La vida de otro (34: Alta tensión)

Reencuentros, visitas inesperadas, mezclas complicadas, tensión sexual... esos serán algunos de los ingredientes de la primera parte de la fiesta de inauguración del piso de Carlos y Juan.

  1. ALTA TENSIÓN

Sentado en el sofá del comedor esperaba a que los primeros invitados hicieran su aparición. Estaba algo inquieto. Me levanté y me acerqué al espejo del recibidor. Pelo más largo que de costumbre y intencionadamente despeinado. Camisa blanca con sutiles motivos bordados de Antonio Miró y pantalones de raya diplomática de Caramelo. Zapatos de piel de Loewe. Me prohibí a mí mismo recordar la catástrofe que iba a causar aquel conjunto en mi Visa.

Carlos estaba acabando de colocar algunos platos con canapés en la mesas del comedor. Le miré de reojo al volver al comedor. Pantalones de lino beige con una camiseta de Armand Basi. Sencillamente encantador. Pero en su gesto la sombra de la preocupación.

  • ¿Sucede algo? –interrogué.

  • No, ¿por qué lo preguntas?

  • Por que tienes una cara que asusta, pareces preocupado.

  • No, nada importante...

No insistí, mi hermano no quería hablar, pero era obvio que algo le preocupaba. Volví a sentarme y encendí nuestro nuevo televisor. En ese momento llegó Sergio de la calle. Le miré detenidamente. La verdad, no sé porque tenía tanta fijación en que nuestro vecino le miraba, Sergio me resultaba muy poco atractivo. Vestido con unos pantalones de pinzas, una camisa de Burberry y unos mocasines de piel, repeinado con un aburrido flequillo, y con un cuerpo poco definido aunque bastante proporcionado. De ojos marrones y cabello castaño claro, Sergio no me resultaba especialmente atractivo. Quizás una ropa algo más "actual" resaltaría alguna de sus virtudes, si es que las tiene.

El timbre de portero automático sonó. Carlos me miró con inquietud pero no se movió. Me levanté del sofá, apagué el televisor y fui a contestar. Al parecer eran los amigos de mi hermano. Dejé la puerta abierta y volvía al comedor.

Cuando llegaron sólo reconocí a dos de los seis, Susana, una gran amiga de mi hermano, y Dani, el mejor amigo de Carlos. Les conocía porque habían venido algunas veces a casa. Los otros cuatro, dos chicas y dos chicos, parecían ser pareja. Cuando Carlos me los presentó no puse demasiado atención en sus nombres. Por su estilo parecían amigos de Sergio.

Les dejé hablando y puse en marcha el equipo de música. Empezó a sonar "Fighter" de Christina Aguilera. Esperaba no tener que batallar demasiado aquella noche.

Carlos se apartó del grupo y se acercó a mí. La preocupación no se había borrado de su rostro.

  • Tengo que decirte algo...

  • Dime –respondí con una sonrisa.

  • Verás... no sé si he hecho bien pero, pero...

  • ¿Pero qué? –pregunté yo cansado de tanto rodeo.

  • He invitado a... -el timbre le interrumpió.

  • Me lo cuentas luego, tenemos que abrir la puerta –dije huyendo de su secretismo.

Me había dejado algo intrigado, sin duda. ¿A quién debía haber invitado que tanto le costaba decírmelo? Cuando abrí la puerta la respuesta estaba justo encima del felpudo de la entrada. Pedro, Raquel y... Ana. No supe que decir. Carlos se acercó por detrás y posando una mano en mi hombro, les saludó y me susurró al oído.

  • También he invitado a Emma, pensé que sería un buen momento para estrechar lazos.

  • Carlos, si tenías ganas de estrechar algo haberte pillado la polla con la puerta de la cocina –dije con un monumental cabreo.

Carlos me lanzó una cándida sonrisa y adoptó una pose de niño bueno que acentuó aún más mi enfado. El problema no era únicamente que Ana estuviese en aquella fiesta. El problema alcanzaría su verdadera magnitud en el momento en que Natalia hiciese su aparición. ¿Pero a quién coño se parecía Carlos? Cuanta buena intención, cuanto idealismo... cuanta falta de sentido común. Me recordé que debía partirle las piernas después de la fiesta, aunque si por mi fuera le haría otras cosas, igual de fuertes pero menos dolorosas.

  • Tío, me alegro de volver a verte... ya sabes como es Raquel, se ha volcado completamente en Ana. Si no fuera porque tu hermano ha convencido a Ana para que viniésemos a la fiesta...

  • Venga Pedro, no me toques los cojones. Si tienes una novia que es una arpía y que no te deja vivir más allá de la jaula en la que te ha metido, no vengas ahora a justificarte. Pensaba que éramos amigos...

  • Y lo somos Juan...

  • ¿Y dónde estaban mis amigos cuando los he necesitado? He roto con Ana, no la he matado... creo que no me merecía ese juicio de valores –dije con resentimiento.

  • Lo siento... –Pedro no supo decir nada más.

Le dejé en el comedor y entré en la cocina para sacar las bebidas de la nevera. Carlos estaba colocando en platos unos aperitivos.

  • ¡Eso no se hace tío! Te has pasado... ni si quiera me lo has consultado.

  • Pensé que era una buena idea... –respondió mi hermano con timidez.

  • ¿Buena idea? ¡Cuando Natalia y sus amigos lleguen, no habrá sitio donde pueda esconderme!

  • Tranquilo Juan, seguro que todo sale bien...

¿Tranquilo? Carlos parecía vivir en Barrio Sésamo. Preferí no decirle nada más. Cogí las botellas y volví al comedor. Lo que vi no mejoró las cosas, más bien las complicó un poco más.

  • Hola Juan.

  • ¿Qué haces aquí?

  • Hombre, me invitaste a la fiesta ¿no?

  • Ya, pero me dijiste que no podías venir.

  • Bueno, pues al final me convenció Jordi y he venido con él. Pero si molesto me voy...

  • No, no... en absoluto. Disculpa Toni, es que Carlos ha invitado a Ana y estoy de los nervios –me disculpé yo.

  • Ya, ya me he cruzado con ella, y parece animada. En cuanto a lo de tus nervios, si quieres vamos a tu habitación y lo solucionamos... una buena corrida es lo mejor para aliviar tensiones –dijo Toni con una traviesa sonrisa.

  • Otro comentario de ese tipo en esta fiesta y la próxima vez que vayas a mear no te la encontrarás.

  • Si me la cortas con la boca yo me dejo... jejeje –respondió en tono de burla mi amigo.

  • Toni, vete a la mierda –dije con una sonrisa más falsa que un euro turco.

Antes de que mi amigo contestase a mi ataque, volvió a sonar el timbre. Salí precipitadamente hacia la puerta y la abrí. Era Emma.

  • ¡Hola Juan! Cuanto tiempo ¿no? Me alegro de verte... –me dijo mientras se lanzaba a mi yugular para imprimirme con el último grito en barras de labios un inmenso beso en cada mejilla.

  • Te recuerdo que fuiste tú la que me dijo la última vez que nos vimos que estaríamos un tiempo sin vernos.

  • Juan... no me guardes rencor hombre. Era una situación difícil, y ahora que Ana está mejor, no veo porqué debemos continuar alejados.

  • Yo si lo veo... porque paso de una panda de farsantes como vosotros.

  • Vaya Juan, pensaba que te harías cargo de la situación por la que pasó Ana, al fin y al cabo fue culpa tuya.

  • Emma, no me toques la moral... tú no eres quien para buscar culpables de mi ruptura con Ana. Siempre te metes donde no te llaman, siempre estás en todos los follones...

  • Yo sólo intento ayudar –dijo Emma visiblemente ofendida-. Pero no te preocupes, te dejaré tranquilo, he venido porque Carlos me ha invitado. Él si que se ha hecho cargo de la situación de Ana. Me consuela saber que no se parece en nada a ti.

  • ¿Qué has querido decir con eso?

  • Esta entrometida no va a decirte nada más esta noche... diviértete Juan –dijo Emma mientras se unía a Raquel y a Pedro en el comedor.

Maldita bruja entrometida. ¿Qué coño había querido decir acerca de mi hermano y Ana? Aquella fiesta se estaba convirtiendo en una ratonera para mí. Me pasé el dorso de la mano por la frente. El sudor se deslizaba por mis sienes. Entré en el baño de mi habitación. Me refresqué la cara y la nunca. Tenía ganas de mear. Subí la tapa del inodoro, me bajé la cremallera de los pantalones, deslicé mis calzoncillos y me saqué la polla. No sé porque pero la propuesta de Toni volvió a mi mente. Me acaricié la polla con suavidad, y se empezó a poner dura.

De repente la puerta del baño empezó a abrirse. No había cerrado con el pestillo.

  • ¡Ocupado! –grité.

Despaldas a la puerta me pareció que el intruso la cerraba nuevamente. Nada más lejos de la realidad. De pronto, alguien me abrazó por detrás y me agarró la polla. Di un salto y del susto se me cortó la meada.

  • ¡Joder! ¿¿Pero que coño haces?? –le grité mientras me daba la vuelta-. ¡Estás loco Toni! ¡¡LOCO!!

  • Perdona tío... sólo quería saludarla –dijo mientras me volvía sobar la polla.

  • ¡Suelta coño! Que hay más de 15 personas en el piso, que nos pueden pillar aquí metidos en el baño, joder Toni, no seas gilipollas...

  • ¿No te gustaría que me arrodillase ahora mismo y me comiese toda esa polla? –dijo con una mirada encendida por la lujuria.

Me hizo dudar. Su mano seguía en mi polla y me la había puesto completamente dura. Pero esta vez la razón venció.

  • Ahora no Toni... vuelve a la fiesta por favor –supliqué yo.

  • Está bien –respondió con resignación.

Terminé de mear y salí del baño. Cuando iba por el pasillo en dirección al comedor el timbre sonó por cuarta vez. Abrí la puerta. ¿Quién decía que las cosas no podían ir peor?

  • ¡Hola tío! Gracias por invitarnos, traemos algo de alcohol... ya sabes, para privar. –Dijo Damián con una sonrisa.

  • Hola a todos, pasad por favor. –Respondí.

Me pellizqué en el brazo... no, no estaba soñando. Mi ex novia, el amigo al que me había tirado varias veces, mi proyecto de novia, sus amigos que tanto me calentaban... no estaba soñando, estaban todos allí.

Sin poder evitarlo mi vista pasó velozmente por Natalia, Humberto y Alba, y se posó en Marc y Damián. Marc iba vestido con unos pantalones cargo negros y una camisa blanca con motivos estampados sin mangas. Su característico peinado en forma de cresta completaba un conjunto perfecto. Aparté la vista de él... unos segundos más mirando aquel cuerpo definido de 17 años y no respondería de mis actos. Damián... con unos ajustadísimos pantalones de algodón blancos y una camisa de manga corta de tonos azules.

Debí detenerme demasiado tiempo en aquellos dos bollycaos de instituto, porque Marc pareció darse cuenta.

  • ¿Qué, sorprendido? –dijo con una sonrisa- venimos vestidos para la ocasión.

  • ¡Ah! No dudaba de vuestro criterio... –respondí aparentando normalidad.

  • ¿Y de nuestras chicas qué me dices? Verdad que están muy buenas... –resaltó Damián.

  • Estáis preciosas –dije mirando a Natalia y a Alba.

Tras los saludos, los amigos de Natalia entraron en el comedor. Cuando ella les iba a seguir la sujeté con suavidad de su brazo.

  • Espera...

  • ¿Qué?

  • Me alegro de que hayas venido... tenía ganas de verte.

  • Te dije que vendría Juan –dijo Natalia con una amplia sonrisa.

  • Este vestido te sienta muy buen, estás preciosa... –dije mientras le acariciaba el antebrazo.

  • Es del Zara –dijo Natalia con ironía-. ¿Te suena?

  • Jejeje... no seas tan cruel conmigo, también tengo ropa de Zara.

  • ¿Tú? ¿pero qué me dices Juan?... jejejeje. No me lo puedo creer. ¿Te vio alguien mientras comprabas?

  • Jajajaja... bueno a pesar de que sea a mí costa, me gusta verte reír de nuevo.

Me acerqué a ella lentamente. Mis labios rozaron los suyos. Nos besamos fugazmente. Nos separamos de nuevo. Natalia me miró con sus grandes y expresivos ojos marrones.

  • Bueno, que empiece la fiesta ¿no?

Continuará...