La vida de otro (5: Toni)

Su mejor amigo le hace una mamada en el coche, algo que le costará encajar a Juan.

  1. TONI

Tras detener el coche, los dos permanecimos callados unos minutos, que se hicieron eternos. El silencio era abrumador, ninguno de los dos se atrevía a dar el paso. Me giré y Toni tenía la vista puesta en mí, interrogándome con la mirada, esperando una respuesta. Y entonces me olvidé de todo. Empecé a desabrocharme lentamente los botones del pantalón, me incorporé ligeramente y me los bajé dejando a la vista mi abultado paquete bajo un reducido slip.

Toni volvió a mirarme a los ojos e intuyendo en mi mirada un consentimiento para el que no hicieron falta palabras, se acercó a mí, me besó suavemente en el cuello y empezó a acariciarme la polla por encima de la ropa interior. Sus caricias empezaron a tener sus efectos y mi polla asomó por el elástico del slip.

Toni empezó a lamerme por encima de la fina tela, acercando sus nariz como impregnándose del aroma que desprendía mi cuerpo. Suavemente deslizó el slip haciendo que mi polla saltase como un resorte. La miró como deleitándose con algo que hacía tiempo deseaba ver, y empezó una suave paja, tan suave que lograba darme un placer indescriptible, tan suave que estuve apunto de gritarle que acelerase el ritmo para correrme de una vez. Cuando pensaba que eso era la culminación del placer, Toni empezó a acercar sus labios a la punta de mi polla. La visión de un tío tan cerca de mi verga fue brutal, y mi excitación creció aún más si cabe. Toni se metió de una vez toda mi polla en la boca y empezó una mamada como, y lo digo sinceramente, ninguna tía me había hecho antes.

Toni inició un suave movimiento y empecé a notar la presión de sus labios sobre el tronco de mi polla. Después la sacó, la observó brevemente, y empezó a pasar su lengua por mi capullo que empezaba a rezumar líquido preseminal. Deslizó su lengua por todo el tronco hasta llegar a mis huevos que lamió con intensos lengüetazos, como si mi polla fuera la última que vería en su vida. Su lengua recorrió mis ingles, y levantándome ligeramente del asiento trazó un desesperante camino hacia mi culo. El placer de tener la lengua de Toni tan cerca de esa parte de mi cuerpo, fue brutal, imposible de comparar con nada de lo que hasta entonces había experimentado.

Rozando el orgasmo presioné la cabeza de Toni, y sujetándola con firmeza empecé a mover frenéticamente mis caderas follándole la boca. Ni tiempo tuve de advertirle antes de que mi polla empezara a lanzar chorros de leche que fueron a parar directamente a su garganta y que él tragó sin contemplaciones.

Después de aquella espectacular corrida y de un brutal orgasmo, Toni limpió totalmente mi polla saboreando los restos de semen que quedaban.

Y en ese momento fue cuando volví a tocar de pies en el suelo. Antes de que mi erección desapareciera del todo, guardé mi polla subiéndome los calzoncillos y los pantalones. Y ni siquiera fui capaz de mirar a Toni.

Volví a poner en marcha el motor y, tras dar la vuelta en el llano que se abría al final del camino, volvimos a la carretera. Sin mirarle, podía intuir que Toni tenía la vista clavada en mí.

  • Gracias por preguntar si quería correrme yo también. –Murmuró con una voz en la que se intuía cierta tristeza. No lo contesté, tan sólo quería llegar a su casa y no volverle a ver.

Unos diez minutos después detuve el coche en la puerta del chalet de sus padres. Y sin mirarle le dije:

  • Baja del coche.

  • Juan, puedes estar tranquilo, de mi boca no saldrá una palabra. Hemos hecho algo que nos apetecía, no le des más vueltas.

  • Baja del coche. -Repetí como un autómata.

Y Toni salió del coche cerrando tras de si con un portazo. En la vuelta hacia mi casa las lágrimas empezaron a enturbiarme la vista. La sensación de arrepentimiento me apretaba el pecho, dificultándome la respiración. Me sentía como un puto cabrón. Por haber traicionado a mi novia, por haber tratado así a Toni, y lo que era peor, por haber sentido tanto placer en manos de otro hombre.

Al llegar a casa, y con los ojos llenos de lágrimas, abrí la puerta del parking comunitario. Aceleré bruscamente y descendí por la rampa. Antes de llegar a nuestra plaza se cruzaron en mi mente todas las cosas que habían pasado esa noche. Cuando abrí los ojos de nuevo el capó del coche estaba literalmente estampado en una columna y un hormigueo recorría mi cuerpo.

Cuando crees que las cosas van mal, te equivocas, aún pueden ir peor. Ya no podía más, dejé el coche allí en medio y subí a mi casa. Me desvestí y me estiré en la cama. Me sentía un tanto dolorido por el golpe, pero mucho más por lo que había sucedido esa noche. Antes de dormirme escribí un mensaje con el teléfono móvil:

"Ana te quiero."

Continuará...