La vida de otro (33: Sergio)

Juan tendrá su primer encontronazo con su nuevo compañero de piso, Sergio, que tiene una visión bastante mala de la homosexualidad. Después de la bronca, Juan y Carlos planearán la fiesta de inauguración de su nueva casa. Natalia y sus amigos estarán invitados.

  1. SERGIO

Lo más duro ya ha pasado, o al menos eso creo. Después de unos días complicados, principalmente por los exámenes y por la mudanza, parece que finalmente llega la calma. Esta misma semana he hecho el último examen final, y quiero ser optimista, fue sencillamente un examen brillante... aunque siempre puedes errar tu percepción. Ahora sólo queda esperar a las notas... mi futuro depende de ellas. Después de tantos años estudiando sigo sorprendiéndome al ver una cifra junto a mi nombre sobre un papel colgado en un tablón de anuncios. Los mismos nervios enredándose en mi estómago, el mismo temor a leer mi nombre seguido de un suspenso, pero esta vez es diferente, esta vez podría ser la última.

Si los exámenes son ya un tema cerrado, de la mudanza no puedo decir lo mismo. Unos días después de que Carlos y yo nos fuésemos a vivir al piso nuevo, Sergio se trasladó finalmente. Al pasarme tanto tiempo estudiando en la biblio no he podido hablar mucho con él, aunque nuestros breves encuentros me dicen que la convivencia no va a ser sencilla.

Nada más pisar nuestra nueva casa Sergio hizo una detallada crítica: los muebles, las cortinas, la pintura, la distribución, las luces, los electrodomésticos, el suelo, el techo, el olor, los cristales, la luz, las ventanas, las juntas de las baldosas, las puertas, los marcos, la corriente de aire, la orientación... todo. Después de esa oleada de optimismo, estableció sus propias reglas acerca de la música, los invitados, el orden, la limpieza, la privacidad, la televisión, la comida... una lista sin fin. Al terminar su "guía de buenas prácticas", Carlos y yo nos miramos con resignación.

El primero de los roces entre Sergio y yo surgió hace dos días. Yo estaba relajándome en mi habitación al llegar de un examen. En mi equipo de música sonaba "Wake me up inside" de Evanescence cuando la puerta se abrió de golpe.

  • Juan, vamos...

  • ¿Vamos a dónde?

  • Tenemos que bajar la basura, tanta manía con el reciclaje y luego no bajáis ni una puta bolsa.

  • Lo haré luego... ahora estoy descansado. –Respondí yo con brusquedad.

  • Juan, ahora. Si no mueves el culo, dejo las bolsas en tu habitación.

Me tocaba los cojones que ese chulo me diese ordenes pero, para evitar un enfrentamiento, me levanté y le ayudé a sacar la basura.

Al volver al edificio nos encontramos al vecino que nos cruzamos la primera vez que visitamos aquel piso. Estaba aparcando su moto, uno de esos scooters para moverse por la ciudad. Nada más quitarse el casco nos vio y nos saludó:

  • Hola. –Dijo con una sonrisa.

  • Hola. –Respondí únicamente yo.

Entramos juntos en el portal y nos dirigimos hacia el ascensor.

  • ¿Subís?

  • Sí. –Respondí.

  • No, mejor vamos por la escalera. –Corrigió Sergio.

Nuestro vecino nos miró con cara de sorpresa. Para evitar parecer unos maleducados tiré de Sergio con firmeza y le conduje al ascensor. Quizás no fui muy discreto, porque nuestro vecino pareció percatarse de mi gesto.

  • Si a tu amigo le gusta andar, mejor subimos los dos... –dijo con una irónica sonrisa.

Sergio no dijo nada. Yo simplemente sonreí y entramos en el ascensor. Cuando las puertas se cerraron, miré a mi compañero de piso, parecía realmente inquieto.

  • Bueno... ya que vivimos pared con pared, mejor nos presentamos, yo soy Víctor –dijo nuestro vecino con una amplia sonrisa.

  • Encantado Víctor –respondí mientras le estrechaba la mano- él es Sergio y yo soy Juan.

Víctor tendió su mano en dirección a Sergio pero él no hizo ningún movimiento, permaneció con la mirada clavada en el suelo. La puerta se abrió y salimos del ascensor.

  • Para cualquier cosa que necesitéis recordad que estoy en la puerta de al lado –añadió nuestro vecino mientras abría la puerta de su casa.

  • Antes prefiero quemarme en el infierno...-susurró Sergio, afortunadamente Víctor no escuchó su comentario.

Al entrar en casa Sergio estalló.

  • ¡Pero cómo pude aceptar vivir en esta jaula de locas! ¿¿Pero has visto cómo nos miraba la maricona esa?? ¿Claro que lo has visto! ¡Pero si ha sido idea tuya subir con él en el ascensor! ¿¿Pero es que no tienes vista??

  • Intentaba ser educado, es nuestro vecino –respondí yo intentando controlarme.

  • ¡Claro! Nuestro vecino... pues ver a pedirle un poco de sal ¡a ver si te da por el culo! Porque parece que es lo que te va... ¿educación? ¡Y una mierda! ¡Si parece que estabas ligando con él!

Le miré fijamente... sentía que empezaba a arderme la cara.

  • Que tu seas irrespetuoso, intolerante, intransigente, mal educado, corto de luces, imbécil, y... gilipollas integral, no quita que yo pueda ser educado con nuestros vecinos. Debería caérsete la cara de vergüenza por tu actitud.

  • ¿¿Gilipollas integral?? ¿Pero de qué vas chaval? ¡¡Quieres que te parta la cara imbécil!! –Dijo Sergio elevando su tono de voz.

Al oír gritos, Carlos salió de su habitación.

  • ¿Qué pasa aquí? –Interrogó con cara de sorpresa.

  • Nada, problemas entre Sergio y nuestro vecino.

  • ¿Otra vez dándole vueltas a la homosexualidad del vecino? ¿Pero qué coño te pasa Sergio, no puedes ser un poco más tolerante?

  • ¡Yo soy muy tolerante! Es la loca esa que nos mira como si nos fuese a comer con la vista... ¡si nos ha tirado los tejos y todo! –Sergio seguía muy alterado.

  • Bueno basta –dije yo-. Estoy harto de esta conversación, si no quieres saludar al vecino no lo hagas, pero me compliques más la vida.

  • ¿Basta? Qué fácil lo ves todo... esto no acabará así. Me pone enfermo tanta mariconada. No debería haberte hecho caso Carlos... este piso es una puta mierda. -Tras soltar sus últimas palabras Sergio se encerró en su habitación castigando a la puerta y al marco con un enérgico portazo.

  • ¿Pero qué ha pasado con el vecino? –interrogó Carlos.

  • Pues nada tío... simplemente nos ha saludado y hemos subido con él en el ascensor. Todos podemos tener nuestras reservas ante la homosexualidad, pero lo de Sergio es enfermizo. Cualquier día le parte la cara a alguien...

  • Al final habrá sido una mala idea pensar en él para compartir piso... –añadió Carlos-. Pensaba proponeros que diésemos una fiesta este fin de semana para celebrar nuestra mudanza... pero viendo como están las cosas, no sé que pensar...

  • ¿Una fiesta? A mí me parece buena idea... por Sergio no te preocupes, se le habrá pasado de aquí al fin de semana.

  • ¿Sí, seguro que te apetece?

  • Me apetece mucho, de paso celebraré que hayan terminado ya los exámenes –dije con una sonrisa.

  • Perfecto pues... invita a tus amigos, yo me ocuparé de allanar el terreno con el Generalísimo –dijo mi hermano con sorna.

Volví a mi habitación. ¿Amigos, qué significaba aquella palabra? Debía ser algún tipo de relación entre las personas, una relación de mutua ayuda y apoyo, algo parecido a la relación que une a Aznar y Bush pero entre seres humanos racionales.

Así pues, tumbado en mi nueva cama, me propuse la dura meta de restablecer mis relaciones de amistad, y hoy ha sido un gran día en ese sentido. Liberado de las duras pruebas de la vida, léase exámenes, esta mañana me he decidido a llamar a Natalia. Después de mi comportamiento de hombre de las cavernas sabía que sería difícil intentar un acercamiento, pero como decía el señor Audi en uno de sus anuncios: "el mayor riesgo es no arriesgar".

La llamada suponía una verdadera prueba de fuego. Natalia casi me cuelga el teléfono al saber que era yo, pero he soltado un aplastante "lo siento, si no quieres hablar conmigo lo entenderé... eres una mujer fantástica y te mereces mucho más...". Cuando Natalia me ha concedido el beneficio de la duda he soltado una ristra de excusas, disculpas, frases de arrepentimiento, promesas de cambio, etc... que tenía previamente elaboradas. ¿El resultado? Un éxito leve o una derrota moderada, como decían los políticos en las pasadas elecciones municipales. Natalia no me ha perdonado vía telefónica, pero ha aceptado una invitación para cenar esta noche.

Después de una sesión de musculación en el gimnasio, la he recogido en su casa. Vestida con unos pantalones cargo negros de raso y una especie de top anudado a la espalda, Natalia irradiaba encanto, una belleza sencilla y natural, que entra directamente por los ojos por su armonía y equilibrio, sin extravagancias, ni exageradas curvas.

  • Buenas noches... estás preciosa –le he dicho al subir al coche.

  • Gracias –ha respondido sin ruborizarse.

Camino del restaurante, he insistido en mis disculpas y a juzgar por la expresión de Natalia, parecía que estaban surgiendo efecto. Pero faltaba el golpe de efecto. Sentados en la mesa del restaurante he soltado mi última arma.

  • Sabes, me gustas... me equivoqué contigo, me has demostrado una madurez impropia de tu edad. Eres una chica fantástica. Me gustaría que intentásemos ser...

  • ¿Amigos? Creo que de momento sería lo mejor. –Ha dicho ella con cierta frialdad.

  • Amigos... es una buena forma de empezar.

  • Juan, después de esa decepción mutua que hemos experimentado, la amistad es la única forma de empezar.

Me he quedado unos instantes en silencio. Una sonrisa se ha dibujado en mi cara. Ésta debe haber sido la primera vez que una tía me dice que de momento sólo quiere mi amistad y yo me he sentido bien. Para que negarlo, Natalia me interesa, pero no es conveniente que me precipite. Las mujeres me interesan sexualmente pero, los hombres también. Supongo que la solución está en hacer compatibles esas dos facetas de mi sexualidad. ¿Tener novia y follarme esporádicamente a otro tío? Lo mejor de dos mundos, pero ¿quién coño inventaría la fidelidad?

Creo que el tiempo tendrá respuestas para mis preguntas, suena tópico, pero sólo él puede responder todos los interrogantes. Cuando mi vida empezó a cambiar parecía tenerlo todo claro, pero ahora... ahora sólo hay algo que tengo claro, que no tengo nada claro.

  • Siento haberte decepcionado, siento haber dado una imagen cínica e interesada. Me hago cargo de tu decisión.

  • No es únicamente tu agobiante interés sexual en mí lo que me ha decepcionado, Juan –ha dicho con serenidad.

  • ¿Entonces? –He interrogado algo sorprendido.

  • La primera vez que coincidimos en la fiesta de mi hermano Rafa me pareció percibir cierta tristeza en tus gestos, en tu voz. Aquella noche, ni si quiera tu risa, ni si quiera tus caricias me parecieron sinceras. Era obvio que estabas preocupado. Luego descubrí por Rafa que habías roto con tu novia, pero seguía sin encajarme tu actitud...

  • No sé a dónde quieres ir a parar... –he dicho yo con cierta intranquilidad.

  • A ningún sitio Juan, no es el destino lo que me interesa, es más bien el camino de lo que quiero hablar. En el encuentro con mis amigos me pareció percibir un cambio de actitud, a pesar de que pudiste sentirte desplazado al no conocerles, parecías animado. Después la llamada, y tu furia... es obvio que has superado tu ruptura con tu novia, pero sigues atormentado, sigues caminando sin saber muy bien hacia dónde. Y es ahí donde radica mi decepción, en no haber sido capaz de entenderte.

  • Mi vida ha estado revuelta en estos últimos meses... el fin de carrera, mi familia, mi ruptura con Ana... –me he excusado yo por enésima vez-. Para tu tranquilidad, he empezado a poner orden en mi vida, y no me ayudan los reproches.

  • Juan, no te reprocho nada, únicamente intento ayudarte...

  • Te lo agradezco Natalia –he dicho con una fingida sonrisa-, pero ahora mismo sólo se me ocurre algo en lo que podrías ayudarme...

  • Tu dirás...

  • Que aceptes venir a la fiesta que celebramos en nuestra nueva casa. Me harías muy feliz –he respondido con una sonrisa.

  • Creo que no es ese el tipo de ayuda al que me refería, pero cuenta con ello...

  • Gracias. Si quieres puedes invitar a tus amigos...

  • Lo tendré en cuenta.

Después de la cena la he dejado en su casa, no ha habido besos esta vez.

Hoy he dado un paso más hacia la confirmación de que Natalia tiene algo especial, tiene encanto. Con esa habilidad natural para captar el ánimo de los demás... pero lejos de asustarme sus palabras, me han dado cierta confianza. Valoro positivamente que se preocupe por mi estado de ánimo e intente ayudarme, siempre y cuando su interés no se convierta en algo... incómodo. Amiga o algo más, Natalia debe formar parte de mi vida.

Yo a los diecisiete años me limitaba a pensar en mí, y ahora, a los veintidós, me sigo limitando a pensar en mí. Sin duda la madurez no va ligada a la edad. Rosa tenía razón el día que me echó de casa, a veces no soy capaz de pensar un poco en los demás, de ponerme en su lugar. Pero supongo que esa capacidad nace en uno mismo y no se puede forzar, por lo que la anotaré en mis propósitos de año nuevo... aquellos que tienes tan presentes al empezar el año y nunca llegas a cumplir. Ya lo dicen, nadie es perfecto, ni si quiera David Beckham.

Continuará...