

  • ¿Problemas?

  • Sí, he roto con mi novia –dije sin poder evitarlo. Me quemaba por dentro.

  • ¿Otra ruptura? Te duran muy poco las chicas últimamente

  • No estoy pasando una de mis mejores épocas

  • Ya, eso debe ser –respondió poniendo en duda mi afirmación.

  • Lo siento pero tengo que irme, Ángel me está esperando.

  • Me preocupas mucho… -ha soltado en ese tono de sentencia que suelen usar los padres cuando intentan culparte de algo.

  • No es necesario, hace años que sé cuidarme solo –he respondido justo antes de salir de su despacho.

Durante la comida puse al día a Ángel de mi ruptura con Natalia. Mi amigo me dio su apoyo incondicional, quizás porque obvié el pequeño detalle de que había intentado tirarme a Natalia por la fuerza. Envidio a Ángel. Él es feliz con la vida que ha escogido vivir, con la vida que le llena plenamente. No es que no tenga problemas, no es que no encuentre obstáculos, que los hay, si no que en lo fundamental, Ángel vive lo que ha escogido vivir, y eso ya es mucho. Admiro su valor por haber dado la cara. No es un héroe, pero le admiro. Escoger la vida que quieres vivir hoy en día no es fácil, especialmente cuando se aleja tanto de lo que los demás esperan de ti.

Por la tarde Carlos me llamó, necesitaba ir de compras, así que quedamos en vernos en el centro de la ciudad a eso de las seis. Dejé la defensa del caso en manos de Ángel y me pasé una hora en el gimnasio. Por desgracia no coincidí con ningún cachas interesante en las duchas… al menos así hubiese podido alegrarme la vista y quitarme de encima esta sensación de frío que nos ha traído diciembre.

Cuando nos encontramos delante de la puerta del kiosco de la Fnac en Plaça Catalunya, mi hermano lucía una impecable sonrisa. Vestido con unos Dockers, un grueso jersey de lana de DKNY y una cazadora de Quiksilver, Carlos parecía sacado de uno de esos catálogos de ropa llenos de tíos perfectos e insultantemente atractivos. Miré detenidamente mi reflejo en el cristal, sin duda Carlos aún estaba más bueno que yo. No hay nada como la natación para darte un cuerpo perfecto.

  • ¿Qué tal el día?

  • Ufff… agotador… debería haberme hecho informático, seguro que me estresaba menos… -bromeé.

  • Claro, claro… yo estoy descansadísimo… como los ordenadores van solos… jejeje.

  • Bueno, al menos te queda energía para ir de compras

  • Ya, pero es que es de las pocas tardes que tengo un poco de tiempo libre y necesito comprar ropa

  • Bien… vamos a Gonzalo Comella y te pruebas algún modelito, seguro que te relajas… jejeje.

  • Creo que será mejor que vayamos al Pull&bear, te recuerdo que yo no soy abogado en el bufete de mi papá… jejeje.

  • Jejejeje… cabrón, pues ahora por hablar vamos a donde yo diga, y además voy a regalarte algo

  • ¿Algo?

  • Sí… ya lo verás

Entramos en la tienda de Modelo en la Rambla. Carlos se perdió entre las camisas de la colección otoño-invierno de Antonio Miró y yo me deslicé hasta uno de los dependientes y le compré algo muy útil e interesante sin que se diese cuenta. En menos de veinte minutos estábamos fuera de la tienda. Carlos no suele ser de los que revuelven todo y se prueban mil modelitos… suele ir más al grano… ¿en todo?

Después, dimos una vuelta por las tiendas de Portaferrissa y subimos paseando por Potal de l’Àngel. La iluminación navideña de la calle contrastaba bastante con el habitual buen gusto de la ciudad… no se puede decir que la representación de una botella de cava descorchándose sea muy poética. Respiré profundamente, en el ambiente se percibía ese toque navideño que te hace sentir especialmente nostálgico. La Navidad, extraña época donde la fiebre consumista calienta los termómetros a golpe de Visa consolando así a los mortales capitalistas del crudo frío invernal. Fechas para pedir perdón por viejos errores y acercarte a la gente que quieres. Y frente a las buenas palabras, la hipocresía. Invitaciones incómodas para la cena de Navidad, vistas obligadas a parientes a los que no soportas, el amigo invisible en el trabajo y te toca regalarle al más cabrón de tus compañeros, conversaciones con tus vecinos que van más allá de "que frío hace hoy", interminables comidas y atracones de turrón y mantecados… menos mal que sólo es Navidad una vez al año, tan insoportable como necesaria… Es triste que unas bombillas de colores y un abeto moribundo se encarguen de recordarte lo cabrón que has sido el resto del año… pero más vale eso que ser cabrón todo el año.

  • ¿No me ibas a comprar algo? –Me recordó Carlos con una sonrisa traviesa.

  • Ya lo he hecho

  • ¿Ah sí? ¿Y cuándo me lo piensas dar?

  • Cuando crea que lo necesitas

  • Ahhh… bueno, ¿y cuándo crees que será eso?

  • Pronto, espero… -respondí con una sonrisa.

  • Bien… esperaré.

Muertos de frío… y de hambre, entramos en una café. Carlos se quitó la cazadora y la colgó en el respaldo de la silla. Sentí asco, asco por estar mirándole con esos ojos… me resultaba tan jodidamente atractivo. Recordé su cuerpo desnudo la noche que estuvimos juntos, sentí de nuevo la calidez de su polla en contacto con mis labios. Mi hermano me la pone dura ¿y qué? ¿quién sale perjudicado en todo esto? Me repetí que si algún día volvía a surgir la oportunidad… no dudaría, aunque fuese solamente una despedida para ese recuerdo.

  • Por cierto, Toni empieza el traslado de sus cosas mañana por la tarde

  • Joder, que rápido –respondí mientras tomaba asiento.

  • Bueno, es que te recuerdo que el alquiler lo vamos a pagar igual, así que mejor que volvamos a ser tres cuanto antes.

  • Bien

  • Sólo hay un problema –le miré con fingida desesperación- que yo no puedo estar en casa mañana por la tarde. Por la mañana me voy a Madrid a supervisar un proyecto

  • No hay problema… no tengo nada mejor que hacer mañana por la tarde

  • Perfecto –respondió con una sonrisa-. Es que Graham me ha pedido que me encargue de supervisar la instalación informática y la intranet de la sucursal que abrirá su agencia en Madrid

  • ¿Graham?

  • Sí, el creativo publicitario que le recomendé a Ricardo para vuestro bufete, creo que ya le conoces ¿no?

  • Sí, pero esa no es la pregunta, la pregunta es: ¿de qué lo conoces tú?

  • Ufff…es una historia muy larga

  • Tranquilo, tenemos mucho tiempo… ni siquiera hemos pedido aún

Continuará