La vida de otro (30: Gritos)

Juan discute con su madre al descubir con quién comparte su tiempo libre. Cuando las cosas se tuercen todavía más aparece David.

  1. GRITOS

El domingo, después del incidente con Toni en la buhardilla tenía claro que no iba estar en mi casa ni un solo segundo, antes de volver a hablar con Carlos debía meditar alguna explicación que quitase hierro a lo que había presenciado. Seguro que encontraría una explicación verosímil, pero para ello necesitaba pensar. Necesitaba tiempo.

Me levanté sobre las nueve. La desaparición de David, la bronca con Natalia, el incidente con Carlos y Toni, los exámenes... aquella mañana me había despertado con un humor pésimo. Sabía que si durante el día un simple detalle me disgustaba, estallaría. En la cocina me encontré con mi madre.

  • Buenos días hijo.

  • Hola –respondí mientras me servía un plato de cereales.

  • ¿Qué vas a hacer hoy? –Preguntó Rosa con brusquedad.

  • Pues voy a Barcelona, a la biblioteca. ¿Por qué?

  • Bueno, es que tu hermano pasará el día con Sergio para ultimar los detalles de la mudanza, y yo había pensado en que si ibais a estar fuera podría invitar a Victoria y a su... compañero.

  • ¿A Victoria? Pero si no la ves desde que conoció a ese imbécil, es más, pensaba que no querías verla, ni a ella ni a su nuevo marido, compañero, novio o lo que sea. –Respondí sorprendido.

  • Ya... pero no sé, quizás sea el momento de intentar una reconciliación, al fin y al cabo es mi hermana.

  • Tu verás –dije mientras devoraba los cereales-. Yo me voy en cuanto termine de desayunar, prefiero no estar aquí si van a venir esos dos.

Camino de Barcelona seguía sin entender porque mi madre se había decidido a invitar hoy a su hermana. Victoria es la única hermana de mi madre, seis años menor que ella. Entre las dos siempre había existido una relación muy buena, incluso después de casadas, hasta que las cosas cambiaron.

Victoria había estudiado medicina y ejercía en un hospital de Barcelona, allí había conocido a Jorge con el que se casó poco tiempo después que mis padres. De ese matrimonio nació mi prima Lara. La relación de ambas familias era buena hasta que Jorge murió en un accidente de coche en agosto de 1996. Entonces toda la familia se volcó para dar nuestro apoyo a mi tía y a mi prima. Por ello, cuando Victoria anunció pocos meses después del accidente que estaba enamorada de un tal Julián, once años menor que ella y de profesión pintor, todos nos sentimos defraudados. Mi madre jamás le perdonó aquella falta de respeto por la memoria de mi tío Jorge, que se había portado con ella fabulosamente. Ni si quiera Lara se tomó bien la noticia y decidió irse a vivir con mi abuela Mercè a Tarragona. Desde entonces no les había vuelto a ver, sólo algún comentario de mi madre sobre el estilo de vida de Julián, que más que del arte, vivía del cuento, o lo que es lo mismo, de Victoria.

Decidí olvidar el tema, llevaba tanto tiempo sin tener contacto con la familia de mi madre que no me preocupaba demasiado lo que hubiese sido de ellos. Ya en la biblioteca me puse a estudiar otra vez.

A la hora de comer, cuando salí de allí y caminaba en dirección de un Pans & Company para comer algo, me di cuenta de que me había dejado la cartera en casa. Había que ser gilipollas para salir sin la documentación, sin las tarjetas, y lo que era peor ¡sin dinero! No me quedaba alternativa, tenía que volver a casa aun con el riesgo de encontrarme con Victoria y Julián.

Volví a Sitges. El hambre y ese absurdo viajecito me habían puesto especialmente de mala ostia. Intenté aparcar delante de casa pero al parecer alguien había dejado allí un Seat Córdoba destrozado por un patético tunning. No recordaba que mí tía tuviese esos gustos. Entré en casa, a simple vista parecía que no había nadie. Fui hasta el comedor y vi la puerta del jardín abierta, me pareció ver a alguien fuera. Me acerqué a la cristalera y lo que vi me dejó alucinado. Tendido en una de las hamacas del jardín había un tío muy musculado, exageradamente bronceado, cubierto únicamente por un diminuto bañador negro que le marcaba un generoso paquete, pero ¿quién coño era?

  • Perdona... ¡perdona! –Dije mientras salía al jardín.

  • ¡Ah! Hola chaval... ¿tú quién eres? –Me respondió con un marcado acento callejero.

  • Eso lo debería preguntar yo. Estás en mi casa, ¿no te parece?

  • ¡Ah! Pos Rosa ma invitao a tomar un poco el sol.

  • ¿Dónde está ella? –Pregunté intentando controlar mi ira.

  • Arriba creo, sa ido a cambiar el bañador por uno más cachondo... jajajaja.

Aquello fue la gota que colmó el vaso. Me giré sin decirle nada más a aquel gilipollas. ¿Qué estaba pasando? Volvía al interior, subí las escaleras y me encontré a mi madre saliendo de su habitación. Llevaba su pelo rubio suelto y vestía un breve bikini azul que jamás imaginé que pudiese llevar. Rosa abrió los ojos de par en par al verme.

  • Juan ¿pero qué haces aquí?

  • ¿Quién es el paleto ese que está abajo tomando el sol?

  • Un amigo del trabajo.

  • ¿¿Un amigo?? ¡Y una mierda! Pero si me acaba de decir que has ido a ponerte un bañador más cachondo. Y además ¡pero como va a trabajar ese subnormal en la inmobiliaria!

  • Juan, tranquilízate. Fran es el portero del edificio donde trabajo, nos caemos bien y sólo le he invitado a comer.

  • ¿Me tomas el pelo? Esta mañana me has dicho que ibas a invitar a Victoria y a Julián a comer. Vuelvo a mi propia casa, te encuentro medio desnuda con ese gorila y me dices que ¡¡¡sólo le has invitado a comer!!!!

  • Juan ¡basta! No tengo que darte tantas explicaciones. Pensaba que Carlos y tú pasaríais el día fuera y he hecho mis propios planes.

  • ¡¡Tus propios planes!! ¿¿Y nosotros qué??

  • ¿Vosotros Juan? Vosotros ya tenéis vuestra vida. Ahora me toca vivir también a mí.

  • ¿Vivir? ¿¿Llamas vivir a liarte con un gilipollas integral que todo lo que le sobra de músculo le falta de cerebro??

  • ¡Juan! Estoy harta de esta conversación, de dar explicaciones. Creo que me merezco ser feliz, tener mi propia vida. Me he pasado los últimos 27 años encerrada en un matrimonio que me ha hecho profundamente desgraciada. Con un marido que a los 10 años de casados ni si quiera se acercaba a mí para besarme al llegar a casa. Con un marido que se ha tirado a sus secretarias, a mis amigas, ¡incluso a la novia de su propio hijo! ¡Un marido que me convirtió en una mujer incapaz de sentir, de disfrutar! Y yo me he callado, he aguantado y me he resignado pensando que lo tenía que hacer por Carlos y tú. Porque quería daros la mejor familia aunque sólo fuese en apariencia. ¿¡Y ahora vienes y me acusas de querer vivir mi propia vida!?

  • Puedes vivir tu propia vida, claro... pero no así. Te estás equivocando. Seguro que este te busca por la pasta. ¿¿No te das cuenta??

  • Juan, no creo que me esté equivocando, pero si lo hago, serán mis propios errores. Aunque Fran sólo buscase mi dinero, aunque Fran fuese el más cabrón de todos los hombres que pisan este planeta, me daría lo mismo. Ahora me toca decidir a mí, y decido estar con él ahora, porque lo que he sentido estas últimas semanas es algo que hacia años que no experimentaba. Y no me refiero sólo al sexo Juan, una simple caricia de Fran me basta para volver a sentir como fluye la sangre bajo mi piel. Aunque me equivoque Juan. Todos tenemos derecho a equivocarnos. ¿Qué tiene de malo?

  • ¿¿Qué que tiene malo?? ¡¡Él es lo malo, podía ser tu hijo!! –Mis palabras salían de mi boca atropelladamente, sentía que la cara me ardía de la furia. No me esperaba aquello de Rosa.

  • Juan no seas ridículo, Fran no es ningún crío.

  • ¿Ridículo yo? Aquí la única que hace el ridículo eres tú. Pero ¡mírate! Estás ridícula.

Tras pronunciar aquellas palabras, Rosa pareció debatirse entre el llanto y la rabia. Pudo más la rabia.

  • ¡¡Fuera!! ¡Fuera ahora mismo de esta casa! ¡¡Largo!! Hasta que no recapacites y pienses en lo que me acabas de decir, no quiero volver a verte. Me avergüenzo de haber criado a un hijo tan incapaz de ponerse en el lugar de los demás. ¡Fuera!

En aquel momento me creí cargado de razón y sin más, me di media vuelta y salí de casa dando un portazo. Quizás me arrepentiría de lo que había dicho, pero entonces me sentí defraudado, me había mentido. De nuevo en el coche, no puede contener más las lágrimas. Aquella bronca culminaba la eterna cadena de problemas en los que mi vida se había enredado en esos últimos días. Arranqué el motor. ¿Qué más me podía pasar antes de que terminase la semana?

No sabía que hacer, así que volví a Barcelona. Después de la bronca no había tenido tiempo para coger la cartera. Conducía como una autómata, con los ojos llenos de lágrimas. Sentía como me ardía la cara, sentía como el corazón me latía con fuerza en el pecho. Me había pasado, había sido muy duro con Rosa, pero no es fácil ver como tu madre se comporta como una adolescente y se lía con un paleto casi veinte años más joven que ella. No es fácil ver como alguien al que quieres comete un error tan estúpido y no es capaz de entrar en razón. No iba a resultar sencillo acercar posturas, al menos no mientras Rosa continuase con el eslabón perdido.

Una aguda punzada en la cabeza me sacudió. Necesitaba un respiro, había sido demasiada presión en una semana, demasiados problemas. Decidí pasarme por el Club Deportivo, al fin y al cabo llevaba la bolsa preparada en el coche desde esa mañana. Pensaba pasarme la tarde metido en un jacuzzi y perder el mundo de vista, aunque sólo fuera por unas horas. Más tarde ya se me ocurriría algo.

Aparqué el coche en el parking del Club y caminé hacia la entrada. Delante del edificio había un llamativo 911 Targa granate. Lo estaba observando con curiosidad cuando se abrió la puerta del acompañante. Aquella silueta me resultaba familiar... era David. Me pareció que se despedía del conductor y tras cerrar la puerta entró en el Club. Aceleré el paso.

  • ¡Vaya! –le dije mientras le alcanzaba y le rozaba el hombro con la mano-. Cuanto tiempo ¿no?

  • ¡Ah! Hola Juan –dijo David esbozando una sonrisa-. ¿Sucede algo? –Interrogó al verme tan serio.

  • ¡Hombre tu dirás! Hace más de una semana que me desperté solo en tu casa y no he vuelto ha tener noticias tuyas.

  • Juan, he estado ocupado –Respondió ásperamente.

  • Claro, ¿y por eso apagas el móvil cuando te llamo y no eres capaz de devolverme la llamada?

  • Te repito que he estado muy ocupado.

  • Claro... ya he visto que te has ligado a uno con más pasta... bonito Porsche. –Dije yo intentando controlar la rabia.

  • Mira, no tengo porque darte explicaciones... pero lo haré por primera y última vez. El coche que has visto es el de Mónica, me ha acompañado antes de irse de viaje porque el mío está en una revisión. Y si no te he llamado es porque no he tenido tiempo. Pero dime una cosa Juan ¿a qué viene todo esto? Creí que había quedado claro que es lo que esperábamos de esta... amistad.

  • Sé que es lo que esperabas de nuestra amistad, y no te confundas, no he malinterpretado nada... simplemente esperaba algo más de un amigo. He tenido una semana horrible... se me cumulan los problemas y soy incapaz de controlar la situación. Especialmente ahora que... mi madre me acaba de echar de casa. Siento que he convertido mi vida en una puta mierda, que he logrado que no haya nadie con el que pueda contar... –no pude reprimir las lágrimas, no podía más.

  • Vamos, este no es lugar para hablar... –le tendí las llaves de mi coche-. Puedes quedarte en mi casa esta noche...

Continuará...