La vida de otro (49: Una chica como tú)

Vuelta a la vida real después de las vacaciones y esperado reencuentro de Juan con Natalia.

  1. UNA CHICA COMO TÚ

El que dijo que trabajar es vida o que honra a las personas seguro que no trabajó en su vida. Septiembre, mes de vuelta a la actividad... vuelta al colegio, al trabajo, a la actividad política, a la programación habitual de las cadenas de TV... en Septiembre todo vuelve y sólo hay algo que se va: tus vacaciones, extrañas compañeras que no verás hasta dentro de un año. Casualmente, el aumento de la actividad en mi vida es inversamente proporcional a mis ganas de trabajar.

Posiblemente no haya un sonido más odioso en el mundo, después de un Directo de Enrique Iglesias, que el sonido de un despertador. Ese repetitivo y doloroso ruidito junto a tu cabeza que te recuerda cuan desgraciado eres por no haber nacido hijo del Sultán de Brunei.

Después de una reconfortante ducha me he arrastrado hasta la cocina, Sergio estaba devorando un plato de cereales con fibra. No me ha parecido demasiado entregado a una conversación matinal sobre el tiempo u otros temas de igual trascendencia, así que he optado por pasar lentamente junto a la Fiera casi dormida, y me he servido un bol de Choco Krispies... algún día creceré, aunque no sé cuando.

  • Mis primos llegarán pasado mañana –ha rugido Sergio sin previo aviso.

Del susto casi pierdo el control de la cuchara y me lanzo por encima de mi traje de Roberto Verino la leche y los cereales.

  • Pues muy bien... –he dicho sin más.

  • Te lo digo porque parece que no te gusta demasiado la idea.

  • ¿Cambiaría algo si te dijese que no me gusta la idea?

  • No –ha respondido Sergio con rotundidad-. Mi primo y yo dormiremos en mi habitación y mi prima en la cama del despacho.

  • Claro... –he respondido. Era obvio que en casa de Sergio los chicos duermen con los chicos y las chicas con las chicas. Así les va.

  • No causarán ningún problema, así que te agradecería que fueses simpático con ellos.

  • Lo seré, no conozco de nada a tus primos, así que les concederé el beneficio de la duda. Pero que quede muy claro que no lo hago por ti –he dicho tajantemente.

  • Veo que aún me guardas rencor por poner orden en la fiesta de inauguración del piso.

  • El único desorden en el que deberías poner orden es en el que tienes dentro de tu cabeza.

  • Para desordenes, en este caso morales, los de tus amiguitos...

  • Sergio, no empecemos a discutir de nuevo –le he dicho yo cansado de batallar siempre por el mismo tema-. Hagamos una tregua hasta que se marchen tus primos...

La Fiera me ha mirado con ojos incrédulos y sin decir nada más, ha dejado el plato en el lavavajillas y ha salido de la cocina. Yo he hecho lo propio con mi plato y he salido camino del despacho. Mi hermano no estaba en casa, así que he deducido que ya debía haber salido.

Puntual como un reloj de sol en un día nublado he llegado a "Lafarge i Associats". Cuando entraba en el edificio pensando en Sergio y en la vista de su familia, deseándole que algún día la vida se encargue de demostrarle que hay que aprender a respetar a los demás, me cruzado con un hombre que me ha resultado familiar.

  • ¡Juan! ¿Qué tal las vacaciones? Pasa, pasa... entremos en mi despacho... quiero hablar contigo –me ha soltado un bronceado señor de unos 50 años que aparentaba ser mi padre 3 semanas de sol africano después y 21 días de cócteles bajo las palmeras de un complejo recreativo después.

  • Te veo muy... muy...

  • ¿Bronceado? –Ha dicho Ricardo con una sonrisa.

  • Oscuro diría yo... ¿has descubierto tus orígenes africanos en tu visita a las Seychelles?

  • Muy gracioso hijo... pues mis orígenes quizás no, pero los orígenes del mundo creo que sí. Aquello es como estar en el paraíso, menos mal que Sara escogió el destino...

  • Me alegro. Supongo que ella habrá disfrutado como una niña pequeña... –algo que se entiende si valoramos su madurez mental.

  • Sí, sí... está fascinada. Se quedó prendada de las tortugas gigantes, de la playa de Anse Source d’Argen en la isla granítica del La Digue, de los cientos de pájaros que vimos en Bird Island, de la gastronomía... ¡de todo!

  • Vaya, algo espectacular por lo que veo...

  • Algo sin comparación. Dios, si hasta probé el Fruit Bat al Curry...

  • ¿Bat? ¿¿Murciélago?? –He preguntado sorprendido.

  • Sí hijo, sí... por Sara soy capaz de comer incluso ratas con alas... jejeje.

  • Eso es amor... jejeje.

  • ¿Y tus vacaciones cómo han ido?

  • Muy bien, me he pasado el mes entero en el ático de los abuelos de una amiga en el centro de París...

  • ¿Ah sí? ¿En qué parte, Les Tulieres, el Marais...?

  • En Saint Germain-des-Prés, muy céntrico. Aunque qué te voy a contar yo de París... si el abuelo nació allí.

  • Cierto, aunque lo que conozco de París lo conozco por los viajes que hice con tu madre. De pequeño apenas tengo recuerdos, tu abuelo vino a España cuando yo aún era un crío. ¡Ay que tiempos más duros! Ojalá nos hubiésemos quedado en Franc...

  • Bueno... –he interrumpido yo- me encantaría escuchar una vez más como el abuelo conoció a la abuela, se enamoró ciegamente y lo dejó todo por ella, pero creo que debería ponerme a trabajar ya ¿no? –He dicho yo con ganas de no escuchar una vez más las batallitas de la familia Lafarge.

  • Cierto, se me había ido el santo al cielo. Pero antes una cosa más...

  • Dime...

  • Cuando acabes la pasantía, Valeria pasará a ser tu secretaria, o sea que cualquier cosa que necesites, ya sabes donde la tienes. También me gustaría recordarte que sería bueno que hicieses turno de oficio...

  • Había pensado en ello, gracias.

  • Pues eso es todo... ahora te dejo ir que deben estar esperándote en el Departamento de Penal...

  • Nos vemos luego Ricardo –he dicho mientras caminaba hacia la puerta del despacho.

  • Juan...

  • ¿Qué?

  • ¿Alguna francesa interesante en París?

  • Prefiero el producto nacional... –he dicho con sorna antes de salir huyendo de aquel despacho.

Por lo visto estas vacaciones en el paraíso no han hecho que mi padre se olvide de mi vida privada y me deje vivirla en paz. Quizás me obsesione, quizás él no lo haga con mala intención, pero me revienta que me pregunten si tengo novia. Quizás porque aún no sé si la tengo. Natalia... todo eso me ha hecho pensar en ella. Así que al llegar a mi mesa, la he llamado.

A la hora de comer, me he reunido en el mismo restaurante de siempre en L’Illa Diagonal con Ángel.

  • Estuve muy a gusto en la cena, tus amigos me han caído muy bien, parecen buena gente –ha dicho Ángel.

  • Y lo son, pondría la mano en el fuego por ellos. Me alegro de que te hayan causado buena impresión...

  • Y tú, ¿te lo pasaste bien? Me pareció que estabas algo incómodo.

  • Estuve bien, sí... quizás algo sorprendido por el novio de Toni...

  • Se nota que no has salido por el ambiente. Hombre, no te negaré que iba un poco extremado, pero a mí me gustó como viste. Me apuesto a que era ropa de marca...

  • Bueno, la camiseta era de Just Cavalli, los pantalones de Ovlas, las gafas de Gucci, el sobrero y las botas no parecían muy buenos, y el reloj era un Tag Heuer de imitación –he respondido.

  • Joder... eso es dominio –ha respondido Ángel sorprendido.

  • Sólo hay que fijarse un poco...

  • Y de esa exhaustiva descripción deduzco que el peculiar Paul no es lo suficientemente pijo para tu gusto, ¿no?

  • Ser pijo no es sólo tener dinero, el tal Pablo ni vestido de Dior tendría clase, glamour o elegancia. Es simplemente un hortera. No sé que ve Toni en él.

  • Jejeje... quizás tiene algo que ver que tenga cara de niño travieso, unos bíceps de hierro, un pectoral tan magistralmente dibujado, unas piernas de infarto, un culo perfecto...

  • Ejem... –he carraspeado yo con la prudente intención de acotar los comentarios de Ángel-. Creo que te he entendido.

  • Jajajaja... perdona, es que cada uno se fija en lo que puede. Pero lo que sí es curioso es que entiendas tanto de moda. Ya ves, yo soy gay y cuando voy de compras parece que me están torturando. Si por mi fuese me compraría un solo pantalón y un solo jersey en todos los colores posibles. ¡Ay! Esos tópicos...

  • Bueno, no tiene nada de especial que me interese por la moda. Pero tienes bastante razón en que aún pesan muchos tópicos en cada orientación sexual. A mí personalmente me encanta ir de compras, es más, incluso me relaja...

  • Claro, con ese cuerpo te queda todo bien, así cualquiera se compra ropa.

  • Bueno, mis horas en el gimnasio me ha costado... –he respondido sintiéndome halagado.

  • Seguro... ¿y todo lo tienes tan musculado?

  • Pues no, hay músculos que ejercito con menor frecuencia –he dicho con una sonrisa irónica.

  • Tengo unas tablas de ejercicio muy buenas para eso ¿quieres que te ayude? –Ha bromeado Ángel.

  • Creo que si necesito ayuda, se la pediré a mi novia... –he respondido sin dejar de sonreír.

  • Vaya, vaya... así que has vuelto con Natalia –ha preguntado Ángel algo decepcionado.

  • Pues hemos quedado esta tarde. Durante el tiempo que he estado en París hemos hablado mucho. Personalmente necesito darme una nueva oportunidad...

  • ¿Para intentarlo con Natalia?

  • Para intentarlo simplemente...

  • No entiendo... –ha dicho Ángel arqueando las cejas.

  • Es una historia muy larga, quizás algún día te la cuente...

Después de comer hemos vuelto al despacho. Listos para una tarde más de burocracia, papeleo para pasantes y búsqueda de jurisprudencia. Afortunadamente en el Departamento de Penal de la firma no nos han faltado apoyos. Pero si algo me ha resultado realmente útil para empezar con buen pie la pasantía, es la compañía de Ángel. Entre él y yo se instaló el buen rollo desde el día en que nos conocimos, por ello me alegra saber que se siente cómodo junto a mis amigos, que encaja en el grupo. En ocasiones, cuando conoces a alguien, conectas con él, sientes un feeling especial y algo te dice que puede surgir una verdadera amistad, con Ángel me ha sucedido algo parecido.

Al terminar el trabajo, he salido del despacho en dirección a casa de Natalia. Conduciendo por la Diagonal me ha vuelto a la cabeza la conversación con Ángel. Mi compañero de trabajo no me ha entendido cuando le he dicho que necesitaba darme una nueva oportunidad. No se trata de darle una nueva oportunidad a mi relación con Natalia, se trata de darme una nueva oportunidad para salir con una chica. Que me gusten también los tíos no tiene porque querer decir obligatoriamente que debo pasar de las tías. El problema sigue siendo cómo hacerlo compatible.

Durante mis vacaciones en París, he logrado dejar de pensar continuamente en el sexo, claro que después de mantener una relación sexual con tu hermano más propia de un relato porno que de la vida real, se podría decir que mi vida sexual era lo último que me importaba, y quizás eso me ayudó a centrarme en Natalia, en volver a tomarme una relación con una chica tan interesante como ella con verdadero interés. Pero ahora que he vuelto a poner los pies en mi ecosistema natural, donde la fauna sigue siendo la misma y el peligro vuelve a acecharme, las dudas vuelven a encenderse lentamente en mi cabeza. Un beso de Toni en los labios la noche de la cena ha sido suficiente para recordar cuanto he disfrutado teniendo sexo con otro hombre ¿y ahora qué? Ahora Natalia, luego ya veremos... al menos me tranquiliza saber que Toni no cederá a mis tentativas ahora que tiene a Kent Go-Go de Mattel por novio.

He llegado a casa de Natalia y me he detenido en doble fila frente a su edificio. Una llamada perdida a su teléfono móvil y a esperar. Mientras, he puesto en marcha el equipo de música. Dos minutos después, Natalia ha cruzado la puerta del portal, y la canción "A girl like you" de Edwyn Collins ha puesto la banda sonora a su reaparición. Con mis ojos clavados en ella he tenido la sensación que el tiempo se ralentizaba, sus acompasados movimientos al caminar parecían filmados a cámara lenta. Con la piel muy bronceada, su largo y fino cabello castaño oscuro deslizándose por sus hombros y su espalda, con sus expresivos ojos marrones mirándome, con una sonrisa perfecta. Vestida con una mínima falda tejana y una camiseta ceñida que dejaba a la vista su liso abdomen y su piercing en el ombligo, no recordaba una imagen tan poderosamente atractiva de Natalia desde la fiesta en el ático de Rafa donde nos conocimos.

Cuando ha entrado en el coche, su ya de por sí corta falda ha escalado un par de centímetros más dejando a la vista la continuación de unas piernas largas y firmes.

  • Empiezo a entender porque este verano hemos padecido una ola de calor... –he dicho con una sonrisa.

Natalia se ha acercado a mí. Sus labios han rozado los míos en un suave contacto y su mano me ha acariciado el cuello.

  • Tenía muchas ganas de verte... muchas.

  • Yo también –he dicho embobado-.

  • ¿Sabes? Estos días he estado pensando en nosotros, tenemos mucho de lo que hablar...

  • Cierto, y creo que conozco el sitio perfecto para hablar de nosotros...

Continuará...