La vida de otro (28: Redecora tu vida)

Carlos llama a Juan para que vean un piso. A los dos hermanos les ronda la idea de compartir piso y marcharse de casa de Rosa. Eso sí, habrá un tercer inquilino.

  1. REDECORA TU VIDA

Desde el jueves que desperté en su casa, no he vuelto a tener noticias de David. Han pasado varios días y a pesar de que a veces he sentido la necesidad de llamarle, he optado por esperar. No quiero complicarme la vida en este momento.

Hoy me he dado cuenta que el mes de mayo y yo tenemos algo en común, los dos tenemos los días contados. El mes se termina y llega junio. Quedan pocos días para el primer examen final y me lo juego todo. Llegado este momento me pregunto por qué no he sido capaz de estudiar más durante estos últimos meses. El mismo propósito al empezar cada cuatrimestre: "está vez no lo dejaré todo para el final". Mentira.

En este repentino ataque de angustia estudiantil he decidido pasarme el día en la biblioteca de la facultad. Aunque suene absurdo, el ser consciente del peligro de los exámenes a estas alturas de la carrera ha hecho que en mi cabeza desaparezca cualquier duda, reflexión, mal pensamiento, temor o añoranza... no hay tiempo para vivir más allá de los tomos de Aranzadi.

Antes de entrar a la biblioteca, al ir a apagar el teléfono móvil, he visto que había recibido un mensaje de mi hermano:

"Hola Juan. Esta tarde voy a ver un piso con Sergio. Si quieres venir quedamos a las 7 en el Corte Inglés de pl. Catalunya. Dime algo."

Le he respondido diciendo que iría con ellos. Cuando Carlos me propuso compartir piso con él y un colega, jamás imaginé que estaba pensando en Sergio. De familia conservadora y acomodada, emigrantes de Madrid a Barcelona por el trabajo de su padre como funcionario del Estado, de derechas... bueno, para sintetizar, un chico totalmente opuesto a mi hermano Carlos. El tiempo dirá lo que surge de este cóctel.

Buscar jurisprudencia para las prácticas, empollarme dieciséis temas, recuperar aquellos apuntes en el olvido, terminar de leerme un libro sobre Derecho Internacional Privado y comentarlo, más jurisprudencia para el practicum... para que luego digan que la vida del estudiante es la mejor. Sólo un triste Cacaolat ha entrado en mi estómago esta tarde, en un descanso de cinco breves minutos para evitar que algún desaprensivo ocupara mi silla en una de las mesas de la biblioteca.

Después de esta maratoniana sesión de estudio he ido en metro hasta el centro. A las 19:18 alcanzaba la puerta del Corte Inglés, intentando no ser arrastrado por una multitud de viandantes empujados por una incontenible fiebre consumista. Saludo a mi hermano y a Sergio y les sigo en dirección al piso que vamos a ver.

Llegamos al edificio situado en pleno Eixample, en la calle Girona. La finca tiene buen aspecto por fuera, o está rehabilitada o muy bien conservada. Subimos caminando por la escalera. El piso que buscamos está en la primera planta. Llamamos al timbre, pero no hay respuesta. A los pocos minutos aparece un chico de unos 30 años.

  • Buenas tardes señores, soy Joan Vives de la inmobiliaria. Por lo que me ha contado Rosa creo que este piso se acerca mucho a lo que están buscando. –Dijo el chico mientras abría la puerta.

  • Vaya, creía que era Rosa la que nos iba a enseñar el piso –le susurré a Carlos.

  • Ya, así habíamos quedado. Pero me ha llamado esta tarde y me ha dicho que tenía un compromiso ineludible y que nos mandaría a un compañero suyo.

  • ¿Un compromiso? –He preguntado yo.

  • Sí, eso ha dicho. No sé nada más. –Me ha respondido Carlos.

  • Verán –ha empezado a decir el chico de la inmobiliaria al entrar al piso-, la finca es de los cincuenta. La fachada ha sido rehabilitada hace muy poco tiempo. Como han podido comprobar dispone de ascensor y de calefacción central. El piso tiene unos 120 m2 habitables, 4 habitaciones, 2 baños, salón-comedor, cocina reformada, armarios empotrados, suelo de parquet y un cuarto trastero en la parte superior del edificio.

  • Tiene buen aspecto. –Ha comentado Carlos.

  • Hombre, las paredes piden a gritos una mano de pintura... y eso, ¿eso es humedad? –Ha interrogado Sergio.

  • No me consta que haya problemas de humedades, seguramente es la marca de algún mueble. En todo caso por el precio tan reducido que pagarían por el alquiler es lógico que haya que acometer alguna pequeña reforma antes de entrar a vivir en el inmueble.

Después de revisar el piso con detenimiento, Carlos y yo estábamos convencidos, pero Sergio discrepaba. Evidentemente no es de obra nueva, pero es muy amplio y luminoso. Una mano de pintura, muebles de Ikea y listo. Al fin y al cabo el precio es muy bueno.

Al salir nos hemos cruzado con el vecino de al lado. Un hombre de unos 40 años, vestido con mucho estilo, que tras mirarnos detenidamente ha esbozado una sonrisa y nos ha saludado amablemente. Al salir a la calle Carlos ha propuesto ir a tomar algo para discutir si nos quedábamos o no con el piso, pero Sergio parecía tener prisa.

  • Lo siento pero no puedo ir con vosotros, tengo una cena familiar en un par de horas.

  • Bueno, pero al menos dinos que te ha parecido el piso. –Ha interrogado mi hermano.

  • El piso no me convence, aunque por ese precio creo que podría adaptarme. El problema es la gente tan rara que tendríamos por vecinos.

  • ¿Rara? –He preguntado yo asombrado.

  • ¿Pero no habéis visto como nos ha mirado la maricona esa del piso de al lado? –Ha respondido Sergio con la mirada encendida.

  • Joder Sergio no me vegas con tonterías. En primer lugar sólo hemos visto a un vecino, o sea que no generalices, y en segundo lugar, él estará en su casa y nosotros en la nuestra. –Le ha contestado Carlos.

  • Toda esa gentuza son unos viciosos... no sé, no me apetece mucho la idea. En todo caso mañana te llamo y te digo algo.

  • Eso espero Sergio, porque hay que decirles algo a los de la inmobiliaria cuanto antes.

Tras despedirnos de Sergio, hemos vuelto caminando al centro para hacer unas compras. Después nos hemos parado a tomar algo en una chocolatería Valor en Rambla Catalunya.

  • Vaya con tu amigo... que no le convenza el piso por tener un vecino que puede ser gay ¿no es exagerado?

  • Sergio es buena gente, en el fondo... pero en la forma es un gilipollas integral. El problema es que de entre todos mis amigos que tenían en mente independizarse él es el único que se lo puede permitir. –Me ha respondido Carlos.

  • Ya entiendo... trabaja en Telefónica si no recuerdo mal, ¿no?

  • Exacto.

  • ¿Y qué harás si dice que no quiere alquilar ese piso? –He preguntado yo.

  • Pues si tu aceptas, alquilarlo igual... ya encontraríamos a alguien más. Pero creo que recapacitará. Hablaré con él...

  • No entiendo como alguien puede ser tan irrespetuoso con la forma de vivir de los demás. –He añadido.

  • Pues seguramente la educación que ha recibido le haya marcado. Si a eso unes el temor y el rechazo que le produce aquello que le parece distinto o que no entra dentro de su cuadriculado esquema mental, tienes como resultado esa actitud.

  • Bueno, y no te olvides de añadir a la lista que está afiliado al Partido Popular. -He bromeado yo.

  • Vaya... el que fue a hablar, pero si los votaste las elecciones generales de 2000. –Ha contestado mi hermano entre risas.

  • ¡Ey! Que yo siempre he defendido una buena gestión, no a un partido determinado.

  • Claro, y ahora eres de izquierdas. ¿Pero eso es posible? Un abogado de izquierdas, pues no vas a pasar hambre chaval... jejeje. –Ha bromeado mi hermano.

  • Bueno, dejemos la política que aún terminaremos mal... jejeje. Cuéntame cómo estás tú. Hace días que no hablamos.

  • Pues no sé... más animado supongo. Aunque algo decepcionado. –Ha contestado Carlos.

  • ¿Y eso?

  • Porque siento que estoy perdiendo el tiempo. Cuando Sara decidió cortar sentí que jamás me recuperaría de aquel golpe, fue todo tan inesperado. Nuestra historia terminó y sentí que había lanzado por la borda varios años de mi vida. Pero el tiempo te hace ver las cosas de otra forma, y cuando empecé a superarlo, intenté ver el lado positivo de la ruptura. Quizás podría empezar a vivir de nuevo. Conocer chicas, disfrutar del sexo, salir de marcha como hacía antes, pero... –Carlos ha hecho una pausa para dar un sorbo a su granizado de chocolate. Sus labios rozando la copa... ¡que imagen!

  • ¿Pero qué? –He interrogado yo con curiosidad.

  • Que no he sido capaz de hacerlo. Tengo muy claro que no quiero llegar a los cuarenta con un aplastante sentimiento de haber desperdiciado mi vida. Quiero poder llegar a cierta edad, mirar atrás y sentirme orgulloso de haber vivido. No quiero arrepentirme de las cosas que nunca hice.

  • Y entonces ¿dónde está el problema? Ahora es el momento de llevar esa vida que describes si es lo que te apetece. Aprovecha la situación, aprovecha que las cosas hayan cambiado tanto.

  • Lo sé, pero soy incapaz. Te voy a poner un ejemplo, el sexo. Desde que corté con Sara no he vuelto a acostarme con ninguna tía. No he buscado nada intencionadamente y si se han presentado oportunidades no he sido capaz de aprovecharlas. Parece que he perdido práctica para ligar. Y ya ves... la sequía sexual me trae de cabeza... -Ha dicho Carlos sin perder su sentido el humor.

  • Bueno, lo mismo puedo decir yo... desde que rompí con Ana estoy en una situación similar –He mentido yo, porque obviamente contarle a Carlos que me había acostado con un tío que conocí en el gimnasio no me ha parecido... ¿prudente? Sí, digamos prudente.

  • ¿Y la chica por la que dejaste a Ana?

Mis propias mentiras me acechaban. Había olvidado completamente que el motivo oficial de mi ruptura con Ana había sido mi relación con otra mujer.

  • Pues algo hay... pero nada que ver con el sexo. Digamos que nos estamos conociendo. –Le he dicho intentando salvar la situación.

  • Vaya ¿te ha salido estrecha la novia? –He preguntado mi hermano entre risas.

  • No exactamente, lo que pasa es que Natalia tiene 17 años y necesita ir a su ritmo.

  • Natalia, bonito nombre. Pues lo que yo te digo, una estrecha. A ver si te crees que las de 17 hoy en día esperan al día de su boda para peder la virginidad.

  • Jejejeje... ya, la primera tía que me follé tenía 16 e iba mucho más lanzada que esta, pero qué le vamos a hacer, creo que la chica lo vale. –Le he respondido yo.

  • Y mientras... a matarnos a pajas... jajajaja. Hay que ver, nos pasamos la vida en el gimnasio y la piscina para muscularnos, y luego follamos menos que los muñecos de un semáforo.

  • Jejejeje... tampoco te pases. Bueno, todo llega. Eso sí, tienes que poner más de tu parte.

  • Lo intentaré, me lo he propuesto. Casa nueva, vida nueva. Como dice el eslogan de Ikea voy a redecorar mi vida.

  • Pues mira, creo que seguiré tu ejemplo. –Tras decir esto, nos hemos quedado en silencio.

  • Hay algo más de lo que me gustaría hablarte. –Ha soltado Carlos.

  • Tu dirás.

  • No me gustaría que pensases que me meto donde no me llaman, pero ayer hablé con Ana.

  • ¿Con Ana? –He interrogado yo perplejo.

  • Sí, con tu ex novia. A pesar de que hayáis terminado le tengo mucho aprecio, siempre me ha parecido una chica fantástica.

  • Cierto, es una mujer maravillosa y se merece ser muy feliz. ¿Cómo está?

  • Bueno, pues ya puedes imaginarte. No es fácil superar algo así, aunque afortunadamente no le han faltado apoyos.

  • El tuyo entre ellos. –Le he dicho con dureza.

  • Juan, sólo me he interesado por ella. Tú tienes todo mi apoyo, eres mi hermano.

  • ¿Te gusta Ana, es eso?

  • ¿A qué viene esa pregunta? No te confundas Juan. –Me ha contestado mi hermano muy serio.

  • Perdona... es que me ha sorprendido.

  • Ana y yo hemos pasado recientemente por una situación parecida. Sólo quería ayudarla. –Se ha justificado Carlos.

  • Lo sé, no quería recriminarte nada. Eres libre de hacer lo que quieras, Ana ya no es mi novia.

Tras pagar la cuenta hemos salido de la chocolatería. Nos hemos separado y cada uno se ha ido a buscar su coche. Me he sentido avergonzado por haber recriminado a mi hermano que se viese con Ana, al fin y al cabo, si Ana necesita apoyo, Carlos es la persona ideal para ofrecérselo. He retrocedido mentalmente por nuestra conversación. El sexo. Esta ha sido una de las pocas veces en que mi hermano y yo hemos hablado tan abiertamente de sexo. Sin duda Carlos pasa una época de escasez. Me pregunto si esa necesidad sexual tiene algo que ver con el extraño comportamiento que tuvo conmigo el día que lavábamos juntos el coche. No, no puede ser. Imposible. Me he repetido sin cesar. Me estoy equivocando... ¿me estoy equivocando?

Continuará...