La vida de otro (46: De vacaciones)

-¿Te importa que me estire un rato en tu cama? ¿En mi cama? Su frase me dejó sin palabras. O Carlos realmente estaba en un momento de bajo estado de ánimo o bien había venido a completar algo pendiente. Recé porque fuera sólo un bajón, no quería complicar aún más las cosas entre mi hermano y yo.

  1. DE VACACIONES

  2. Bueno... no sé –dudé yo.

  3. Va tío, no te cortes... ya me ves a mí, necesito cascármela... –dijo Carlos sin dejar de masturbarse rítmicamente.

No podía, ni quería, echarme atrás, tenía a mi hermano completamente desnudo frente a mí, masturbándose con una cara de placer que no se me olvidará nunca... así que me quité la camiseta y me bajé los pantalones de un tirón.

  • Joder, veo que la tienes dura... y mojada ¿te gusta la peli? –Dijo mi hermano al ver como se marcaba mi polla bajo mis boxers que ya estaban húmedos de la excitación.

  • Pues tu dirás... –balbuceé yo.

Cuando liberé mi polla de la presión de los boxers, Carlos me lanzó una fugaz mirada.

  • Vaya rabo, no te quejarás...

  • Ni tú tampoco... –respondí con una sonrisa nerviosa. Carlos se levantó de golpe y se acercó a mí. Le miré con ojos de sorpresa.

  • Ven... vamos a compararlas... –dijo mientras se acercaba un poco más a mí.

Le miré detenidamente, piernas firmes y definidas sin un solo pelo, abdomen magistralmente marcado, pectoral amplio y musculado, brazos fibrados, hombros y espalda anchos, totalmente depilado excepto unas morbosas axilas y un recortado vello púbico, y entre las piernas, un pollón totalmente tieso.

Me acerqué a Carlos y nuestras pollas quedaron a la misma altura. Mi hermano sujetó con su mano su polla y la acercó a la mía. El roce de sus dedos en mi verga y el contacto de su polla en mi entrepierna fueron dos sensaciones casi orgásmicas.

  • Bueno, pues más o menos iguales... –añadió Carlos sin dejar de sujetar las dos pollas en paralelo con su mano.

  • La tuya es un poco más larga... –susurré yo.

  • Y la tuya algo más ancha... pero son perfectas ¿no te parece?

  • Bueno... sí, supongo.

Mi hermano volvió a sentarse, pero está vez lo hizo en el mismo sofá en el que yo estaba sentado. Volví clavar mi vista en la paja que se estaba haciendo, y entonces, sin saber muy bien porqué, sentí que no podía continuar con todo aquello.

  • Lo siento, no tengo muchas ganas de seguir con la paja. Me voy a mi cuarto...

Carlos me miró sorprendido pero no tuvo tiempo de responderme, recogí mi ropa y me fui a mi habitación.

Cuando crucé la puerta de mi cuarto, empecé a arrepentirme de haber dejado pasar aquella oportunidad de intentar algo con Carlos. ¡Joder! Pero Carlos era mi hermano, y al fin y al cabo, quizás sólo estaba caliente y tenía curiosidad por ver mi polla y compararla con la suya. Carlos no podía estar intentando algo conmigo. A pesar de arrepentirme de haber salido del comedor, sabía que estar lejos de mi hermano era la única forma de no meter la pata, si me lanzaba y Carlos me rechazaba el daño podía ser irremediable.

Me puse unos pantalones cortos y encendí el ordenador, quería echar un vistazo a los vuelos Barcelona-París para tener algún tipo de información al margen de las gestiones de Ruth.

Estaba anotando los horarios en mi agenda cuando sonó el teléfono móvil, era ella.

  • Hola Ruth.

  • Hola Juan, perdona que te llame tan tarde, pero quería confirmarte lo del vuelo.

  • No te preocupes, yo también estaba echando un vistazo por Internet.

  • Bien, pues ya está solucionado. La asistente de mi padre me acaba de llamar, finalmente no ha podido conseguir un billete en el mismo vuelo en el que viajaremos Jordi, Jesús y yo, pero al menos sí en el mismo día. Tu vuelo saldrá del El Prat a las 18:30. ¿Te parece bien?

  • Pues me parece bien, pero ¿cómo llegaré desde el aeropuerto a casa de tus abuelos?

  • Tranquilo, te esperaremos en Orly, así vamos todos juntos hasta el centro.

  • Perfecto Ruth, nos veremos mañana en París... jejeje... que bien suena eso.

  • Sí, suena realmente bien, pero no olvides llegar con tiempo al aeropuerto, tienes que recoger el billete, facturar y embarcar... y con lo puntual que sueles ser... miedo me das –dijo con una sonrisa burlona Ruth.

  • Tranquila, llegaré a tiempo. Hasta mañana pues...

  • Juan...

  • ¿Qué?

  • Pues que te estás despidiendo y ni si quiera sabes con que compañía volamos...

  • Jejeje... perdón, dime...

  • Iberia y la reserva del billete está a tu nombre.

  • Gracias, hasta mañana Ruth.

  • Hasta mañana.

Cuando colgué, Carlos llamó a la puerta de mi habitación.

  • Adelante.

  • Perdona, sólo quería saber si estás bien... como antes te has ido tan de repente del salón...

  • Sí, estoy bien... –respondí.

  • Vaya, ¿estás buscando un vuelo? -dijo Carlos al ver la página de Iberia en mi ordenador.

  • Sí, me voy a París unos días con Ruth, Jesús y Jordi.

  • Vaya... ¿y no pensabas decírmelo? –Dijo Carlos visiblemente dolido.

  • Lo siento, debería haberte avisado, pero es que hasta hoy no lo he sabido seguro.

  • ¿Cuándo vuelves?

  • Pues hacia mediados de agosto supongo. Estaremos en casa de los abuelos de Ruth. Unas vacaciones realmente económicas... –dije con una sonrisa.

  • Económicas o no, al menos tienes vacaciones, porque yo me quedo en Barcelona, que remedio, con el poco tiempo que llevo currando en la empresa, como les pida vacaciones me linchan...

  • Bueno... cuando esté en el Louvre pensaré en ti...

  • Eso, cuando contemples atónito "La libertad guiando al pueblo" piensa en tu pobre hermano que sigue prisionero de los déspotas empresarios de este país...

  • ¿La libertad guiando al pueblo?

  • Sí, el cuadro de Delacroix, obra clave del Romanticismo francés...

  • Carlos, los únicos Lacroix que conozco son Maurice Lacroix de la marca de mi reloj y Christian Lacroix el diseñador... jejeje –bromeé yo.

  • El pintor se llamaba Eugène Delacroix, Delacroix no Lacroix...

  • Niño cuando te pones a en plan Enciclopedia Encarta no hay quien te aguante... jejeje.

  • ¡Ay! Si te oyese tu profesora de Historia del Arte del instituto... jejeje.

  • Bueno, me voy a dormir, que mañana intentaré madrugar para hacerme la maleta.

  • ¿¿Hacerte la maleta tú?? ¡Tú que esta hace poco pensabas que vendían las maletas hechas!

  • Jejejeje... que gilipollas eres Carlos, anda y vete a dormir que mañana no encontrarás ni el Windows...

  • Que descanses niño pijo...

  • Que descanses hombre Encarta... –bromeé yo.

Cuando Carlos salió de mi habitación, apagué el ordenador y me estiré en la cama mientras apagaba la luz de la mesilla de noche.

No llevaba ni media hora intentando conciliar el sueño, dándole vueltas al tema del viaje, cuando oí que la puerta de mi habitación se abría de nuevo.

  • ¿Estás dormido? –Susurró Carlos.

  • No, aún no...

  • ¿Te importa que me quede un rato aquí contigo?

  • ¿Qué te pasa? –Pregunté yo sorprendido.

  • Joder... ya sé que suena absurdo, pero me ha dado un bajón, estoy algo triste.

  • ¿Y eso? –Dije yo mientras me incorporaba y me sentaba en la cama. Carlos tanteó en la oscuridad hasta llegar a la cama, y se sentó a mi lado.

  • No sé... me jode mucho pasarme estas vacaciones solo. Se ha ido Sergio, te vas tú, se van mis amigos...

  • Bueno, pero Ana se queda ¿no?

  • Ya, ya... pero es que eso es lo que me pone aún más triste... con todo lo que hemos discutido tú y yo por el asunto de Ana, no sé si es bueno que continuemos con lo nuestro...

  • Carlos, ya lo aclaramos, de verdad... haz lo que te parezca, por mi parte no tengo nada que objetar. Para mí es más importante saber que tú estás bien...

  • Gracias...

  • No hay de qué hermanito –contesté yo.

  • ¿Te importa que me estire un rato en tu cama?

¿En mi cama? Su frase me dejó sin palabras. O Carlos realmente estaba en un momento de bajo estado de ánimo o bien había venido a completar algo pendiente. Recé porque fuera sólo un bajón, no quería complicar aún más las cosas entre mi hermano y yo.

  • Bien, quédate... la cama es suficientemente ancha para los dos.

Carlos se estiró en el otro lado de la cama, yo me giré en dirección opuesta e intenté conciliar el sueño.

Cuando mi hermano se giró en dirección a mí y sus brazos me rodearon, algo me dijo que no era sólo un bajón. No supe que decir. Sus manos se deslizaron por mis hombros recorriendo mis brazos. Después, sus dedos recorrieron mi abdomen y mi pecho. Carlos volvió a abrazarme. En ese momento, la dureza de su polla se dejaba sentir sobre mis nalgas a través de la ropa.

Cuando pensaba que la situación no podía empeorar... empeoró, Carlos deslizó sus manos por mi abdomen hasta posarlas sobre mi abultado paquete. Sus dedos apretaron mi polla por encima de la tela del pantalón corto...

  • La tienes dura... -susurró Carlos.

No supe que decir. Sus caricias se hicieron más intensas. Carlos se incorporó ligeramente y continuó masajeándome el paquete por encima de la tela. Su mano libre tiró suavemente de mí haciendo que quedase totalmente estirado en la cama, boca arriba. La habitación estaba en penumbra, iluminada únicamente por la luz que se colaba del exterior a través de la persiana abierta. Abrí los ojos y sólo alcancé a ver la sombra de mi hermano sentado en la cama, junto a mí. Sus manos seguían acariciando mi entrepierna.

  • ¿Terminamos la paja?

  • No sé... ¿estás caliente?

  • ¿Tú que crees? –dijo Carlos mientras se llevaba una mano a su entrepierna.

  • De acuerdo...

Nos desnudamos en silencio y nos estiramos el uno junto al otro. En la penumbra pude ver como Carlos empezaba a pajearse su polla. Seguí su ejemplo.

  • Así estaremos mejor... –susurró Carlos mientras encendía la luz de la mesilla de noche.

Aquella señal me dejó claro que Carlos no se había metido en mi cama por casualidad, así que decidí olvidarme de todo, me olvidé de todo lo que nos unía, me olvidé de las motivaciones que nos habían llevado a acabar juntos en mi cama, desnudos, masturbándonos, me olvidé de las consecuencias que iba a tener aquello.

  • ¿Quieres que te la pajee un rato? –Murmuró mientras dejaba de masturbarse.

  • Toda tuya... –respondí totalmente desinhibido.

Carlos estiró su mano hasta rozar mi polla y sus dedos recorrieron suavemente el tronco. Cuando su manó se cerró sobre mi polla y empezó un diabólico movimiento, sentí que nada en el mundo tenía sentido más allá de aquel momento, de aquella habitación, de aquella paja.

  • Nunca había tocado una polla que no fuese la mía...

  • ¿Y qué tal? –Murmuré casi sin voz.

  • Es... agradable...

Tras unos minutos recibiendo el placer que la mano de Carlos me estaba dando, empecé a sentir que iba a correrme, y si me corría se iba a acabar la fiesta...

  • Lo haces muy bien... pero ahora me toca a mí... ¿te apetece?

  • Mi polla te lo está pidiendo a gritos... –dijo Carlos dejando de masturbarme y estirándose boca arriba en la cama.

Jamás pensé que aquel momento llegaría realmente, ni en la mejor de mis pajas hubiese imaginado que mi hermano se metería en mi cama y me pediría que le masturbase.

Mis dedos en su polla... ¡mis dedos en su polla! Lo escribo ahora y aún me cuesta creer que sucedió. Rodeé su rabo tieso con mi mano y empecé a hacerle una paja. Notar aquella polla dura palpitando bajo mi mano me hizo perder los pocos papeles que pueda tener en esta vida.

  • Mmmmmm... –suspiró Carlos.

Le estaba gustando, era el momento de jugármelo todo. Aceleré la paja haciéndola realmente salvaje y mi mano libre se posó sobre sus huevos. Carlos tenía unos huevos impresionantes, casi sin vello, de buen tamaño...

  • Joder... lo haces muy bien...

Aquella frase marcó el punto de no retorno. Sin dejar de masturbarle me incliné sobre Carlos. Su polla estaba a escasos centímetros de mis labios. Volví a acercarme. Mis labios rodearon su glande mojado. Continué acariciándole los huevos mientras su polla se introducía lentamente en mi boca...

  • Ahhhhh...

  • ¿Sigo? –Interrogué yo temiendo su respuesta.

  • Sigue por favor...

Arrastrado por la excitación, empecé a comerme su polla mientras me masturbaba. Mis labios presionaban con fuerza el tronco de su verga, bajando y subiendo mientras él se retorcía de placer. Me detuve en su glande y empecé a pasarle la lengua, a rodearlo...

  • Mmmmmm... sigue...

Y seguí... y continué comiéndome su polla. La atrapé con mis labios, la liberé, le lamí los huevos, el tronco, el glande... volví a meterla toda en mi boca, succioné con desesperación. Mientras seguía con la mamada, empecé a correrme sobre las sábanas.

  • Me voy a correr... –balbuceó Carlos mientras empezaba a sacudirle un brutal orgasmo.

Se corrió y es obvio que no me aparté, llevaba demasiado tiempo esperando aquel momento para apartarme entonces. Fue la segunda vez que un tío se corrió en mi boca, la segunda vez que sentí como me inundaba el semen caliente de otro tío... y me gustó aún más que la primera.

Tras la corrida, me estiré junto a Carlos, y empecé a temblar... todo empezó a temblar. Todo se derrumbó dentro de mí aquella noche, mi autoestima, mi conciencia, mi sentido común, mi culpabilidad, mi sexualidad, mi relación con Carlos, mi juicio y mi vida fueron derrumbándose, cayendo la una sobre la otra como pisos de un edificio que está siendo demolido. Pensé lo peor, pensé que Carlos se levantaría, mi diría de todo, nos pelearíamos me acusaría de ser gay, bueno ¿mentiría si me acusase de ser gay? Pero nada de eso pasó. Carlos permaneció a mi lado, en silencio, y me tendió la mano.

  • Tranquilo, no pasa nada...

¿No pasa nada? ¡Claro que había pasado algo! Ojalá pudiese decir "aquí no ha pasado nada", pero no podía. Carlos me sorprendió con sus palabras, pero un nudo en la garganta me impidió preguntarle que pasaría después de aquella noche.

Sentía la respiración acompasada de mi hermano, se había quedado dormido, pero yo era incapaz de conciliar el sueño. Quería aclarar las cosas con Carlos, quería hablar con él. Entonces tuve una idea. Me levanté en silencio y fui hacia el escritorio. Con la claridad que se colaba por la ventana, escribí una nota:

"Carlos, necesito hablar contigo, antes de irte a trabajar despiértame"

Volví a la cama y estirando el brazo por encima de Carlos, dejé la nota sobre su mesilla de noche. Sin querer rocé su brazo, me di la vuelta rápidamente y me quedé quieto. Carlos se movió ligeramente hacia mí y estiró el brazo por encima de mi cintura, abrazándome.


Me desperté algo confundido. Recordaba que debía hacer algo importante, pero no recordaba qué. Cuando abrí los ojos, empecé a hacer memoria... ¡Carlos! Me incorporé de golpe y miré a mi alrededor. Mi hermano no estaba, la luz se colaba descaradamente por la ventana, debía ser mediodía. Salté de la cama y cogí mi teléfono móvil: 13:45. Carlos no me había despertado, no me había despertado para hablar. ¡Joder! No podía irme a París sin hablar con él... el teléfono móvil interrumpió mis pensamientos.

  • Hola Juan.

  • Hola Ruth...

  • Nosotros ya estamos en el aeropuerto, salimos en menos de media hora. ¿Tú ya estás listo?

  • Verás Ruth... me han surgido unos problemas de última hora.

  • Juan no me asustes, dime que cogerás le vuelo de esta tarde.

No podía dejarlos tirados, no podía... pero entonces ¿cómo iba a hablar con Carlos? ¡Joder! ¿Qué coño podía hacer? Ruth habló por mí...

  • Juan ¿tus problemas pueden esperar unos días?

  • Supongo que sí... –dije yo resignado.

  • Pues entonces nos vemos sobre las 9 en el aeropuerto de Orly.

Cuando Ruth colgó, decidí olvidarme de mi conversación pendiente con Carlos y empezar a preparar las cosas para irme a París. Hice la maleta, o lo intenté, en un tiempo récord y me preparé unos canelones precocinados.

Después de comer, terminé de preparar mis cosas y me duché. Eran casi las cinco de la tarde cuando bajé al portal a esperar al taxi que había llamado.

Llegué con tiempo de sobra a la Terminal B del aeropuerto de El Prat. Recogí el billete en el mostrador de Iberia y me dirigí al mostrador de facturación. En el hilo musical de la terminal sonaba "When you're gone" de Bryan Adams.

Con el equipaje listo, recogí la tarjeta de embarque y tras pasar los controles de seguridad, accedí al área de pasajeros. Cuando anunciaron mi vuelo, me dirigí a la puerta de embarque y entregué la tarjeta a la azafata. Caminando por la pasarela camino del avión, sentí de nuevo una punzada en el pecho, me iba de vacaciones, pero sabía que me iba dejando algo pendiente.

Continuará...