La vida de otro (60: Tell me Im the only one)

Y al final de la semana Juan y los suyos deciden salir de marcha. Su destino, un exclusivo club de Barcelona. Una noche larga e intensa que traerá sorpresas a la vida.

  1. TELL ME I’M THE ONLY ONE

"Esta noche quiero salir de marcha" me había dicho Carlos mientras se terminaba el desayuno. Personalmente la idea de salir de fiesta un viernes por la noche después de una semana literalmente horrible, me resultaba bastante atractiva. Lo único que necesitaba era energía suficiente para sobrevivir a aquella maratoniana jornada de viernes y llegar con las baterías a media carga a la esperada noche.

Mientras comíamos en un restaurante en la Diagonal, le propuse a Ángel que se uniese a nuestra expedición nocturna. Mis disculpas de primera hora de la mañana junto a aquella invitación irrechazable, fueron la combinación perfecta para que las tensiones entre mi amigo y yo se redujeran. Obviamente Ángel aceptó. Carlos se encargaría de invitar al resto.

Por la tarde, de vuelta al despacho, una extraña amnesia temporal, provocada seguramente por la elevada temperatura de los macarrones del almuerzo, hizo que me olvidase de advertirle a Valeria de nuestra salida nocturna... ¡qué pena! ¿No? Lo más relevante de la cuestión es que Valeria ni siquiera me caía mal, pero prefería que estuviese fuera de juego aquella noche. Mi humor de perros trabajado con intensidad durante toda la semana así lo aconsejaba.

Antes de ir a casa para cenar y arreglarme, me pasé por el gimnasio. Eran cerca de las ocho y la actividad en la sala de máquinas era agobiante, nos debíamos haber puesto de acuerdo todos para ir a la misma hora. Así que decidí saltarme o bien por gusto, o bien por obligación algunos ejercicios de la rutina. Si ves a una abuela setentona con los ojos vidriosos por el esfuerzo mientras la máquina de aductores y abductores la domina y le hace perder la dignidad, es casi mejor saltarte el ejercicio y dedicarte a algo más productivo. A pesar de todo, aún me sobró tiempo para hacer unas cuantas piscinas bajo la atenta mirada de un cachas de piel morena, unos treinta años y prominentes entradas, que debió ver en mí la solución a las necesidades que se intuían bajo un bañador de competición Turbo.

Dedicándole una de mis mejores sonrisas me fui como la sopa, que por donde pasa calienta. Quizás otro día con más calma el "chico Turbo" y yo podríamos compartir algo más que palabras. Este mini juego de seducción terminó por abrirme los ojos ante una realidad que ya se adivinaba frente a mí. Cada vez que veía un hombre que me resultaba atractivo no podía evitar mirarle, a veces con descaro, y si las miradas eran correspondidas el contacto se había establecido. Así de fácil. Ya no había ninguna duda, estaba demasiado cerca del pecado como para ignorarlo ahora.

Nos reunimos con el resto del grupo en la entrada de uno de los locales de moda de Barcelona, el Danzatoria. Ruth llegó de la mano de Jesús vestida con un espectacular vestido verde lima de Cavalli, como ella misma se encargaría más tarde de dejarnos claro. A Natalia y a su ahora inseparable Marc les recogimos Carlos y yo. Toni llegó con la Gallina Caponata. Él iba vestido con unos tejanos de Miró Jeans y una camiseta de Custo que no podían sentarle mejor, y su inseparable novio recurrió una vez más a la sección de moda de algún programa de Antena 3 para combinar un pantalón bombacho negro con una camiseta sin mangas de Marithé et François Girbaud.

Ángel hizo su aparición de la mano de... ¡Valeria! La confidencialidad en las conversaciones no era un ejercicio que practicase mi amigo, porque de lo contrario Valeria "la oportuna" no estaría allí en ese momento. El grupo se completó con la aparición estelar de alguien al que hacia meses que no veía y que había prometido no volver a ver en los días que me quedasen por vivir: Javier. El hermano de Ruth reapareció en mi vida como si de una película americana de adolescentes se tratase. Pasó por delante de mí a cámara lenta, saludó a su hermana, nos miró al resto con un gesto de prepotencia y superioridad, y se alejó baliando hacia el centro de la pista.

  • Debía haberte dicho que Javier iba a venir... –me susurró Ruth al oído.

  • No importa –mentí-. No creo que Javier se atreva a nada conmigo ni ésta, ni otra noche. Tu hermano siempre busca nuevos retos... –mientras pronunciaba estas palabras, Paul se unía a Javier en el centro de la pista. Toni me miró y suspiró.

Antes de que pudiese preguntarle a Carlos en qué parte de la sala quería aparcarse, Valeria le acercó sus carnosos labios al oído y entablaron una animada conversación. No sé exactamente que le decía Valeria "la calienta... motores" a mi hermano, pero estoy seguro que no estaban hablando del peligro del estallido de la temida burbuja inmobiliaria. "Like a prayer" de Madonna se encargó de sellar la privacidad de aquella conversación.

Intentando huir de aquella realidad paralela al mundo real que se había creado esa noche, decidí soldarme a Natalia y bailar con ella toda la noche. Nos besamos, nos acariciamos mutuamente, incluso Natalia disfrutó del roce de mi cuerpo, de una parte muy dura de mi cuerpo... y no me refiero a los tríceps. Quizás aquella noche podía haber sexo.

En eso estábamos cuando vi pasar junto a nosotros a Paul, caminaba como un rayo en dirección a la salida del local. Pocos segundos después Toni le siguió. Miré confundido a Natalia, pero ella ni siquiera les había visto salir. Ruth y Jesús bailaban a nuestro lado, y a mi querido amigo se le ocurrió la brillante idea de cambiar de pareja. Con Ruth frente a mí contoneándose con más erotismo que Salma Hayeck en "Abierto hasta el amanecer", la noche del trío con Toni volvió a mi cabeza. Ruth era estratégicamente más baja que yo. Desde ese punto de vista, mirar su escote producía la misma excitación y el mismo vértigo que asomarse al último piso de la Torre Mapfre.

  • ¿Qué les pasa? –Le pregunté al oído a Ruth al ver a Toni entrar de nuevo con muy mala cara.

  • Ni idea, ¿dónde está Paul?

  • Fuera supongo, al menos le he visto salir –respondí.

  • Alguien debería ir a buscarle, quizás han discutido... –con su mirada Ruth dejó muy claro que ella no iba a moverse. No sé exactamente porqué, pero le pedí a Natalia que me esperase allí y salí en la busca de Paul. Esa no fue la única salida precipitada que hice aquella noche.

No tuve que buscar demasiado, Paul estaba cerca de la puerta del local, apoyado en el coche de Toni con un objeto blanco en la mano.

  • ¿Estás bien? –Paul se sobresaltó, no me esperaba.

  • No...

  • ¿Problemas con Toni?

  • ¿Tú que crees?

  • Si tenemos en cuenta que lo que tienes entre las manos es un retrovisor de su coche... diría que sí.

  • Eso es.

  • Sea lo que sea seguro que tiene arreglo, hablando todos llegamos a entendernos -dije yo en un ataque de tópicos para el consuelo.

  • He pillado al muy cabrón –prosiguió Paul con un tono mucho más formal y centrado que de costumbre- besándose con el hermano de tu amiga en los lavabos...

  • Joder –sólo atiné a decir eso.

  • Estaba celoso porque he estado bailando con él, y no se le ha ocurrido nada mejor que morrearse también con él para devolverme el favor.

  • Quizás el beso ha sido cosa de Javier, me consta que es un calientapollas.

  • ¿Te consta? –Interrogó sorprendido.

  • Sí, Ruth ha hecho algún comentario sobre eso... –me justifiqué.

  • Joder, no sé que hacer...

Y en aquel momento yo debía aconsejarle. El Juan bueno repetía en mi interior que debía consolarle y animarle a seguir con Toni, a decirle que Javier le había obligado a besarse con él, que Toni le quería sólo a él, que debía estar muy arrepentido. Pero el Juan malo me decía que hiciese justo lo contrario. Que le dijese cosas como que Javier y Toni ya habían estado liados durante nuestro viaje a Salou, que Toni no le respetaba, que no podía rebajarse y perder la dignidad de esa forma, etc. De mis palabras dependía bastante que Toni y Paul rompiesen y así poder disfrutar de mi amigo en los momentos de necesidad.

Pero finalmente la razón se impuso a la polla y el Juan bueno venció. No logré convencer a Paul, que decidió quedarse fuera mientras yo volvía a entrar, pero al menos logré serenarle, en el fondo no parecía un mal tío, sólo un poco corto de luces. Seguro que se estaba tiñendo el pelo cuando Dios repartió los cerebros.

Cuando volví a entrar, Natalia estaba bailando con Marc en una actitud que, de no conocer la predilección de Marc por los rabos, me habría puesto muy nervioso. Les ignoré directamente, quizás Natalia pensaba que podría ponerme celoso si la veía abrazadita a su mejor amigo... ¿celoso yo de Marc con lo agradecido que le estaba?

  • ¡Eyyy Juan! ¿Me traes otro? –Gritó Natalia cuando pasé por su lado. Mi novia tenía un vaso vacío en la mano.

  • ¿Qué estás bebiendo?

  • Vodka con lima –dijo ella con una sonrisa histérica de la que se deducía que no era el primero de la noche.

Dudé en traérselo o no, Natalia tenía 17 años y no era cuestión de facilitarle su acceso al alcohol y provocarle una adicción a los combinados, pero una lucecita se encendió dentro de mí. Caminé a hasta la barra y le pedí otro vodka con lima. Si Natalia quería desinhibirse un poco ¿quién era yo para impedírselo?

Cuando le traje su copa, estaba bailando en medio del grupo de amigos. Mi hermano me miró con seriedad desaprobando mi gesto.

  • Es menor, no deberías dejarle beber más... –me dijo al oído.

  • Sólo quiere divertirse –respondí con una mirada cómplice. Carlitos debía estar pensando que intentaba emborracharla para tirármela al final de la noche, que idea más... absurda. Les dejé bailando y me fui a los servicios.

Entré y me coloqué en el último de los urinarios, el más lejano a la puerta. En eso estaba cuando la puerta se abrió. Miré con disimulo al chico que acababa de entrar. Unos 30 años, moreno, cuerpo definido, vestido con una camisa inconfundiblemente Custo y unos pantalones posiblemente de la misma marca.

  • Hola.

  • Hola... –respondí sin mirarle, tenía una cosa entre manos lo suficientemente importante como para no poder desviar mi atención.

No es que me considere un especialista en detectar a tíos que buscan rollo, creo que aún tengo poco rodaje para eso, pero su gesto le delató. En vez de situarse en el urinario más alejado del que me encontraba yo, se sitúo justo a mi lado. No pude evitar lanzarle una mirada. Sus ojos clavados en mí y una amplia sonrisa dejaron claras sus intenciones. Le devolví la sonrisa.

  • La música es fantástica ¿no? –Solté con torpeza, ni si quiera sé por qué lo hice... bueno, sí lo sé.

  • Fantástica -respondió mientras se separaba del urinario y sus ojos descendían por mi cansada anatomía y se posaban en mi polla semierecta.

  • Aunque no es lo mejor de la noche... –añadí con mis ojos puestos en una nada despreciable polla circuncidada, ya en plena erección. Mi compañero de lavabo se la estaba acariciando.

Prometedora situación... pero no pudimos rematar el trabajo, la puerta se abrió de nuevo. Mi amigo se asustó y cortó con el juego. Se retiró, se lavó las manos y salió por donde había entrado. Cuando quise darme cuenta de quien había entrado, alguien me agarró la polla.

  • ¡Joder Marc! Parece que me sigues cada vez que voy a mear...

  • He visto que el tío que se ha ido y tú os la estabais mirando –me dijo sin soltarme la polla-. ¿Os he cortado el rollo?

  • Marc, suéltame la polla... –rogué.

  • ¿Te hubiese gustado que te la comiese? ¿Follártelo? –Sus caricias se habían convertido en una paja.

  • ¡Marc basta! –Grité. Marc me soltó y tras guardarme la polla como pude, me lavé las manos en silencio y salí del servicio.

Volví caminando hasta donde estaba el resto del grupo, sin dejar de pensar en lo que acaba de suceder. Una sensación de abatimiento se apoderó de mí. Me dio literalmente un bajón. Pensé en Marc tocándome la polla en el lavabo mientras mi novia se emborrachaba en la pista de baile. Pensé en el calientapollas de Javier revoloteando cerca de mí. Pensé en... en Carlos morreándose con Valeria frente a mis narices. Bueno, eso no tuve que pensarlo, lo vi en ese mismo instante con mis propios ojos.

"Tell it to my heart, tell me I'm the only one…"

Escuchar "Tell it to my heart" de Taylor Dayne fue el golpe de efecto que rompió mi equilibrio emocional aquella noche.

Continuará...