La vida de otro (64: Punto de no retorno)

La cena entre Juan, Carlos y Natalia tendrá un final que marcará a Juan de tal forma que las cosas no volverán a ser como antes entre Natalia y él.

  1. PUNTO DE NO RETORNO

  2. Pues verás, hablé con Toni el día que estuvimos en Port Aventura y me comentó que estaba cansado de vivir en casa de sus padres, entonces pensé que quizás era una buena idea que viniese a vivir con nosotros, así que se lo propuse

Me hubiese gustado verme mi propia cara, seguro que las merluzas congeladas del súper de la esquina tenían mejor aspecto que yo en ese momento.

  • ¿A Toni? –He interrogado perplejo.

  • Eso es… al fin y al cabo Toni es tu amigo, es decir, sois muy buenos amigos ¿no? –Carlos ha remarcado especialmente eso de "muy buenos amigos".

  • Amigos, somos amigos… -he rectificado.

  • Eso he dicho

  • No, no… has dicho que somos muy buenos amigos, como si intentases decir algo más –he replicado algo molesto por su tono.

A pesar de que Carlos tenga motivos más que suficientes para pensar en que hay algo más que una amistad entre Toni y yo, léase nuestro encuentro en la buhardilla, no me parece justo que lo diga de una forma tan maliciosa.

  • Sólo he querido decir que sois amigos desde hace mucho tiempo y que Toni me parece una persona de confianza, además, es gay… así no tendremos problemas de homofobia… jejeje –Carlos ha soltado una risita, yo le he mirado fijamente sin cambiar mi cara de merluzo congelado.

  • No le veo la gracia

  • Vaaaaa, Juan -ha dicho mi hermano mientras se sentaba junto a mí en la cama-, no convirtamos todo esto en un problema. Toni me parece un tío genial para compartir piso con él, independientemente de su orientación sexual… no seremos nosotros los que juzgaremos a alguien por eso ¿no?

  • Carlos, me estás mosqueando esta noche… -he dicho mientras me incorporaba y empezaba a desabrocharme los botones de la camisa-. Parece que los recuerdos de tu noche con Valeria mantienen ocupadas a tus dos neuronas

  • Sólo bromeaaaaaaba… no te lo tomes tan mal.

  • Joder, es que no sé que pretendes esta noche, parece que intentas echarme algo en cara

  • No, nada de eso… sólo intento que

  • ¿Qué?

  • Pues que te sientas cómodo

¡Prefecto! He exclamado para mis adentros. El señor se folla a mi secretaria y recupera su conciencia y orgullo heterosexual (maltrechos desde la noche del 31-J) y encima se permite el lujo de tratarme como si esperase a que yo hiciese pública mi bisexualidad u homosexualidad. Hay que joderse.

  • Ya veo… supongo que todo esto tiene que ver con la noche de mi viaje a París

  • Yo no he dicho eso

  • Ya, pero lo piensas –he replicado.

  • -silencio de Carlos y mirada asertiva.

  • Lo piensas, claro. Pues te estás equivocando, Carlos, yo ya me siento cómodo así, no esperes ningún cambio por mi parte –he respondido en defensa de mi malherido orgullo.

  • Bien, olvidémonos de la noche del 31 de julio, pero que me dices del día en que os encontré a Toni y a ti sin camiseta en la buhardilla o del día que encontré

  • Basta –he dicho sin dejarle terminar-. Sal de mi habitación por favor, Natalia va llegar en 20 minutos y aún tengo que ducharme.

  • Quiero hablar de esto contigo, por favor… llevo demasiado tiempo esperando a que te decidas a hablar conmigo

  • No hay nada de lo que hablar Carlos, y te aconsejo que no me juzgues, te recuerdo que el que estaba en mi cama la noche del 31 de julio eras tú.

No le he dejado responder, me he dado la vuelta y me he encerrado en el baño. Me he quedado inmóvil frente al espejo… sabía que algún día Carlos me pediría una explicación, aunque tenía la esperanza de que no lo hiciese tan pronto. Mis sospechas se confirman, Carlos ya no tiene dudas, es evidente que da por hecha mi bisexualidad. Pero a pesar de que todo es muy evidente, no puedo limitarme a asentir y darle la razón, no estoy preparado para hacer balance, ni siquiera sé en que punto de mi particular evolución me encuentro. Carlos me ha recordado nuestra noche juntos, el encontronazo con Toni en la buhardilla y algo más que desconocía, mi hermano ha dicho que había encontrado algo ¿el qué? Debía ser algo importante si le ayudó a confirmar sus sospechas

He salido de la ducha con una toalla anudada en la cintura, distraído dándole vueltas a lo que debía haber encontrado mi hermano para alimentar sus recelos.

  • Lo siento –ha murmurado Carlos. Estaba sentado en la cama.

  • Sal de aquí por favor

  • No, antes deja que me disculpe –ha dicho incorporándose y acercándose a mí-. Supongo que me he metido donde no me llaman, pero sólo lo hago por ti, te quiero y sólo quiero lo mejor para ti

  • Bueno, si me quieres, respétame y no me juzgues

  • Lo siento… -ha repetido-. No quiero que te enfades conmigo, eres lo más importante que tengo en este mundo

Ufff… sus palabras me han llegado al alma, a partir de ahí he empezado a aflojar, pero antes, un último toque:

  • Ahora ya tienes a Valeria, seguro que pronto ocupa un lugar predominante en tu corazón.

  • Lo que sienta por Valeria no cambia lo que siento por mi hermano, tú siempre serás prioritario para mí. Que esté con Valeria no cambia nada

  • ¿Nada? -He preguntado sin poder evitar sonreír.

  • Nada… -ha respondido Carlos. Sin perder la sonrisa, he liberado la toalla de mi cintura y la he dejado caer.

  • Pues que todo vuelva a ser como antes –he dicho justo antes de darme la vuelta para ponerme los boxers-. ¿Te vas a quedar ahí? –Carlos parecía haberse quedado congelado ante la visión de la parte posterior de mi anatomía.

  • Voy a preparar la cena… -ha respondido con una sonrisa.

Su relación con Valeria no cambia nada, bien… y entonces ¿nuestra relación vuelve a ser como antes? ¿cómo antes del 31-J o como ha sido después del 31-J? Me temo que ya nada volverá a ser como antes. Mi hermano sabe que soy bisexual, es más ¡yo mismo sé que soy bisexual! Y por primera vez desde hace casi un año, los cambios no me parecen algo totalmente negativo, supongo que de todas las situaciones, hasta de aquellas que nos resultan más hostiles, podemos sacar algo útil.

Creo que ésta ha sido una noche que marcará un nuevo punto de inflexión en mi vida, un punto de no retorno. Mi conversación con Ariadna sobre no bloquearse por la culpa y aprender de los errores, mi recién adquirido buen rollo con Ángel, las preguntas de Carlos… son demasiadas cosas para pensar que en algún momento de mi vida todo volverá a ser como antes. No hay marcha atrás, ahora sólo puedo ir hacia delante, sea cual sea el camino.

Cuando Carlos y yo terminábamos de preparar la cena, ha sonado el timbre. He abierto yo, y tras de la puerta, ha aparecido una Natalia radiante con una generosa sonrisa. Iba vestida con una falda tejana, una camiseta ajustada y una chaqueta de lana gruesa.

  • Hola guapo –ha dicho Natalia mientras se acercaba a mí y me plantaba un beso en los labios.

  • Hola –he dicho sin demasiado énfasis-. Pasa, te estábamos esperando para cenar

Hemos entrado en el comedor donde mi hermano terminaba de poner la mesa. Tras saludar a Natalia con dos efusivos besos, nos hemos sentado los tres.

  • Vaya… tiene muy buena pinta… -ha dicho Natalia mientras contemplaba las rodajas de merluza en salsa verde que Carlos había cocinado y presentado elegantemente en unos platos cuadrados de color negro.

  • Ya ves, hay días en los que me apetece cocinar… -ha respondido Carlos con una amplia sonrisa.

  • Eres un buen partido –ha bromeado Natalia-. ¿También sabes planchar?

  • También, es fruto de una buena educación.. lo curioso es que con Juan no funcionó

  • Te equivocaste de hermano… -he replicado en tono de burla.

  • En el fondo Juan es un buen chico, pero muy en el fondo… jejeje.

  • Carlos es el cómico de la familia –he bromeado.

  • Y el guapo… -ha añadido él con una sonrisa pícara.

  • Jejeje… los dos sois muy guapos.

  • No, no… yo estoy más cachas –ha replicado Carlos.

  • Jajajaja… si hoooooooombre, ¡y Aznar es progresista!

  • A ver… eso tiene fácil solución… que juzgue Natalia

Y dicho esto, Carlos se ha levantado de la mesa y lanzándome una mirada desafiante, se ha quitado la camiseta de manga larga de Desigual que llevaba. Los ojos de Natalia se han iluminado ante la visión de aquel torso de nadador.

  • Difícil de superar… -ha dicho ella con una sonrisa.

  • Bueno, eso está por ver… -he dicho mientras empezaba a desabrocharme los botones de mi camisa Energie.

  • Jejejeje… se nota que sois hermanos –ha ratificado ella.

  • Cierto, pero hay algo que nos diferencia… ¿sabes qué es?

  • No, no lo sabe, Carlitos, ni lo sabrá –he dicho guiñándole un ojo-, ahora mejor terminamos de cenar, que aún tenemos que ver la peli.

  • ¡Ay! Que se pone celoso… -ha murmurado Carlos mirando con picardía a mi novia.

Durante la cena Carlos ha estado deslumbrando a Natalia hablándole de su trabajo en la empresa de telecomunicaciones y de su intensa vida social… si no fuera porque le conozco y sé que tiene algo con Valeria, diría que intentaba levantarme a la novia. Cría hermanos

Pero ya lo dicen: "el que ríe último, ríe mejor". Así que las tornas han cambiado una vez en el sofá. Cuando Carlos ha apagado las luces y los títulos de crédito de "Adaptation" han iluminado la habitación, mi acercamiento a Natalia se ha consumado. Mi hermano estaba estirado en uno de los sofás, y Natalia y yo estábamos sentados en el otro, muy cerca el uno del otro.

No sé exactamente por qué, pero en pocos minutos mis manos recorrían camino de la perdición las piernas de Natalia, y mis labios buscaban y encontraban lo suyos… de fondo el trabajado monólogo de un atormentado Nicolas Cage.

  • Bueno chicos, me voy a la cama… mañana trabajo –ha murmurado Carlos, su voz me ha resultado muy lejana, como si no estuviese en este mundo.

Cuando mis manos se han deslizado bajo la camiseta de Natalia y han rozado sus pechos (¿sin sujetador?) he entendido porque estaba haciendo todo aquello… con mi escenita con Natalia me aseguraba un triunfo ante Carlos y un revés a la idea preconcebida que tenía sobre mi orientación sexual. Ni siquiera el contacto con la suave piel de Natalia despertaba en mí las mismas sensaciones que tiempo atrás había descubierto al acariciar a una chica. Ni siquiera sus labios me han parecido tan jugosos como los de Ana. Ni siquiera sus dedos acariciando mi pecho me han hecho temblar. Quizás porque no hay nada tan absurdo como hacer algo que no te apetece… que no deseas, y mi roce con Natalia no ha sido algo deseado. Pero lejos de detenerme, he querido llegar más lejos… he querido demostrarme que podía llegar más lejos.

Por eso no me he detenido cuando le he arrancado la camiseta de un tirón y he hundido mi boca en sus pechos. Por eso no he escuchado sus quejidos y he continuado apretándola contra el sofá. Quería llegar tan lejos que me ha parecido incluso normal sentir las cálidas lágrimas de Natalia mezcladas con sus besos. Mi mano apretada contra su boca ha logrado su silencio, sin importarme el precio. Con mi mano libre he liberado los botones de mi pantalón y he levantado la falda de Natalia hasta su cintura. Al sentir el roce de nuestra ropa interior la he mirado. Sus ojos llorosos me han hecho volver a pisar ese suelo inestable y volátil por el que me muevo, sus ojos me han dicho que había llegado más lejos… demasiado lejos. Derrotado, con los ojos llenos de lágrimas, arrepentido… me he apartado de ella y he hundido mi cara en los cojines del sofá, buscando refugio ante mi escandalosa vergüenza.

  • No quiero volverte a ver… -ha balbuceado Natalia en medio de un incontrolable llanto.

Cuando la puerta se ha cerrado tras de ella, me he mirado las manos… mis dedos se han deslizado sobre un rastro de máscara de pestañas, mis lágrimas la han extendido hasta trazar un tétrico dibujo en la palma de mi mano.

Continuará