La vida de otro (27: Algo más que sexo)
Primera relación sexual entre David y Juan. ¿Logrará Juan dejarse claro a sí mismo que solo es sexo?
- ALGO MÁS QUE SEXO
David levantó mis brazos sin dejar de besarme. Con suavidad fue quitándome la camiseta. Me acarició el dorso de los brazos hasta llegar a mis axilas. Sus manos descendieron lentamente por mi pecho, dibujando con sus dedos el contorno de mis pectorales. Su caricias alcanzaron a mi abdomen recorriendo lentamente mis definidos músculos. Volvió a acercar sus labios a mi cuerpo y me besó en el cuello haciendo que me estremeciera. Sus labios dejaron paso a su lengua que empezó a descender por mi cuello, alcanzó mis pezones y los lamió con firmeza. Mientras sus manos acariciaban mi espalda.
David llevó mis manos hacia su pecho indicándome que desbrochara los botones de la camisa. Lentamente fui descubriendo aquel pectoral perfectamente fibrado por el deporte, cubierto por una suave capa de vello moreno. Sujetó mis manos con las suyas y fue dirigiendo mis caricias sobre su pecho desnudo. Mis dedos se deslizaron por su abdomen, rozaron su ombligo y dirigidas por David alcanzaron su cinturón. Le desabroché los pantalones y tiré suavemente de ellos. La visón de su abultado paquete bajo unos slips de Cavalli me resultó irresistible. Esta vez no había dudas en mi interior, quería probar aquella polla.
Me incliné sobre él. Con las nariz a escasos centímetros de su paquete, me invadió un intenso aroma, el mismo que me había calentado tanto al oler sus suspensorios en le vestuario del gimnasio. Mis labios y mi nariz tomaron contacto con la tela que ocultaba su miembro erecto, impregnándome de aquel excitante olor a hombre. Acaricié su polla por encima de la tela de sus slips y cuando su glande empezaba asomar por la parte superior de su ropa interior, tiré de ella y la descubrí completamente. La miré detenidamente, más gruesa y larga que la mía, perfectamente descapullada, proporcionada, acompañada por unos grandes huevos cubiertos un suave vello moreno. Volví a acercarme. Mis labios besaron su polla.
Cuando mi lengua rozó la piel de su glande me recorrió una extraña sensación. La suavidad de su miembro chocó en alguna parte de mi interior con mi racional rechazo a hacer algo así. Estuve apunto de bloquearme, pero pudo más el deseo que la razón. Como si me fuese la vida en ello, empecé a recorrer con mi lengua toda la extensión del tronco de su polla. Recorrí sus huevos mientras le masturbaba. David lanzaba suaves gemidos. Volví al capullo, me detuve jugando con mi lengua en él y empecé a meterme su verga en la boca. Dada mi inexperiencia, la primera arcada no tardó en llegar. David me detuvo.
- Ven... vamos a mi habitación. Me dijo mirándome con esos imperturbables ojos negros.
Terminamos de desnudarnos en su habitación. David me condujo hacia la inmensa cama y me estiró en ella. Permaneció unos instantes de pie observando mi cuerpo. Sus manos volvieron posarse sobre mi pecho y empezaron a descender por mi abdomen, bordearon mi entrepierna y continuaron por mis piernas, en una intensa y deliciosa caricia. Llegaron a mis pies donde se detuvieron para darme un sensual masaje. Mi polla se movía sola de la excitación, como intentando ponerse más dura de lo que ya estaba.
David se sentó en el borde de la cama. Desnudo junto a mí me pareció deseable, poderosamente atractivo... perfecto. Sus labios atraparon mi polla y saborearon las primeras gotas de líquido preseminal que brotaban de ella. Empezó un desesperante movimiento con su boca sobre mi polla haciendo que mi cuerpo se contrajera de excitación. Con mi vista clavada en él, no podía dejar de contemplar como mi verga desaparecía en su boca. Aquellos labios que guardaban una perfecta sonrisa me comían ahora la polla.
Cuando parecía que no podía estar más cerca del cielo, David deslizó uno de sus dedos hacia mi culito, y empezó a enterrarlo con suavidad. Con el placer que me producía su mamada no puede hacer nada más que relajarme y dejarme llevar. Cuando el primero de sus dedos se perdía en mi apretado agujero, David probó con uno más.
Una mano acariciando mi pecho, su boca dedicada a mi polla, dos de sus dedos penetrando mi virgen ano... aquello era la culminación del placer. Empecé a jadear. Apreté con mi mano la suya, intentando que sus dedos me penetraran con más intensidad.
¿Quieres que te folle? Dijo él dejando de chuparme la polla pero con sus dos dedos jugando aún en mi culito.
¿Follarme? Pregunté yo sorprendido. A pesar del placer que me estaban dando sus dedos, la idea de que aquel inmenso pollón me penetrara me aterró.
Sólo intentarlo... verás como te gusta -dijo David al verme dudar-. Tú controlarás el movimiento y decidirás cuando nos detenemos...
Sus palabras transmitían dulzura y seguridad. Confié en él. Sin decir nada, asentí con la cabeza. David sonrió, sacó un condón de la mesita de noche y se estiró boca arriba en la cama. Se colocó lentamente el preservativo sobre su polla tiesa. Me tendió su mano y tiró de mí con suavidad.
- Ven... colócate sobre mí... y relájate...
Me senté sobre él y dirigí su polla a la entrada de mi ano. Aunque sus dedos habían dilatado mi esfínter, volví a contraerme por los nervios. Cuando su glande empezó a presionar la entrada de mi virgen culo una punzada de dolor recorrió mi cuerpo. Me detuve. El malestar se disipó lentamente y volví a intentarlo. Su polla empezaba a penetrarme.
¡Ahh!-Dije sin poder evitar un quejido por el dolor que sentía.
Espera... dijo él.- Sacó un bote de lubricante de la mesita y me lo tendió.- Pon un poco en la polla y en tu culito, verás como así es más fácil.
Lo estaba haciendo por él, porque sabia que no podía echarme atrás. Sentía dolor pero volví a intentarlo. Esta vez, con el efecto del lubricante su polla se deslizó con más facilidad en mi interior. Pero el malestar aumentó. Cuando apenas tenía una pequeña parte de su verga dentro me detuve. No sólo sentía dolor, si no que además me inundaba una extraña sensación. Una sensación desagradable.
- Lo siento... no puedo... dije yo avergonzado.
David se detuvo y me miró fijamente a los ojos. Quizás fue mi imaginación pero en su mirada y en su expresión me pareció captar una mueca de decepción... de enfado.
- Tranquilo... el sexo es libertad, no haremos nada que no te apetezca. Dijo esbozando una sonrisa de nuevo. Volvió a cautivarme. La sombra de su enfado se esfumó.
Volví a estirarme en la cama, junto a él. Nuestros cuerpos se rozaban. En silencio empezamos a pajearnos la polla. Mi vista se clavó en su cuerpo mientras sus ojos recorrían el mío. Una de sus manos se deslizaba por el tronco de su polla, mientras la otra acariciaba sus huevos, su pecho, su abdomen... el sudor daba un brillo especial a su piel. La habitación se iluminaba únicamente por la tenue luz que se filtraba desde el exterior. En la penumbra su piel me pareció perfecta... tersa, suave, firme. Su cuerpo se estremecía, cada vez estaba más cerca del orgasmo. Aceleré el ritmo de mi paja, mientras David seguía con los ojos clavados en mi polla, observando como me masturbaba.
Estirados en la misma cama, con el roce de nuestros cuerpos como único contacto, y observándonos con detenimiento, no necesitamos nada más para llegar a un orgasmo casi simultáneo. Me empecé a correr mientras un intenso orgasmo recorría el cuerpo de David. Su leche empezó a brotar cayendo sobre su torso desnudo.
Nos quedamos unos minutos en silencio. Acariciando nuestros cuerpos. Recorriendo con mis dedos su pecho cubierto de semen. Antes de que nos venciera el cansancio David susurró:
Si quieres puedes ducharte... en el baño hay toallas.
De acuerdo. Dije yo mientras me levantaba y me dirigía al baño.
Me duché rápidamente, mientras intentaba asimilar lo que había sucedido. Cuando volví a la habitación David entró al baño. El agua me había relajado profundamente y volví estirarme en la cama. El sueño empezaba a apoderarse de mí. Cerré los ojos.
Cuando David salió del bañó únicamente escuché sus pasos perdiéndose en mi pesado sueño. Lo último que sentí antes de quedarme profundamente dormido fue la suavidad de su cuerpo desnudo al rozar el mío, su pelo húmedo sobre mi hombro, su aroma a recién duchado, un beso en la nuca...
*
Me desperté sobresaltado. ¿Dónde estaba? Recuperé el sentido poco a poco, encima de la mesita de noche había un reloj clip de Hermès, sus agujas marcaban las 11:00. Estaba en la cama de David, solo. No había ni rastro de él.
Me levanté. Me vestí todo lo rápido que pude. Volví al salón. David tampoco estaba allí. Una desagradable sensación de angustia se apoderó de mí. Cuando iba a darme por vencido y marcharme, vi una nota junto al teléfono:
"Tenía un compromiso ineludible y he tenido que salir. No he querido despertarte, estabas precioso durmiendo en mi cama. Espero verte pronto. Ha sido una noche fantástica. Un beso. David".
Sus palabras tuvieron como paisaje una sonrisa. Me quedé unos instantes allí de pie con la nota en la mano. ¿Qué me estaba pasando? No me atreví a responderme, me aterraba poner nombre a aquel sentimiento. Guardé la nota en el bolsillo del pantalón y salí del piso de David.
Continuará...