La vida de otro (59: Buenos y malos recuerdos)

La cena de Juan y Carlos en casa de Rosa les trareá muchos y muy buenos recuerdos, y entre ellos, algunos malos... en cualquier caso, con este capítulo conocerás mejor a Juan.

  1. BUENOS Y MALOS RECUERDOS

  2. ¿Has estado jugando con la PlayStation? –Pregunté.

  3. No... ¿por qué lo preguntas? –Respondió Carlos sin apartar la vista de la carretera.

  4. Porque conduces como si estuvieses jugando al Gran Turismo 3 ¿sucede algo?

Los escasos metros de asfalto que separaban un semáforo de otro en pleno Eixample de Barcelona eran devorados en pocos segundos por el Alfa de Carlos. Su pié parecía estar soldado al acelerador. Pero si la aceleración ya te ponía el vello de punta, ver como los retrovisores del 147 pasaban rozando los otros coches, te hacía sentir auténtico pánico.

  • Llegamos tarde... –respondió mi hermano entre dientes.

  • Me apuesto algo a que no conduces como Michael Schumacher sólo porque lleguemos tarde...

  • ¡Joder! –Gritó Carlos golpeando el volante-. Esta noche ya había hecho mis planes, pero la invitación de Rosa los ha jodido por completo.

  • No sabía que tuvieses planes... –mentí yo-. Pero podrías haberle dicho a Rosa que no podías ir a cenar a su casa hoy.

  • No, no podía decirle eso a Rosa...

  • ¿No puedes decirle a tu madre que no?

  • No quiero, Rosa se ha portado siempre muy bien con nosotros y ahora que empieza a reordenar su vida no podemos olvidarnos de ella. Sigue necesitando nuestro apoyo.

  • Bien, y si realmente crees en lo que estás diciendo ¿por qué te jode tanto haber anulado tus otros planes? ¿Tan importantes eran? –Quería oír de boca de mi hermano lo importante que era verse con Valeria...

  • Tenía una cita importante...

  • ¿Con quién? –Interrogué sin vacilar.

  • Con Valeria... –respondió. Por fin Carlos había pronunciado aquel nombre.

  • Vaya... veo que te cayó muy bien... –dije sin demasiadas ganas.

  • Valeria es una chica fantástica... –una sonrisa se dibujó en la cara de Carlos cambiando completamente su semblante.

  • Bien, no sé... tengo mis reservas, aunque ahora que es mi secretaria seguro que vamos a conocernos mucho mejor... –dije yo con una sonrisa maliciosa.

  • ¡Ey! Valeria me interesa... –me advirtió Carlos casi retándome.

  • Tranquilo... ya sabes que yo tengo otras prioridades...

  • ¿Prioridades como Natalia "la estrecha"?

  • Un chico listo mi hermanito... –le dije mientras apretaba su barbilla con la mano en un gesto al más puro estilo abuela sobona.

  • Tu cabeza igual tiene ciertas prioridades, pero tu polla siempre apunta a cualquier cosa que se mueva, o sea que vigílala la de cerca... jejeje.

  • Quizás necesitaré ayuda ¿quieres vigilarla tú? –Bromeé mientras me sujetaba el paquete.

  • Tu acércate a Valeria y verás como no se te vuelve a levantar en la vida... –dijo Carlos guiñándome el ojito derecho.

Lo cierto es que en los últimos días mi hermano y yo habíamos adquirido el hábito de picarnos o provocarnos con comentarios con bastante carga sexual. Antes del 31-J estos comentarios no hubiesen tenido demasiada relevancia, pero después de aquella noche... no sabía muy bien a donde nos llevaría esa actitud.

Como era de esperar, llegamos tarde. Rosa y Eduard nos estaban esperando para cenar. Mario, el hijo de Eduard, se había quedado a cenar en casa de un amigo. Nos sentamos los cuatro a la mesa, el pan con tomate nos estaba esperando.

  • ¿Qué tal va todo en vuestra nueva casa? –Preguntó Rosa para romper el hielo.

  • Bien, muy bien... es un piso muy espacioso y luminoso, a ver cuando os pasáis un día a verlo –respondió Carlos.

  • ¿Y qué tal con el hijo de Bárbara? –Rosa y Ricardo eran viejos amigos de los padres de Sergio.

  • Sergio ya no vive con nosotros...

  • ¿Se ha ido ya? –Pregunté con una emoción difícil de contener.

  • Sí, hoy se ha llevado la mayor parte de sus cosas a su nuevo piso.

  • Joder, es una de las mejores noticias que podías darme –dije con una sonrisa de oreja a oreja.

  • ¿Tan mal han ido las cosas entre vosotros? –Interrogó Rosa.

  • Muy mal, peor de lo que jamás había podido imaginar. Sergio tiene graves problemas de convivencia... –añadió Carlos en su tono políticamente correcto.

  • Vaya... con lo buen chico que parece. ¿Y ahora que haréis?

  • Bueno, eso está en manos de Juan... –Carlos me lanzó una de sus miradas de "te dije que no ibas a ser capaz"-. Él se comprometió a buscarnos un nuevo compañero de piso.

  • Cierto... –respondí con una sonrisa-. Pero no he tenido demasiado tiempo, además, no se me ocurren candidatos. No conozco a nadie que ahora mismo quiera independizarse...

  • Si queréis puedo preguntar en la redacción del periódico, allí suelen volverse locos por encontrar un piso de alquiler en Barcelona... –dijo Eduard.

  • Podría ser una buena idea... –respondió Carlos.

  • No sé... preferiría encontrar a alguien de confianza... –repliqué.

  • Tienes una semana más... hasta que Sergio se haya llevado todas sus cosas, si para entonces no has encontrado a alguien, elegiré yo... –dijo Carlitos con una sonrisa pícara.

  • Jejejeje... –sonreí.

  • Pues ahora que hablamos de casas... –continuó Rosa-. Yo estaba pensando en...

  • ¿En qué? –Interrogué.

  • Pues Eduard y yo habíamos pensado en... en que podríamos mudarnos a Barcelona. Así estaríamos más cerca del trabajo...

  • ¿Y la casa? –Preguntó Carlos temiéndose lo peor.

  • Pues Eduard alquilaría su casa de Castelldefels y yo... pues yo... –Rosa estaba apunto de decirlo- yo vendería esta casa...

  • ¿¿Venderla?? – Exclamé perplejo.

  • Sí, vender esta casa y comprarme un piso en Barcelona...

  • Obviamente compartiríamos gastos –añadió Eduard al ver nuestras caras.

  • No quiero parecer desagradable, pero ¿estáis seguros de esto? Quiero decir, ¿no es muy precipitado? –Dijo mi hermano midiendo el tono de sus palabras.

  • No vamos a casarnos... simplemente quiero mudarme a Barcelona, y si estoy bien con Eduard es normal que pensemos en compartir casa. Si las cosas no salen como esperábamos, siempre estamos a tiempo de echar marcha atrás... –respondió Rosa lanzando una mirada cómplice a su... su... ¿cómo se le llama a ese hombre que se tira a tu madre y le propone ir a vivir juntos y que no es tu padre? ¿Novio? ¿Amante? No, no... mucho mejor, como en los programas de la tele: compañero sentimental.

  • Bien, es vuestra decisión... –dijo Carlos.

Después de cenar, mientras los demás recogían la mesa, subí a la buhardilla para recuperar unos apuntes de la carrera que podían serme útiles para preparar un informe para el Departamento de Penal. Encendí las luces y caminé hasta el fondo de la habitación, donde el techo descendía casi hasta el nivel del suelo. Allí descansaba una especie de baúl de madera en el que Carlos y yo habíamos ido guardando los apuntes de la carrera. Un baúl que si no recuerdo mal, fue un regalo de nuestra abuela Mercè cuando vendió la torre que tenía en Cambrils junto a la playa.

Acaricié la tapa de aquel imponente baúl. Algún día me arrepentiré de no haber pasado más tiempo con mi abuela. Sentí haber desperdiciado toda una vida cuando murió mi abuela paterna y prometí no caer de nuevo en aquel error. Pero me ha vuelto a suceder. Hace unos siete años que no veo a mi abuela Mercè. Debería ir a hacerle una vista a Tarragona.

Abrí la pesada tapa y empecé a revisar los archivadores de cartón: Derecho Civil I (1999), Derecho Penal II (2000)... pero debajo de los archivadores de Carlos había una especie de caja metálica, una de esas latas con las que se embalan las botellas de cava. Movido por la curiosidad, aparté los archivadores y tiré de la caja. No recordaba haberla visto antes.

Destapé con suavidad la tapa. Estaba llena de papeles... bien, no eran exactamente papeles. En el interior de aquella caja se mezclaban sin demasiado criterio fotos, etiquetas, postales, programas de obras de teatro, entradas de cine, cartas...

  • ¿Encuentras esos apuntes? -Dijo Carlos a mi espalda. No puede evitar dar un salto al sentirme descubierto.

  • No, no... es que he encontrado una caja...

  • ¿Una caja?

  • Sí... –respondí tendiéndole la lata.

  • ¡Joder! Es mi caja de los recuerdos... la estuve buscando para llevármela al piso, pero no miré aquí, pensaba que sólo había apuntes en este baúl.

  • ¿Tienes una caja de recuerdos? –Pregunté yo sorprendido.

  • Sí... ¿tú no guardas ningún recuerdo?

  • Pues no sé... no suelo guardar... mmmmm ¿entradas del cine? –Dije mientras cogía una entrada de la caja.

  • ¡Ey! Mírala bien... –dijo Carlos tendiéndome de nuevo la entrada.

  • 21 de diciembre de 1989... greso l utu ro... ¿greso l utu ro II? –Interrogué tratando de descifrar aquellos caracteres casi borrados.

  • ¡Regreso al Futuro II! Joder que niño más corto de vista... jejeje. Son las entradas de la primera peli que viste en el cine...

  • ¡Alaaaaaa! No lo recordaba... ¿me llevaste a ver Regreso al futuro II? –Pregunté con una sonrisa.

  • Sí... el día del estreno además... jejeje, aún recuerdo tu cara de flipado al ver que los coches volaban.

  • Jejeje... que pena no guardar recuerdos de aquellos años... ¡Ohhhhhh! Una entrada de la Expo’92 de Sevilla... jejeje, ves eso sí lo recuerdo... ¡aún me duelen los pies de tanto andar!

  • Es curioso que en plena fiebre Barcelona’92 a Ricardo y a Rosa les diese por irse de vacaciones a Sevilla... ¡ay, qué tiempos! Por aquellos años aún se entendían... –el gesto de Carlos cambió de repente.

  • Ya ves, ahora ni se hablan... –dije yo.

  • ¿Y esta cinta?

  • No sé... tú sabrás, es tu caja de los recuerdos... jejeje –bromeé.

  • Espera... –dijo Carlos mientras se incorporaba y ponía la cinta en el equipo de música.

Casi recuperadas de un olvido necesario, las endulzadas palabras de la canción "Pisando fuerte" de Alejandro Sanz inundaron completamente aquella buhardilla.

  • Todos tenemos un pasado... jejeje –añadí.

  • ¡Ey! Esto tiene una explicación...

  • Claro, claro... jejeje.

  • ¡En serio tío! –Replicó Carlos-. Esta cinta me la grabaron para la fiesta que dieron Victoria y Jorge cuando se mudaron a la urbanización el verano del 93, aquella noche fue brutal. Gracias a esta canción tuve algo más que palabras con nuestra primita Lara... –dijo Carlos con una sonrisa.

  • ¿Con Lara? ¿¿En casa de tus tíos?? –Pregunté sin poder creer que mi hermano hubiese aprovechado una fiesta familiar para tirarse a mi prima.

  • ¡Ey! Que no fue nada serio... pero joder, yo tenía 17 años, mi novia me acababa de dejar por uno de mis compañeros del equipo de waterpolo... ¡tenía necesidades importantes que cubrir!

  • Jejejeje... claro y Lara era la que tenías más a mano... que cabrón eres Carlos.

  • Jejejeje... nos viene de familia.

  • ¿Te la follaste?

  • No, no... no quiso... decía que era virgen. Sólo me comió la polla en la habitación de sus padres... jejeje.

  • Jajajajaja... Lara comiéndote la polla en el piso de arriba, y yo haciendo el gilipollas y jugando a cualquier chorrada con mis amigos del cole... hay que joderse. Por lo menos la experiencia debió estar bien ¿no?

  • Ufff... no sé si la debe seguir mamando igual, pero por aquel entonces Lara no comía pollas, las devoraba. Toda una experta.

  • Debe ser cuestión de práctica... –de pronto volvió a mi cabeza la sesión de sexo oral del 31-J.

  • Ya ves... sólo de pensar en el tema me pongo... –dijo Carlos mientras se acariciaba fugazmente la entrepierna.

  • Estamos en una situación similar... -dije yo repitiendo su gesto.

  • Ya veo... pues si quieres... podríamos... –Carlos se quedó en silencio.

  • ¿Qué?

  • No, nada, nada... será mejor que dejemos la caja en paz, sólo me trae malos recuerdos. ¿De qué sirvió una noche tan especial como aquella si tres años después se mató Jorge? La vida es una puta mierda...

  • Mejor quedarse con los buenos recuerdos ¿no?

  • Ojalá pudiésemos... pero el pasado de cada uno está lleno de buenos y malos recuerdos. No se pueden separar. Aunque hay que saber relativizarlos, relativizar su importancia... fíjate, la mayor parte de mis recuerdos caben en esta caja... los buenos y los malos.

  • Pues ya puedes ir buscándote otra caja... aún te quedan muchos por guardar.

  • Jejejeje... vaya dos... –dijo Carlos mientras me abrazaba-. No hay quien nos gane a sentimentales...

  • Pues volvamos a la realidad nen, mañana nos toca trabajar o sea que ya va siendo hora de irnos.

  • Pues sí, vámonos. La caja de momento se queda aquí, espero tener tiempo para volver a esta casa antes de que Rosa tome una decisión.

  • Ojalá no tome una decisión... –dije yo recorriendo con la mirada aquella buhardilla que tantos recuerdos me traía.

Continuará...