La vida de otro (57: Una experiencia fuera de...)

Final del viaje a Port Aventura con un salvaje encuentro de Juan y uno de sus amiguitos en los lavabos del parque. Sin duda, una experiencia fuera de lo común.

  1. UNA EXPERIENCIA FUERA DE LO COMÚN

"Cuenta la leyenda que el espíritu del malvado príncipe Hu de Beijing se reencarnó en el cuerpo de un temible dragón. Ahora, 500 años después, cada vez que un hombre se atreve a montar en su lomo se desata toda la furia que habita en su interior. La dimensión de semejante criatura mitológica deja asombrados a todos los que lo ven, su estremecedor rugido se oye desde cualquier parte..."

Y no es para menos, con 48 metros de altura máxima, una velocidad que alcanza los 110 km/h y 8 loopings, el Dragon Khan, la montaña rusa estrella de Port Aventura, logra que el efímero minuto que tarda su tren articulado en recorrer la totalidad de los 1.266 metros de su recorrido se convierta en una experiencia fuera de lo común.

No era la primera ocasión que el Dragon Khan y yo nos veíamos las caras, pero a pesar de ello, la estampa de su estructura metálica bicolor, uno de los símbolos del parque, me pareció sencillamente imponente.

Rendidos ante la magnitud del reto, Paul, Natalia y Toni decidieron esperar en tierra. El estómago de Toni no había mejorado, así que lo mejor era no darle más vueltas. Natalia temblaba con solo oír las palabras montaña rusa. Y Paul, su motivo para no afrontar el reto no fue anunciado, aunque... ¿realmente le importaba a alguien lo que hiciese Paul?

Tras cinco breves minutos de espera en una cola pobremente tematizada, accedimos a la plataforma de la atracción. La suerte y el asistente de la atracción quisieron que Ruth, Jesús, Carlos y Valeria montaran en el vagón de cola y Jordi, Ángel, Marc y yo montásemos en la cabeza del tren. No pude evitar sentirme nervioso, aunque no sabía si me asustaban más los 8 loopings del Dragon Khan o la presencia de Marc en el asiento de al lado.

Cuando la vagoneta sale de la estación y desciende por una suave bajada pasando por encima de los pardillos que acaban de desocupar el asiento donde ahora estás tú, algo en tu interior te dice que has perdido la razón. Pero realmente no es hasta que el tren articulado es remolcado a una altura de 48 metros cuando empiezas a tomar conciencia de tu situación. En ese punto, las vistas de Salou son realmente impresionantes. Y fue en ese mismo punto cuando noté como una mano se posaba tímidamente sobre mi pierna y ascendía lentamente camino de mi paquete. Cuando sus dedos atraparon mi polla no pude contenerme:

  • ¿Qué coño haces Marc? –Susurré con la mirada clavada en mi compañero de asiento. Al otro lado, Ángel y Jordi reían a carcajadas.

  • Me moría de ganas de volverla a tocar...

  • Nos pueden ver... –respondí con brusquedad.

  • Necesito hablar contigo... te he estado llamando...

  • ¿No me digas? No había notado nada... –dije con sorna-. Bien, hablaremos, pero no ahora... una montaña rusa no me pareceee...

No pude terminar la frase, el primero de los descensos con los que la atracción te sorprende al terminar la ascensión, se abrió bajo nuestros pies. Una suave bajada... sólo un aviso. Luego el segundo descenso... y luego nada... sólo gritos, sólo descargas de adrenalina.

Vale, el chico sólo quería tocarla y yo fui muy brusco con él, ¡pero ni que mi polla fuese Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO! Con tanta tocada de huevos, uno se pone malo... y luego la culpa siempre es de Juan.

De nuevo con mis Acupuncture azules clavadas en el suelo, empecé a recuperar mi orientación... pero no precisamente la sexual, más bien la geográfica. Natalia me abrazó y me sorprendió con un tierno beso en los labios.

  • ¿Qué tal el viajecito?

  • Realmente una experiencia orgásmica... –especialmente por las caricias de Marc, claro. Por si cabe alguna duda esto último no se lo dije a Natalia.

La siguiente parada en nuestro itinerario fue La Cantina en el área de México, había que reponer fuerzas. Degustar un plato de chile con carne mientras la música atronadora de un grupo de mariachis te acompaña en una especie de plaza mayor de un tópico pueblo mejicano, es uno de los detalles que hacen especial Port Aventura. Quizás su uso y abuso de tópicos mejicanos como el zorro, las rancheras o los mariachis, no se correspondan con la imagen real de México. Quizás la comida, que sin ser mala no dista mucho de los platos mejicanos de la franquicia de fast-food Cantina Mariachi, no te transporte gastronómicamente hablando al México real, pero el encanto de esta área temática radica precisamente en eso... en lo que tiene de caricatura o de cuento.

De México a Far West. A pesar de alguna cara de cansancio y de las interminables quejas de Paul (y es que a quién se le ocurre ir a un parque temático con botas de piel), nos faltaba mucho por recorrer aún. Al llegar a Stampida, otra de las atracciones destacadas del parque que cuenta con el privilegio de ser la montaña rusa de madera de doble vía más rápida del mundo, me disculpé del resto del grupo para ir al baño. Mentiría si dijese que no esperaba que sucediese lo que sucedió después.

Entré en lavabo que hay justo después del área de juegos de Far West y me puse a lavarme las manos para hacer tiempo. No me equivoqué... pocos minutos después entró Marc. El lavabo esta vacío en aquel momento.

  • ¿Ahora me vas a escuchar? –Dijo Marc con un tono de súplica.

  • Tú dirás... –dije fingiendo poco interés.

  • Te he estado llamando estos días y supongo que te habrás cagado en mí más de un millón de veces... –asentí con la cabeza-. Pero es que necesitaba llamarte, aunque no me atreviese a hablarte... estoy hecho un lío.

  • Supongo que todo esto tiene que ver con nuestra noche con Damián en Deltebre...

  • Eso es... Damián y tú sois las dos únicas personas que conocen mi secreto... pero con él no puedo contar, desde aquel día no hemos vuelto a hablar. ¿Sabes lo que se siente cuando tu mejor amigo te deja tirado justo en el momento que afrontas uno de los problemas más importantes de tu vida?

  • Imagino... –dije yo haciéndome cargo de su situación, algo parecido había vivido.

  • ¿Y sabes lo que se siente cuando la normalidad en tu vida se esfuma y da lugar a mil sentimientos opuestos que te golpean en la cabeza y te oprimen el pecho sin dejarte respirar?

  • ¿Tú que crees? –Era obvio que Marc se imaginaba que yo había pasado por una situación similar.

  • Bien... pues conjuga esos dos sentimientos y sabrás como me siento ahora. Por eso necesitaba hablar contigo, eres la única persona con la que puedo hablar de esto... –los ojos de Marc empezaron a humedecerse. Le abracé.

  • Ey... –murmuré-. No te pongas triste Marc. Yo no soy quien para darte consejos sobre lo que te está sucediendo, porque ni siquiera soy capaz de afrontar mis propias preocupaciones, lo que sí puedo decirte es que con el tiempo los problemas que hoy te parecen insalvables, se acaban resolviendo, o al menos dejan de parecerte tan importantes.

  • Sí, ya... es lo de siempre... el tiempo lo cura todo. Quizás necesitaré tiempo, pero lo que necesito ahora es apoyo...

  • Cuenta conmigo Marc –dije sin vacilar.

  • Eso lo dices ahora... pero cuando se acabe este día, te olvidarás otra vez de mí...

  • Yo no me he olvidado nunca de ti, ni pienso hacerlo. Tienes mi número de teléfono y si me das el tuyo –le dije guiñándole el ojo- te aseguro que mantendremos el contacto. Puedes contar conmigo tío... –volví a abrazarle.

Fue en ese momento cuando un chico del personal de limpieza del parque entró en los lavabos, llevaba una garrafa de jabón para las manos. Tuve el tiempo justo para separarme de Marc. Y entonces improvisé. Supuse que para quedar más natural debía hacer lo que suele hacerse en un baño público, ¿y qué se hace en un baño público? Pues mear, claro. Me dirigí a uno de los urinarios que estaban sujetos de la pared, me bajé el cierre de los pantalones y me saqué la polla. El abrazo con Marc había despertado a mi juguetona amiga, así que no iba a ser fácil proceder en esas circunstancias.

En eso estaba cuando vi que Marc seguía mi ejemplo y se situaba justo a mi lado. Repitió el proceso, se sacó la polla... ¡qué polla, que recuerdos! Y se dispuso a mear. Yo giré la cabeza hacia el lado opuesto, tratando de evitar que mi polla se pusiese más dura aún, y empecé con lo que había ido a hacer.

Me la estaba sacudiendo después de terminar, cuando escuchamos a nuestras espaldas que el chico de la limpieza salía del lavabo. Solos de nuevo y aún con la polla fuera. La reacción de Marc no por deseada fue menos inesperada. Se agachó y cogiéndome la polla con una mano, se la metió de golpe en la boca. No me corrí porque hice un esfuerzo titánico por evitarlo. Para estar pasando un momento de confusión, lo cierto es que el chico se lanzó sobre mi polla con una facilidad sorprendente... sería el hambre acumulada.

  • Aquí no, nos pueden ver tío... –dije casi sin voz. No es fácil pedirle a alguien que te está comiendo la polla y los huevos con absoluta desesperación, que se detenga para buscar un sitio mejor.

Marc se levantó liberando mi polla y apretándome contra el urinario me besó con furia. Demasiado fuego... sólo había una forma de apagar aquel incendio. Arrastré a Marc hasta uno de los compartimientos cerrados del lavabo y nos metimos en él. A partir de entonces no hubo tregua. Marc se arrodilló de nuevo, me bajó los pantalones de un tirón y volvió a meterse mi polla en la boca. Esta vez mi culo también fue objeto de sus atenciones y sus dedos empezaron a dilatarlo. Su boca bajó y subió a lo largo del tronco de mi verga sin parar. Las únicas pausas que hacia Marc eran para dedicarse a lamer mis huevos y a jugar a metérselos en su boca. Pero mi compañero de juegos rizó el rizo cuando deslizándose entre mis piernas, su boca quedó a la altura de mi culo. Ufff... sin palabras.

Estaba a punto de correrme sin tocarme la polla cuando tiré de Marc hacia arriba. Volvimos a besarnos, esta vez sabiendo que su lengua había recorrido cada milímetro de mi polla y mi culo. Le quité la camiseta y empecé a lamerle los pezones, el pecho, los brazos, el abdomen, el ombligo... abrí el cierre de su pantalón y se lo bajé. Su polla totalmente erecta quedó ante mí bajo unos boxers blancos. Donde descansaba su capullo se apreciaba una evidente marca de líquido preseminal. De ahí a empezar a comerle la polla, un paso.

Cuando su rabo quedó perfectamente lubricado por mis cuidados, le di la vuelta. Escupí en su agujero y empecé a jugar con uno de mis dedos. Marc se reclinó sobre el retrete y abrió inevitablemente sus piernas y sus nalgas, una imagen difícil de superar. Seguí jugando con mis dedos en su culo hasta que sus súplicas no se hicieron esperar...

  • Métemela... –Masculló Marc, recé para que no hubiese nadie más en el baño.

¿Y qué debes hacer cuando un adolescente de 17 años que está buenísimo te pide, mientras está frente a ti con el culo abierto, que le metas la polla? Pues metérsela. Saqué un condón de mi cartera, me lo puse y empecé a clavársela. Así de sencillo. Aunque en la práctica, la penetración costó un poco más. No es fácil meterse una polla como la mía y quedarse tan ancho... y nunca mejor dicho.

Me lo follé como hacia tiempo que no me follaba a un tío, bueno, ni a una tía. Nuestros gemidos eran audibles en aquel silencioso lavabo, pero poco nos importó entonces. No oíamos ni sentíamos nada más allá de aquella penetración tan placentera. Su culito era una auténtica fuente de placer.

Unos minutos después, Marc empezó a correrse en la tapa del retrete. Yo hice lo propio en su interior, eso sí, debidamente protegido. Me retiré de encima de Marc que aún jadeaba, y empecé a quitarme el preservativo...

  • Espera... –dijo mientras completaba la operación con sus hábiles manos.

Cuando me hubo retirado el condón, se lo llevó a la boca. No negaré que me sorprendió su gesto, aunque si no fuese porque me acababa de correr, seguramente mi polla se hubiese puesto dura.

  • Quería probarla... –añadió con una pícara sonrisa cuando mi esperma había desaparecido en su garganta. Un chico realmente... ¿viciosillo?

  • Va... ahora salgamos de aquí... –dije mientras me acomodaba la ropa.

  • Espera –Susurró Marc. La puerta del baño se acababa de abrir. Oímos pasos. Después una cremallera y acto seguido el inconfundible sonido de alguien meando. Marc y yo permanecimos inmóviles.

El ruido de un grifo que se abre, y luego de nuevo unos pasos. Posiblemente nuestro visitante había salido ya del servicio. Esperamos unos segundos más y salimos del retrete. Primero Marc y detrás de él salí yo. Craso error. Habíamos tentado demasiado a la suerte... en ese mismo instante entró alguien en el lavabo. Demasiado tarde para esconderse de nuevo, Ángel ya nos había visto salir juntos del compartimiento.

  • Perdón, me dejé el móvil al lavarme las manos –murmuró Ángel atónito.

  • Esto no es lo que parece... –susurró Marc. Ángel nos miró con cara de "¿y qué es lo que parece?"

  • No, no... si hay muchas chicas que van de dos en dos al lavabo... ¿por qué no pueden ir dos chicos juntos? Además, ¿no hacéis los hetero eso de comprar el tamaño de vuestra polla? –Ángel parecía un tanto cabreado.

  • Juan me estaba ayudando a...

  • Oye chaval... –le dijo Ángel a Marc-. Que no os he pedido explicaciones, que vosotros sabréis lo que hacéis. Pero en tu caso Juan... me jode que hayas tenido tan pocos cojones para ser sincero conmigo... -Ángel se dio la vuelta y salió del baño.

Yo fui el siguiente en salir. Para no levantar sospechas Marc diría que acababa de salir del baño y yo esperaría en la tienda que había junto a los servicios.

El plan esta vez no falló. Marc se reunió con el resto del grupo a la salida de la Stampida y sugirió que fuesen a buscarme a la tienda de regalos. Y fíjate tú por donde, allí estaba yo dudando entre comprar un peluche de la Pantera Rosa o uno de Woody para Natalia.

Eran casi las ocho de la noche cuando salimos de la última atracción que visitamos, Gran Canyon Rapids... un entretenido paseo en un donut gigantesco por una reproducción en cartón-piedra del Gran Cañón de Colorado, a escala, eso sí. Por el sistema de megafonía del parque se anunciaba su inminente cierre, era hora de volver a casa. Ángel no volvió a dirigirme la palabra el resto del día y Marc se adosó a Natalia al tiempo que la alejaba de mí. Eso sí es matar dos pájaros de un tiro.

Cuando llegamos al coche de mi hermano, Natalia y Marc se sentaron detrás, Carlos me pidió que condujera porque él estaba demasiado cansado hasta para eso.

  • Hay que ver lo que cansa patearse todo Por Aventura... aunque ha merecido la pena la caminata, ¿no? –Dijo Carlos intentando romper el silencio.

  • Mucho –respondió Natalia con una sonrisa mientras se acomodaba en el asiento trasero del Alfa como si quisiese fundirse en él.

  • Un día para no olvidar... –añadí.

  • Si ya lo dice su eslogan: "Universal Mediterránea, una experiencia fuera de lo común" –murmuró mi hermano.

  • Totalmente de acuerdo –respondí. Carlos no se imaginaba hasta que punto era cierto ese eslogan.

Continuará...