La vida de otro (25: Los amigos de Natalia)

Natalia queda con Juan para presentarle a sus amigos. La reunión habrá merecido la pena cuando Juan conozca a Marc y a Damián.

  1. LOS AMIGOS DE NATALIA

Estoy en la recta final del curso, con los exámenes encima y no soy capaz de concentrarme. A pesar de que hago un esfuerzo para que mi vida vuelva a estar en relativa normalidad, no hay forma de conseguirlo. Siempre hay algo que vuelve a romper la calma. Hasta ayer miércoles había logrado centrarme en el Derecho y continuar preparando los exámenes finales, pero cuando estaba estudiando en casa por la tarde, una llamada dio al traste con mis esfuerzos para concentrarme.

  • Hola Juan, soy Natalia.

  • Hola Natalia. –Respondí.

  • ¿Qué tal?

  • Pues mal... tengo los exámenes encima, tengo trabajos por hacer, temario que estudiar... ufff. Ya te puedes imaginar. –Dije yo realmente agobiado.

  • Vaya... yo también estoy de exámenes, pero me preguntaba si te apetecería hacer una pausa y salir a tomar algo. –Dijo ella con timidez.

  • Natalia, creo que ya quedó claro que buscábamos cosas distintas. –Dije con brusquedad.

  • Sé lo que tu estás buscando y... sólo te pido otra oportunidad. La noche de la fiesta me puse algo nerviosa, pero supongo que eso no debe impedir que nos conozcamos algo mejor ¿no te parece?

Desde luego Natalia sería todo lo estrecha que quisiese, pero era una chica muy madura. Me gustaba la forma en que estaba planteando la cita. Quizás en esta ocasión estaría más relajada.

  • Es posible... –dije yo.

  • Bueno, pues entonces ¿qué me respondes?

  • ¿Cuál es la propuesta? –Interrogué.

  • Pues que nos veamos esta tarde sobre las 6 para tomar algo.

  • Está bien, me vendrá bien un descanso. ¿Dónde quieres quedar?

  • En el Maremagnum si te parece bien. –Dijo Natalia.

  • De acuerdo, hasta las seis pues.

Al colgar el teléfono, reflexioné. Cierto, me iba a pasar la tarde fuera de casa sin estudiar, pero a cambio quizás mi cita con Natalia se concretaría y llegaríamos a algo más. Miré en mi cartera. Perfecto, tenía condones. Si Natalia se decidía el coche podría ser un buen sitio.

Pensando en nuestro encuentro me empecé a calentar. Me toqué el paquete. Mi erección se notaba bajo la tela del chándal que llevaba puesto. Sentí la tentación de hacerme una paja, pero pude resistirme. Una sonrisa se dibujó en mi cara. Natalia me la volvía a poner dura.

Me duché y me vestí con un pantalón cargo de D&G, una camiseta de G-Star y unas Camper. Truth de Calvin Klein y listo para salir de casa.

Siempre en mi línea, a las seis aún no había llegado al Maremagnum. Deseé que Natalia fuera una chica paciente. Cuando aparqué el coche en el parking del centro comercial ya eran las 18:20. Llegué, vi y casi me fui. Para mi desgracia Natalia no había venido sola. Me la había vuelto a jugar.

  • Hola Juan. –Dijo Natalia acercándose y dándome un tierno beso en los labios.

  • Hola. –Dije yo sin apartar la vista del grupo.

  • Ellos son mis amigos. Ven, te los presentaré. –Natalia me cogió del brazo y me condujo a la mesa donde estaban sentados-. A Marta y a Alba ya las conoces, ella es Lola y ellos son Marc, Damián, y Humberto. Chicos él es Juan, un amigo.

Sólo tuve que detenerme un momento y observar atentamente a los amigos de Natalia para entender que quizás aquella cita no sería tan inútil como había imaginado. Dos de sus amigos me llamaron especialmente la atención, Marc y Damián. Ambos de unos 17 años, con un cuerpo definido por el fútbol y la gimnasia, pero sin exageraciones. Dos bollicaos que debían traer de cabeza a las chicas de su clase. Marc era rubio con un peinado en forma de cresta y vestía unos tejanos ajustados con una camiseta de Pull&Bear. Damián era moreno con el pelo muy corto y llevaba unos pantalones de chándal Adidas y una camiseta blanca sin mangas. No podían estar más buenos.

Nos sentamos todos en la misma mesa y pedimos algo de beber. Mientras Natalia rompía el hielo explicando como nos habíamos conocido, continué observando al resto del grupo. Lola era una chica de pelo corto y castaño, y de apariencia bastante común, con un cuerpo proporcionado y esbelto pero que no llamaba la atención por nada en especial. Eso sí, parecía simpática. Humberto estaba algo pasado de peso, llevaba el pelo teñido de rojo, una camiseta sisada y unos pantalones pirata de lino blanco. De sus gestos y sus palabras se desprendía cierto afeminamiento.

El fútbol, sus estudios de Bachillerato y las críticas a los profesores monopolizaron la conversación. Una hora después de haber llegado me preguntaba qué hacía yo con aquel grupo de estudiantes de secundaria. Aunque al menos pude alegrarme la vista. Marc estaba sentado justo delante de mi. Con las piernas abiertas sus tejanos definían un prominente bulto.

  • Y que Juan ¿Te gustan las motos? –Me dijo Damián al verme tan callado.

  • No especialmente, prefiero los coches.

  • Joder, los coches también molan claro, pero no hay pasta. Mis padres no van tan sobrados. Me conformo con mi Aprilia RS 125. ¿Tú tienes coche?

  • Sí. –Dije yo sin más.

  • ¿Cuál?

  • Un Mercedes Sportcoupé.

  • ¿¡Qué dices!? ¡Un Sportcoupé! Marc tío, ¿lo has oído? Juan tiene un Mercedes.

  • Joder tío, que bien vivimos. –Dijo Marc entre risas.

Mi situación económica se convirtió en el foco de atención de todos los amigos de Natalia. Me sentí incómodo. Daba la impresión que Natalia me había presentado a sus amigos para exhibir su proyecto de ligue pijo. Cuando empezaba a tener ganas de salir corriendo de allí, la situación se puso interesante.

  • ¿Y porqué no nos enseñas el coche Juan? –Dijo Damián.

  • Eso, eso.. que no todos los días se sube uno a un Mercedes. –Añadió Marc.

  • Está bien, está en el parking. –Contesté yo pensando que sería una forma efectiva de huir por unos instantes de aquella conversación tan monótona.

  • Chicas, esperadnos aquí, ahora volvemos, Juan nos va a enseñar su ccohe. – Dijo Marc.

Humberto debió darse por aludido porque no nos acompañó. Así que los tres dejamos al resto del grupo y bajamos por la rampa mecánica hasta el parking.

  • Vaya, es un coche cojonudo.. aunque yo le pondría unas llantas más grandes. De 18 o 19 pulgadas. –Dijo Damián al ver el coche.

  • ¡Ala! Que exagerado eres. En serio Juan, tienes un coche precioso.

  • Gracias –respondí mientras abría la puerta del coche-. A ver que os parece por dentro.

  • Joder, pues es espacioso... y yo que pensaba que no se podía follar en un coupé. –Añadió Damián entre risas.

  • A saber la de tías que te has tirado en estos asientos. –Dijo Marc mientras pasaba la mano por la tapicería de cuero.

  • Pues seguro que son menos de las que os imagináis. –Dije yo sin mentir, realmente no había follado en aquel coche ni una sola vez.

  • ¿Y con Natalia qué? ¿Te la has tirado ya? –Interrogó Damián.

  • Creo que eso es demasiado personal para que pueda contestar. – Le respondí.

Mientras, Marc se había senado en el asiento del conductor. Con las manos en el volante, sus brazos me resultaron especialmente apetecibles. Su camiseta ajustada dibujaba un perfecto torso, y sus pantalones vaqueros volvían a mostrarme sus piernas y su paquete.

  • Vaya, eso es que no te la has follado –dijo Damián a mi espalda-. Si es que las tías de clase son todas unas estrechas.

  • Natalia y yo sólo nos hemos visto un par de veces. No ha habido demasiadas oportunidades para intimar. –Me justifiqué yo.

  • Vaya, ¿y por qué pierdes el tiempo con ella? Seguro que tu podrías follar con una tía distinta cada día, con lo cachas que estás. –Dijo Marc.

  • Bueno, no creo que esté perdiendo el tiempo, me parece que Natalia tiene muchas cosas interesantes –dije yo convencido-. Me gustaría conocerla un poco más. El sexo no lo es todo.

  • Seguro que tu polla no piensa lo mismo –dijo Damián apretándome el paquete fugazmente-. Jajajaja... si ya la tienes dura sólo de pensar en tirártela. –Añadió entre risas.

  • ¡Ehh! Sin mariconadas... jajaja –dijo Marc.

  • ¿Y... y vosotros... cómo lo lleváis? –Interrogué yo intentando recuperarme de aquel fugaz contacto.

  • Mal, tío mal... nos matamos a pajas. Ni te imaginas lo estrechas que son las tías a los 16. Y no será porque no lo intentamos... –Admitió Damián resignado.

  • Me lo imagino, también he tenido dieciséis años. Pero joder, si vais tan a saco es lógico que no folléis, las debéis espantar. -Dije yo entre risas.

  • Tío... estamos tan calientes que al final tendremos que hablar con Humberto. Nunca se sabe para qué puedes necesitar a un amigo. –Dijo Marc con una sonrisa maliciosa y lanzó una fugaz mirada a Damián.

  • ¿Con Humberto? –Pregunté yo sorprendido.

  • Joder tío, creo que es bastante evidente. –Respondió Marc.- Tiene más pluma que el Pájaro Loco.

  • ¿Y no dicen que una boca es una boca y un agujero caliente es un agujero caliente? Jajajajaja... –Añadió Damián entre risas.

Después de aquello volvimos con el resto del grupo. Supuse que debía tomarme aquel comentario como una broma, pero lo cierto es que no me podía quitar de la cabeza la visión del paquete de Marc sentado el volante de mi coche. Por primera vez sentí una necesidad incontenible de probar una polla. A sus 17 años debía tener una polla que terminaba de definirse. Me imaginé una polla de piel suave, gruesa y larga, perfectamente proporcionada, que al descapullarse quedase perfectamente descubierta. Me imaginé unos huevos cubiertos por una fina capa de vello. Cerré los ojos un instante y vi a Marc con los pantalones bajados y con su polla fuera. Me imaginé probando aquella polla.

  • ¿Juan? –Dijo Natalia.

  • Perdona... –Dije yo recuperando el sentido.

  • Mis amigos se van ya. –Dijo con timidez.

  • Bien, ¿quieres que te lleve a casa?

  • Si no te importa... así hablamos por el camino.

Nos despedimos de sus amigos y volvimos al coche. Natalia estaba en silencio, parecía estar esperando alguna frase mía.

  • Tus amigos me han parecido muy simpáticos. –Dije yo para romper el hielo.

  • Me alegro, para serte sincera pensé que no encajarían en tu estilo de vida.

  • ¿Mi estilo de vida? –Pregunté yo sorprendido.

  • Bueno, ya me entiendes. Eres algo mayor que nosotros, vistes muy bien, tienes un Mercedes...

  • Cierto, pero eso no determina los amigos que pueda tener. –Dije yo infundiéndole confianza. Natalia sonrió.

Minutos después aparqué el coche en la entrada del edificio donde vivía. Nos miramos fijamente y nos besamos. Mi mano se posó suavemente sobre su pierna. No intenté nada más. Ni me apetecía, ni estaba seguro de que Natalia lo desease.

  • Me encantaría invitarte a subir, pero mis padres deben haber llegado ya. –Dijo ella luchando para que sus palabras no sonaran a excusa.

Por mi parte me sentí aliviado. Aunque efectivamente estaba caliente y pensaba en sexo, la idea de tirarme a Natalia no era lo que tenía en mente en aquel momento. Las imágenes del paquete de Marc y del culito de Damián ocupaban completamente mis pensamientos.

  • No te preocupes, habrá tiempo para todo. Además, antes de volver a casa me gustaría pasarme por el gimnasio. -Respondí yo.

  • Como quieras –respondió Natalia un tanto sorprendida por mi facilidad para conformarme-. Espero que nos veamos pronto Juan.

  • Es posible. –Dije yo sin demasiado convencimiento.

Natalia me había llamado para quedar, me había soltado un rollo acerca de sus nervios la noche de la fiesta, había creado expectativas de que podría suceder algo entre nosotros, y a la hora de la verdad resultó que me había llamado para presentarme a sus amigos. Pero no me sentí mal, quizás ella había perdido más que yo en esa cita. Conocer a Marc y a Damián había sido una especie de recompensa.

  • Me gustas Juan. -No respondí. Natalia me dio un suave beso en los labios y salió del coche.

Después de dejarla en su casa, las dudas volvieron a asaltarme. Indudablemente sentía cierta atracción por aquella chica, pero no lograba quitarme de la cabeza a Marc y a Damián. Nuevamente decidí buscar una vía de escape en el deporte.

Continuará...