La vida de otro (35: Descargas)

Después de la tensión, vienen las descargas. Tras un fugaz encuentro Juan-Toni en la azotea del edificio, la "acción" estará en el comedor de casa con una inesperada bronca.

  1. DESCARGAS

Sin lugar a dudas la fiesta podía empezar. "Todo mi amor" de Paulina Rubio sonaba cuando Natalia y yo entramos en el comedor. Mientras nos servíamos una copa miré detenidamente a mi alrededor, nuestros invitados parecían estar divirtiéndose. A pesar de la mezcla de estilos, el ambiente no desmerecía en absoluto. En contra de lo que había imaginado, no se habían formado grupos cerrados de conocidos o amigos. Sergio estaba hablando con Marc y Damián. Sentadas en el sofá, Alba y Emma cuchicheaban inspeccionando al personal. Raquel y Pedro charlaban con una de las parejas que había invitado Sergio. Volví a posar la vista en mi copa, pero a pesar de todo aquel buen rollo había un detalle que había pasado por alto. Levanté de nuevo la vista. En un rincón del comedor, cerca del despacho, Carlos le hablaba al oído a Ana y parecía estar contándole algo muy gracioso porque ella no dejaba de reír. Una descarga de cierta envidia me sacudió.

  • ¿Estás bien? –me preguntó Natalia.

  • ¿Eh? Sí, sí... estoy bien.

  • ¿Es ella?

  • Sí, es Ana, mi ex novia, y... está con Carlos.

  • ¿Quién es Carlos?

  • Mi hermano.

  • Creía que Ana había salido de tu vida.

  • Yo también lo creía... –en ese momento Carlos fue a la cocina y liberó a Ana-. ¿Me disculpas un segundo? Ahora vuelvo –le dije a Natalia.

Antes de que Natalia pudiese responderme, yo caminaba en dirección a Ana. Nuestras miradas se cruzaron. Ana apartó su mirada y emprendió una sutil huída en dirección a Raquel y Pedro. La intercepté.

  • Hola –dije con una sonrisa.

  • Hola.

  • Me alegro de verte.

  • No puedo decir lo mismo, estoy aquí por...

  • ¿Carlos? –interrumpí yo.

  • Eso es –dijo con cara de pocos amigos.

  • Veo que os lleváis muy bien. ¿Ya has comprobado cuál de los dos folla mejor? –dije arrastrado por una repentina descarga de celos.

  • No voy a responder a tus ataques. Ni siquiera tú sabes lo que quieres, pero afortunadamente yo ya no tengo nada que ver en tu vida –respondió Ana con frialdad.

  • Lo siento, no quería ser tan brusco, simplemente me gustaría que supieses que puedes contar conmigo para lo que necesites. Podemos ser amigos... –dije consciente de la estupidez que acababa de decir.

  • Juan, tú y yo por no ser no somos ni enemigos. Lo mejor que puedes hacer es olvidarte de mí, es fácil, te lo aseguro... yo ya me he olvidado de ti. Ni siquiera me he molestado en odiarte como te dije, la indiferencia es mucho más sana. Te deseo lo mejor, y ahora si me disculpas...

Ana se reunió con Raquel, que parecía haber estado atenta a nuestra conversación y me lanzó una fulminante mirada. A pesar de que me dolía ese acercamiento entre Carlos y Ana, me alegré al verla animada, al saber que no me guardaba rencor. Lo que no encajé tan bien fue esa indiferencia, ¿tan poco valía para Ana?

Cuando empezaba a recuperarme de aquella conversación, otro detalle llamó mi atención. Toni estaba sentado junto a Humberto en uno de los sofás. Mi amigo parecía estar bromeando con aquella especie de perra caliente estridentemente vestida y teñida. Cuando Toni se levantó la camiseta dejando a la vista sus poderosos abdominales y la manaza de Humberto se posó sobre ellos comprobando su firmeza, una descarga asco me removió el estómago. No pude contenerme y me acerqué a ellos.

  • Toni ¿tienes un momento? necesito que me ayudes en la cocina –mentí yo.

  • Claro –respondió con una sonrisa- enseguida vuelvo Humberto.

Toni me siguió y entramos en la cocina. No había nadie más.

  • Acabas de decir una mentira.

  • ¿Cómo? –interrogó Toni perplejo.

  • Le acabas de decir a Humberto que volverás enseguida y no es cierto.

  • ¿Ah no? ¿Piensas retenerme atado a la puerta de horno? –bromeó Toni.

  • No sé como puedes tontear con esa loca –le recriminé yo.

  • No tonteo, me ha caído bien, me ha dicho que estaba muy cachas y le estaba enseñando el escaparate.... jejeje. Además, sobre gustos...

  • ¿Te gusta?

  • Juan, ¿me tomas el pelo? ¿A qué viene el interrogatorio?... ¿No estarás celoso? –dijo Toni con una sonrisa burlona.

  • No seas imbécil Toni, simplemente me preocupo por ti... en esta fiesta hay gente no demasiado abierta a ese tipo de contactos entre dos tíos.

  • Juan, lo siento pero no me convences. Como no se te ocurra una forma más eficaz de retenerme tendré que volver con mi amado Humberto... jajaja.

Me aparté de Toni, fui hasta la puerta de la cocina y la cerré. Me acerqué de nuevo a él, le sujeté de las dos manos y lo empujé contra la puerta de la nevera. Con una de mis manos sujeté sus brazos en alto impidiendo que los moviese. Con mi rodilla la abrí las piernas. Me acerqué aún más. Mi lengua se metió en su boca buscando la suya. Con mi mano libre le agarré el paquete iniciando un salvaje masaje. Cuando la polla de Toni estaba totalmente dura, me aparté de golpe y le liberé. Tono me miró con deseo.

  • ¿Convencido?

  • Muy convencido... –dijo con una sonrisa.

  • Me alegro... –sonreí yo.

  • Te aseguro que voy a devolverte este beso esta misma noche.

  • Inténtalo... y además, intenta mejorarlo –dije con una sonrisa mientras salía de la cocina.

Volví al comedor con la polla dura. El morreo con Toni me había producido una descarga de excitación brutal. Intenté serenarme. Natalia estaba con sus amigos. Me acerqué a ellos.

  • ¡Ey Juan! Que a Natalia le da corte proponértelo, pero a mí no, así que ahí va: ¿te apetecería apuntarte a una semanita de albergue juvenil en el Delta del Ebro? –dijo Marc al verme.

  • No sé, me vendría bien tomarme un descanso, pero ¿te apetece que vaya con vosotros? –le pregunté a Natalia.

  • Claro, a mí me encantaría que vinieses con nosotros, pero no estaba segura de que te gustase la idea. Un albergue de la XAC no es el hotel Arts...

  • Haré ver que no he escuchado ese último comentario –dije con burla-. Pues bien, a mí me parece buena idea. ¿Cuál es el plan exactamente?

  • Pues la idea es pasarnos una semana en el albergue de la XAC en Deltebre, saldríamos en tren el día 24, así podríamos pasar la verbena de San Juan allí. –Explicó Natalia.

  • Pues por mí perfecto, así pasaré mi santo y mi cumpleaños con mis amigos –dije con una sonrisa-.

  • Vaya ¿tu cumpleaños también? –interrogó Marc.

  • Sí, mis padres me pusieron Juan, por el santo de día en el que nací.

  • Curioso... ¿naciste de noche? –preguntó sorprendida Alba.

  • Sí, a las 00:05 del 24 de junio de 1980 para ser exactos.

  • Naciste la noche más corta del año, en plena llegada del solsticio de verano... una noche mágica –dijo Alba adoptando una pose de vidente de televisión local.

  • Y su madre parió al lado de una fogata en el campo, mientras comía coca de piñones y bebía cava... hay que joderse Alba, déjate de rollos... jajajaja- bromeó Damián.

  • Mira que eres corto Damián, ¿todo lo tienes tan corto? –le increpó Alba.

  • ¿Me la quieres comer para comprobarlo? –dijo él mientras se agarraba el paquete por encima de la ropa.

  • Chicos... haya paz –intervino Natalia-. Para cerrar el tema del viaje, nosotros hemos quedado en Passeig de Gràcia sobre las 10 de la mañana. Si no se echa nadie para atrás somos siete: Marc, Damián, Alba, Humberto, Marta, tú y yo. ¿Nos encontramos contigo allí también?

  • Bien, allí estaré, pero quedamos en el exterior de la estación.

  • ¿Por? –interrogó Natalia.

Antes de que pudiese contestar mi teléfono móvil sonó.

  • Si me disculpáis –me excusé mientras salía del comedor para contestar.

  • ¿Sí?

  • Ya he pensado en algo para mejorar tu beso.

  • ¿Dónde estás?

  • Antes dime si aceptas.

Dudé unos instantes. Mi polla volvía a ponerse dura. Tenía ganas de que alguien se la comiese. No pude resistirme.

  • Acepto... y ahora dime dónde estás –respondí.

  • Sabía que dirías que sí... ¿Sabes? Tienes una terraza preciosa, desde aquí veo todo el Eixample.

  • ¿Estás en la azotea?

  • Compruébalo.

Y colgó. Sobra decir que aquella conversación me había encendido completamente. Arrastrado por una descarga de curiosidad y de morbo, me aseguré de que no había nadie que pudiera verme y salí del piso.

Llegué hasta el ático en ascensor y subí las escaleras que daban a la azotea. La puerta estaba entreabierta. Al notar el aire fresco de la noche, me estremecí.

  • ¿Toni? –susurré- ¿Estás ahí...?

Avancé por la terraza flanqueando las chimeneas y los respiraderos del edificio y le vi.

¿Qué haces subido ahí? Tío estás loco... –le dije al verle desnudo estirado sobre una especie de cubierta de metal y cristal que protegía de la lluvia el patio interior del edificio.

  • Ven... sube... –me dijo con voz firme.

  • ¡Que dices! Ni loco... ¿y si no aguanta el peso de los dos?

  • ¿Quieres saber que se siente cuando te comen la polla suspendido a unos 20 metros del suelo?

A pesar de la reservas que tenía a subirme sobre aquella estructura de dudosa rigidez, la excitación pudo más. Puse un pie en la pared de ladrillo que soportaba la estructura y dándome impulso me encaramé a ella.

  • Yo he cumplido mi parte, ahora te toca a ti –dije mientras me desabrochaba los pantalones y me sacaba la polla fuera-. Cómetela.

Me arrodillé sobre una de las vigas de la estructura y Toni se lanzó hambriento a mi polla. Antes de dejársela comer, se la pasé por la cara. La lengua de Toni intentaba rozar mi polla y mis huevos. Sujetándome la polla tiesa con una mano le golpeé en los labios y en la lengua. Cuando Toni rayaba la desesperación se la metí de golpe. Le sujeté con fuerza la cabeza y le empecé a follar la boca.

La excitación que me producía ver a mi amigo casi sin aire mientras le follaba la boca, se acentuaba cada vez que recordaba que estábamos a más de 20 metros del suelo del patio de luces que se abría a nuestros pies. Aquella mamada me estaba volviendo loco, clavé con fuerza mis rodillas en el suelo y empujé a Toni sobre mi polla. Su boca la hacia desaparecer toda. De repente un crujido. Toni se detuvo.

  • Joder, mejor será que nos bajemos de aquí... –dije yo asustado.

  • ¿No quieres follarme? –dijo Toni mientras me sujetaba con fuerza la polla haciéndome una brutal paja.

Había dicho las palabras mágicas. Renuncié a mi idea de bajarnos de la cubierta.

  • Síííí... –dije yo envuelto en una descarga de placer.

  • Pues me vas a tener que comer el culo para dilatarlo...

Tras decir eso, Toni me empujó estirándome sobre el frío cristal, y se colocó sobre mí en sentido opuesto. Mientras su boca volvía a atrapar mi polla succionándola con desesperación, mi lengua rozó su apetecible agujero. Lamía la cara interior de sus nalgas con timidez. Toni aceleró la mamada y me encendió por dentro. Mi lengua despertó como electrizada y empecé a comerme su culo con desesperación. Le separaba las nalgas arrastrado por la excitación y mi lengua se introducía cada vez más en su apretado esfínter.

Estaba al límite. Le sujeté de las caderas con fuerza y le alcé. Sin liberarlo de la presión de mis brazos me incorporé y le obligué a ponerse a cuatro patas. Dos de mis dedos le penetraron sin aviso. Toni empezó a gemir.

  • Ahhhhhhh... sigue... –dijo Toni mientras le penetraba el culo con dos de mis dedos.

  • Me encanta que te pongas tan perra cuando te meto un dedo en el culo, pero aún hay más...

Despojé su culo de mis dedos y con la polla en la mano apunté hacia su agujero. Estaba tan dilatado que mi verga entró con facilidad. Toni lazó un leve quejido. Empecé a follármelo con energía. Le sujetaba por las caderas atrayéndolo hacia mí, haciendo más intensa y profunda cada envestida de mi polla. Nada podía detener aquel placer, ni si quiera los crujidos que oíamos a nuestros pies.

Casi sin tocarse la polla, Toni se empezó a correr en medio de un grito ahogado. Pocos segundos después, mi polla empezaba a lanzar descargas de semen caliente en el interior de Toni.

Exhaustos, nos estiramos el uno junto al otro.

  • Será mejor que volvamos a la fiesta... –dije yo recuperando el sentido común.

  • Ha sido el mejor polvo de mi vida... –añadió Toni con una sonrisa.

Decidimos volver a la fiesta por separado. Bajé por el ascensor y entré en el piso. Al cruzar el recibidor me pareció oír un grito ahogado por la música. Otro grito. Alguien detuvo la música. Entré en el comedor.

  • ¿¿Pero de que vas loca?? He notado como me rozabas el culo... ¡me das asco! Eres escoria, lo peor. Los pervertidos y depravados como tú os deberíais estar pudriendo en la cárcel. –Dijo Sergio a voces.

Humberto estaba a unos pasos de mi compañero de piso, soportando sus gritos ante la mirada impasible del resto de los invitados. Humberto parecía debatirse entre el llanto y la vergüenza.

  • Yo... yo... no te he tocado –dijo con dificultad.

  • ¿¿No?? ¡¡Pedazo de maricona!! Pero si llevas toda la noche mirándome, lo he aguantado por respeto a la gente que está aquí, pero que me toques... ¡por ahí no paso!

  • Por favor ¡basta! Sólo te ha rozado al pasar, creo que estás sacando las cosas de quicio –dijo Natalia visiblemente alterada.

  • ¿¿Basta?? Hasta que esta puta no salga de mi casa no voy a quedarme tranquilo, ¡largo!

Estaba inmóvil junto a Pedro, no me atrevía a decir nada, nadie se atrevía a decir nada. Sergio parecía fuera de control. Recorrí el comedor con la vista, buscando a Carlos. Sólo él podría calmar a Sergio, puesto que el resto de sus amigos parecían jalear su actitud. Pero Carlos no estaba en el comedor, y lo que más me cabreó, Ana tampoco estaba allí.

  • ¿Quieres calmarte? Creo que te has pasado mucho esta noche –dijo una voz a mi espalda. Era Toni.

  • ¡Vaya! Otra loca en esta casa... asquerosos enfermos depravados, lo estáis infestando todo con vuestras mariconadas. ¡Pero me niego a que lo hagáis en mi casa!

  • Maldito hijo de puta –soltó Toni mientras se abalanzaba sobre Sergio.

Toni le asestó un brutal puñetazo en la mandíbula a Sergio, que cayó sobre la mesa lanzando por el suelo los platos y los vasos que reposaban sobre ella. Sergio no se calmó, se levantó encolerizado y cargó contra Toni. Un puñetazo en el estómago, y sin dejarlo reaccionar otro golpe en la mandíbula. Los dos perdieron el equilibrio y cayeron al suelo enzarzados en una incontrolable descarga de violencia.

  • ¡Ya basta! –gritó Carlos entrando en el comedor- Separaos.

Cuando Carlos sujetó a Sergio por la espalda los demás parecimos reaccionar. Sin dudarlo me abalancé sobre Toni y le sujeté con firmeza intentando controlarle. Los separamos con la ayuda de Damián y Marc.

Me llevé arrastras a Toni y lo dejé en mi habitación mientras iba a buscar algo para curarle la herida del labio, y un poco de hielo para los golpes. Al salir de la cocina camino de mi habitación el espectáculo que podía verse era de caos total, Humberto lloraba en un rincón del comedor mientras Alba y Natalia le consolaban. Sergio continuaba profiriendo gritos desde la habitación de Carlos. Natalia y Pedro recogían los platos y los vasos rotos.

  • Señores... la fiesta ha terminado –dijo una voz a mi espalda.

Volví a mi habitación. Toni se había quitado la camiseta y estaba estirado en mi cama. Me acerqué en silencio y le limpie con cuidado la herida del labio.

  • No debías haberte metido por medio...

  • Claro, veo como el fascista ese insulta a Humberto delante de todos y me voy a quedar quieto como habéis hecho todos. Debería daros vergüenza.

  • Sergio es así...

  • Sergio es un maldito cabrón y no entiendo como puedes compartir piso con alguien así.

  • Basta con pasar de él –dije con timidez.

  • Yo no puedo pasar de él. Mira Juan, cuando me decidí a salir del armario, sabía que no todo iba a ser fácil. Sabía que en la vida me encontraría con opiniones y actitudes como las de Sergio, y ante ellas no vale quedarse callado. Cuando reconocí mi homosexualidad públicamente, sabía que estas actitudes son las menos, y cada vez están menos presente en una sociedad que tiende a madurar y a ser tolerante. Por eso no me asusta la gente como Sergio, porque no son muestra de nada, o en todo caso de un pasado que se resiste a desparecer pero que el tiempo acabará por enterrar. Con gente como Sergio me arriesgo a que me rompan la cara, pero es un riesgo que merece la pena correr, estos golpes duelen menos cuando sabes que has defendido algo tan básico y fundamental como tu sexualidad. Ahora me puede doler una ostia, pero antes me dolía mucho más el silencio. Ser homosexual no se elige, ante eso no existe ningún argumento en contra.

Continuará...