La vida de otro (37: Follarse a un cangrejo)

Siguen las aventuras de Juan y sus amigos en Deltebre. Después de que Natalia caliente a nuestro protagonista sin llegar a consumar, Juan buscará otras vías para descargar la "tensión" acumulada.

  1. FOLLARSE A UN CANGREJO

  2. No gracias... no me apetece –respondí ante tan complicada situación.

  3. Sólo es una paja entre amigos... –se excusó Marc con una sonrisa.

No pude decir nada más, mis labios y mi lengua parecían sellados, era incapaz de articular una sola palabra. Marc continuó con la paja que le estaba haciendo a su amigo. Damián tenía los ojos cerrados y soltaba pausados suspiros. A pesar de estar lejos de la orilla, continuábamos haciendo pie, por lo que Marc podía dedicar toda su energía a aquella paja. Damián estiró su brazo y lo deslizó por encima de los hombros de Marc, acercándose más a él. Yo me acariciaba suavemente la polla, con movimientos precisos y poco delatadores.

  • Ahhhhhhh... –musitó Damián.

  • ¡Ey! Buena corrida campeón –celebró Marc.

  • Gracias tío, te debo una.

  • Tranquilo, mañana me comes la polla y listo... jajaja –bromeó Marc.

  • Jajajaja... –rió Damián.

  • Y ahora salgamos del agua... empiezo a congelarme –dijo Marc.

Salimos del agua. De espaldas a mis dos nuevos amigos, para ocultar la dureza de mi polla, me puse los pantalones y la camiseta. Mientras escurría el agua de los boxers, Damián volvió con los demás. Marc estaba sentado en la arena, con los pies muy cerca del agua.

  • Estas muy callado... –murmuró-. ¿Sucede algo?

  • No, nada... estoy bien –mentí.

  • Creo que te ha molestado lo de la paja.

  • ¿Por qué iba a molestarme?

  • No sé... no has vuelto a decir nada desde entonces.

  • Tranquilo Marc, simplemente me ha sorprendido, pero nada más.

  • No sé... no es nada que deba sorprenderte, son cosas entre...

  • ¿Amigos?

  • Eso es... amigos –repitió Marc.

No hubo más comentarios al respecto. Nos reunimos junto al resto del grupo y continuamos bebiendo y bailando. Ni pude, ni quise hablar con Natalia aquella noche. El alcohol empezaba a hacer efecto y decidí relajarme y dejarme llevar por la fiesta.

Cuando la energía empezó a desfallecer, volvimos al albergue. Ya en la cama, escuchando las acompasadas respiraciones de mis dos compañeros de habitación, mi mente volvió a revolverse entre los recuerdos de nuestro baño. Marc le había hecho una paja a Damián, delante de mí, sin darle importancia a aquel gesto. Fue una paja vacía de significado, un gesto de amistad... eso es lo que Marc se había empeñado a aclarar, pero ¿de verdad era sólo una inocente paja entre amigos?

Me imaginé la mano de Marc bajo el agua, acariciando con suavidad la polla tiesa de Damián, pajeándola. Volvía a tener la polla dura. Me destapé con cuidado y me bajé los boxers con los que dormía. Sujeté mi polla con fuerza y empecé a cascarme una salvaje paja. En medio de aquella frenética masturbación me recriminé no haber accedido a que Marc me masturbara, lo estaba deseando y me corté. La imagen de Natalia, la sombra de una nueva cadena de mentiras me sacudió. La erección de mi polla se esfumó. Si volvía a suceder algo parecido entre Marc, Damián y yo ¿qué debía hacer?

Me levanté casi sin fuerzas a la mañana siguiente, me di una ducha y me puse ropa cómoda. Cuando llegué al comedor del albergue mis amigos ya estaban desayunando. Me serví un bol de cereales y me senté a la mesa.

  • ¡¡FELICIDADES!! –Gritaron todos al unísono.

Sin darme tiempo a reaccionar, Natalia apareció con un regalo. La sorpresa fue realmente grata. Entre todos me regalaron una bolsa de deporte de la línea de productos originales de Ferrari, de un intenso color rojo y con el logo del "cavallino rampante". Todo un detalle.

  • Gracias a todos... chicos sois cojonudos –dije yo agradeciendo el detalle.

Aún sin conocerlos demasiado, agradecí tenerlos cerca en aquel momento. Me sentía bien entre ellos. Eran mis amigos... mis únicos amigos.

Después del desayuno, alquilamos unas bicicletas en el mismo albergue, y bordeando el río Ebro emprendimos una excursión por el Delta.

Durante el recorrido, no pude evitar observarlos. A pesar de que en ciertos momentos tenían sus diferencias, parecían un grupo muy unido. Me produjo cierta nostalgia presenciar de nuevo aquella sorprendente capacidad que tenemos durante la adolescencia para pensar que las amistades durarán siempre, que no habrá nada que rompa ese vínculo. A los 17 la vida no ha tenido mucho tiempo para decepcionarte.

Después de organizar un improvisado picnic al llegar a la playa, Natalia y yo nos alejamos del grupo caminando por la orilla. Sentíamos el agua golpeándonos los tobillos. A pesar del aplastante sol, soplaba una ligera brisa que hacía agradable aquel paseo.

  • ¿Crees que estoy cumpliendo con mi palabra? –interrogué yo.

  • Creo que sí... que has hecho un esfuerzo por divertirte sin más. Cuando ayer te diste un baño con Marc y Damián y te vi reír con ellos, disfrutar... me sentí muy bien. Me alegra que te lleves tan bien con ellos.

  • Será porque he dejado mis preocupaciones en Barcelona –respondí con una sonrisa.

  • De eso se trataba.

  • Cuando vuelva ya pensaré en todo lo que me preocupa... las notas y la graduación me esperan a la vuelta –una mueca de intranquilidad se dibujó en mi cara.

  • Seguro que todo irá bien, pero no pienses en eso ahora...

Sin dejarme responder, Natalia se detuvo, me rodeó con sus delgados brazos y me besó. Me cogió por sorpresa aquel beso, pero poco a poco fui respondiendo y nuestras lenguas se enredaron. Estábamos lejos del grupo, solos en medio de aquella playa. Interrumpí el beso y la miré detenidamente. Cubierta por un escueto bikini azul, con la piel magistralmente bronceada, con el pelo suelto resbalándole por los hombros y perdiéndose por su espalda.

  • ¿Crees que podemos ser algo más que amigos?

  • Ya somos mucho más que amigos, Juan.

Nos besamos de nuevo, con suavidad, sintiendo el roce de nuestros labios, sintiendo el contacto de nuestras lenguas. Mis manos acariciaban su piel con suavidad, leyendo cada uno de los rincones de aquel cuerpo terso y joven.

  • Natalia... te qui...

  • No, no lo digas –dijo Natalia mientras posaba uno de sus dedos en mis labios-. No lo estropees.

Nos abrazamos de nuevo, en silencio. Me sentí extrañamente poderoso al rodearla con mis brazos, al cubrir su aparente fragilidad con aquel abrazo. Casi podía contar los latidos de su corazón al rozar su piel en mi pecho desnudo. Por fin Natalia entraba en mi vida.

De vuelta al albergue el ambiente fue muy distinto. A penas hablamos. Pedaleé muy cerca de Natalia durante todo el camino, observándola, contemplándola, deseándola. Al tomar una curva del sendero por el que circulábamos, Marc y Natalia quedaron ante mi vista. Contemplé aquella espalda ancha, bronceada, aquellos brazos firmes y definidos, aquellas piernas musculadas cubiertas de vello. Contemplé aquel cuerpo esbelto, frágil, de piel suave y tersa, aquel intenso cabello moreno sobre unos perfectos hombros. Deseé no tener que decidir jamás, deseé seguir viviendo por encima de aquella decisión.

Después de darme una ducha me reuní con el resto del grupo en el comedor. Devoramos una cena ligera a base de verdura y fruta, y salimos al jardín del albergue.

Nos sentamos en el borde de la piscina. Natalia estaba a mi lado, estiré el brazo y le acaricié la mano. Nos miramos en silencio. La voz de Alba relatando una sesión de espiritismo con su tía y unas amigas, se fue perdiendo en la lejanía. Las risas de Damián al escuchar lo que estaba contando su amiga eran casi inaudibles.

  • ¿Vamos a dar una vuelta?

  • Vamos... –respondió Natalia-. Chicos, vamos a dar una vuelta, no tardaremos...

  • ¡Ey! Cuidado con lo que hacemos, pillines... jajaja -bromeó Damián.

Nos alejamos del resto del grupo y salimos del albergue. Caminamos en dirección al río, alejándonos del pueblo. Cuando estábamos bastante lejos, nos detuvimos junto al río, en una explanada arbolada. Lejos de cualquier mirada.

  • Estás preciosa... –le dije mientras la observaba detenidamente y acariciaba su mejilla.

  • Pues estoy como siempre... –respondió con una sonrisa.

  • No, ahora hay algo distinto en ti...

  • ¿Sí, el qué?

  • Ahora eres algo más que mi amiga...

Natalia me besó. Sus manos se posaron en mi pecho. Mi mano se posó en su abdomen y lo recorrió lentamente hasta que mis dedos rozaron sus pechos. Natalia suspiraba... parecía estar caliente. Cuando una de sus manos se posaron sobre la tela de mis pantalones de lino a la altura de mi paquete, mi polla se enderezó completamente. Posé mi mano sobre la de Natalia y la apreté contra mi entrepierna. Mientras, mis labios recorrían su cuello en dirección a su escote. Estaba muy caliente, sólo pensaba en completar con éxito aquel prometedor polvo. Sin dejar de besar su largo cuello, empecé a liberar mi polla por la parte superior de los pantalones. Los dedos de Natalia rozaron mi glande.

  • Mmmmm... quiero que me la comas –dije arrastrado por la excitación.

  • Juan... Juan –dijo Natalia mientras soltaba mi polla y intentaba separarse-. Aquí no...

  • Natalia, estamos solos... relájate –dije mientras le acariciaba el interior de sus muslos camino de su sexo.

  • Juan... por favor...

  • ¡Joder Natalia! –Resoplé mientras la liberaba-. Primero me calientas, me la pones dura ¿y ahora me dejas con el calentón? Estoy hasta los cojones de esa actitud. ¿Y ahora que se supone que debo hacer? ¿Follarme un cangrejo? –Dije furioso por aquel desesperante cambio de actitud.

  • Sólo te pido tiempo, necesito estar segura...

  • ¿Segura? Muy bien Natalia, muy bien... ¿y mientras te decides puedes dejar de ir calentando pollas por ahí?

Natalia se levantó de golpe y sin decir nada, sin ni siquiera mirarme, se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el pueblo. Me incorporé y corrí hasta alcanzarla. La sujeté con fuerza del brazo.

  • ¡Suéltame!

  • Lo siento, no quería ser tan brusco... –dije confuso.

  • La has vuelto a cagar Juan, lo has vuelto a hacer... –me dijo mirándome fijamente a los ojos.

La solté. Natalia siguió caminando mientras yo me quedaba inmóvil, allí de pie. Lo había vuelto a hacer... ¿qué coño había vuelto a hacer? ¿Intentar que me comiese la polla? Tan encantadora y guapa como estrecha. Maldije a Natalia por esa actitud de protagonista de comedia romántica. ¿Qué tenía de malo echar un polvo? Pues mucho, al parecer la chica necesitaba pruebas de amor, de entrega, de verdadero interés... y otras mil estupideces más, para dejarse follar. Me acaricié la polla por encima del pantalón, aún estaba dura. Necesitaba follarme a una tía. Necesitaba demostrarme a mí mismo que aún podía follarme a una tía.

Volví al albergue con un cabreo monumental. Los amigos de Natalia seguían en la piscina, pero de ella no había ni rastro. Sin decir nada me fui a la habitación. Necesitaba estar solo. Me estiré en la cama con la luz apagada. A pesar de tener la ventana completamente abierta, el calor era sofocante en aquella habitación. Unos suaves golpecitos en la puerta me hicieron recuperar la conciencia.

  • Adelante...

  • Juan ¿va todo bien? –preguntó Marta.

  • No tengo ganas de hablar con nadie Marta.

  • He estado hablando con Natalia.

  • Ya... ¿y qué?

  • Pues está dolida...

  • Pues lo siento mucho, pero yo también lo estoy. No es justo que juegue conmigo.

  • Juan, posiblemente no sea quien para hablar...

  • No, no eres quien... –respondí con brusquedad.

  • Por favor déjame terminar –dijo Marta con un tono algo imperativo-. A Natalia le gustas, y mucho... es más, diría que está enamorada de ti. Pero hay algo que no entiendes...

  • Ahora mismo no entiendo nada...

  • Natalia tiene miedo a que te tomes todo esto como un pasatiempo, como un reto. No sé si te das cuenta que cuanto más insistas, más se negará ella... Natalia necesita ir a su ritmo, siempre ha querido tener las cosas claras antes de tomar una decisión...

  • Natalia me confunde, Marta. Natalia me desespera, me enciende y me deja tirado sin darme tiempo a reaccionar. Natalia me interesa más de lo que te imaginas, pero tenemos formas distintas de entender la sexualidad.

  • Juan, seguro que a Natalia le apetece tanto como a ti estar contigo, pero no así. No puede evitar desconfiar de ti... quizás porque es muy sensitiva y capta los pequeños indicios de que hay algo va mal...

  • No hay nada que vaya mal –mentí yo-. Si no confía en mí, lo siento, pero no puedo hacer nada más. Buenas noches Marta.

Marta salió de la habitación tras soltar un suspiro de resignación. Pocos minutos después entraron Marc y Damián.

  • Pero tío quítate la ropa para dormir, que se te arruga el modelito.. jajaja –bromeó Damián al verme tumbado en la cama con la ropa puesta.

Marc se desvistió en un abrir y cerrar de ojos. Vestido únicamente con un ajustado slip de UNNO que dibujaba una polla algo morcillona, se tumbó en la cama. Damián siguió su ejemplo y se desvistió. Su cuerpo de adolescente deportista quedó cubierto por un boxer gris bastante ancho. Se dio la vuelta y me mostró un prieto culito. ¡Joder que culo! Mi polla volvió a ponerse dura.

  • Tío desvístete y vámonos a dormir –insistió Damián mientras se tumbaba en la litera, encima de Marc.

Si me desvestía delante de ellos, mi erección me delataría. Improvisé una excusa.

  • Mejor me desvisto con la luz apagada, así os dejo dormir.

  • Como quieras –dijo Marc mientras apagaba la luz de la mesilla de noche.

Me desvestí en silencio. Sin taparme con la sábana me estiré en la cama. El calor era sofocante. La discusión con Natalia volvió a mi cabeza. Me revolví en la cama. No podía dormir. Empecé a contar ovejas pero siempre había sido muy malo para eso, las muy cabronas se me escapaban y más que combatir el insomnio me aceleraba aún más.

20 minutos y 607 ovejas perdidas después, seguía sin conciliar el sueño. No sé porqué, pero me acaricié instintivamente la polla por encima del slip. Seguía dura. Una paja no me vendría mal. En silencio me bajé el slip y mi polla saltó como un resorte. Empecé a masturbarme lentamente, procurando no hacer ruido. Con la imagen de la paja que Marc le hizo a Damián empecé a calentarme. Mi polla empezaba a estar húmeda. Se me escapó un suspiro.

De pronto la luz se encendió. Marc había encendido la lámpara de la mesilla. Me miró con los ojos abiertos de par en par. En contra de lo que yo pensaba, no estaba dormido. Sus ojos se calvaron en mi polla tiesa, en la paja que me estaba haciendo. Me quedé inmóvil, con las manos en mi verga, sin saber que hacer.

  • Podías avisar cabrón... –dijo con una traviesa sonrisa.

La luz se apagó. Oí un pequeño movimiento entre las sábanas de Marc. La luz se volvió a encender. Lo que vi no se me olvidará en la vida. Marc se había quitado el slip y se estaba pajeando la polla estirado en su cama, mirándome con detenimiento. Tenía una polla algo más pequeña que la mía, pero más gruesa. Con un suave movimiento iba descubriendo la piel que cubría su capullo. Ni en la mejor de mis pajas hubiera imaginado una polla tan perfecta como esa. De piel clara y con un glande rosado, perfectamente proporcionada y cubierta por un finísimo vello rubio.

  • ¿Te apetece que nos la pajeemos mutuamente? –Dijo con una expresión de lujuria en su cara.

No pude resistirme, esta vez no pude resistirme. Sin decir nada asentí con la cabeza. Marc saltó de su cama y caminó hacia la mía. Me incorporé dejándole un sitio y nos sentamos el uno junto al otro. Sus manos no tardaron ni dos segundos en cogerme la polla y empezar a masturbarme.

  • ¿A qué esperas? Mi polla te necesita –dijo Marc con una sonrisa.

Sin vacilar un instante más, cogí su polla con una mano y empecé a cascársela. Marc no tardó en empezar a solar suaves y rítmicos gemidos.

  • ¿Qué hacéis tíos? –Interrogó Damián mientras se frotaba los ojos con las manos como despertando de un ligero sueño. Asustado, aparté de golpe mi mano y solté la polla de Marc.

  • Nos estamos haciendo una paja –dijo Marc sin dejar de masturbarme. La situación era explosiva-. ¿Te apuntas?

Continuará...