La vida de otro (38: La historia se repite)

Después de la explosiva noche de Juan con Damián y Marc, y debido a una noticia de última hora, la expedición deberá volver a casa. De camino a Barcelona, Juan se pregunta cuántos más han pasado por una situación similar a la suya.

  1. LA HISTORIA SE REPITE

  2. Claro... –contestó Damián mientras saltaba de su cama y se acercaba a nosotros.

Se quitó los boxers dejando a la vista un precioso pollón moreno rodeado de un oscuro vello rizado. La polla de Damián comenzaba a despertar. Al tiempo que tomaba asiento en mi cama, Marc le cogió la polla y empezó a pajearla. El chico parecía tener ganas de polla, o más bien de pollas.

Nos estaba masturbando a los dos con absoluta dedicación. Sentí que debía corresponderle, cogí de nuevo su polla y continué con la paja. Damián tenía los ojos cerrados y se acariciaba el pecho disfrutando de lo que le estaba haciendo su mejor amigo. Marc soltó mi polla y se concentró en disfrutar de mis caricias.

La polla de Marc empezaba a rezumar líquido preseminal. Movido por al excitación se inclinó sobre Damián y sus labios y su lengua empezaron a jugar alternativamente con los pezones de su amigo. Inclinado, dándome ligeramente la espalda, el precioso culo de Marc quedó a la vista. Redondeado, firme, sin un solo pelo. Sin dejar de pajearle empecé a jugar con uno de mis dedos en la entrada de su ano. Marc no lo rechazó, más bien al contrario, me apartó la mano de su polla y se acomodó abriendo más sus piernas. El muy cabrón estaba empezando a dilatar. Mi dedo se perdió sin esfuerzo en aquel apetecible culo. Marc suspiró mientras su lengua seguía recorriendo el pecho de Damián.

No pude resistirme y le metí otro de mis dedos. Arrastrado por el placer que empezaba a sentir en su culo, Marc descendió por el pecho de Damián y su lengua rozó el glande de la polla de su amigo.

  • ¿Qué haces tío? –Dijo Damián mientras abría repentinamente los ojos.

Marc no se detuvo. Su boca empezó a mamar y a succionar la polla de Damián. No hubo más quejas. Damián volvió a cerrar los ojos y empezó a acariciar con suavidad el pelo de su amigo.

  • Ufffff... no sabía que te gustaba comer polla... –murmuró Damián.

Retiré mis dedos del culo de Marc y le ayudé a ponerse a cuatro patas mientras él seguía mamando la polla de Damián. Su culo abierto quedó ante mis ojos. Separé con las manos sus nalgas haciendo que su agujero quedase totalmente expuesto. No pude resistirme, mi lengua se paseó por la parte interior de sus nalgas.

  • Mmmmmmmm... por favor cómeme el culo...

Comencé a comerle el culo con desesperación, me agarré la polla y empecé a pajeármela. Con la otra mano separaba aún más sus nalgas intentando que mi lengua penetrara aquel virginal ano.

No podía aguantar más. Dejé su culo y me puse de rodillas sobre la cama, junto a Damián. Mi polla quedó cerca de la boca de Marc. Su cara se encendió al ver dos pollas ante él. Liberó la verga de Damián y empezó a comerme la mía.

  • Muy mal, muy mal... un buen comedor de pollas puede con dos vergas a la vez –dijo Damián mientras volvía a acercar su polla a la boca de su amigo.

La respuesta de Marc no se hizo esperar, abrió bien la boca y empezó a chupar, aunque con alguna dificultad, nuestras dos pollas.

  • Así me gusta chupapollas... –dijo Damián satisfecho.

Notar como los labios de Marc hacían presión sobre nuestras pollas, notar su lengua jugando entre los dos capullos, notar el roce de mi verga contra la de Damián... la sensación era brutal. Pero quizás lo que más me excitaba de aquella situación era ver a Marc ensartado por dos pollas, comiéndoselas con un hambre insaciable.

  • Quiero que os corráis en mi cara... –soltó Marc mientras dejaba de mamarnos las pollas y se estiraba en la cama.

Damián y yo nos colocamos uno a cada lado de Marc y los tres empezamos masturbarnos.

  • Quiero ver como os coméis la boca... -dijo extasiado Marc.

Arrastrado por el calentón, me acerqué a Damián. En su cara había un gesto de duda.

  • ¡Besaos! –gritó Marc

Sin más Damián acercó sus labios a los míos. Nos besamos casi con torpeza. Pero la excitación pudo más que cualquier prejuicio en aquel momento. Casi sin darnos cuenta nuestras lenguas se estaban peleando. El muy cabrón hundía su lengua en mi boca, la retiraba de golpe y jugueteaba con sus dientes en mis labios. El placer que me estaba produciendo aquella situación era desesperante.

Aceleramos el ritmo de la paja. El primero en correrse fue Damián, que descargó toda su leche caliente sobre el pecho y la cara de Marc. Con el contacto del esperma de su mejor amigo, Marc empezó a eyacular. Mi corrida no se hizo esperar, mis disparos fueron muy certeros. Mi semen calló en la cara de Marc y en su cuello, arrastrado por un orgasmo brutal, mi nuevo amigo intentaba llevarse nuestra leche a la boca.

Sin decir nada, Marc se levantó de golpe cogió una toalla de su bolsa y despareció por la puerta de la habitación. Mientras, Damián y yo nos vestimos y nos estiramos de nuevo en la cama. Ninguno de los dos se atrevía a decir nada.

  • Supongo que lo que ha pasado en esta habitación no saldrá de estás cuatro paredes... ¿No?

  • Por supuesto... –dije yo algo sorprendido por la pregunta- ¿Soléis hacer esto muy a menudo?

  • ¿Me tomas el pelo? –respondió con brusquedad Damián.

Aquella fue la primera vez que veía a Damián tan serio. Su humor, su ingenio y su buen rollo no existían en aquel momento. Viéndolo tan serio, con esa dura expresión, no parecía el mismo Damián que había conocido semanas atrás. Aquella reacción me resultó familiar.

  • No... sólo es una pregunta. Por la paja de ayer había deducido que...

  • Pues no deduzcas tantas cosas Juan. Es cierto que nos habíamos hecho alguna paja juntos, pero lo que ha pasado aquí esta noche no había sucedido antes... y no volverá a suceder jamás.

  • Jamás es una palabra que compromete demasiado...

  • Jamás Juan.

La puerta de la habitación se abrió y entró Marc, envuelto en una toalla. Sin decir nada terminó de secarse de espaldas a mí. Lanzó la toalla a un rincón y se acostó en la cama mientras apagaba la luz nuevamente.

*

Me desperté pensando en que el polvo de la noche anterior había sido un sueño. Marc y Damián dormían aún. ¿Lo habría soñado? Me levanté de la cama y recorrí con la vista las sábanas... algunas manchas sospechosas confirmaban que no había sido un sueño. Sentí una punzada en el pecho. Ahora, con la mente fría, hubiese preferido haberlo soñado.

Me duché y fui al comedor para desayunar. Sólo había dos chicas sentadas en una mesa, charlando. Me serví un vaso de leche con Nesquick y me senté en una de las mesas.

  • ¡Juan! –Gritó una voz a mi espalda.

  • ¿Qué pasa? –Interrogué yo al ver a Alba tan nerviosa.

  • Natalia está hecha polvo...

  • ¿¿Por qué?? –Pregunté asustado.

  • Su madre acaba de llamar, su hermano Rafa ha tenido un accidente de coche. Está en el hospital.

  • Joder... –dije yo un tanto aliviado. Sí aliviado, posiblemente era un cerdo por sentirme aliviado, pero por un momento pensé que Natalia había descubierto algo.

  • Si te parece, despierta a los chicos y nos vamos ¿sí? –Dijo Alba al ver que no me movía de mi sitio.

  • Claro, claro... ahora mismo voy.

Volví a la habitación deseando que el accidente de Rafa no hubiese sido nada grave. Le había visto sólo un par de veces, una de ellas en la fiesta donde conocí a Natalia, y aunque no le conocía demasiado, me sentí apenado por él y por Natalia. Me sorprendí a mí mismo con aquel sentimiento de solidaridad con la desgracia ajena. ¡Vaya! A los 23 estaba descubriendo que tenía sentimientos.

Cuando alcancé la puerta de la habitación, me pareció oír a Damián hablando. No sé porque pero sentí la necesidad de detenerme y escuchar. Me paré frente a la puerta entreabierta y miré cautelosamente hacia el interior de la habitación.

  • No, no Marc, lo de anoche no fue una paja entre amigos como las muchas que nos hemos hecho... lo de anoche fue...

  • ¡Joder Damián! No le des más vueltas... pasó y ya está...

  • Es que no puedo evitarlo... me comiste la polla tío, nos comiste la polla... eso es de... de...

  • ¿Maricones?

  • Tú lo has dicho Marc...

  • ¡No me toques los cojones Damián! Humberto es un maricón, con su pluma, su afeminamiento, siempre con las tías, siempre haciendo cosas de tías... ¡YO NO SOY MARICÓN! Simplemente nos ayudamos mutuamente. Llevamos siglos intentando follarnos a una tía, ¿qué tiene de malo que nos divirtamos mientras?

  • ¿Divertirnos? Lo de anoche no fue diversión... fue sexo...

  • Claro... el señor se arrepiente de que le haya comido la polla... pues déjame que te diga una cosa: si me llamas maricón a mí, aplícate el cuento también a ti, porque fuiste tú el que se morreó con Juan.

  • ¡No me jodas Marc! Lo hice porque estaba caliente, nada más. Ni si quiera me gustó.

  • Pues muy bien Damián, ¡¡olvídalo!! Fue un calentón y nada más, joder -dijo Marc mientras se acercaba a Damián y le pasaba el brazo por el hombro-. Somos amigos ¿no?

  • No me toques –dijo Damián mientras apartaba el brazo de su amigo-. Hace años que somos amigos, significas mucho para mí Marc, pero... no lo estropees.

  • Qué pasa, ¿qué si me gustara comer polla ya no podríamos ser amigos? –Dijo Marc con la voz temblorosa.

Damián no contestó, le miró fijamente a los ojos y sin más, continuó vistiéndose. Marc se quedó de pie, inmóvil, esperando una respuesta que no tuvo en aquel momento.

Entré en la habitación.

  • Chicos, tenemos que irnos.

  • Perfecto –dijo Marc con un hilo de voz, sin ni siquiera preguntar por qué. Daba igual el motivo, lo importante era salir de allí cuanto antes.

Tras hacer las maletas y desayunar, cargamos la Espace. Natalia fue la última en subir. Antes de que entrase en el coche la detuve.

  • Quiero que sepas que si necesitas algo puedes contar conmigo, cualquier cosa. Dejemos de lado nuestras diferencias ahora...

  • Gracias Juan –dijo Natalia con un nudo en la garganta.

Nos abrazamos y la besé en la mejilla. Sentía la necesidad de decirle que podía contar conmigo. A pesar de nuestras diferencias, me entristecía mucho verla sufrir.

Camino de regreso a Barcelona a penas hablamos. Esta vez Damián viajaba a mi lado. Miré por el retrovisor interior y vi a Marc apoyado en la ventanilla, con cierta tristeza en su expresión. Aquella imagen volvió a resultarme muy familiar. Con toda probabilidad la historia volvería a repetirse. Cuántos más habremos pasado por una situación como esta...

Continuará...