La vida de otro (52: ¿Y tú qué coño sabes tú...)

Juan conocerá a los primos de Sergio, Eloy y Eva. Sergio organizará una cena a la que invitará además a algunos amigos suyos. Su vena homófoba volverá a relucir en esta reunión.

  1. ¿QUÉ COÑO SABES TÚ DE LOS MARICONES?

  2. Diles que a una tía mía que se dedica al cultivo del mango en Lleida la ha atropellado una excavadora de las que trabajan en las obras del AVE Madrid-Lleida, total con la de accidentes que han tenido esas obras, seguro que cuela... –bromeé yo mientras iba camino de la puerta del piso.

  3. ¡Quieto! –Soltó Carlos en un grito ahogado-. En Lleida no cultivan el mango, es una fruta tropical...

  4. Mmmmm... ¿han probado en un invernadero?

Mi hermano me cogió con fuerza del brazo y empezó a arrastrarme camino del comedor. Mis pies hacían presión contra el suelo. No quería entrar en aquel salón.

  • Como no entres ahora mismo en ese salón, el único mango que correrá peligro será el que tienes entre las piernas.

  • ¡Ni se te ocurra! Yo también sé donde guardas el tuyo... jejeje –dije con una insultante intención de provocarle.

Mi hermano me miró con picardía pero no respondió. Aquella era la primera vez que hacíamos referencia a nuestras herramientas después de la noche del 31-J. Vale, quizás yo me había pasado un poco con la provocación, ¿pero quién había empezado?

  • Hola... –dije nada más cruzar la puerta del comedor.

  • Hola –respondieron al unísono.

  • Éste es Juan, mi otro compañero de piso, Carlos y él son hermanos –les dijo Sergio a sus primos-. Juan, estos son Eloy y Eva, mis primos.

  • Encantado –dije mientras Eva me plantaba un beso en cada mejilla.

Eva: unos 19 años, rubia de bote, eso sí, con unas mechas hechas en la mejor peluquería de Madrid, estatura media, aspecto de mujer adulta, a lo que contribuían su camisa blanca de Purificación García y su falda tejana. Eloy: unos 16 años, pelo castaño muy claro, delgado y tan alto como yo, con cara angelical, pantalones tejanos muy anchos, zapatillas de skater y... ¡Oh! No puede ser... camiseta de Pull&Bear.

Saludé a Eloy con un apretón de manos y nos sentamos. En la mesa había algunos aperitivos y un par de botellas de refrescos. Me serví un vaso de naranjada. Aquello parecía una fiesta de cumpleaños.

  • ¿Y qué os ha parecido la ciudad? –Interrogó Carlos en ese tono conciliador y integrador del que suele hacer gala en toda reunión social.

  • Pues hemos visto muy poco, hemos venido directamente del aeropuerto a casa... –respondió Eva.

  • Habrá tiempo para que conozcáis mejor Barcelona, pero hoy mejor descansáis del viaje... –añadió Sergio.

  • ¿Descansar? Pero si hemos venido en puente aéreo... tampoco es para tanto –replicó Eloy. El chico prometía.

  • Podemos salir a cenar y a dar una vuelta si os apetece... –propuse yo.

  • Mejor cenamos todos juntos en casa –interrumpió Sergio-. Ya he invitado a unos amigos míos que quiero que conozcáis.

  • Pues habrá que dejar la salida para otro día... –sentenció Carlos.

Miré a Eloy y nuestras miradas se cruzaron. Una mueca de disconformidad se reflejó en su gesto. Yo simplemente le sonreí y le guiñé el ojo. Habría más noches para conocer la marcha nocturna de Barcelona, si la Fiera no lo impedía, claro.

Tras la merienda, Sergio acompañó a Eloy y a Eva a sus improvisadas habitaciones. Una punzada en el estómago me sacudió. Aquella cena no iba a ser muy agradable, al menos para mí.

Una hora después, me había duchado y cambiado de ropa. Cuando volví al comedor los amigos de Sergio ya habían llegado. Si no me fallaba la memoria, eran las mismas dos parejas que Sergio había invitado la noche de la fiesta de inauguración del piso.

  • Juan, supongo que les recordarás, son Esther, Isaac, Laura y Martín... –dijo Sergio al verme.

  • Les recuerdo –mentí-. Buenas noches a todos, estáis en vuestra casa –dije con una fingida cortesía antes de desaparecer de nuevo.

No estaba preparado para otra cena con aquella panda de policías de la SS alemana, pero qué podía hacer, largarme en aquel momento hubiese sido de una absoluta falta de educación. Fui hasta la cocina donde había visto a Carlos momentos antes, pero en vez de encontrarme a mi hermano, me encontré con el primo de Sergio.

  • Hola –le dije al entrar.

  • Hola –respondió él mientras dejaba el zumo con leche que se estaba tomando encima del mármol.

  • ¿Qué haces aquí solo? ¿No deberías estar en el comedor con los demás? –Interrogué.

  • Debería, sí... pero los amigos de Sergio me resultan insoportables. Odio a ese tipo de gente pija que se da esos aires de superioridad.

  • Ya veo... pero bueno, son los amigos de tu primo, en cierto modo Sergio es como ellos... –añadí yo.

  • Eso es...

  • ¿Entonces?

  • ¿Entonces qué?

  • Si dices que no soportas a ese tipo de gente y tu primo es de ese tipo de gente...

  • No soporto a mi primo –Eloy terminó la frase-. Si quieres que te diga la verdad, mi hermana es como ellos y ella fue la que se empeñó en aceptar la invitación de Sergio. El problema es que mis padres no la dejaban venir sola a Barcelona. Pensé que si venía con ella al menos podría conocer la ciudad, pero al paso que vamos, Sergio...

  • Lo organizará todo... –sentencié yo.

  • Eso es. A no ser que alguien se ofrezca a descubrirme otros aspectos más interesantes de la ciudad que las tiendas de Burrbery, Carolina Herrera, Pedro del Hierro y compañía...

  • Bueno, es difícil encontrar sitios más interesantes de los que has descrito en esta ciudad, pero si quieres podemos intentarlo... –dije con ironía.

  • Pero tú trabajas y yo sólo voy a estar tres o cuatro días más en la ciudad –dijo Eloy con un gesto de decepción en la cara.

  • Tranquilo, seguro que encontramos tiempo...

  • ¿Tiempo para perder con un crío como yo? No creo. Tú eres un hombre muy ocupado... –me hizo cierta gracia como remarcó las palabras "crío" y "hombre".

  • Nada de eso tío, de verdad que estaré encantado de enseñarte la ciudad. Encontrar un madrileño con interés por conocer Barcelona es algo que no te sucede todos los días... jejeje.

  • Jejeje... tienes muy mal concepto de los madrileños, habrá que hacer algo para mejorarlo...

¿Hacer algo? Mmmmm... se me ocurrieron en aquel momento varias cosas que podría hacer aquel adolescente tan apetecible para hacer que mi opinión sobre los madrileños mejorase radicalmente, entre ellas estaba la de que se arrodillase frente a mí, me abriese el cierre de los pantalones, sacase mi polla fuera y se la empezase a comer. "¡Juan!" Gritó una voz en mi interior: "Contrólate, que sólo es un chaval de 16 años que quiere conocer Barcelona". Bien, "contrólate", me repetí. Pero mi polla no pareció escucharlo.

Cuando llegó la cena que Sergio había encargado a un restaurante japonés, nos sentamos a la mesa. Martín hizo los honores y descorchó una botella de vino que ellos mismos habían traído. Esa fue su única aportación a aquella cena.

  • Pues no sabéis lo que me ha sucedido hoy... –soltó Laura con brusquedad rompiendo un silencio algo incómodo.

  • ¿Lo de tu compañero de trabajo? Otras sí, cuéntaselo... es para alucinar –añadió su novio Martín.

  • Veréis, yo trabajo en el departamento de Recursos Humanos de una compañía superimportante de este país. Pues resulta que una compañera mía se ha enterado por la novia de su hermano, que un chico que trabaja con nosotros está liado con alguien de la empresa... -todos nos miramos estupefactos ¿a qué venía el rollo que nos estaba soltando Laura?

  • Liado con alguien de la empresa... -repetí yo- ¿Y qué problema hay? –Interrogué en nombre de todos.

  • Pues ninguno si no fuese porque está liado con el guardia de seguridad de la empresa... –tenso silencio, sólo unas miradas de complicidad de Sergio, Martín e Isaac-. ¿¡Os lo podéis creer!? Un tío supermajo y supertrabajador, al que todos teníamos un aprecio muy grande resulta que nos ha estado engañando y está liado con el guardia de seguridad... ufff. La noticia ha sido un bombazo en la empresa, no debe haber nadie que no lo sepa ya.

De eso te habrás encargado tú, mala puta... pensé para mis adentros. Es curioso que cuanto más intentas evitar un tema de conversación en una reunión de este tipo, más suele hablarse de él. Mi imaginé por un momento la situación del compañero de Laura y me estremecí. Un secreto a voces.

  • Es alucinante como aparecen casos de este tipo últimamente –dijo Sergio a modo de reflexión.

  • Vaya, la culpa la tiene la televisión que fomenta este tipo de actitudes en programas frívolos y poco responsables –matizó Martín.

  • Son como una plaga. Antes la gente de este tipo, si lo eran, se callaban y punto. Porque sabían que debían callarse y hacer una vida normal. Pero ahora... ahora ya no hay moral ni nada... ahora parece que todo vale. Nos estamos cargando el mundo civilizado –continuó Sergio.

Empecé a removerme en mi silla... "normal", "mundo civilizado", "gente de este tipo"... no iba a poder aguantar frases como esas por mucho más tiempo. Carlos, que estaba sentado frente a mí, me miró fijamente y pareció decirme: "no abras la boca, no lo empeores".

  • Sergio, pensaba que habíamos quedado en que nos controlaríamos... –Mi hermano intentó recordarle a Sergio su promesa de controlarse un poco más con el tema de la homosexualidad.

  • Sólo estoy expresando una opinión, no hago mal a nadie. ¿No es justo desear un mundo seguro para mis hijos? Con sólo pensar que en un futuro mis hijos pueden tener contacto con gente desviada como esa... me horrorizo. Hablamos de gente con un severo trastorno mental, con conductas sexuales extremadamente peligrosas...

  • En 1973 la Asociación de Psiquiatría de los Estados Unidos quitó a la homosexualidad de su lista de desórdenes mentales, y en el 92 la OMS la eliminó de su Clasificación Internacional de Enfermedades –dijo Eloy con hilo de voz justo antes que yo abriese la boca para mandar a la mierda a Sergio, me levantase y me fuese de esa puta mesa. ¿La Homosexualidad una enfermedad? Sus palabras sí que me estaban poniendo enfermo.

  • Vaya... no sabía que estabas tan enterado sobre ese tema –dijo su hermana con la mirada clavada en Eloy.

  • Diga lo que diga la ONGS o lo que sea, yo creo que los homosexuales están mal de la cabeza. Hacer le amor con alguien de tu mismo sexo es antinatural... –bramó Laura con su voz estridente e insoportable.

  • Pero a ver, seamos lógicos, estamos hablando de un colectivo que supone un 10% de la sociedad. Un colectivo que no contribuye a la procreación de la especie, que no produce, que no... sirve para nada. Un colectivo que se extiende en nuestra sociedad inculcando valores antimorales. Nos inunda su cultura, su música, su estética, su forma de vida... nos contaminan. Los homosexuales corrompen los valores de nuestra sociedad –Sergio seguía con su incesante ristra de barbaridades acerca de la homosexualidad.

  • Estás diciendo estupideces... –interrumpió Eloy con voz temblorosa-. Cada persona es un mundo, y dentro del colectivo gay hay gente con valores e ideales tanto o más respetables que los tuyos. Lo único que les diferencia de un hetero es su orientación sexual, y eso forma parte de la intimidad de cada uno...

  • Tú calla... –rugió Sergio.

  • No, él no se calla... el que se tiene que callar eres tú, que no haces más que decir gilipolleces tío. Que tienes un discursito que parece salido de un documental sobre el Holocausto Nazi –dije yo sin poder controlarme más.

  • Él se calla porque soy su primo y se lo digo yo. Él no sabe nada de todo esto...

  • Sé mucho más de lo que te imaginas... –interrumpió Eloy. Los ojos de Sergio se inyectaron en sangre, empezaba a perder su fingida calma.

  • ¿Qué coño sabes tú de los maricones?

  • Lo mismo que sabes tú de los heterosexuales.

Continuará...