La vida de otro (63: Golden boy)

La resaca de la fiesta de la noche anterior dejará su huella en la relación de Juan y Valeria. En el bufete, la irrupción de un nuevo personaje dará una vuelta de tuerca a la sexualidad de Juan.

  1. GOLDEN BOY

Maldita zorra. Allí estaba, vestida con una falda, bien, más que una falda era un cinturón ancho, una ajustadísima camisa y unas imponentes botas de piel. Piernas torneadas y morenas, cintura esbelta coronada por unos pechos firmes y proporcionados. Unos ojos rasgados y oscuros al abrazo de unas pestañas eternas. Y una sonrisa… una cálida sonrisa. ¿Quién no va a fijarse en ella? Todos los tíos del bufete se dejan la vista a diario en las sinuosas curvas de su exótica belleza. Nuestras miradas se han cruzado. Algo en mi interior me ha dicho que, después de haberla visto dulcemente dormida en la cama de mi hermano, la relación entre Valeria y yo no volverá a ser la misma.

He pasado por su lado y tras murmurar un escueto 'hola' he entrado en mi despacho. Valeria me ha seguido y ha entrado tras de mí.

  • Buenos días Señor Lafarge, aquí tiene la documentación que solicitó para el caso Rovira y esta es la lista de llamadas. Le recuerdo que en 30 minutos empezará la reunión con el creativo publicitario.

  • Gracias –he respondido mientras revisaba la lista de llamadas-. Puedes retirarte, supongo que debes estar ocupada preparando la reunión.

  • No, las secretarias de dirección están en ello. ¿Va todo bien? –Ha preguntado ella al captar mi actitud distante.

  • Claro ¿qué iba a ir mal? –He interrogado.

  • Parece enfadado

  • ¿Enfadado yo? –No estoy enfadado con ella, esa palabra se queda corta para definir mi estado en este momento. Estoy cabreado, asqueado y molesto con Valeria. Me parece lo más rastrero que ha puesto los pies en este mundo.

  • Al menos lo parece

  • Valeria, mi estado de ánimo es algo personal que no creo que deba compartir con mi secretaria, nos pagan para trabajar, no para hacer un gabinete psicológico –tras soltar el mazazo, he visto como la cara de Valeria mudaba lentamente su expresión, como intentando asimilar mis palabras.

  • Entendido… -ha murmurado justo antes de darse la vuelta y desparecer por la puerta del despacho.

  • Que te jodan –he soltado cuando estaba seguro de que no podía oírme-. Bueno, mejor que no te jodan… con la sesión de este fin de semana creo ya has tenido más que suficiente.

He terminado de organizarme el día y he salido disparado hacia la sala de juntas. Los socios fundadores se han propuesto encargar el diseño de la imagen corporativa del bufete y su comunicación con los clientes a una agencia de publicidad y Ricardo ha insistido en que yo estuviese presente en el encuentro. Cuando he entrado en la sala, el creativo no había llegado aún. Sentado a la cabeza de la mesa, Ricardo hablando con Roberto y dos socios más. En una de las sillas del lateral de la gran mesa oval estaba Ángel. Me he sentado junto a él.

  • Buenas ¿aún no ha llegado?

  • No, le estamos esperando –me ha respondido él con resignación.

  • Que poca formalidad… -he añadido.

  • Eso díselo a tu hermano, la agencia y el creativo son recomendación suya, o al menos eso es lo que ha dicho tu padre hace un momento

  • ¿Recomendación de Carlos? –He preguntado confundido, Ángel sólo ha asentido con la cabeza-. Bien esperaré a conocerle para juzgarle. Por cierto, hoy te veo distinto… no sé, ¿has cambiado de peinado?

  • Sí, he cambiado de peinado, de ropa, de color… de todo. Me pasé el sábado con Roberto en un intensivo de shopping y estética.

  • Pues sí, se aprecia el cambio. Te veo mucho más interesante… digamos que el traje de Armani Collezioni ayuda –he añadido con una sonrisa.

  • Mmmm… -me ha mirado inquisitivamente Ángel-. Eres muy superficial si te resulto más interesante por llevar un traje de Armani en vez de uno del Zara.

  • Lo soy –he sonreído de nuevo-. En este mundo tiene que haber de todo, incuso gente superficial, yo no lo veo como algo negativo.

  • Jejeje… estás enfermo tío. Al menos me consuela que asumas tus propios defectos.

  • ¡Uy, qué veo por aquí! Un chico de una plataforma antiglobalización ¿sabías que las manifestaciones fueron el año pasado?

  • Jajajaja… eres la máxima expresión del capitalismo, tío.

  • Claro, ahora me dirás que no te lo pasaste bien de compras con tu novio, ni Julia Roberts debió disfrutar tanto en su personaje de Vivian en Pretty Woman.

  • Hombre, la tarde no estuvo mal, pero ir de compras me agobia mucho, suerte que Roberto y yo encontramos una nueva utilidad a los probadores de El Corte Inglés

  • Jajajaja… ¿os enrollasteis en un probador?

  • Bueno, dicho así, suena muy fuerte… digamos que Roberto entró a probarse unos pantalones y yo comprobé que no le apretasen del tiro… como está tan bien dotado el pobre chico

  • Jejejeje… ya veo, realmente interesante –he dicho yo mientras visualizaba en mi mente a Ángel de rodillas comiéndole la polla a Roberto en un probador-. Eso habrá que comprobarlo

  • Jejejeje... tú acércate a Roberto y la ópera volverá tener un nuevo castrati

  • Puestos a cantar, prefiero el pop… jejeje.

Antes de que Ángel respondiese a mis provocaciones, la puerta de la sala se ha abierto de nuevo. Entonces he entendido que la espera había merecido la pena.

  • Buenos días –ha saludado el recién llegado.

  • Señores –ha empezado Ricardo-, les presento a Graham Newey, él es el creativo que se encargará de rediseñar la imagen corporativa del bufete, así como de lanzar nuestra firma más allá del área metropolitana de Barcelona. Sin duda haremos una apuesta muy seria por la promoción del bufete para consolidar este proyecto. Tiene la palabra, señor Newey.

Metro ochenta, pelo moreno ligeramente despeinado y con flequillo, ojos expresivos de color marrón enmarcados por unas cuidadas cejas, mandíbula de rasgos firmes y sonrisa amplia, delgado pero muy proporcionado y fibrado, de espalda ancha y percha elegante bajo un traje posiblemente de Versace. El diccionario de la RAE deberá reeditarse este año para incluir su foto junto a las palabras estilo y elegancia.

  • Gracias señor Lafarge. En primer lugar quiero agradecer la confianza que han depositado en nuestra agencia para llevar a cabo este proyecto, Ready to Ad es una agencia joven que ha dirigido con éxito proyectos de gran envergadura en el sector en el que

Bla, bla, bla… mis oídos han pasado al modo desconexión automática y mis ojos se han clavado en aquel bello ejemplar de hombre. Desde que David desapareció de mi vida no había vuelto a encontrarme delante de una sonrisa tan cautivadora como aquella. Cálmate Juan, me he repetido. Nuestras miradas se han cruzado y Graham me ha dedicado una de sus sonrisas. Cuando estaba a punto de lanzarme sobre él, empujarle contra una pared y morrearle hasta dejarle sin aliento, Ángel me ha interrumpido

  • Sécate la baba… jejeje.

  • ¿Cómo? –He preguntado aterrizando de nuevo en el mundo real.

  • Que dejes de mirarle tío, que lo vas a gastar… -ha murmurado Ángel.

  • Sólo estoy escuchando lo que dice

  • ¿Ah sí? ¿Y de qué está hablando ahora? –Tocado y hundido, Ángel me ha pillado.

  • Mmmm… ¿del color de sus boxers?

  • Jejejeje… hazme caso Juan, este tío no es para ti

  • ¿Crees que no entiende? –He preguntado buscando una opinión cualificada.

  • Perdón… veo que hay algo más interesante que mi exposición, si quieren pueden compartirlo con nosotros –ha dicho Graham con una de sus embrujadoras sonrisas al ver que Ángel y yo no dejábamos de cuchichear.

  • No… ¿qué puede haber más interesante que escucharte? – Ha respondido Ángel con todo el morro del mundo, yo únicamente he rubricado su comentario con una sonrisa cómplice.

Terminada la exposición, Ricardo perecía entusiasmado con la propuesta de la agencia de Graham, así que la decisión parece tomada, aunque ha decidido aplazarla hasta consensuarla con el resto de socios. Algo me dice que Graham y yo nos vamos a ver las caras muy a menudo las próximas semanas.

Tras los agradecimientos y cumplidos de rigor, Graham se ha despedido y ha abandonado la sala de juntas. Aprovechando que debía pasarme por el juzgado, he salido corriendo hasta mi despacho, he recogido el maletín y le he seguido hasta al ascensor.

  • ¿Bajas? –Me ha preguntado con una sonrisa.

  • Bajo… -he balbuceado. No podía evitar sentirme nervioso. Hemos entrado en el ascensor y él ha pulsado el botón del parking-. Has hecho una exposición brillante

  • Gracias, aunque no parecías muy interesado en ella… jejeje.

  • No es eso, perdona… es que tengo una mañana un poco espesa.

  • ¿Eres socio del bufete?

  • No, soy el hijo de Ricardo, me ha pedido que estuviese presente en la reunión, supongo que para contar con un punto de vista más

  • ¿Joven?

  • Eso es.

  • Vaya, así que eres hijo de Ricardo, entonces tú debes ser el hermano de Carlos ¿no?

  • Sí, eso es… ¿os conocéis?

  • Sí.

  • ¿De qué? –He interrogado yo intentando sacar algo en claro.

  • Puedes preguntárselo a él mismo –ha respondido con una sonrisa mientras las puertas del ascensor se abrían y nos liberaban de ese agradable encierro.

Graham ha caminado hasta su coche… nada del otro mundo, un pequeño utilitario con pequeñas posibilidades para moverse fuera del asfalto, quien más quien menos tiene un Porsche Cayenne para ir a trabajar ¿no?

  • ¡Espera! –He gritado justo cuando Graham entraba en su coche. Ha bajado la ventanilla mientras arrancaba el motor.

  • ¿Qué?

  • Tienes un coche precioso… -he soltado estúpidamente, sin saber que más decir. Seguramente le he parecido un idiota, o lo que es aún peor, un arrastrado que se muere por acostarse con él

  • Gracias –ha dicho con una sonrisa mientras insertaba la primera velocidad y salía del aparcamiento. La canción Golden Boy de Sin with Sebastián ha dejado tras de su coche una imborrable estela de elegancia mezclada con la arrogancia y la prepotencia que sólo alguien como él puede permitirse.

El resto del día no he podido quitarme a Graham de la cabeza. Así que tras una tarde horrible en la cárcel entrevistándome con una clienta acusada de asesinar a su marido, he decidido saltarme la rutina del gimnasio y volver antes a casa. De camino, Natalia, la escurridiza chica pez, me ha llamado al teléfono móvil.

  • Hola guapo

  • Hola Natalia.

  • ¿Qué haces esta noche?

  • Pues nada, ahora voy camino de casa… ¿por?

  • Porque había pensado en llevar una peli y verla juntos… no sé, me parece que hacemos pocas cosas de las que hace una pareja normal.

  • Natalia, nos somos una pareja normal

  • Quizás se deba a que pasamos muy poco tiempo juntos

  • Eso será… -he murmurado entre dientes-. Bien, ven a casa y vemos esa peli, es un buen plan y así no tenemos que esperar al fin de semana para volver a vernos.

  • ¡Perfecto! Sobre las nueve estoy allí, ahora estoy de compras con una amiga, ¡me he comprado una falda espectacular en el Bershka!. Ya me dirás luego lo que te parece.

  • Seguro que te queda muy bien –he respondido mordiéndome la lengua para no soltar ninguna barbaridad sobre ese emporio del traperío para niñas killas-. Hasta ahora Natalia

  • Joooo… que soso, ¿no me quieres?

  • Mmmm… bueno eres simpatiquilla… jejeje –he bromeado para evitar decir las palabras prohibidas-. Un beso Natalia, nos vemos en una hora.

  • Un beso.

"Te quiero" son dos palabras que hay que usar con mucha cautela en esta vida, no es bueno precipitarse, y más si, como en mi caso, no son ciertas. Estoy bien con Natalia, me atrae e incluso soy consciente de que es una chica francamente interesante… pero de ahí a quererla hay un buen trecho.

Llegando a casa me he repetido que no debo darle más vueltas, cierto que no sé en que punto se encuentra mi relación con ella, pero tampoco me preocupa, sólo dejaré que las cosas sigan su curso sin intervenir, no sé que otra cosa puedo hacer. De momento sólo sé que mis ganas de estar con ella no son muchas y que suelo cegarme por objetivos más estimulantes e interesantes como Graham. No hay duda de que su visita a "Lafarge i Associats" me ha descolocado bastante. Ojalá el tiempo y las circunstancias se encarguen de decidir por mí.

  • Buenas… -he saludado al entrar en casa.

  • Hola, Juan –mi hermano ha salido a mi encuentro-. ¿Qué tal en el trabajo?

  • Jejejeje… bien cariño ¿la cena está lista ya?

  • Jejeje… sí amor y me he permitido el lujo de prepararte la bañera por si quieres darte un baño relajante… -ha bromeado Carlos.

  • Parecemos un matrimonio. Menos mal que Natalia viene a cenar con nosotros y saldremos de la rutina –he dicho guiñándole un ojo.

  • ¿Ah sí? Prefecto, hoy he hecho la compra. Pero Natalia no va a ser la única compañía que pasará por esta casa

  • ¿Y eso? –He preguntado sorprendido.

  • Pues pronto dejaremos de ser un matrimonio y volveremos a ser un trío

  • ¿Has encontrado a alguien para compartir piso? -He preguntado mientras empezaba a desvestirme en mi habitación. Carlos me miraba desde la puerta.

  • Como tú no buscabas a nadie, no me has dejado otra alternativa

  • Bien ¿y quién es? –He dicho yo preparándome para lo peor.

Continuará